Selva de Irati:Ochagavia-Irabia-Ollokia

Ruta realizada el Sábado 18/06/2005

Dificultad Física
Dificultad Técnica
82.6 km
2225 m
352 Km Distancia Madrid
12h42'
7h53'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix, Juan, Miki, Pepe, Jesús, Julio

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EL VIAJE, VIERNES 17-06-2005

Hasta aquí hay que imaginar el prólogo cursi de todos los años, que si ya van cinco, como Indurain, que si qué bien lo pasamos juntos, cuánto nos queremos, hay que ver lo sano y divertido que es esto. Pero bueno, ya nos lo sabemos todos y basta con leer lo del año anterior.

Lo del viaje ya es otra cosa, aquí cada año tiene su puntito y siempre hay algo que pone personalidad al tema, dando lugar a las primeras anécdotas.

Hacemos una huída rápida del curro –cada cual del suyo- para intentar ponernos en camino cuanto antes. Félix lleva todo cargado, así que nos vamos a mi casa, añadimos mis bártulos y comemos un bocata..

Los acoples de este año son Juan y Miguel en el Passat, conduce Miguel; Jesús y Julio en el Scenic, no conduce Julio; Félix y yo en el Honda, conducimos a ratos; y Alfredo solo, no puede delegar.

 Es increíble lo sincronizados que estamos todos (menos Alfredo), coincidimos en la carretera con muy pocos kilómetros de diferencia, aunque para ello sea necesario que alguno se pierda un poquito. Jesús se despista en la misma M-40 y aparece en el peaje de la R-2, preguntando en la garita que “cómo se va a la R-1” –no existe- es la lacónica respuesta de la empleada, así que se apañan como pueden para salir a la de Burgos por ahí por Algete.

Paramos a comer en un área de descanso, en el Km 152, y es cuando aprovechamos para saludarnos todos y cambiar impresiones. Los que no llevábamos comida compramos unas latas, yo una de pimientos, que le cargaría a Julito el día siguiente.

Seguimos viaje los tres coches juntos. De Alfredo ya tenemos noticias, está en el atasco de salida de Madrid. Por una vez, se ha puesto en camino antes de que anochezca.

Llegamos a Vitoria y, siguiendo la premonición de Julito, en vez de rodearla, nos metemos de lleno. Paseamos por sus calles y avenidas, visitamos sus parques y entablamos relación con alguno de sus ciudadanos, pues creo que llegamos a preguntar hasta dos veces al mismo. Bonita ciudad, buena gente, magnífico urbanismo, ¡pero joder!, nosotros a lo que vamos es a montar en bici.

Por casualidad o por agotamiento del callejero, acabamos dando con la carretera de salida y enfilamos a Pamplona. Más autopista de peaje, más despistes en la salida. Tenemos que casi sobornar a uno en la taquilla de pago, para que les asegure a los de atrás que este camino es el bueno, que no vamos mal y que llegaremos enseguida.

Damos también una vuelta no intencionada por Pamplona, salimos por la carretera de Donostia y tenemos que retroceder, todo sea por ir esperando a Alfredo.

Luego ya llegamos a Ochagavía, pues una vez abandonada la autopista no nos perdemos más ¡eso para que hablen de las nuevas vías de comunicación!

El pueblo está bien, el río está bien, las casas están bien y nuestro alojamiento está bien, pero en cuanto a la gerencia, María del Carmen es una chiquita rubia que regenta la casa del S XVIII donde nos alojamos, y creo que lo hace desde su inauguración. Todos coincidimos en que molaba más la rusa del año pasado, con sus carnes abundantes y su sonrisa infantil, desinhibida.

La casa tiene un portalón amplio en la planta baja, con el suelo empedrado y muebles de madera antiguos, probablemente la antigua cuadra. En la primera planta hay un pequeño salón y las habitaciones de Maricarmen, permitirme que lo ponga así, es más cariñoso. Aquí desayunamos, junto a la cocina, qué intimo. En la segunda planta hay un pequeño distribuidor y las habitaciones de todos, con dos baños a compartir. Molan los suelos de tarima antiguos y algunos detalles de arquitectura de la casa, como el balcón o las vigas, pero el acabado final, sobre todo el de los baños, se queda bastante justito. Es que debe ser muy difícil y muy caro poner en funcionamiento un caserón de este tipo con todos los detalles al nivel que merece el edificio.

Casi no nos ha dado tiempo a instalarnos cuando llega Alfredo, que a poco más nos come la diferencia de horario en la salida y nos adelanta, claro como nosotros nos íbamos equivocando por él… Seguro que no ha parado a comer, ni ha vacilado con el coche, ni a intimado con todos los habitantes de Vitoria ¡joder que envidia me da!

Nos vamos a cenar a Auñamendi, que es el hostal-restaurante que hay en la plaza del pueblo. Tienen un menú de 12 euros que no está mal, pero tampoco para sorprender. Las alubias son ricas y efectivas,  y el pato que tomo de segundo pondrá un perfume picante a los gases propios de la combustión intestinal.

Para que nos baje la cena vamos al pub del pueblo a tomar una copa. Nos la sirve un camarero mayor, con la cara muy triste. Hay un grupo de chavalines jugando a las cartas y tres viejos siguiendo la retransmisión en euskera de un partido de pelota ¡que ambientazo! Para alegrar un poco el fin de fiesta y que no nos vayamos a la cama decaídos, Jesús nos hace un pase de modelo en tanga negro, y luego que cada uno apague su lívido como pueda.

RUTA DE BICI, Sábado18-06-2005

Los desayunos con Maricarmen. Debería ser un programa de radio o un espacio de televisión local. Aquí estamos, todos juntitos, vestidos de colorines, alrededor de una mesa camilla, mientras nuestra chica nos provee de tostadas, café y zumo de bote. Es un desayuno sencillo, abundante y caro de cojones, a 4 euros cabeza. Estamos pagando las viandas como si lo tomáramos en un hotel de lujo, o como si lo sirviera una camarera de lujo en paños menores, que también podría ser.

Preparamos las bicis, compramos el pan y llenamos los depósitos de agua en la fuente. Alfredo se ha traído Solan de Cabras, que suena cursi, pero cuando probamos lo que daba el ayuntamiento por el caño, lo echamos todos en falta.

Salimos por carretera hacia el alto de Tapla. Son 14km cuesta arriba, pero suave. Jesús y yo nos quedamos atrás para hacer una subida cómoda. Luego se nos uniría Miguel. Es un ascenso suave gracias al firme, que pendiente si que hay. Poco a poco cogemos altura y los prados se hacen más verdes.

En el alto encontramos pastores con sus rebaños. Hay unas cercas de madera donde están agrupando ovejas con algún criterio oculto que se me escapa. Mientras los pastores también se agrupan, pero el criterio es más entendible: charla y cigarrito.

