Características TerrenoSuelo normal (tierra con alguna piedra), 30% de trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura, 20 metros no ciclable
Como todos los días que quedamos para hacer esta ruta, nos citamos en el polideportivo o campo de fútbol Julián Ariza, pero en esta ocasión está hasta la bola y tenemos que adentrarnos un poco más hacia el interior.
Tras los saludos pertinentes, Alfredo y Fernando salen escopetados a tomarse el cafetito exprés al Rincón de Juan, qué casualidad y, claro, el regalo también exprés de Fernando.
Con esta mañana tan fabulosa dudamos, no entre chaqueta gorda o fina como en otras ocasiones sino, entre si crema solar nivea o isdín.
Arrancamos la ruta en dirección contraria a como habitualmente la terminamos, es decir, bajando por un sendero muy sinuoso en el que hay que ir muy atento porque nos pilla muy fríos para disfrutarlo como se merece.
Los caminitos de aproximación al bosque de Torrelodones están con la vegetación exuberante y pronto nos damos cuenta que vamos a acabar la ruta llenos de arañazos porque los caminos se han quedado bastante estrechos.
Por supuesto, no nos libramos del momento triscada por culpa de una escaleras.
Es un día en el que, a pesar del calor, no vienen mal las botrancas porque constantemente atravesamos charcos y riachuelos.
Las lomas no tardan en aparecer y empiezan a ponernos a prueba nuestra técnica. Fernando es el único en subirse la primera gran rampa con surcos, piedras y peraltes. Menos mal que la idea era ir al tran tran porque Alfredo está saltarín y pone un puntito extra a la marcha. Es un terreno que no te da tregua. Las constantes subidas son duras, pero no menos exigentes se hacen las bajadas en las que tenemos que estar muy concentrados.
La paradita platanera la hacemos en un mirador al que se han cargado por meterle una caseta de vigía que rompe con la frescura del entorno.
Es el lugar apropiado para la foto 360º.
Mirando hacia las cumbres nevadas nos acordarnos de las periodistas que, en sus crónicas de frío, se muestran lanceras como Fer con su verga quijotiana.
Nos queda justo la mitad del recorrido y estamos disfrutando como enanos, eso sí empieza a notarse los esfuerzos de tanta rampa y hay que dosificar las energías.
Llegamos a Hoyo de Manzanares y todavía resuenan los gritos en arameo de los paisanos, por una cruzada de carretera de Alfredo, ¡chicos, estaba todo controlado!
Las calas nos vuelven a jugar una mala pasada, en este caso es Fer el que sufre en sus carnes la caída por no salirle a tiempo el pedal. A Félix el año pasado, creo aquí también, le pasó lo mismo, ¡ya es casualidad!
Salvo una loma extra, Alfredo nos vuelve a dar una masterclass de cómo interpretar los bucles del gps y nos guía a la perfección todo el recorrido. ¡Y al tran tran!
Y como estaba programado, antes de las 13h en los coches para que las comidas familiares se lleven a cabo y no haya vetos que cumplir para el siguiente finde.
Echando en falta al resto del team se acaba el fantástico día de bici que hemos podido disfrutar.
Tenía ganas de repetir este recorrido. Es la tercera vez que lo hago. La primera hace unos 15 años, con Gustavo, cuando estrené la Orbea anterior. No fue exactamente el mismo trazado, ese ya no lo tengo y me gustaría. Lo importante es que lo terminamos con un pantagruélico cocido en el Charolés. Probablemente el más bestial que he comido en mi vida. Tuvimos que pasear un rato antes de subir al tren de vuelta para que se “colocaran” los garbanzos y no montar una escenita.
La segunda vez hice la ruta solo, yendo por el lado Sur de Valmayor y entrando a El Escorial prácticamente desde Zarzalejo. Es algo más dura y más larga.
Hoy ha sido la tercera, aprovechando un track de wikiloc, de un figura que se la hizo de ida y vuelta. Como para acabar con el culo como un mandril.
Hemos empezado la ruta desde mi casa, a eso de las 10h, que no nos espera nadie y no hay que forzar.
La primera parte es cruzar Pozuelo aprovechando los parques y llegar hasta Majadahonda por el Monte del Pilar, un paseo. En esta época me gusta fijarme en un charco que se llena de renacuajos. No es muy grande ni muy duradero, no asegura que puedan desarrollarse ranas completas ¿quizá sapos?, pero todos los años se repite el intento de la naturaleza de “hacer” vida donde casi no la dejamos hueco.
De Majadahonda se sale pronto y bien por un camino de los de CYII. Bajada hasta el Guadarrama casi todo el tiempo. Es curioso que se llame Majadahonda el pueblo, cuando está más alto de todos los de alrededor.
Prácticamente en línea recta llegas hasta el río y de ahí remontamos por la margen izquierda. Sigue la charla y el pedaleo distendido. No vamos despacio, pero sí relajados.
El sendero hasta el puente de Hontanares está precioso ahora. Florece todo, las moscas no han llegado aun y la humedad es la justa para sortear algún charco sin agobios. Inmortalizamos el momento junto al puente por cortesía de unas colegialas adolescentes que nos retratan. Allí andan de enredo y vacile. No sé que excusa se habrá inventado el profe para abrirles la puerta y sacarlos al campo, probablemente que le tienen hasta los cojones, que el curso se acaba y que mejor se vayan a coger flores y vuelvan con una redacción.
Seguimos a lo nuestro, ya de manga corta y plátano consumido. Ahora ya sí toca emplearse, darlo todo en la subida a Colmenarejo, que enlaza rampas continuas por la cañada del Retamar, para superar eso que llaman “el paredón”. Es una putada de pista con tramos del orden del 20%, con un firme algo roto y puntos en los que me sube la tensión sanguínea a la cabeza como la quisiera en otros sitios. Sí, coronamos, sí, no me bajé, pero no merece la pena dar más detalle de lo sufrido.
Luego Colmenarejo. Buenos recuerdos para Domingo, que vivió allí unos años. Dice que el pueblo ha crecido y efectivamente compruebo en el INE que desde el año 2000 han multiplicado por 2,2. Ahora son cerca de 10.000 almas.
Nos vamos hacia Valmayor. La ruta pasa el pantano por ese puente peatonal que nos cerraron, así que hay que improvisar variación y cogemos la más fácil: el arcén de la carretera.
Por aquí ya conocemos todos el camino, es ese sendero serpenteante junto al pantano y su subida hacia la vía del tren, una gozada en esta época.
Las dehesas que nos quedan hasta el destino están espléndidas y mi culo escocido, así que agradezco la llegada al bar de la estación y la comida relajada. Después vuelta en tren a casa por menos de 4€. Creo que hay que explotar más este recurso, hay muchas rutas que podrían hacerse de una estación a otra. Queda ecológico y europeo, muy cool. Si encima vas leyendo algo en plan gafapasta, como para subirlo al «insta».
