Ruta realizada el Viernes 17/11/2023
Participantes: Alfredo, Domingo, Félix
Reproductor audio crónica:
Se trata de una de las rutas más bonitas del año que repetimos otoño tras otoño. La noche anterior dejé la bici metida en el coche para abreviar la salida. Salgo a las 7:25 de mi casa. El día se levanta con niebla lo que presagia un atasco monumental por las carreteras. A la hora convenida llegamos The Bosch Boys con apenas cinco minutos de diferencia. Al llegar a El Tiemblo el cielo ha abierto y está soleado aunque fresco sin llegar a hacer frío. Comenzamos la ruta del gran Nano Flojo y Nieves Blade Runner cortesía una vez más de Mario, que siempre nos deleita con sus acertadas selecciones. Hoy no viene con nosotros porque se reserva para salir el finde con su grupeta «Cicloglotones» por esta misma zona.
Bajamos hasta el primer embalse del Alberche llamado El Charco del Cura, sorteando el divertido sendero que recorre la orilla donde sólo un obstáculo de piedra impide la continuidad.
Me confundo de camino y bajo en dirección a la presa. Paro para ver el paisaje y veo salir a unos 50 metros un ciervo macho y cuatro hembras corriendo hacia el embalse. Rectifico mi camino metiendo el Turbo para alcanzar a mis compañeros. ¡Qué lujo eso de subir como un cohete sin apenas esfuerzo!
Más allá cruzamos el Embalse del Burguillo por su puente para observar que a pesar de las lluvias está escaso de aguas. Recorremos su ribera hasta alcanzar el brazo por donde discurre el arroyo de la Iruela que da nombre al valle de esta reserva natural tan verde como bella.
Subimos a buen ritmo (14 km/hora) tirando de motor y piernas en partes iguales, hasta que ya sudando decidimos que podemos reducir la velocidad porque nos va a sobrar tiempo para llegar a comer. La cosa se pone algo más dura cuando el asfalto se torna pista y las cuestas suben de inclinación.
Llegamos al puerto de Casillas sin apenas parar para alguna foto o aflojar la presión de la vejiga. Recordamos como era subir hasta aquí con las bicis normales y nos tomamos el plátano mientras celebramos, una vez más, la decisión de la compra de la e-bike.
Empezamos la bajada a Casillas por una pista en buen estado, pero enseguida nos metemos en un largo pedregal con mucha inclinación y piedra suelta que requiere mucha atención para no terminar descabalgados. Los brazos y los dedos gordos soportan todo el peso del cuerpo a pesar de bajar el sillín. Me duelen mucho y decido descansar en los sitios más técnicos. Domingo baja bastante bien y Alfredo como un cohete se queda esperando impaciente.
Aquí empieza lo mejor. En Casillas tomamos una cuesta ligera entre hermosos robles que han tapizado el suelo con sus hojas ocres mientras en el árbol aún se mantiene una buena parte de ellas. Más adelante se truecan en castaños inmensos y preciosos. Sus hojas tienen un color más vívido de distintas tonalidades de marrón. Es un paisaje digno de contemplar. .
Enseguida coronamos en la Cruz del Tornero y comienza un descenso suave entre estos enormes árboles. Los caminos definitivamente se han perdido debajo de un manto de hojas que los alfombran. Algún canto escondido entre el follaje, te pega un sobresalto y me recuerda que he de seguir atento por donde meto la rueda delantera. Foto va y foto viene. Llegamos al mayor castaño del bosque denominado » El abuelo», donde se acumulan los pocos senderistas que hoy se han acercado a la zona.
Seguimos ruta por el sendero que hace un par de años conocimos gracias a Mario y donde Alfredo nos deleitó con una magnífica voltereta donde el casco le libró de mayores consecuencias. La verdad es que es una preciosidad y sólo unos pocos metros son no ciclables para los comunes mortales.
Salimos a la pista principal donde bajamos a velocidades importantes. De repente un frenazo brutal de Alfredo nos hace patinar a Domingo y a mi. Subidón de adrenalina. Casi me como a Domingo. Protesto y le pregunto a qué se debe. «Es que me he pasado el desvío, pero he frenado despacio» -dice Alfredo. Me recuerda una de las mayores hostias que me he dado en mi vida donde salí volando, me destrocé el traje de ciclista, me dejé la piel de brazo y pierna, me salió un enorme cardenal de cadera a rodilla y se llegó a doblar la llanta delantera de la bici. Juanito se acordará porque lo vio en primer plano. Mismo motivo, mismo argumento y mismo protagonista. Me muerdo la lengua, echando humo y por no cagarme en todos sus ancestros, decido bajar por la carretera hasta el coche.
Limpio la bici para meterla en el coche antes de entrar a un infame restaurante llamado «El Castañar». Las sillas tiene el respaldo que recuerda la tapa del wáter, preludio de lo que nos espera. Me ahorro describir la bazofia y el servicio. Baste decir que Alfredo dejó el segundo plato casi sin tocar. Inaudito e increíble, ¿verdad? Pues imaginaos.
Aquí os dejo un breve video con lo mejor de la ruta. A disfrutarlo
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