Una escena bucólica, con los perros esos de lanas que resultan tan graciosos –al que le gusten- y los corrales de madera ¡por cierto! Sorprende que las vallas son de maderas nuevas y tratadas, con tornillo y tuerca de acero inoxidable. Esta región exuda pasta hasta en las alturas.

Nos cuenta uno de los pastores que hay 3000 ovejas, muchas me parecen, pero no es cosa de ponerse a contarlas. Ya decía mi abuelo: cuesta menos creerlo que ir a verlo.

Mientras enredamos por el alto, llega un matrimonio madurito con bici de montaña (con bici, no en bici, ya que éstas van subidas a un Volvo 4×4 putamadre). Paran por allí y miran el plano de la zona, como nosotros. Cruzamos algunas frases y es evidente que se trata de una parejita de diseño: sus pendientes, labios pintados y ropita a juego. Entiéndase que me refiero a ella. Sus canas onduladas, guantes de los de agujeritos y retrovisor de globerazo en el manillar de la bici. Entiéndase que no me refiero a ella.

Aquí dejamos el asfalto por la derecha y tomamos un camino ascendente que está como grabado en el suelo, hundido. Sirve a la vez de camino y arroyo. A ratos vamos por roderas que nos obligan a guardar fila (véanse fotos del globero dando testimonio). Alcanzamos el alto de Auztarri, con las primeras vistas del pantano de Irabia y los bosques que rodean. En la cuerda sopla aire, nos ponemos a resguardo. Paradita, barra energética y revisión de planos. Vemos algunos caballos y buitres.

La bajada nos va metiendo poco a poco en un bosque de hayas. El Globero grita al pasar junto a los primeros ejemplares y se tira corriendo de la bici –no sea que se vayan a escapar- para preparar la cámara y hacer fotos de los árboles. La bajada es un poco trialera, con el suelo cubierto de hojas y un bosque que se va haciendo más frondoso. Hay puestos de caza situados en alto, con escaleras que suben a los árboles o con montajes de andamios. El suelo está sucio de cartuchos. Parece una de esas zonas de espera para zumbar a las torcaces migratorias. No le veo la gracia.

Hacemos otra paradita y más fotos. Ya nos hemos dado todos cuenta de que el agua que llevamos en la mochila es imbebible. Está malísima. En cuanto Alfredo se descuida, Julito le pega un tiento a su botella, que es de marca. A partir de aquí tendrá que estar al quite, si no quiere compartir agua y babas.

En la bajada me araño con los piñones o con el pedal y estrenamos el botiquín de Félix para limpiar un poco la herida. Seguimos por una pista rápida hasta el río Iratí, que se cruza por una plataforma de hormigón sobre la que corre una corriente fina de agua. Hacemos más fotos y nos mojamos los pies un rato. Se ve que vamos sin prisa.

Vamos en paralelo al canal de Irabia, algunos tramos por encima. Es un sendero estrecho y frondoso, con puntos un poco más difíciles. Jesús, por no querer poner el pie, pone el culo y además con fuerza. Se hace daño, pero no hay grandes consecuencias. Juan pincha con un alambre, resto de la valla que llevamos al lado. Sin nada más que contar salimos a la presa. Hace calor y hay que pararse buscando las sombras. Aquí ya coincidimos con más turistas, que hasta el momento veníamos muy solos. Uno de ellos echa pie a tierra en un repecho y le pega al sillín con rabia.

Modificamos la ruta original y, en vez de pasar junto al pantano por el lado sur, le damos vuelta y media ¡que no se diga! Vamos por un camino suave, entre árboles, del que nos desviamos en dirección al agua en un punto llamado “El Paraíso”

Es el momento de la comida. Antes o después nos bañamos todos en el pantano, menos Juan y Alfredo, que son más cohibiditos. Jesús nos demuestra la difícil técnica del melocotón submarino, que requiere de un culo redondito y peludo, para darle realismo. Hay alguna foto de las mejores escenas de pareja, que me recuerdan esas tomas que hacen los paparachi a Ana Obregón todos los veranos: que parezca que no quiero, pero que salga guapa. Nos hacemos unos buenos bocatas y damos cuenta de la lata de pimientos que ha cargado Julio todo el camino. Si se descuida no los prueba. El agua sigue estando malísima y Alfredo sigue vigilando con celo su aljibe personal.

Después de comer iniciamos la ruta despacito, pero como siempre, por poco tiempo. Acaba siendo todo un sprint a treinta por hora, poniendo al píloro en un aprieto digestivo.

Llegamos a la frontera con Francia, en el puente de “La Cuestión”. Se trata de una zona que fue objeto de disputa territorial durante mucho tiempo y se resolvió con algún tipo de acuerdo de compensaciones que ahora ya no le importan a nadie, creo que a las reses que por allí pastan no les importó nunca ¡lástima que los humanos tardemos a veces tanto tiempo en llegar a la inteligencia animal!

Completamos la vuelta al pantano en un punto que se llama Casas de Iratí. Hay un centro de información, una zona de aparcamiento, mesas y por fin una fuente con agua como Dios manda. Algunos pegan la hebra con la guardabosques, aunque no nos suministra ninguna información de interés. Creo que está más especializada en lo que es el cuidado de rebaños de domingueros. Se ve una panda de gente con bici, de los que no montan nunca y pretenden salir una vez al año con cara de ventura y cabalgando un hierro infame.

Hay que seguir, así que tomamos la carretera de subida y nos alejamos de la manada. Juan decide entretenernos con un magnífico caballito, que le hace tirar la bici de lado y aterrizar, casi de barbilla, con las manos fuera del asfalto, junto al zarzal. ¡Tiene güevos! En la subida pincho.

Dejamos el asfalto a los dos kilómetros y cogemos una pista frondosa, que después de subir un poquito, inicia una bajada rápida entre hayas y abetos. Es precioso. Lástima que vayamos tan rápido, pues es de los tramos más bonitos de la ruta. Vamos a parar junto al embalse de Kousta. No es muy grande, pero ésta todo verde alrededor y se reflejan los árboles. Sigue haciendo calor.

Ahora hay que subir y, por una vez, lo hacemos todos despacito, dejando que Jesús marque el ritmo. Ahora va muy bien el tío y los que se quejan de agotamiento son Miguel y Julio, creo que Juan también rezonga un poco. Las próximas referencias son el barranco de Pikatua y la Cruz de Osaba, donde estiramos un poco el ritmo y aprovecho para ponerle las pilas a Alfredo muy limpiamente, empezando desde atrás y sin truco (coño, para una que gano…) Félix se para antes de coronar, según él para esperar al resto y que no se pierdan, ¡ya!

Tocamos la carretera en un punto y hay un bar, pero cerrado. Rápidamente cogemos pista de nuevo y a seguir subiendo. Estamos a 1400mts y la temperatura se suaviza un poco, corre algo de brisa y se ésta bien. Hay unas cuantas pendientes muy duras, donde más de uno echa pie a tierra. En algún tramo hay que ir por profundas roderas de coche o por fuera del camino, donde la vegetación te frena mucho. Además un cabrón deja el landrover parado en el camino, a mitad de pendiente.