Como siempre, la medición de la ruta con el teléfono no es muy fiable, pero os aseguro que nos vamos serviditos.
Características TerrenoSuelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, no adecuado para temperaturas altas, con muchas fincas privadas, zona de fotografía interesante
Nuestro último día en Ruidera no tenía buenos presagios. El día anterior habíamos sacrificado una cabra y tenía las entrañas negras, con una anotación de la AEMET en su interior que indicaba que lo llevábamos claro.
La noche no hizo más que confirmar tan siniestro pronóstico y el sol salió de su escondite pasado por agua. Sin embargo, durante el desayuno la lluvia se detuvo. Está claro que somos caballeros de fortuna (como los del libro de Luis Landero).
Como siempre, con una puntualidad germánica, quizás pelín exagerada, estábamos a las 9 listos para comenzar nuestra última ruta por estas tierras.
Salimos del pueblo de nuevo por el Hundimiento, en dirección noroeste, hacia unas pequeñas lagunas (la Coladilla, Cueva Morenilla y del Cenagal).
El Hundimiento se refiere a una pared caída que provoca la cascada. En este pueblo son muy exagerados.
Desde el primer momento, en vista del cielo amenazante, le dimos cera a los pedales y comenzamos con un ritmo frenético, difícilmente soportable para cualquier otro mortal (si ya lo sé, parece que somos del universo Marvel, pero da dramatismo a la narración).
Gustavo fotografiado a alta velocidad en plena curva
El recorrido transcurría al principio muy cerca las lagunas, paralelos a un canal, que debido al día gris, no mostraban el precioso color azul que nos cautivó el día anterior. Pronto dejamos la lagunillas y nos topamos con el embalse de Peñarroya.
El camino era sencillo, entre encinares y siempre vigilantes por si podíamos sorprender a alguna grulla o garza. Vimos alguna águila sobrevolando los humedales. Íbamos distraídos en estas cosas cuando, de repente, el track giró 90 grados a la izquierda y nos comimos un bonito cuestón bastante largo. Bueno, quizás no fue para tanto, pero la falta de costumbre…
¡Como nos quedamos después de la subida. Se nos fue la color y tooo!
En lo alto de la cima nos encontramos un extenso páramo, lleno de encinares y fincas explotaciones de almendros, viñedos y algún olivar. El cielo amenazaba lluvia y escuchamos una explosión que supusimos que podría tratarse de un caza de la base de Los Llanos superando la barrera del sonido. Así que volvimos a darle caña para alcanzar nuestro objetivo del día, el castillo de Peñarroya.
Antes de lo que nos esperábamos, llegamos a un punto desde el que había una vista espectacular del castillo objeto de nuestra ruta. Aprovechamos la parada y nos comimos nuestro platanito (lo suyo hubieran sido unas migas pero…).
No nos poníamos de acuerdo. Unos querían entrar al castillo, otros alegaban excesivo desnivel para afrontar semejante gesta, otros querían volver para comer, que nos íbamos a mojar… Al final, alguien tiró para adelante ytodos le seguimos, acabando de rondón dentro del castillo, eso sí, después de una subidita bastante asequible, a pesar de su mal aspecto inicial. Mereció la pena este castillo del siglo XII-XIII, con su virgen y todo.
Después de tomar un refrigerio al lado del castillo, retomamos el camino. Nos pusimos en plan creativo y modificamos el track preestablecido. Incluso intentamos atajar siguiendo el mapa de Oruxmaps Y claro, nos encontramos con una finca que nos cerraba el paso. Al menos lo intentamos, pero en un lugar donde todo es propiedad de alguien, es difícil avanzar porque aquí sí han conseguido ponerle puertas al campo.
Pronto retomamos el track original y volvimos a coger la velocidad «infernal» de siempre.
La cosa es que el tiempo se estaba poniendo de nuevo amenazante. El track nos llevó a una comarcal, la CM-3115, donde nos enfrentamos a un viento de cara de lo más agradable, excelente para el cutis. Ya quedaba poco pero no teníamos todavía claro que no nos fuéramos a mojar. Ya era un tema de orgullo.
Pero estaba claro que estábamos de suerte. Llegamos a Ruidera sin problemas. En nuestro hostal (La Noria) estaba Juan para recibirnos. Limpiamos las bicis, a nosotros mismos, y nos fuimos a comer al restaurante Victoria, donde encontramos sitio de chiripa.
Durante la comida empezó a llover. Ya teníamos los coches cargados y, después de un café, salimos en dirección a la capital. El camino de vuelta lo tuvimos pasado por agua. Mientras conducía, respiraba aliviado. Nos habíamos librado por la campana. Una vez más habíamos desafiado a la AEMET con éxito.
Han sido tres días estupendos en los que las Lagunas de Ruidera nos han sorprendido muy gratamente.
Características TerrenoSuelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura, zona de fotografía interesante
Es este un mes en el que paréceme que el día se amanece con prisas. Son más las apetencias de nuestro sol por correr los llanos que las nuestras por hoyar los humedales.
Hecha la luz y puesta en su sitio, no queda otra sino dejar el jergón que gozamos en la alcoba e irse allegando a la estancia de los desayunos.
La venta es digna y el ventero servicial, presto a cumplir su cometido al momento en que los caballeros toman asiento y cruzan sus saludos de rigor, que el rugir de los necesitados buches no debe sonar por encima de la buena educación.
Con la hogaza tostada al fuego, los jugos del tomate y el brillo del aceite, consideraron pertinente sus mercedes rematar la disposición de la jornada, a fin de rendir cumplida pleitesía a Ruidera y sus siete hijas, que allí quedaron encantadas por Merlín junto a su fiel escudero Guadiana. Véase el relato que nos dejó don Miguel sobre lo acaecido:
“Oyendo lo cual el venerable Montesinos, se puso de rodillas ante el lastimado caballero, y, con lágrimas en los ojos, le dijo: »Ya, señor Durandarte, carísimo primo mío, ya hice lo que me mandastes en el aciago día de nuestra pérdida: yo os saqué el corazón lo mejor que pude, sin que os dejase una mínima parte en el pecho; yo le limpié con un pañizuelo de puntas; yo partí con él de carrera para Francia, habiéndoos primero puesto en el seno de la tierra, con tantas lágrimas, que fueron bastantes a lavarme las manos y limpiarme con ellas la sangre que tenían, de haberos andado en las entrañas; y, por más señas, primo de mi alma, en el primero lugar que topé, saliendo de Roncesvalles, eché un poco de sal en vuestro corazón, porque no oliese mal, y fuese, si no fresco, a lo menos amojamado, a la presencia de la señora Belerma; la cual, con vos, y conmigo, y con Guadiana, vuestro escudero, y con la dueña Ruidera y sus siete hijas y dos sobrinas, y con otros muchos de vuestros conocidos y amigos, nos tiene aquí encantados el sabio Merlín ha muchos años; y, aunque pasan de quinientos, no se ha muerto ninguno de nosotros: solamente faltan Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales llorando, por compasión que debió de tener Merlín dellas, las convirtió en otras tantas lagunas, que ahora, en el mundo de los vivos y en la provincia de la Mancha, las llaman las lagunas de Ruidera; las siete son de los reyes de España, y las dos sobrinas, de los caballeros de una orden santísima, que llaman de San Juan. Guadiana, vuestro escudero, plañendo asimesmo vuestra desgracia, fue convertido en un río llamado de su mesmo nombre; el cual, cuando llegó a la superficie de la tierra y vio el sol del otro cielo, fue tanto el pesar que sintió de ver que os dejaba, que se sumergió en las entrañas de la tierra; pero, como no es posible dejar de acudir a su natural corriente, de cuando en cuando sale y se muestra donde el sol y las gentes le vean”
Las monturas están prestas y no procede más demora, que algún ladino lugareño pueda interpretar como miedo a la aventura.
