Ruta realizada el Jueves 21/10/2021
Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Mario
Reproductor audio crónica:
Ya sabemos que las rutas que elige Mario con tanto esmero, no nos van a decepcionar. Y esta vez de nuevo nos sorprende. La zona es bastante árida y completamente desaconsejable en los meses de calor. Combina un terreno arcilloso y por lo tanto imposible de recorrer cuando haya llovido recientemente, con zonas pedregosas calizas y otras cuajadas de yesos relucientes al sol.
Salimos con una temperatura inesperadamente baja. Al poco de comenzar, Alfredo se da cuenta de que le falta el móvil y en previsión de que a la vuelta ya no esté en su sitio decide volver al coche. Mario le acompaña mientras Domingo y yo iniciamos una larga cuesta que nos quita el resuello y el frío simultáneamente.
Llevo las ruedas más hinchadas de lo habitual y en las bajadas siento la bicicleta muy nerviosa en un terreno seco y de piedras sueltas que me hacen tomar precauciones. En una pronunciada pendiente de bajada me hace un extraño en la rueda de atrás que a pesar de ser su estreno no ha podido sostener la posición debido a la elevada presión y por lo tanto, menor superficie de contacto. El resultado es un doloroso golpe en la gónada izquierda que me hace retorcerme mientras Domingo me alcanza.
Llegamos a una pequeña finca donde habita un variopinto conglomerado de fauna donde nos recibe un coro de irritantes ladridos. Hay un cerdo vietnamita o similar, más parecido a un jabalí enano que a un cerdo doméstico, unas cuantas cabras enanas, gallinas enanas y un nutrido grupo de perros histéricos que se lanzan contra la valla mientras se desgañitan y que no nos dejan apenas oír las explicaciones de su dueña. Se trata de una muchacha de aspecto algo hippie que amablemente nos contesta a mi solicitud de hacerle una foto al cerdo-microjabalí, mientras el animal parece darse por aludido y se esconde. Nos explica que los insólitos animales son enanos -como su extraña casita según sus propias palabras- y que su único objetivo es tener compañía y darles cariño puesto que son veganos. Yo me sorprendo de tan exigua utilidad y no puedo dejar de imaginar uno de esos cabritos al horno con patatas panaderas.
Continuamos la marcha hasta llegar aun arroyo donde cogemos una cuesta de asfalto que facilita el ascenso. Hace la temperatura suficiente como para quitarnos ropa. Al poco se oye por detrás a Alfredo que nos da unas voces. Juntos ya los cuatro vamos llaneando por un curso que en otro tiempo fuera un vía de tren y ahora se ha reconvertido en vía verde. Nos desviamos por unas bajadas donde vuelvo a sentir que me falta control con la bici. Un tanto descontrolado y con los pies fuera de las calas, sorteo una caída. Domingo no tiene tanta suerte y quizás por verme en situación tan despendolada y comprometida pierde la confianza en su técnica. Oigo por detrás un ruido junto a un lamento que más tarde me confirma Domingo que ha sido por una caída leve con sanguinolentas consecuencias para su rodilla izquierda. Eso me convence de que debo quitar algo de aire a las cubiertas y efectivamente la conducción mejora ostensiblemente. Esto es otra cosa.
Recorremos estrechos senderos bordeados de vegetación que no dan tregua al despiste. La pendiente, las piedras y la estrechez dificulta el precioso recorrido por los pequeños barrancos. Algunos tramos más llanos están llenos de una verde y amarilla vegetación que recoge la humedad que se descuelga de las paredes del barranco. En una nueva bajada técnica, Domingo decide que le ha sabido a poco la caída anterior. De nuevo hace un escorzo con tirabuzón y desaparece de mi vista con una voltereta en la que sólo logro advertir la rueda trasera en la lontananza. Nuevos reproches y lamentos, pero sin graves consecuencias . Eso sí, otro pequeño raspón en la rodilla derecha da una imagen de homogeneidad que antes no tenía. ¡Vaya día que llevamos!
Llegamos a la sorpresa del día que tan misteriosamente nos anunciaba Mario. Se trata de un atrezzo de piscinas ubicadas en el fondo del barranco que según nos cuenta, montó un avispado aristócrata con la aviesa intención de engañar a los crédulos futuros compradores de un terreno superior en una urbanización que nunca se construyó. Aún siguen reclamando el dinero. Pobres y engañados, son una buena muestra de las víctimas que a lo largo de la historia han ido dejando los arrimados al poder que seguirán impunes. Ya sabemos que la justicia está hecha para los robagallinas.
En uno de estos barrancos pedregosos y en ligero ascenso tenemos que poner pie en diversos puntos. Y es aquí donde de nuevo se parte la patilla del cambio recién estrenada.
Vuelvo a desmontar el cambio y a quitar la cadena ayudado por Domingo, mientras Mario ha regresado a ver que sucede. Ambos subimos empujando las bicis hasta donde se encuentra Alfredo. Afortunadamente estamos cerca de una carretera a la que decidimos acudir. Mario y Domingo se van en sus bicis a recoger mi coche y el de Mario, mientras Alfredo y yo nos dejamos caer hasta la carretera. En los tramos llanos me agarro al hombro de Alfredo y me arrastra con su potente pedaleo.
Estamos cerca de un pueblo, así que decidimos que allí los esperaremos. Es Morata de Tajuña y al buscar un lugar donde tomar una cerveza descubrimos el magnífico restaurante El Mesón del Cid. Tiene terrazas, salones, piscinas y aparcamiento además de un sobrio menú por 10 euros. Allí nos tomamos unas voluminosas jarras de cervezas mientras esperamos a los sufridos pedaleantes. El hambre va haciendo mella en Alfredo y así se lo hacemos saber a la predispuesta camarera que nos pone un aperitivo con un abundante plato de aceitunas y un posterior plato de queso con curritos de pan que hacen más llevadera la espera.
Aprovecho para llamar a Mibicio. Le explico lo ocurrido con el cambio y quedamos en que le lleve la bici. Le pido que me ponga un cambio nuevo SLX o XT, una cadena, los cables y fundas; y por supuesto la patilla. Me va a costar otros 150 euros como mínimo, a añadir los 45 del día anterior. Y que le vamos a hacer. Sarna con gusto, no pica. Al menos podré ir a Ezcaray el próximo lunes.
A los tres cuartos de hora llegan Domingo y Mario.
Finalmente comemos un cumplido menú sin alaracas, pero en un sitio agradable donde ponemos el punto final a la jornada. Mario se va en su coche mientras subimos las bicis a mi coche para ir al punto de inicio en Perales del Tajuña.
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