El alto de Abodi (1500mts) queda justo a nuestra izquierda. Subimos y seguimos por la pista de esquí que recorre la cuerda hasta el pico Dukea. Estamos todos bastante cansados. Aquí podríamos haber hecho una bajada por carretera, con lo que la ruta nos hubiera salido redonda, casi perfecta, pero no, mejor seguimos por la bajada trialera hasta el pueblo.

Vuelvo a pinchar, pero esta vez ya solo doy aire y continuo. Llegamos al Paso de las Alforjas. El atardecer tiene una luz preciosa y aprovechamos para hacernos una foto “culo al sol” apoyados sobre un dolmen. Alfredo se corta.

Bajamos por unos montículos sin camino hasta Arburria, entre rebaños de ovejas. A Julio le da un calambre y además se da un planchazo. Cruzamos el arroyo y tomamos el GR11, que no es ciclable ni de lejos. Aquí hay que bajar una especie de escalones, entre piedras y arbustos que te cierran completamente el paso. Algunos son acebos. A Julio hay que curarle el arañazo. Estamos sacándole partido al botiquín.

Otra vez rampas de subida muy duras, me pico con Alfredo y le paso, pero me despisto y esta vez pierdo ¡hay que contarlo todo! Salimos a la carretera que va a la ermita de Muskilda. Aunque no llevo mapa, vemos el cielo abierto y nos tiramos por carretera hacia el pueblo, pero elegimos mal y vamos a la ermita de todos modos. Aparecen Alfredo y Félix, que han elegido pista, y ya bajamos todos juntos por un camino empedrado, que con las pocas fuerzas que me quedan hago casi todo andando.

Estamos un poco hasta los cojones cuando vamos llegando al pueblo, entre las diez menos cinco y las diez y diez, según la habilidad de descenso de cada uno. Estamos muy jodidos, con la clara sensación de que se nos ha ido la mano y Julito además de mala leche. Lleva rato diciendo aquello de que “yo ya no me estoy divirtiendo” Además rompe un zapatilla.

Duchas, cambio y cena a eso de las once. Nos vamos a Ezcarroz, a un restaurante que está bastante animado para lo que se da por aquí. Parece increíble, pero en un local que no tendrá más de quince mesas, hay una con siete tías solas, cenando juntas en un pueblo de montaña. Podría ser perfectamente la historia de siete novias para siete hermanos, pero no, basta con verlas la cara.

El camarero es grandote y vacilón, creo que tiene un ramalazo, pero cualquiera sabe, con ese tamaño mejor evitar bromas. Lo que si que nos deja muy claro es que no tiene torrijas y se lo repite a Julio con desparpajo. Los garbanzos están buenísimos.

Durante la cena se repasan las vicisitudes de la ruta, lo del 100% ciclable, las excelencias del paisaje y lo jodidos que estamos todos. La experiencia es lamentable y nos está dejando sin ganas de dar pedales al día siguiente, pues hemos tenido bastante con los 85 kilómetros de hoy. Solo Alfredo insiste que él quiere montar a toda consta. Félix parece decir que sí, pero sin convicción, Miguel que no le importa quedarse solito, Julio sigue enfurruñado, pensando en su zapatilla rota. A mi no me apetece, pero acepto la mayoría. Hacemos un sondeo democrático y, sin necesidad de recuentos complejos parece que estamos todos un poco vagos. Aplazamos la “cuestión” para el día siguiente, que más tardaron españoles y franceses en resolver la suya por estas tierras y a los montes y bosques no les importó esperar.

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Miraflores-El Paular – Canencia

Ruta realizada el Domingo 10/04/2005

Dificultad Física
Dificultad Técnica
56.6 km
1316 m
43 Km Distancia Madrid
5h40'
4h33'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Miki, Pepe, Jesús, Santi, Julio,

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Reencuentro con Santi después de un montón de tiempo. Parece que su embarazo se estabiliza y le da un respiro hasta que nazcan la pareja, que luego…

El día se presenta claro y frío, aunque nunca hubiéramos esperado que tanto, tenemos por delante una ruta larga, con buen paisaje y un par de puertos de los que bien conocemos.

Nos ponemos en camino hacia la Morcuera, por la pista habitual que, no se si es por lo manida, se sube con facilidad, sin forzarnos, reservando fuerzas. Julio reserva un poco menos ¡y es que le sobran al jodío!

Los robles todavía no tienen hoja y el suelo conserva frescor, pero no la humedad que correspondería a esta época del año. Me parece que esta temporada la hoja será escasa y algunos ejemplares no resistirán. Aún así, el paisaje de la subida es inmejorable, el ambiente está muy limpio y la visibilidad es buena.

Tres párrafos después supóngase que ya hemos llegado a la última vuelta del camino, donde pega un aire de cojones antes de salir a carretera. Además es aire frío, con una sensación térmica muy inferior a la temperatura real. A pesar de la subida, vamos abrigados y no nos sobra nada.

Pasamos el puerto de largo y paramos en el refugio, que está un poco más resguardado. Poco negocio les dejamos, pues nos comemos nuestras provisiones y seguimos ruta. Eso sí, nos llevamos nuestra basura, pues nos dan a entender que si no es así, la tienen que bajar ellos.

En la bajada por pista hasta El Paular pasamos más frío todavía. Cada uno se ha puesto todo lo que llevaba y yo, además, el chubasquero de Jesús. Creo que se ha pasado al ofrecérmelo, eso sí, ha quedado como todo un machote.

Como detalle curioso, en una parada de reagrupamiento nos cruzamos con un fulano envuelto en un anorak y cabalgando una auténtica bici de supermercado, que nos echa en cara que vallamos por el llano y que no nos hayamos subido cuestas como las que viene de hacer él –mejor callar-

Salimos frente al monasterio y nos hacemos unas fotos en el puente de El Perdón. Seguimos ruta por el camino habitual, a Rascafría, Oteruelo y luego Alameda. Bonito valle nunca lo bastante reconocido.

Ya hemos pasado todo el frío que correspondía, o casi, cuando empezamos a subir hacia Canencia por la Majada del Cojo. Nunca antes habíamos hecho esta subida, que siempre la cogemos de bajada, ni que decir tiene, mucho más cómodo.

Paramos a quitarnos ropa y me hacen todos la de Alfredo, entiéndase, empezar a dar pedales un poco antes que los demás para que el otro ya empiece jodido.

El caso es que hay que ir adelante y cada uno a su ritmo, que la cuesta selecciona y ordena sin disimulos.

La llegada es escalonada y tampoco se trata aquí de reproducir el ranking (solo si gano yo), el caso es que llegamos todos a la casa refugio bien sobaditos.

Gustavo continúa enseguida, pues ha quedado a comer y ya va tarde. Los demás mariconeamos un rato, charlamos con la excursión de niños que van andando, donde damos con Ángela, compañera del Banco, que va de instructora aventajada con la clase de su hijo.