Son cinco monturas con cinco jinetes, bajo cinco yelmos y con cinco albardas de pertenencias. Y son las señales rebotadas del cielo las que les guían, que no ha de haber otro sobre la tierra que pueda exigir obediencia a tan bravos caballeros.
Se aborda la aventura por la margen izquierda, que es la más abrupta y exigente, que no han de retrasarse los peligros y afrontarlos con la fatiga de la jornada. Si se ha de morir en la lid de la conquista, buena gana de cansarse antes.
Cae superada la laguna del Rey, la primera de las de aguas azules, luego sería la Colgada. Los disparos de los caballeros desde la roca de sus márgenes van sumando megas y dando cuenta del hechizo referido por el venerable Montesinos.
Se vio llorar a la Batana, Santo Morcillo y Salvadora, siendo que las lágrimas de sus ojos ruedan ruidosamente, vertiéndose a sus hermanas menores en forma de cascadas sucesivas. Es el encantador Merlín el que así tienta a los humanos, cambiando el dolor de las doncellas en hermosura natural de azules como los mares.
Pero hete aquí que la aventura sorprende a la comitiva. El camino está interrumpido creando confusión en padres y niños, que perdidos y desolados quedan a merced del destino. La madre generosa de carnes, el padre escaso de seso y los infantes, hartos de bollicaos, solicitan favor a la expedición y reciben la iluminación que rebota del cielo para guiarles a lugar salvo.
Sabiendo ya de dónde viene el peligro, encaminan sus monturas los señores por peligrosa quebrada y barrancos insondables hasta conectar sus pasos desde la laguna Lengua a la Redondilla y el espacio que entre ellas se halla, cuajado de hogares que refrescan sus penas en las lágrimas de la laguna de San Pedro– También los esforzados jinetes refrescan la vista en las azules aguas, capturan la imagen del espejo celestial y continúan aventura con renovado afán hacia la Tinaja.
Y es ahí donde un nuevo barranco cierra el paso a los nobles, forzándoles a conquistar una arriesgada cota. Hay que llegar a la meseta del campamento de las tinajas, lugar en el que, aprovechando el nombre de la última laguna dominada, presenta a nuestros idolatrados héroes un paisaje propio de infieles, un campamento de tipis en disposición de tribu, al modo de los amerindios que describieron Vasco de Gama y Bartolomé de las Casas. Son sin duda un asentamiento nuevo, adoradores del malvado Merlín que los embrujó para que se comporten como los salvajes del otro lado del mar. No hubo combate, pues debieron huir despavoridos ante la gallardía de nuestros caballeros, que no hallaron sino un entorno desolado y vació.
Luego son Laguna Tomilla y Conceja las que alimentan a sus hermanas menores, en las que la vulgar lluvia se recoge y torna en el maravilloso azul turquesa que baña todo el paraje encantado.
Ya fue bastante para la jornada de nuestros héroes, que ascendieron por trochas encantadas, liberaron princesas y orientaron perdidos. Dicen que aun hay una laguna Blanca, más allá de los campos baldíos y la acequia de los moros, pero siendo blanca ya no es de nuestro azul encantamiento y no es menester que se distraigan los hidalgos en propósitos imprevistos.
Volver a la venta y descansar las cabalgaduras, ese es el nuevo camino. Contemplar desde la margen opuesta el terreno conquistado para la cruz, las lagunas encantadas rendidas a nuestra señora, Dª Aldonza Lorenzo.
Si bien el dar cuenta de la gesta requiere aun subir a la cruz frente a la Tinaja, llegarse a la ermita se San Pedro, junto a la cueva de Montesinos y recorrer las márgenes opuestas hasta la venta donde descansar y reponer las fuerzas empleadas. Es un establecimiento necio y anodino, que ofrece pobres viandas y exige elevada recompensa, pero es la necesidad de nuestros señores la que les lleva allí en merecido descanso, en sesuda recapitulación de lo vivido en la jornada y preparación de lo que aun quedará que cumplir.
El viaje posterior será sencillo, tranquilo, recorriendo las villas donde hubieran sido aclamados, si algún morador en ellas se mantuviese, pero no es sino una modesta familia la que les espera a la entrada de la isla, lugar donde enterraban a los antiguos, a los que allí moraron antes de que las órdenes de caballería fueran las que protegieran al mundo.
Tras rendir sentido homenaje a nuestros héroes, la tarde les acompaña hasta su entrada triunfal en la venta de partida, donde recogen sus jumentos y asean su imagen para pasear, ya a pie, enseñoreándose sobre la comarca cabalgada y comprobar esas lágrimas que siguen su curso por el Hundimiento hasta el siguiente espejo azul. Será otra jornada la que les lleve a ese pago. Ahora solo se trata de asegurar el acceso y degustar un merecido néctar en la Perca Rosa, viendo caminar a un pato cojo y un niño gordo ¡a dónde iremos a parar!
Adendum: solo los que allí estuvieron son dignos de entender el conocimiento que arroja esta humilde crónica.
Características TerrenoSuelo arcilloso (problemático con lluvia), sin trialeras, sin obstáculos, no adecuado para temperaturas altas, con algunas fincas privadas
Había ganas de volver a ver a la gente del grupo, más aún si era para una escapada de 3 días. La absurda agenda que tenemos a veces, más un continuo cúmulo de incidencias, lo había imposibilitado durante demasiado tiempo. Esta vez, nada fallaba y la idea de zonas, rutas y el plan general era genial.
Sin embargo, a medida que se fue acercando la fecha, las previsiones del tiempo parecían querer chafarlo todo. Felizmente pudieron más las ganas de salir que las limitaciones meteorológicas y todos (bueno, todos … no) nos conjuramos para superarlas como si fuera una remontada de Champions del Madrid.
Alfredo no puedo acompañarnos en este primer día, estando más que justificada su ausencia por tener que divulgar en una jornada formativa sus amplios y contrastados conocimientos teckys.
Esta etapa tenía como objetivo el hacer una vuelta completa al Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, saliendo desde Villarrubia de los Ojos. Sobre el plano, ruta perfecta, muy bien diseñada con la única duda de su autor (persona de contrastado y dilatado metecharqueo) y el posible estado del terreno, más con la lluvia que supuestamente iba a caer.
Viaje en coche hasta ese pueblo, amenizado, además de la por la lluvia constante, a veces fuerte, por los sinceros lamentos de Rufi por no habernos acompañado y sus continuos lanzamientos de parabienes y buenos deseos para la jornada, demostrando ser un atletista de pura cepa y todo corazón.
Llegada al pueblo, frío en lo climatológico y en lo manchego. Día de mercado. Pero, ¡ay amigo!, la lluvia había parado como por ensalmo. Cafecito para los que íbamos un poco por delante en el trayecto y rápida puesta en marcha a la salida del pueblo.
Tras cruzar el Cigüela (sí, ese del colegio) entramos en la zona de influencia del Parque Nacional. Paisaje apetecible, distinto, de campo en primavera, olor a limpio por la lluvia caída. Se antoja que tiene mucho valor ecológico, pero no aciertas a entender del todo por qué. Falta un naturalista en este grupo.
El terreno es plano, lo que permite una buena marcha y una rápida entrada en calor. Sensación plena de bienestar. El mapa del GPS me empieza indicar las zonas inundables (inundadas en el pasado). El agua, eso sí, no se ve por ninguna parte. Simplemente, ya no la hay ni se la espera.
Sequía, sobreexplotación del acuífero por riego y, como nos dijeron luego en Ruidera, taladro sistemático del fondo de acuífero por parte de los pozos, parecen haber llevado la situación a un punto de no retorno, donde no se vislumbra la solución.
En pleno disfrute de la ruta, nos aparece una barrera prohibiendo el paso. Obviamente sería para vehículos, pensamos, cómo se le van a poner puertas a este campo, etc. y además el track pasa por ahí (aunque sea del metecharcos). No hay dudas, pa dentro.
Avanzados unos kilómetros, cruce con un todo-terreno que más tarde volvió a aparecer, parado, esperando a abrir una barrera y esperándonos a nosotros. Es un agente del parque que nos indica que en efecto está prohibido entrar en esa zona, incluso andando. Amable pero firme nos señala la forma de salirnos y retomar la ruta por otro camino.
Nada importante para nuestros planes, pero su explicación de preservación y evitación de muchedumbres se antoja, visto lo visto después, un tanto funcionarial e incluso contraproducente para la divulgación de las virtudes de las Tablas.
La llegada al Centro de Interpretación del Parque nos deparó el feliz encuentro con la funcionaria de turno. Indicación, borde, de dónde dejar las bicis para hacer el recorrido a pie y recomendación de ruta prioritaria (totalmente equivocada si quieres ver bichos). Una crack.
Una ligera llovizna parece barnizar las pasarelas de madera
El recorrido a pie por ese pequeño y frecuentado (aunque no vimos a más de 10 personas) núcleo del Parque, agradable por supuesto pero deja ver para los que lo habíamos visitado con anterioridad, que el nivel del agua es excesivamente bajo. Se aprecian incluso las huellas de los limpiadores de charcas, posible mejor destino para la funcionara mencionada. Muy pocos, casi ninguno, pájaro o pato en las charcas.
Ya de vuelta, y al menos yo, algo defraudado, acertamos a realizar adicionalmente la ruta roja que confluye en un mirador habilitado sobre las aguas del río Guadiana. Ahí sí pudimos apreciar flamencos, una colonia de cigüeñas y varias clases de patos, de cuyo nombre no puedo acordarme. Buen regusto final, afortunadamente.
Vuelta al centro, recogida de bicis y búsqueda de sitio para comer. Acierto de pleno en La Duquesa. Un menú más que aceptable que me permitió quitarme el mono de gachas. Atendidos por un tipo amable en todo. Anécdota interesante sobre el enterramiento de la duquesa original en Guadalajara, algo que personalmente me ha dejado integrado y que perseguiré por conocer su ubicación exacta.
Dado que faltaban 30 kms de ruta le preguntamos si creía podría llover. Su respuesta me pareció un lamento con un punto de amargura: hoy no va a llover; aquí no llueve nunca.
A esa hora debía estar ya calentando el Atleti para su partido en la cumbre con el Granada.
El resto del camino, bordeando siempre el Parque Nacional, absolutamente delicioso, aunque en muchos momentos parecían más atractivos los campos de labor adehesados a la izquierda, pletóricos de primavera, que los terrenos del Parque Nacional a la derecha.
Más adelante, aparecieron los viñedos y se entendía claramente una de las causas de la falta de agua; los pozos de riego con bombas alimentadas con paneles solares. Yo los conocía de otra parte de La Mancha, pero allí no había un Parque Nacional que desecar. Además, se sigue plantando viñedo nuevo. ¡”País” que decía Forges!
Ya en el coche, pusimos rumbo a Ruidera con la satisfacción de la ruta realizada y la sensación de haber robado el día al tiempo. Carretera agradable a Ruidera, percibiendo el paulatino cambio de terreno y amenizado por la visión de una merienda de unos 20 cérvidos en un sembrado próximo.
Ruidera se segregó de Argamasilla de Alba en 1990. Treinta y dos añitos han pasado y viendo la arquitectura pre y post, y su trazado urbanístico, bien pudiera usarse como ejemplo de las ventajas políticas del independentismo y bien pudieran también sus habitantes parafrasear con orgullo aquello de Roosevelt: esto es un m. pero es nuestra m.
Recepción cercana por parte de Juan, el hostelero, persona peculiar con múltiples habilidades e inquietudes intelectuales. Entre ellas, una memoria prodigiosa ya que 37 años después todavía recordaba la visita de los Montalvo-Isasi. Me pregunto: ¿Es así siempre Juan? o ¿Qué hicieron tan ilustres huéspedes para dejar tal huella?
Tiene también un sentido del humor peculiar que aplica de forma continua en la conversación llegando a desconcertar, al menos a mí. Ejemplo:
Juan, ¿me puedes poner un café solo?
¿No quieres taza?
Cena en el mejor sitio abierto (por ser el único), ya con la compañía de Alfredo, donde nos parecieron más que aceptables el paté de perdiz y el vino: una cencibel, nombre manchego de la popular tempranillo, cosa que en ese momento yo desconocía. Todo ello amenizado por la retransmisión en directo de la nueva victoria del Madrid, que le acerca aún más al título de Liga.
En resumen, día redondo y que nos dejó a todos de vuelta al hotel con una sonrisa de satisfacción de oreja a oreja. Bueno, todos … no.
El Atleti había cosechado un triste empate a cero con el Granada en su campo de más allá de San Blas. Me imagino que al dolor de muelas por la oportunidad de escapada perdida se le unió una cierta acidez estomacal. Nadie es perfecto.