Todavía hay que subir otro buen repecho hasta la pista del GR y como Julio es así de chulo, se deja el macuto abajo, para tener excusa de volver atrás y redondear el desnivel acumulado hasta los 1.500 mts.

Por el GR vamos bajando suave. El terreno está blando y ya estamos de recogida. En la carretera se produce la bajada a tumba abierta que era de esperar, pero Félix y yo nos desapuntamos y lo hacemos más suave. Parece ser que ha tenido su encanto. Se han enfrentado la técnica contra la potencia y el resultado ha sido muy discutido. Al final se cuela Jesús por sorpresa y dentro del pueblo. No me hace mucha gracia estos riesgos con el aire que hace y las consecuencias que pueden tener.

Como ya es tarde y no hay nada que perder, aprovechamos para comprar pasteles por consejo de Jesús, los ¿famosos? piononos y pestiños de Miraflores. Cachondeo en la tienda, mosqueo de los dueños, que van de serios e intento de timo a Miguel y Julio, a pesar de la seriedad. Por cierto, los dulces muy empalagosos, hay que ser muy goloso para esto.

Bueno, puede decirse que prueba superada. Hemos pasado el día de campo y se han cubierto todos los tópicos de una ruta así: risas, piques, bromas, discusión por el camino a seguir, error del gps (increíble, pero es Julito el que corrige a Félix subiendo Morcuera). La semana que viene nos vamos de familia al Jerte y el rulo será por allí.

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Patones y trialeras del Jarama

Ruta realizada el Domingo 20/03/2005

Dificultad Física
Dificultad Técnica
35 km
799 m
52 Km Distancia Madrid
4h03'
3h00'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix, Pepe, Jesús, Julio

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Descarga ruta: Patones-Abj-Pontón-de-la-Oliva-Presa-Parra-volver-por-el-rio-al-Pontón.gpx

Vaya por aquello de que no se quede una salida sin crónica, pero en realidad, no hay mucho que contar de esta semana.

Pensaba venir Gustavo y al final le ha debido de dar pereza o le han desanimado las trialeras. Tampoco a mí me atraen, pero qué le vamos a hacer…

Salimos de Patones de abajo, en dirección a “el de arriba”, enseguida dejamos la carretera para subir por la senda que va por dentro del barranco, donce empujamos un poco para ir abriendo boca. Otra vez la pista y continuamos ruta por la pista del canal, hacia el Norte.

Salimos a la carretera donde el cruce que hay frente a la cueva del reguerillo, ya lo hemos hecho otras veces, bajando al Pontón por un camino antiguo, que son más escalones que pista. Recuerdo la primera vez que hicimos esta bajada, Félix y yo fuimos empujando y José Luis Peña nos enseño cómo se hace. Hoy la cosa va mejor y seis años después algo hemos aprendido.

Salimos al muro del pontón y lo cruzamos por arriba, saltando las vallas, aunque solo sea por enredar.

Desde aquí no cogemos más pista del canal, hacia la Casa de La Lastra. ¿Es nuevo este camino?, ¿hemos pasado por aquí alguna vez? Cuando coronamos nos desviamos por un sendero de la izquierda, que baja junto a unas cárcavas y, en tramos más o menos difíciles, nos lleva hasta el cauce del río.

Durante la bajada nos encontramos con unos motoristas que suben ¡joder que manía los tengo! También nos ronda un moscón ruidoso, en forma de helicóptero de la Guardia Civil, para que luego digan de la tranquilidad del campo y sus parajes solitarios…

El caso es que entre subidas y bajadas nos presentamos en el río, que hay que cruzar. Afortunadamente lleva muy poca agua y lo hacemos sin mayores consecuencias. Parece mentira, la cantidad de veces que hemos pasado por parajes cercanos y, sin embargo, llevamos bastantes kilómetros nuevos, al menos para Julio y para mí, que los otros están repitiendo.

Ya vamos un poco justos de tiempo, pues Julio ha quedado a comer con su madre y no quiere llegar muy tarde. Sin embargo, no queremos quedarnos sin la subida nueva, que parte de una pista bastante empinada y cubierta de verde, claramente sin uso. Subimos hasta la carretera con bastante pendiente, pero se deja llevar. Solo hay un punto donde se pasa por debajo de un árbol cruzado, a la vez que superas una tubería. Jesús entra montado, pero el tronco del árbol se encarga de desmontarle de un testarazo ¡ya ha amortizado el casco!

Salimos a la carretera y aquí nos separamos. Félix y Alfredo intentan liarnos, diciendo que no queda nada, que nos perdemos lo más bonito, que vamos a tardar lo mismo, en fin, lo de siempre. Yo ya voy estando mayor para estos enredos y me pongo el windstopper sin hacerles mucho caso para afrontar la bajada. Julio y yo completamos la ruta volviendo por encima del canal histórico hasta Patones, donde llegamos a eso de la una, que está muy bien. Los otros tres completan la ruta por sendero, con sus subidas, bajadas y ratos de empujar la bici… Seguro que es más bonito, pero tendrá que ser otro día.   

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Miraflores-Valdemanco-Navalafuente

Ruta realizada el Domingo 13/03/2005

Dificultad Física
Dificultad Técnica
38.5 km
1008 m
44 Km Distancia Madrid
4h17'
3h39'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Pepe, Jesús, Gustavo

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Nos dijeron que iba a llover, pero es mentira. Si bien es cierto que huele a humedad y que hay unas nubes negras hacia el Sur, de donde viene el agua…

Salimos desde la estación, esa estación donde siempre dudo que salgan trenes, pues ell aspecto de abandono es de novela. También hay un restaurante, que siempre vi cerrado, a la ida y a la vuelta. Por vías que no quede, pues hay muchas, con su pátina de óxido sobre el carril y sus traviesas paralelas debajo.

Lo dicho, que empezamos a dar pedales con la vía a nuestra izquierda, para separarnos poco después por un camino que torna en sendero al principio y trialera después. Empezamos a recorrer una zona conocida, pero por veredas nuevas, más bajas, más estrechas, en fin, otra cosa.

Nunca antes estuve en Navalafuente, donde andan hoy de mercadillo. Tampoco creo haber parado en Cabanillas de la Sierra, donde no hay mercadillo, pero si se observa un actividad constructora febril.

Cruzamos un arroyo, también la A-1 por debajo (evidentemente menos romántico) y vamos por un camino de cabras, que parece de ganado, pero también con rastro de motos, que lo han erosionado bastante.

Giramos al Norte y subimos un poco, pero sin exagerar, que hoy el día va de rampas y no de puertos. Cruzamos una dehesa alta y otra vez bajo la A-1, para venir a parar a La Cabrera, bajo el pico de La Miel, que nos va sirviendo de referencia continua.

La Cabrera es un pueblo grande y alto, donde también proliferan las viviendas de solaz descanso, donde vienen los curritos madrileños a deslomarse el fin de semana.