Características TerrenoSuelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura, 50 metros no ciclable, zona de fotografía interesante
¿Habeís oído hablar de la astenia primaveral? Pues eso. Parece que los días de primavera se oponen a las grandes gestas. Quedas en el Tomillar, sin madrugones ni tensión, descansados y tertulieando. Te pones en marcha hacia San Lorenzo y enfrentas las cuestas de la urbanización. Un esfuerzo de salida, queman los muslos en la primera cuesta, sube el pulso y se queja el fuelle, pero eso es todo.
Paseo por el bosque de la Herrería, con sus senderos verdes y los árboles estrenando el traje que se han puesto en domingo de ramos, cumpliendo antiguos ritos, el de la primavera y el antiguo refrán. Todavía no hay demasiada afluencia de visitantes, pero ya se intuye que el lleno será total y todo se colmará con ese público que ves caminar como vaca sin cencerro, sin dirección, juntándose y alejándose bajo un desconocido criterio, subiendo y bajando el tono de sus estridencias al mismo ritmo, como ocas recién salidas a la charca y, eso sí, todas organizadas para jugar a “tapar la calle” y dar por culo a los ciclistas.
Ya hemos salido de la Herrería, bien antes de que todo aquello llegue, pero no me aguantaba las ganas de protestar.
Nos vamos dirección “La Estación y Pajares”, vamos, Zarzalejo. Caminos amplios, senderos de diseño, lagunas (charcos grandes) para ver alguna focha y contemplar el verde. Todo nuevo, todo a estrenar. Las flores, como son más presumidas, se hacen esperar algo más. Aun no se ve cantueso azul, hinojo amarillo o la santolina, ni siquiera las descaradas amapolas. Solo las diplotaxis tenuifolias, que son vulgares y facilonas.
Seguimos hacia Fresnedillas, pero tampoco entramos. Fíjate que llevábamos un track facilón, con poca pendiente y poca distancia, pero aún así vagueamos, evitamos lo que se va a complicar y cuestionamos cualquier pendiente en busca de alternativas. Aun así subimos alguna cuesta, hozamos algún senderito nuevo y cruzamos arroyos con puentes pastoriles, de los de pararse a pelar la pava.
Íbamos a volver por la silla, pero total, si ya lo conocemos, si requiere de alguna otra subidita, si estará hasta el culo de gente ¡anda! ¡tira para el Tomillar! Que ya nos ha dado el sol lo suficiente.
Domingo nos invita a cerveza (yo, ellos coca-cola) y observamos cómo se va amontonando la gente para comer -previa reserva- en las mesas de tabla y banco corrido, al sol y arrullados por una concurrida carretera.
Venga, espabila y vamos a casa, que aquí ya está todo el pescao vendido.
Características TerrenoSuelo normal (tierra con alguna piedra), 15% de trialeras, con un obstáculo, no adecuado para temperaturas altas, 25 metros no ciclable, con algunas fincas privadas, zona de fotografía interesante, muchas puertas
Como el jueves es un festivo de gran importancia religiosa donde la mayoría de los componentes del grupo forman parte de alguna cofradía, decidimos adelantar nuestra salida semanal al miércoles. Sin embargo, ni por esas. Debían de estar entrenando con las andas o ensayando saetas (venablos más bien, dada la exigua capacidad cantora de nuestro grupo). La cosa es que esta vez solo nos adscribimos Félix y un servidor.
A la hora de elegir una ruta por el Escorial pensé en subirnos el puerto del Malagón, Robledondo, Cruz Verde, y Zarzalejo, volviendo por la Silla de Felipe the second. Una ruta preciosa de 40 kms. y casi 950 m. de desnivel. Se lo plantee a Félix y le pareció bien. Y cuando salimos íbamos con esa idea, pero por el camino nos pareció que hacía un espléndido día de primavera y que quizás allí arriba no iban a abundar las florecillas, los pajaritos y las praderas de un verde increíble. Fueron exclusivamente estos aspectos y no otros los que nos hicieron cambiar la ruta sobre la marca, evaluando la situación en 3 segundos. Así que a la altura de la carretera que lleva al Arboreto Luis Ceballos, cambiamos de rumbo y nos dirigimos a la Horizontal atravesando una zona rota cerca del embalse del Infante y entrando en una trialera que nos llevó del rondón. Disfrutando y charlando, vamos haciendo kilómetros.
En este cuestón, con la Machota Mayor al fondo, decidimos que hacía un día estupendísimo para llanear.
No nos equivocamos en la elección. El bosque estaba espectacular y pronto empalmamos con la carretera del puerto de la Cruz Verde, en dirección a la ruta ecológica (antigua carretera de Ávila).
Félix hacía tiempo que no iba a la Silla de Felipe, así que hicimos un poco de turismo, desviándonos ligeramente de nuestra ruta grabada a fuego.
¡Puff, que momento más imperial!. Me están dando ganas de invadir algo, por ejemplo, Ucrania…
Retomamos el camino de nuevo por la pista que conecta la silla con Zarzalejo Estación, una vieja conocida que recorremos velozmente y que nos deja justo al principio del pueblo.
Aquí comienza la divertida pista-trialera de las lagunas de Castrejón, una zona llena de aves con lagunillas por todos lados. Una pista preciosa y muy divertida que, por suerte, no tenía ni barro ni agua.
Ésta acaba en la gran pista que lleva a Fresnedillas de la Oliva. Aprovechamos para tomar el platanito y coger otra trialera de lo más divertida, más metida en bosque que la anterior, y que nos lleva a la zona de fincas de Tres Dehesas, un lugar donde si no tienes 10 hectáreas no eres nadie. Después de subir un ratillo, atravesamos la carretera de Valdemorillo, a la altura del restaurante La Esperanza, y nos metemos en la Vereda de los Vaqueros hasta la ermita de Nuestra Señora de la Esperanza. ¡Agua a la vista! Ya estamos en Valmayor.
Como había agua para aburrir, el atravesar el arroyo que viene de el Escorial para seguir por el lado opuesto del pantano, se nos hizo un poco complicado pero finalmente lo resolvimos sin mojarnos. Este paso siempre es una aventura, nunca sabes como te lo vas a encontrar…
Aquí había de todo, desde águilas y milanos, a patos y cormoranes, pasando por gaviotas y domingueros. Una delicia aunque el camino que te lleva al lado opuesto de esta especie de península te hace subir un pequeño cerro (nos estábamos mal acostumbrando…). Enfilamos el puente que lleva a Galapagar, y pasando por debajo de la M505, nos dirigimos a la presa de los Arroyos.
Ya nos queda poco. Enfilamos paralelos al arroyo Ladrón por otra trialera llena de curvas, revueltas y badenes. Empezamos a estar ya un poco hartos de dar pedales, pero queda poco, aunque se hace pesado por tener que atravesar las dehesas, abriendo y cerrando puertas. De todas maneras, no importa, el campo está espectacular.