El pueblo le cruzamos entero y seguimos subiendo, a la sombra del Mondalindo, hasta la ermita de San Antonio. Otra vez rampas fuertes, pero con firme de hormigón bastante cómodo.

Junto a la ermita tomamos un sendero en bajada que es ciclable solo a ratos y solo para algunos. La bajada merece la pena, aunque solo sea por los rincones que recorre. Sin darnos cuenta entramos en Valdemanco. Aquí si hemos estado otras veces. Para llegar tenemos otra rampa y, si no fuera por que renunciamos al trazado original, más cuesta todavía. Pero no, esta vez hacemos un poco de carretera, que a mi se me va haciendo tarde y Jesús dice que va justito.

La carretera a Bustarviejo no es un regalo y también quiere que demos pedales con fuerza, antes y después de llegar la pueblo. Aquí me separo del grupo, pues ya si que voy tarde, dejándome caer por carretera. Lo de dejarse caer es un decir, porque hay que subir y bajar.

Me pongo en el coche con 44 kilómetros, habiendo hecho una ruta bonita y con bastante novedad ¡y eso que me he perdido la última parte!

Al día siguiente me contarían que llegaron un poco después, también tuvieron que subir algún repecho y pasaron cerca de los restos de nieve de cuando hacía frío, que lo que es hoy, nos ha sobrado la ropa y el paraguas.

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Valdepeñas de la Sierra-El Vado

Ruta realizada el Domingo 06/03/2005

Dificultad Física
Dificultad Técnica
52.5 km
1055 m
62 Km Distancia Madrid
5h55'
4h18'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix, Pepe, Julio

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Hemos saltado todos una semana y algunos un poco más. Hoy hay ruta oficial, que cogemos todos con ansia y, la verdad, es que hacen falta muchas ganas para ponerse a dar pedales nevando y con anuncio de una nueva ola de frío.

Eso si, esta vez empezamos entrada la mañana y con el compromiso de hacer una ruta larga y sin prisas.

Desde Valdepeñas salimos bien abrigados hacia el cementerio y las primeras rampas nos ayudan a poner el corazón en marcha. Con campos abiertos por donde corre el aire y cae la nieve, en un paisaje de invierno que ya debería dejar sentir un poco la primavera.

En cuanto nos metemos en umbría aparecen las manchas de nieve y las placas de hielo. Enseguida nos damos cuenta de que esa nieve recién caída, suave y vaporosa, oculta unas placas de hielo compactas, duras y asesinas. Julio aterriza rápido con el culo y yo, mirándole y tratando de evitar lo mismo, también patino y caigo, aunque sin consecuencias. Lo demás serían todo “uys” repartidos homogéneamente por todo el equipo.

Pronto nos desviamos de la ruta que sube al Centenera y tomamos la pista en dirección al Vado, por donde un aciago día decidimos bajar campo traviesa hasta en El Charco del Chorro, en Valdesotos. No es fácil que se nos vaya de la memoria por mucho tiempo que pase.

Ahora subimos y subimos bastante. Sin que pueda considerarse un puerto, si que hay unas buenas rampas que nos hacen sudar y que sirven a Julio y Félix para apretar y apretarse.

Coronamos y empieza la bajada por el pinar. Otra vez vuelven las placas de hielo, pero esta vez ya nos cogen precavidos y entramos muy despacio, con los pies fuera de las calas y compensando los resbalones, que se siguen produciendo sin remedio.

Salimos a la carretera y nos dirigimos hacia el pantano del Vado. En la carretera también hay hielo. Hace rato que ya no nieva, pero el ambiente está desapacible, sin decir que haga un frío extremo, pero de vez en cuando vienen ráfagas de aire y algunas nubes, que tan pronto te dejan helado como permiten pasar un tímido sol que reconforta bastante.

Llegamos al Vado y Alfredo duda si ha estado antes ¡es pa matarlo! Cruzamos sobre la siempre sobrecogedora presa con su ambiente franquista de los cincuenta y continuamos ruta hacia Retiendas.

Son siete kilómetros de carretera con mal firme, pero sin mucho desnivel, se hace fácil. No entramos al pueblo y vamos directamente hacia el monasterio del Bonaval, bajamos incluso hasta el rio, que no baja con mucho agua. Está siendo un invierno más frío que otra cosa.

En el camino que discurre junto al Jarama encontramos bastante barro. Hasta el momento nos íbamos escapando, gracias al firme de pizarra, que drena estupendamente. Por el sendero vemos un zorro muerto. No se aprecian heridas, así que puede que le hayan envenenado. Es un pena, el animal es precioso, no abulta más que un gato grande y la cola es una belleza.

Salimos a la carretera y nos dirigimos hacia Puebla de Vallés. Ahora empieza a granizar y la subida se hace durita, aunque corta.

Entramos al pueblo y cogemos agua. Reponemos fuerzas para continuar, que ya van pesando los kilómetros en las piernas. Aquí cogemos un camino nuevo, que baja junto al arroyo que se dirige al Jarama. Empezamos por un valle cerrado, que pronto se abre en tierras de labor amplias y el camino es paso obligado para los vehículos agrícolas ¡así esta! Bastantes roderas, muchas piedras y las cervicales que no dejan de quejarse.

Aquí me la juegan un poco, por quedarme atrás. Llegamos a un arroyo que ya han pasado todos y me animan a que cruce por el centro, pedaleando. Raro en mí, que soy de natural cobarde, entro al trapo y me cruzo el arroyo por todo el medio. No me caigo, pero es bastante profundo y me mojo los pies por completo. Bueno, menos mal que ya no queda mucho.

Salimos a carretera de nuevo y vamos derechos a Valdepeñas, para cerrar el círculo. ¡qué bien! Ahora llevo una rueda pinchada. No tengo fuerzas ni ganas para cambiarla, así que doy aire e intento acabar los tres kilómetros que me quedan.

A pesar del parón, todavía alcanzo a Alfredo, que yo creía que me esperaba, pero es que va machacado. Lleva la cara blanca y dice que se va mareando. Subimos juntos, muy despacio, y aun así hay que parar a la entrada del pueblo, para que pueda reponerse.

Eso si, tal y como teníamos prometido desde le miércoles, nos atizamos unos huevos con morcilla y algunas viandas más en el bar de la plaza. Al tabernero le cuesta contenernos a base de patatas fritas y cortezas hasta que está la comida lista.

Luego con la tripa llena ya se ven las cosas de otra manera y emprendemos la vuelta a casa tranquilitos, con el deber cumplido y pocas energías para dar guerra allá donde caigamos.

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El Boalo-dehesas del presidio

Ruta realizada el Domingo 20/02/2005

Dificultad Física
Dificultad Técnica
53 km
634 m
38 Km Distancia Madrid
4h21'
3h34'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Juan, Miki, Pepe, Jesús, Julio

Mas detalle ruta

Descarga ruta: Boalo-Manzanares-Soto-Presidio.gpx

Otro día de frío, otro día plano. Sin planes elaborados ni  grandes expectativas quedamos en nuestra conocida plaza de El Boalo para cubrir la etapa semanal. Nos cuesta salir del coche, a Julio le tengo que animar un poco para que se baje.