En el Escorial todas las vueltas (y curiosamente, también las idas) son cuesta arriba (este fenómeno lo están estudiando en Pasadena). Por fin llegamos a casa. Justo en ese momento llega Raquel y nos vamos a comer al chiringuito de Felipe II. Buena conversación, risas y proyectos es la forma en la que acaba este estupendo día. Misión cumplida.
Características TerrenoSuelo duro (pueden ser de roca o pedregoso), 15% de trialeras, con tres o mas obstáculos, sin limitaciones de temperatura, 150 metros no ciclable, con algunas fincas privadas, zona de fotografía interesante, muchas puertas
Ya está aquí. Ya llegó. Le ha costado; pero ha explotado. Aún no en su esplendor, es verdad, aunque habrá que estar atentos porque ya sabemos que por estos lugares en un pispás te plantas en los 35º.
Hoy Pepe nos ha elegido una ruta nueva de Nano Flojo. ¿Y por qué digo polifacética? Pues porque ya sabemos como se las gasta nuestro admirado Nano eligiendo trialeras, aunque en este caso lo ha alternado con numerosos recorridos entre edificaciones y no carentes de asfalto; aderezado con algunas pistas y caminos carreteros para que haya de todo.
Así pues salimos desde la estación del tren donde se han presentado sólo Pepe (está sin coche esta semana) y Juanlu (por solidaridad). Al acercarnos al Puente de la Alcanzorla nos hemos encontrado con Ramón. Un simpático señor que ataviado de fotógrafo nos ha preguntado por el famosillo puente, mientras de reojo ya lo había divisado. Decidimos acompañarle para hacernos unas fotos y mientras bajamos, Juanlu se da cuenta de que no había estado ahí nunca. Intercambiamos unas palabras y le pedimos que nos haga unas fotos con su magnífica Sony que amablemente nos ha remitido. Nos intercambiamos una serie de disparos con los móviles y le contamos muy brevemente nuestra excelsa web que a buen seguro ya habrá visitado cuando esté leyendo estas líneas.
Apremiados por el tiempo allí dedicado y el extenso tramo que habremos de recorrer, salimos de allí con bastante desatino, lo que nos hace retroceder unos metros para ascender empujando la bici por una de las intransitables trialeras iniciales, hasta coger cierta altura donde un sendero muy técnico serpentea por la ladera. Este es uno de los varios tramos donde practicamos con ahínco con la e-bike. No es que lleváramos bicicletas eléctricas como ya sabéis. E-bike es la contracción de Empuja-bike en inglés, que suena más fino. Aprovecho para indicar que esta ruta no debe intentarse con bici eléctrica, a menos que acredites la fuerza de un albañil que te permita elevar los 25 kgrs con cierta soltura.
Yendo hacia La Navata vamos sorteando pedruscos con distinta suerte, maestría y arte, de modo que en no pocos lugares descabalgamos para superar algunos escalones que nuestra pericia no puede solventar exitosamente sin riesgo de costalada. Atrás ya, la extensa zona urbanizada atravesamos una valla de piedra porque hay una puerta con candado que nos impide progresar. No hay cartel de prohibido el paso, lo que nos plantea la duda de si ese paso no debería estar abierto. Pepe recuerda una ruta con Domingo en la que llegaron a este mismo punto.
Llegamos al embalse de las Nieves y de nuevo el terreno se empeña en que vayamos excesivamente lentos para el espacio recorrido. Apenas 12 kms y son las 12:15. Aviso a Pepe para que vaya buscando un acortamiento de la ruta porque no tengo intención de que mi santa esposa me espere para merendar juntos. Vamos orillando el embalse que tiene un aspecto infame con unas aguas turbias y malolientes aunque abundantes, sólo por las circunstanciales lluvias de los anteriores días. Una pareja se lamenta del espectáculo. Nos comenta que el olor emana de una central de depuración de aguas próxima, que obviamente está sobrepasada. Nos reiteran las continuas quejas que han presentado a varios organismos que se limitan a pasar la responsabilidad de unos a otros.
Salimos finalmente de la ribera del embalse que nos ha obligado en muchos puntos a practicar la e-bike, para llegar a otra urbanización de la miríada que hay por aquí. Se trata del Parque de la Coruña en Villalba. Allí donde comimos por primera vez y que fue la última antes de comenzar el confinamiento por el dichos virus. Recordamos que el camarero nos dijo que su jefe había hablado con el Ayuntamiento y le dijo que fuera despachando el material porque no habría reposición hasta nueva orden.
Aunque la ruta ya discurre con normalidad por zonas rápidas y sin desnivel, decidimos el acortamiento de la ruta por la zona del embalse de Valmayor.
Así que después de unas fotos en la ermita de la Virgen del Cerrillo, enfilamos hacia Galapagar. Ramón nos había dicho dos horas antes que un señor del pueblo le comentó que el origen del topónimo era debido a la existencia por la zona de tal reptil.
Paramos un ratito para ver de cerca el Canto del Peso y hacernos las correspondientes fotos.
Más urbanizaciones. Más asfalto. Otro tramo de campo. Otra Urbanización… y así hasta el final. En los huecos donde no nos abruma el ladrillo, se deja ver la belleza del campo en explosión. Las florecillas amarillas sobre el verde del hinojo, el cielo azul cuajado de nubes algodonosas en su gama de blancos y grises, las ancestrales vallas de piedra… nos recuerda la persistencia de la vida a pesar de lo difícil que se lo ponemos. Eso me recuerda la conversación con la pareja que se quejaba del olor del Guadarrama. Si tuviera la perspectiva adecuada y viera como hemos colonizado los alrededores… ¿Cómo no va a oler si hay millón y medio de culos cagando a la vez? Y todo va vertido sobre el río. ¿Qué queremos? Disfrutar de la naturaleza y vivimos todos juntitos. Pues ahí lo tenemos.
Ya sólo nos queda llegar a la estación de Torrelodones para que mis compañeros cojan el tren. Llegamos a un punto sin salida en la propia estación. Pepe con su diplomacia lo resuelve y el empleado de la taquilla amablemente nos abre la puerta para que yo me escape hasta mi coche mientras ellos se montarán en el tren que los deja cerca de casa.
Señores, la primavera está aquí. No podemos perder ni un instante de disfrute que nuestra decadente forma física nos permita.
Quedamos a las 10,30. Yo, como es costumbre en mi, antes, para desesperacion de Felix, que siempre me lo recrimina. En el meson El Cid de Morata de Tajuña, en el fantastico parking, que hay enfrente del meson, que tiene algunas plazas con techumbre, y alli lo deje, al abrigo, contra las posibles cagadas de los pajaros. No sirvio de nada, porque el coche era mas largo que la techumbre, hay que joderse que punteria. Felix y Pepe, aparcaron al otro lado de la techumbre, con mejor resultado.