Echamos a rodar hacia Manzanares, por ese camino de siempre que en invierno está embarrado y en verano es una balsa de arena. Legamos a Manzanares y seguimos por carretera, hasta coger el camino de la Hoya de San Blas. Más de lo mismo, más rutina, encima no nos caemos al cruzar el arroyo, con lo que no hay motivo para reirse.

Salimos frente a la gasolinera que hay pasado Soto y nos dirigimos en dirección a las obras del túnel del tren. Esta parte es nueva, por aquí no se nos había perdido nada. Son unas pistas anchas, a ratos con un firme preparado para los camiones y otras veces tierra. El paisaje son todo llanos, donde pega el viento y se deja sentir el frío.

Damos la vuelta por detrás de la cárcel de Soto, que ahora se llaman centro penitenciario, ¡ni que se vinieran a rezar aquí después de la confesión! Aprovecho para cantarles lo del Penal del Puerto y otras piezas destacadas de la copla española, pero por la reacciones deduzco que mis interpretaciones no son de su entera satisfacción, o simplemente no las consideran adecuadas para el momento. Probaré en otra ocasión.

Hacemos un poco de carril bici y luego nos vamos acercando al pantano, por el puente de piedra, que los carteles antiguos marcaban como “romano” ahora dicen que “medieval” y yo creo que se trata de un puente vulgar y corriente, sin otra gracia que ser de medio punto, con la parte superior totalmente plana, en lugar del tradicional lomo de asno.

El plan de Félix era alargar la ruta hasta Cerceda, pero ya vamos estando un poco hasta los güevos de dar pedales, así que nos vamos acercando por el camino corto, que va a parar a Manzanares y de allí a El Boalo, por el mismo sitio que vinimos.

En los últimos tramos se monta el pique de rigor, del que nos quedamos fuera Jesús y yo. Los demás se dejan la pelleja, a veces tratando de llegar primero y otras solamente por dejar descolgado a alguien, que también tiene su gracia.

Llegamos al coche poco antes de la una y nos largamos a casa con los deberes hechos.

(Si, ya sé que ha salido cortita. ¡Compraros una novela, coño!)

Nuevo Baztán-Tajuña

Ruta realizada el Sábado 12/02/2005

Dificultad Física
Dificultad Técnica
60.4 km
555 m
39 Km Distancia Madrid
4h13'
3h53'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix, Juan, Miki, Pepe, Gustavo

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Descarga ruta: Nuevo-Baztan-Tajuña-Tielmes.gpx

Hoy cocina Gustavo. Como el tiempo ha estado frío y las cumbres deben andar heladas, le hemos pedido a Gustavo que nos busque una ruta nueva, bajita y cerca. La opción elegida nos lleva hacia el Este de Madrid, a esas zonas que quedan poco más allá del cinturón industrial y que hacen límite justo entre un mundo rural que subsiste sin que nos enteremos y un cinturón de industrias feas del que nunca queremos enterarnos, pero del que sin duda dependemos.

Mientras nos vamos acercando en el coche nos damos cuenta de la diferencia que hay entre esta carretera con las habituales de salida, aquí la autopista deja enseguida de serlo y pasamos por una sucesión de pueblos, cinturones industriales y zonas de expansión en las que han brotado los adosados como de la nada ¿quién vendrá a vivir aquí?¿cómo te puedes mover sin coche? ¡y los domingos todos al corredor del Henares! A pasear entre franquicias.

Abandonamos ese mundo cambiante para encontrarnos de pronto con Nuevo Baztán, que contrasta con lo anterior por su arquitectura de conjunto, elegante y proporcionada. Diríase que llamada a un destino superior a su uso actual. El estilo me recuerda a La Granja o a un Aranjuez venido a menos.

El caso es que aparcamos y nos lanzamos a recorrer nuestra ruta, que empieza por un descenso al valle que forma el arroyo Vega. Una bajada muy bonita, entre encina, matorral y hoja caduca, que ahora queda un poco deslucida por el invierno.

La bajada es un poco trialera, pero se puede hacer. En el fondo nos recibe todavía la sombra de la montaña y algo de barro, con lo que el frío y la sensación de invierno se sienten con intensidad.

Nos salimos del valle por Olmeda de las Fuentes o de las Cebollas, que  dice Gustavo, y es que parece ser que el nombre se lo cambiaron no hace mucho, pues no debía parecerles muy comercial.

Ya en el pueblo empezamos un poco se subida, que se extiende como un kilómetro más y sirve para que entremos en calor y para que Alfredo y yo coronemos juntos, mirándonos con saña pero dejando el duelo sin resolver.

Continuamos a buscar el valle del Tajuña y lo encontramos en Ambite, pueblo de aspecto alcarreño que conserva todo el sabor de estas tierras pobres, donde los forasteros te reciben con mirada aviesa y la sensación de pobreza invita a no prolongar la estancia. Aquí Félix nos cuenta un refrán que no me acuerdo como era, pero dejaba mal parados a todos los de la zona.

Añadido por Félix el 21/12/2019. Dice así el refrán: «Carabaña, legaña. Orusco, pestes. Y si te acercas a Ambite, peor gente».

También nos refiere su anécdota familiar durante las fiestas de este pueblo, que soporta claramente el refrán y la sensación que produce en el visitante.

Visitamos al encina de Ambite, hermoso ejemplar junto a una antigua casa solariega de los marqueses de No-Se-Que-Coño (entiéndase que quizá el título no fuera exactamente ese, pero eran marqueses), donde es típico probar sus bellotas el día de San Valentín, para saber como serán tus amores en un futuro. Si tenemos en cuenta que la bellota es fruto de otoño y ya estamos bien avanzados el invierno, la conclusión más frecuente es obvia: tus amores serán escasos, pues se te adelantaron los cerdos.  

Estos no son los cerdos a quienes se refiere el texto de Pepe.

Ahora empieza la parte más fácil y agradecida de la ruta. Tomamos el camino de bici que discurre por el antiguo ferrocarril del Tajuña y recorremos un buen tramo del valle a ritmo fuerte, pero sin cansarnos, pues llevamos el viento de culo y, quieras que no, vamos en el sentido de las aguas.

De este modo pasamos junto a Orusco, Carabaña y finalmente Tielmes. Gustavo nos señala el molino de Rodrigo Rato, donde se entrevistaba con Pujol.

Vacilamos un poco en el pueblo antes de encontrar el camino que nos saca del valle. Es una calle muy empinada, que luego se transforma en pista y nos obliga a tirar de plato pequeño. No podemos quejarnos, que llevamos una ruta de regalo y en algún momento había que sudar.

Salvado el desnivel salimos a tierra de cereal, marcada por caminos de tractor, totalmente llana y con el atractivo que da la perspectiva de las grandes distancias, que tampoco está mal.

A partir de aquí parece que nos estemos quedando con ganas de desgaste pues, sin que lo exija el trazado ni el reloj, vamos subiendo la velocidad progresivamente y rodamos agrupados con el viento en contra y a ritmo alto ¡cómo le hubiera gustado a Julito! Esta sería sin duda su ocasión de demostrar sus poderes y ponernos a todos a raya, ¿a Félix también? No lo sabremos por el momento, pero quedarnos con la duda nos permite a todos los demás terminar juntos y dentro de un orden, conformándonos con los escarceos entre Alfredo y Miguel.

Pasamos Pozuelo del Rey, Eurovillas y ya vamos derechitos a nuestro punto de salida, completando una ruta distinta a las habituales, pero que ha salido muy variada y nos ha dejado a todos satisfechos.

Como es pronto y hay motivo, nos tomamos unas cañas, que hay que celebrar la buena nueva: Estrella y Juan van a ser padres. ¡Enhorabuena! Y ésta que vaya por ellos.   

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Pantano de San Juan y embalse de Picadas

Ruta realizada el Sábado 05/02/2005

Dificultad Física
Dificultad Técnica
56.6 km
1272 m
52 Km Distancia Madrid
5h07'
4h14'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Juan, Pepe, Julio

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Descarga ruta: Pantano-San-Juan-Picadas.gpx

Pues vaya una coña, resulta que unos se ponen malos y otros no se ponen, luego la apretada agenda del presidente. El caso es que nos quedamos solos los tres y los otros dos dicen no haber estado nunca por aquí.

Vamos a intentar repetir la ruta del trébol, que hicimos Félix, Alfredo y yo la temporada pasada. Y al principio parece que lo íbamos a conseguir, pues enlazamos bien el inicio y el mapa iba ajustado al cuenta-kilómetros.

La salida cuesta arriba se agradece, pues hace un frío que pela. El terreno es fácil y el pinar está muy bonito. Acertamos bien con el cambio de sentido y subimos al cerro de las Mucas, que en su último tramo tiene una pendiente jodida, donde rematamos con el 1:1 y unos jadeos que suenan como los mejores orgasmos.

El caso es que coronamos y empezamos la bajada trialera por lado opuesto del cerro. Tiene tramos difíciles, con el firme suelto y mucha pendiente. Yo arriesgo menos que los otros y bajo andando un buen tramo. Salimos hacia la carretera y completamos la primera vuelta del circuito.

La segunda parte es la más agradable, pues es un paseo a lo largo del embalse de Picadas. Aquí se vuelve a notar el frío. Estos tíos alucinan con las vistas y el reflejo de los árboles sobre el pantano. Nos despegamos del agua para subir por un barranco al cerro del Morro y seguir en dirección Navas del Rey.

Hasta aquí el rutómetro va perfecto y ya son más de 26 kilómetros de ruta. Ahora nos desviamos hacia la izquierda, con dirección al cilindro de hormigón que corona el cerro y que se ve desde la carretera, pero ¡a majetes! Aquí es donde aparece el bonito camino a la izquierda que nos lleva por una bajada sinuosa, con la dificultad justa para que se pueda ir montado, pero con mucha técnica, bueno yo con la que tengo, que tampoco es tanta. El caso es que acabamos en la junta de dos arroyos, en un paisaje muy verde y alucinante. Nos llama Jesús y aprovechamos para darle envidia.

Menos mal que no llamó 5 minutos después, par descojonarse de nosotros, pues nos habíamos metido en un barranco impresionante, sin camino a la vista y con una vegetación densa y dura.

Para hacer el pardillo del todo, en lugar de mirar el mapa y reflexionar, sugiero que remontemos el río hacia la carretera. Si hubiésemos ido hacia abajo, en quinientos metros estaríamos en el puente y volveríamos por el camino cómodo que vinimos, pero no, nos metemos un barranco de los que hacen historia. No tiene nada que envidiar ni al de Valdesotos, ni el que nos comimos en la Tejera Negra, ni con ningún otro que yo recuerde. Como dice Julito, seguro que Félix estaría orgulloso de nosotros, comprobando como somos capaces de seguir sus enseñanzas sin parpadear.

Cada vez que avanzas un poco y crees descubrir restos de una senda, aunque sea de jabalí, vas a salir sobre un precipicio de piedra, que te obliga a trepar por la ladera o a descolgarte junto al río. Siempre teniendo que tirar de la bici o incluso tirar la bici y bajar después. En resumen: desde las 12h. que llama el globero, hasta las 13:50h que llegué al coche.

Estos tiraron hacia arriba y tardaron cuarenta minutos más. Julio aprovecha para romper la cadena, luego también se da una hostia, por no privarse de nada.

Pero lo mejor lo encuentro al llegar: me han reventado la puerta del coche y me han robado la cartera y el móvil, que estaba en el maletero. Ya no se si buscar la cartera, o preocuparme por éstos, que no llegan o tumbarme a descansar, pues voy bastante desgastado.

Cuando volvemos en el auto Julito reflexiona profundamente y se cuestiona si a todos los que montan en bici de montaña les pasan estas cosas, con la misma intensidad y la misma frecuencia. Seguro que no. Creo que si seguimos entrenando duro en esta técnica, seremos capaces de perdernos en la Casa de Campo y romper cadena en el Juan Carlos I, todo es proponérselo.

En definitiva, una ruta de las que no merece la pena contar. Todo sea por dejar recuerdo de los hechos por escrito y tratar de borrarlos de la memoria.

3 comentarios

Casa de Campo

Ruta realizada el Sábado 29/01/2005

Dificultad Física
Dificultad Técnica
33.4 km
292 m
8 Km Distancia Madrid
2h36'
2h20'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Pepe, Jesús, Julio

Mas detalle ruta

Descarga ruta: Casa-de-Campo.gpx

Nos hemos acojonado porque el día estaba anunciado gélido y sin embargo, no está nada mal. Será por aquello de que empezamos a las 11h y ya calienta el sol. Vamos a dar unos pedales por aquí cerca para hacer culo, que es lo que dicen los que saben

En principio iban a salir Julio y Jesús, pero luego se presenta también Félix y a mi me llaman a casa, así que me enfundo el disfraz mientras vienen a buscarme y salimos al parque, como los niños buenos.

Hoy conduce Julio, que tiene marcada la Casa de Campo con un carril como el de los tranvías antiguos. Solo hay que seguirle procurando que no se te salga la rueda del surco, ni el trole del cable, pues ha elegido unos senderos tan ajustados que la hostia te puede venir igual por un agujero en el suelo, que por una rama a la altura del casco.

El tío va deprisa y luciéndose, jugando para la afición. Encima tiene la coña de decir que cuando va solo le zumba más y no tiene que esperar a nadie.