Nos entretuvimos un poco, charlando las novedades de la semana, mas de la cuenta para Pepe, que se arranco con un : » Alfredo, diles que arranquen ya «COÑO», que son unos pesados » . Lo grabo y todo, y lo difundio por el WhatsApp, para digo yo, inmortalizar el momento de la tardanza. Y al que Alfredo, hasta la fecha y por alusiones, no ha contestado. ! Estara todavia en baja forma¡ Haber si es la nenaza, tanto con nenaza, nenaza. Antes de que Freddy, planeara sobre nuestras cabezas, a modo de dron, nos ponemos a dar pedales, que parecia que nos costara arrancar.
Tomamos direccion Chinchon, por la M-315 .Pasamos cerca del museo de la Molineria, que entiendo que es de molinos, pero yo por la zona, no vi ninguno. Al llegar a la ermita de la Magdalena, salimos de la M-315, y cogemos lo que llaman camino de los Corrales, que vaya dia que llevo, tampoco vi ninguno, excepto ruinas, esqueletos en piedra con restos de madera, muy desangelados correspondientes a otros tiempos mejores o peores, vaya usted a saber..
Por la zona hay muchos olivos, con tocones de hace 600 años, y arbolitos de hace «na», que le salen al tocon, como si acabaran de plantarlos el Ayuntamiento de Madrid, y que nos llaman la atencion a Pepe y a mi, curiosas formas que toman por aqui los olivos. Esto paisajisticamente, que en cuanto desvias la mirada, pasas de la contemplacion al sufrimiento, con alguna subidita traidora, que no estaba en el catalogo, y pasas de ir al tran-tran, al taran-tran-tran. Un rompepiernas en toda regla. Domingo nos avisa con su GPS o GEPEESA, al que llamo «esta fuera de la ruta», que es lo que dice no una sino 100 veces, cuando te vas un metro y rapidamente tienes que volver, para que se calle y no te haga agujero, en alguna parte del cerebro. Temo a Domingo cuando dice: meidei, meidei, el proximo tramo esta en rojo. «Na, son unos 100 metros», apaga y vamonos. «Gensanta» que diria Rufi.
Por circunstancias de la ruta, otra vez Pepe y yo , solos, mientras Domingo y Felix, iban por delante, nos encontramos con un lugareño, en una fuente, que suministraba agua a un antiguo lavadero. Un sujeto peculiar, un huido en la pandemia a esta zona , desde Alcorcon, para hacerse un chalet prefabricado, eso si, con 2.500 metros cuadrados. Al parecer, es que se aburria, con 7 vehiculos de su propiedad. Una furgoneta desvencijada con la que acarreaba agua, y seis coches de los que me delato, marcas y modelos de cada uno. Y el truco. ¿cual es el truco?. Como es posible que tenga tantos, debe de tener pasta, pense yo. Pues parece ser que los compraba en un desguace, a precio de saldo. !Que tipo¡
Practicamente, le dejamos con la palabra en la boca, en busca de Domingo y Felix, que ya nos echaban de menos. Desde Chinchon, nos dirigimos hacia Perales de Tajuña y,antes de llegar el GPS o la GEPEESA, nos metia por un barranco, que habia que bajar para luego subir, al mismo sitio, y pensamos esta hecho para Alfredo y Rufi . Y mirar que frase genial «no hay necesidad» y, unanimamente lo bordeamos.
Al llegar a Perales bajamos por un barranco, hasta llegar al Rio Tajuña, por su margen izquierda a favor de rio. Hasta que otra vez el GPS o la GEPEESA, se empeñaba en que para llegar a Morata de Tajuña, y a traves de unas colinas de nada, subidita infernal incluida, y pensamos si estuviera Alfredo o Rufi, si, pero como no estaban, otra vez la famosa frase «no hay necesidad», y comodamente, cogimos la via verde del Tajuña, por la parte derecha del rio, hasta llegar al Restaurante El Cid, punto de inicio y punto final.
Comidita y a casa, que se hace tarde para entrar en Madrid. Saludos.
La clasificación de las Nenazas es más extensa que la de aves protegidas en España. Están las nenazas de «me duele la tripita», las de «se me cae el moco y me duele la cabeza» y también aquella otra especie protegida de «hoy no puedo que me voy a jugar a las casitas». Por supuesto hay cruces, combinaciones y misceláneas entre ellas, obteniendo productos tales como «se me cae el moco y me duele la tripita después de haberme metido cinco platos de alubias», «me duele la cabeza y me voy por las calicatras», en fin, todo un surtido para elegir la que mejor se adapte a cada casa.
El caso es que esta mañana solo hemos quedado Pepe, su primo político Fermín, y el que suscribe esta crónica. Frente a lo que decían las malas lenguas, no hacía tanto frío como se había previsto. Yo no diría que hacía fresco, pero tampoco me parece que fuera de los peores días en los que hemos toreado. No hacía viento y eso permitía que la temperatura y la sensación térmica se ajustasen a las reales, sin wind chill ni todas esas mandangas que solo confunden al ciclista.
La llegada a Brunete ha sido más lenta de lo previsto porque se había producido un accidente en Boadilla y la Benemérita nos ha desviado por un sitio que, normalmente, está prohibido. El número me ha dicho que «habían desconectado la cámara». Espero que sea así y no me llegue dentro de unos días una felicitación del Ayuntamiento de Boadilla diciendo que les debo «taitantos leuros». El número me ha indicado el camino a seguir, una vez terminado el tramo que normalmente no se puede transitar. Ha sido muy correcto y amable pero poco preciso. Me decía que fuera «por la rotonda de la bandera». Gensanta, en Boadilla hay más rotondas con banderas que pelos tengo yo en la cabeza. Qué derroche de patriotismo. Ojo, que no es que me parezca mal pero ¿hacen falta tanta glorietas y plantar una bandera en cada una?
Bueno, como íbamos con tiempo suficiente (es un mito, si no una mentira, eso de que llego siempre tarde), hemos podido salir más o menos a la hora convenida, una vez hechas las oportunas presentaciones, porque yo no conocía a Fermín.
El que quiera saber por dónde hemos ido, que se lea la ruta que en su día escribió Pepe porque yo no tengo ni la más remota idea y tampoco he preguntado.
Al poco de iniciar la andadura hemos llegado a las inmediaciones del castillo de Aulencia. Esto no es que lo supiera, pero lo ha dicho Pepe y también está narrado en su crónica.
Yo a los antiguos no les entiendo. ¿Qué habría en medio de ese páramo para que nadie se construya un castillo allí? Debe ser aquello del síndrome del afuerismo y lo de «estoy en Madrid en dos patás» porque, si no, no se entiende. Bien es verdad que allí el metro cuadrado sería más barato y podrían construir algo más grande pero, total, ¿para qué? ¿Para dejarlo en ruinas y que nosotros le saquemos fotos?