A pesar de lo seco que está el invierno, las zonas de umbría siguen conservando cierto verdor y vamos pasando por rincones con mucho encanto. No es fácil encontrar una ruta en al sierra en la que hagas todo por senderos estrechos, pero 100% ciclable. Además, como son recorridos enrevesados y sin mucha perspectiva visual, no tienes la sensación de estar siempre dando vueltas al mismo cerro, que en definitiva es lo que sucede.

Jesús ya se lo conocía, pero Félix está encantado, yo creo que por eso se tiró al suelo como un saco de patatas, parado y en el sitio que es más ancho el camino.

A pesar de toda la tropa que hay por aquí, la elección de senderos de Julito hace que no nos crucemos directamente con mucha gente. Está bien.

En cuanto al nivel de esfuerzo, pues la verdad es que no hay puertos, ni subidas que te desgasten mucho, pero el conductor nos lleva a ritmo, para que no nos durmamos, así que se suda lo suficiente para justificar el día.

Como hemos empezado tarde y queremos volver pronto, a los 30 kilómetros enfilamos para casa por el camino que va pegadito a la vía. Jesús le demuestra a Julio que se puede subir la rampa en la que él siempre empuja. Creo que una vez que ha visto que es posible, no se le volverá a resistir, pero queda claro que es el glober quien le tiene que enseñar como se hace.

Para cerrar la mañana nos tomamos una cervecita en casa y nos piramos tan tranquilitos.

Quedamos en que hay que repetirlo un día con los chavales, ejerciendo de padres. Y también en que vamos a ir en plan familia a un centro de hidroterapia. Lo que si que hay que hacer es pensar en una de sierra para la próxima salida ¡que ya está bien! No puede ser que nos condicione el meteosat.

Hoyo de Pinares-Emb Beceas-Valdemaqueda

Ruta realizada el Domingo 16/01/2005

Dificultad Física
Dificultad Técnica
38.3 km
946 m
62 Km Distancia Madrid
4h14'
2h54'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Juan, Miki, Pepe, Jesús, Julio

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Hoy toca ruta nueva y en zona nueva. El equipo al completo acusa el cambio y nos perdemos por el camino como pardillos. Hemos llegado todos con media hora de retraso sobre el horario previsto.

El Hoyo de Pinares es un pueblo bastante grande, más de lo que me imaginaba. Está encajado entre dos barrancos y sus casas y calles se disponen en cuesta. No se puede ir a ningún sitio sin subir o bajar.

Hace frío, a pesar de que el día está claro, aquí hace frío y tenemos que abrigarnos bien nada más salir del coche.

Salimos por carretera y en subida, lo que no nos viene nada mal para ir cogiendo un poco de temperatura. A poco más de 2 kilómetros nos salimos de la carretera por la izquierda y tomamos una pista ancha. Hay una zona curiosa, con un pequeño arco, un altar y un púlpito al aire libre, ideado para misas de campaña.

Piadosos

La explanada y el mástil vacío sugieren un campamento de la OJE, donde se venían los chavales a fomentar el Espíritu Nacional y los valores cristianos. Hacemos unas cuantas fotos irreverentes y recordamos por un momento lo que fue la juventud de los sesenta, con un peso político y religioso que debía calar hasta los huesos. Probablemente nos encontramos en “zona nacional”, que todavía guarda reminiscencias de los que fue y las expresa mediante símbolos fascistas y algún que otro mensaje xenófobo que vemos en las paredes de este pueblo y en el anterior, Valdemaqueda.

Bueno, nosotros a lo nuestro, que se me está viendo el plumero. Para enlazar con la señal del gps nos vemos obligados a triscar un poco hasta salir a mejor camino, afortunadamente no es mucho y enseguida estamos otra vez sobre nuestras cabalgaduras.

Cruzamos por segunda vez el río Beceas, la primera fue junto a la presa, y nos dirigimos en línea recta hacia el oeste, por un camino sube y baja, de esos rompe-piernas, que no te permiten quejarte del puerto, pero van consumiendo energía.

El paisaje es bonito, todo pino eso si, pero para esta época del año es el único que te permite pasar por un bosque poblado. La hoja caduca, ahora es un desfile de fantasmas. Tampoco viene mal para cruzar esta zona el tiempo seco que llevamos este inverno pues aun así, por aquí se conserva el suelo bastante verde y tiene pinta de encharcarse con facilidad en cuanto la climatología sea un poco más lluviosa.

Pasamos junto a una zona de granja, donde nos ladran unos perros. Afortunadamente están detrás de una cerca, pero hacen ruido suficiente para alertar a su compañero, que sale de la finca al lado opuesto del camino por debajo de la alambrada y se emociona con Julio , al que asusta un rato. Se ve que elige bien el bocado.

Cruzamos un arroyo y damos la vuelta al cerro de Yuste, para salir al río Sotillo de las Palizas ¡vaya nombre! En esta zona hay algunas casas dispersas,  de esas que se hacen los alondras en ratos libres, aprovechando los ladrillos variados que distraen de la obra en la que están currando. En fin, una muestra de mal gusto y falta de control que tiene como resultado un paisaje precioso salpicado de chapuzas, porque la verdad es que el río y la vega que forma en este punto está muy bien. Nos hacemos una ida y vuelta por ambas márgenes antes de continuar un poco más hacia el Oeste.

Poco a poco vamos trazando un semicírculo, cruzando la carretera y cambiando de sentido, para ir dando forma a la ruta circular que hemos pintado. Vamos acompañando durante u tramo el desfiladero del arroyo de los Hornillos y luego el margen del río Sotillo. El paisaje está resultado variado en su configuración, aunque la vegetación sea todo pino.

Nos separamos del río, lo que supone subir un poco, pero nunca mucho, lo justo para facilitar algún pique en el que Miguel demuestra que viene fuertecito y Julio que está intratable. Félix se defiende de los ataques a duras penas.

Bajamos, paramos y nos distraemos hasta salir a la carretera de Cebreros, pero solo por un momento, porque en el mismo sitio volvemos a abandonarla formando una V. Ahora cogemos un desvío con firme de hormigón y quitamiedos, totalmente una carretera, salvo por el asfalto, que no tardarán en echar. No nos lo esperábamos, pero es un camino que se hace cómodo y al final se agradece, aunque le quite emoción al trazado.

Con subidas y bajadas alternativas –más de las primeras- nos vamos acercando a Hoyo de Pinares, pero por la parte de abajo. Con los últimos piques entramos bastante espaciados en el casco urbano y nos encontramos con una cómo calle que nos lleva casi en línea recta al coche, claro que recta no quiere decir llana. Tiene una pendiente que debe superar fácilmente el 20% y nos obliga a apretar los riñones y subir sollozando, para que no se diga que llegamos fríos.

Sin conocerlo nos ha salido una ruta maja, variada, con buenos paisajes y con claras diferencias a las zonas por las que montamos habitualmente. Creo que se nos abren nuevas posibilidades y que tendremos ocasión de volver, a ver si así nos aprendemos el camino y no nos volvemos a perder todos

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