La ruta, desde ese punto hasta el puente del ferrocarril de vía estrecha que mencionaré más adelante, es una verdadera sorpresa. Que nadie se espere trialeras ni zonas técnicas que se tengan que sortear con pericia, porque de eso no hay. Sin embargo, está llena de caminos estrechos que bordean el río Guadarrama y que hacen que la ruta sea muy divertida y bonita.
Obviamente, antes de llegar al río hemos pasado por las instalaciones de la Agencia Especial Europea. Como no venía Domingo, que es el experto en estas lides, no hemos sido capaces de nombrar como se merecen a las tres instalaciones de antenas que hay en la comunidad de Madrid. Por ello, las hemos bautizado como «la de Fresnedillas», «estas» y «aquellas». Nos hemos entendido perfectamente.
Panorámica de «estas» antenas, que no hay que confundir con las de Fresnedillas ni con «las otras»
Para cruzar el río Guadarrama hemos utilizado unos mojones de cemento. Cuando yo, en la crónica que escribió Pepe, vi a Domingo cruzando así el río, pensé que se trataba de otro espécimen de Nenaza. A saber, el de «ojo que me mojo los piececitos». Pues hoy, más nos ha valido cruzar por ahí y con cuidadín, porque, aunque no había verdín, si había unos churretes de hielo que han estado a punto de hacer que Fermín probase la temperatura de las aguas. Menos mal que ha avisado y, los que le sucedíamos, nos lo hemos tomado con calma.
En uno de los single tracks (ahora los pedantes llamamos así a los senderos estrechos) hemos parado en uno de los árboles singulares de la comunidad de Madrid, con su distintivo verde incluido. Se trata, al parecer, de un alcornoque. Es curioso que sea una especie singular, porque, en la comunidad de Madrid abundan los alcornoques.
Pepe regando el árbol singular para que no le falte de nada
Por cierto, todavía no lo he mencionado pero, otro de los atractivos de la ruta, era ver la bici de Fermín, que iba montado en nuestro futuro. La verdad es que lo de las eléctricas no tiene parangón y, sobre todo, si es una máquina como la de Fermín que, además de bonita de línea, geometría y color, tiene un motor que hace que el pedaleo sea lo más parecido a una bici no eléctrica, pero ayudándote en los momentos necesarios. La potencia, el motor, o como sea el término técnico, solo se activa si la cadencia es lo suficientemente rápida como para que se entienda que el ciclista necesita ayuda extraordinaria. Por ejemplo, teniendo en cuenta la cadencia y los desarrollos que, normalmente, lleva Mario, él nunca activaría la ayuda. Además es una bici no excesivamente pesada (para ser eléctrica), con lo que, cuando Fermín se la ha tenido que echar al hombro, tampoco me parece que se haya herniado.
Detalla de la bici de Fermín que es una preciosidad y una máquina de precisión, incluso siendo una Orbea
«Al rebasar la 513 el camino se estrecha y nos lleva por un sendero sinuoso y cerrado de vegetación, hasta el campo de golf de la urbanización El Bosque de Boadilla. Viendo ahora la imagen de satélite me llama la atención la cantidad de casas individuales, cada casa con su charquito de hermoso color azul. Si decidieran desaguar todos a la vez desbordarían al pobre Guadarrama, que escurre sus miserias a los núcleos siguientes, de menor glamour a medida que avanzas en la corriente». Este párrafo lo entrecomillo porque yo no plagio y lo he copiado directamente de la crónica de Pepe. El campo de Golf se llama Club de Golf Lomas Bosque. Alfredo, por lo que he podido ver, merece la pena ver si podemos jugar allí.
Desde aquí seguimos por los sigle tracks que, a pesar de lo que ha llovido, estaban transitables aunque, como dice Pepe, con un barro, en ocasiones, muy tierno, con el que había que tener cuidado porque, en cuanto metías la rueda en él, la trazada era imprevisible.
Llegamos a un puente que, en otras épocas, correspondía al Ferrocarril de vía estrecha que iba desde Madrid hasta no sé dónde. Ahora no pasa el ferrocarril y marca la frontera entre los senderos estrechos por los que veníamos transitando y unas vías más anchas y, en esta ocasión, llenas de globeros indocumentados, pero todos muy equipados, que hubieran hecho las delicias de Alfredo. Yo me he permitido el lujo de adelantar a algunos varias veces. De hecho, cada vez que llegaba una subida.
¿Habéis visto qué mochila más bonita lleva Fermín?
Eliminados los globeros y, avanzando por nuestra ruta, nos hemos encontrado, de nuevo, con un paisaje bonito, aunque diferente al que veníamos viendo hasta ahora. Se trata de pistas más anchas y un paisaje mucho más abierto desde el que se divisa, en el horizonte, la sierra nevada y las torres del skyline de Madrid.
Desde ahí hasta Brunete la cosa se pone un poco más monótona y el paisaje más anodino. Son los últimos kilómetros, la ruta ya va pesando en las piernas y la vista no ayuda gran cosa a hacer el esfuerzo más agradable. Más bien, al contrario, en este tramo se levanta un poco de viento que, como no, viene de cara, y dificulta un poco más el pedaleo.
Así, al tran-tran, hemos llegado a Brunete. No sabría decir exactamente cuántos kilómetros tiene la ruta porque a mi, gracias al virus que me ha pasado Pepe, se me ha jodido el GPS y he tenido que resetearlo un par de veces. Si no me equivoco, la distancia total debería ser de 55 kms y el desnivel de unos 626 metros (eso, al menos, es lo que a mi me sale en el Garmin Connect y no sé por qué aquí no sale lo mismo)
En el pueblo hemos ido a ver las placas conmemorativas de las inauguraciones que hizo el General Franco, pero estaban tapadas porque estaban recreando, en la plaza del pueblo, un castillo o una feria medieval. Lo que sí me ha indicado Pepe es que, en las esquinas de la plaza, se sigue viendo claramente el símbolo que incluyo a continuación.
Parece que, a pesar de las leyes publicadas en los últimos años, Brunete ha encontrado un resquicio para mantener la simbología en la plaza del ayuntamiento.
La ruta, en resumen, para mi ha sido una sorpresa, una mañana muy agradable y menos fría de lo esperado y una buena coartada para poder echarme una siesta de las de pijama y orinal.
Esperemos que las diferentes especies de nenazas no procreen y, para próximas salidas, podamos ser un grupo más nutrido. Se echa de menos a much@s.
PD. Al final hemos echado cuatro horas y media sin haber estado mucho tiempo parados. Con ello, la milonga esa que me dijo Pepe de que ellos habían tardado 5 horas porque habían estado dos horas y media mareando, no es cierta. La ruta la hemos hecho ligeritos. Se puede ir más rápido, sin duda, pero hacerla en menos de cuatro horas lo veo complicado.