Cazorla en 2001: Día 2-Cerrada del Utrero-Cerrada del Elías-Torre del Vinagre

Ruta realizada el Domingo 10/06/2001

Dificultad Física
Dificultad Técnica
62.8 km
1622 m
285 Km Distancia Madrid
5h27'
5h28'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Pepe

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10-06-2001 Segunda ruta

Empezamos la ruta tarde –a las 10h- dejando el coche en el kiosco que hay junto a la cerrada del Utrero.

El camino empieza bonito y suave hasta el camping de los Linarejos. Después empezamos a subir (no mucho) y el firme empieza a empeorar. Vemos un par de Bambies, que deben estar puestos de reclamo.

Al meternos en el inicio del puerto tenemos que hacer más camino andando que en bici, por que el camino está muy estropeado. Son todo piedras sueltas que hacen que te la vayas jugando continuamente. Yo tengo un par de “¡Uys!” y voy con más miedo que vergüenza. El puerto se llama “del Calvario”, ¿por qué será?

En la bajada nos volvemos a encontrar con el grupo de ciclistas que estaba ayer en el nacimiento del río, que están haciendo la ruta al revés. Van de machos, pero cuando les toque bajar el puerto que nosotros hemos subido, se van a arrugar seguro.

Cuando estamos justo en mitad de ningún sitio, se pone a llover con bastante fuerza. El paisaje es precioso. Nos metemos en un circo rocoso que es imposible describir y unas nubes cargadas de agua nos hacen totalmente de tapadera. La situación sobrecoge. ¡Menos mal que somos hombres de acción! (y que ya somos muy grandes para andar llorando). Nos refugiamos de más fuerte del chaparrón debajo de un árbol (a pesar del refrán).

Cuando el tiempo abre un poco, continuamos por el camino, que también ha mejorado.

Bajamos poco a poco hasta llegar al cruce con el camino que conduce a la cerrada del Elías. ¡Estamos ya hasta los güevos!

Como es muy tarde, decidimos continuar hasta la piscifactoría y comemos en el restaurante Los Monteros (caldereta de cordero y guiso de gamo con ensalada. Está muy bueno).

Como no nos queremos quedar sin ver la cerrada del Elías (el Félix, que a mí me da igual), volvemos atrás y nos la hacemos –merece los 10 km de regalo que supone-.

Volvemos por carretera, parando en la Torre del Vinagre. El museo de caza sólo abre de lunes a viernes y por la mañana ¡Joder que morro!

Nos enfrentamos con paciencia a los 22 Km de carretera que nos quedan. Los primeros son agradables, pero los 4 ó 5 últimos son un medio puerto que nos deja hasta los cojones de bicicleta –incluso a Félix-.

¡Ya estamos en el coche! Son las 8 de la tarde y está atardeciendo…Pero, aquí al amigo se le ocurre que es un momento ideal para acercarnos a la cascada que vimos ayer en la cerrada del Utrero.

Paseíto andando, con un par de pasos difíciles por rocas que, a un hombre de acción (bancaria, se entiende) como yo, se las hacen pasar putas. Paso mucho miedo y no me siento nada cómodo. Al fin y al cabo, la cascada está muy bien y no vamos a consentir que Félix lo cuente y yo no. Acabamos las fotos del carrete que nos quedan aunque, como es casi de noche, probablemente no se aprecien muy bien.

Este paraje para nosotros dos solos es una chulada…lástima, es en uno de esos sitios que, si el otro fuera tía, no se te escapa…¡a donde coño va a ir!

Vuelta atrás, cogemos el coche a las 21:30h y a las 22:00 estamos entrando en Cazorla.

Pensamos cenar en el Sarga, pero no han abierto hoy tampoco, así que volvemos al sitio de ayer y nos comemos unos espaguetis, que no nos vinieron nada mal.

Estamos tan hechos polvo, que no sé de que vamos a ser capaces mañana.

El día ha sido francamente duro, no sé si por la caña que nos hemos dado o por la acumulación de ayer. Éste dice que me ve más flaco. ¿Será verdad?

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Alto Tajo. Día 4: Río Cabrillas-Puente San Pedro

Ruta realizada el Martes 14/05/2002

Dificultad Física
Dificultad Técnica
58.4 km
504 m
146 Km Distancia Madrid
5h41'
3h43'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Pepe, Julio

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Martes, 14 de Mayo:  EL DESQUITE

Río Cabrillas, cerca de Taravilla –  Juntas y Puente de Peñalen- Remontando el Tajo hasta puente San Pedro y vuelta.

Ayer pagamos el alojamiento mientras estábamos en el disco-bar, así que cargamos los bártulos y salimos en marcha por la mañanita temprano. A las 8:10 h. estamos desayunando en el bar de Plácida. Le pedimos también que nos prepare unos bocatas para llevar.

A las 9:10h. estamos en el cruce de la carretera de Taravillas –en obras- con el río Cabrillas.

Arreglamos un pinchazo más en la bici de Julio y a las 9:30 h nos ponemos a dar pedales.

El objetivo es recorrer una gran parte del río Cabrillas hasta su unión con el Tajo y después seguir el curso del Tajo hasta el puente San Pedro.

Félix estima unos 50 Km. en total, mi cálculo dice que sesenta Km. (de todos es sabido que los Kilómetros de Félix son más grandes).

La primera parte del camino, hasta el puente de Peñalen, ya lo conocemos del primer día, pero no por ello nos gusta menos. Pasamos el río Cabrillas por la pasarela de troncos y tablas, llegamos a la fuente de La Reina, aunque la posición del caño de agua con respecto a la figura de la reina, le asemeja más a su marido y, por cierto, en esta época del año nuestro rey no padece de próstata pues el caño es gordo y con presión.

Sólo hay fotos mías porque no teníamos cámara digital y éstas las escaneé hace años

Cruzamos el puente de Peñalén y estamos a punto de equivocarnos de ruta. Esta vez es Félix el que se da cuenta y corregimos enseguida.

La pista es buena y fácil. Como solo vamos tres y con ansia, nos la vamos comiendo a buena marcha.

Hacemos muchas fotos a la peña Horadada y a distintas vistas sobre el Tajo. Félix sigue chupando cámara como toda la excursión ¡Es más presumido que una corista principianta!

Llegamos a nuestro destino en Puente San Pedro en un total de 3 horas.

Mientras nos comemos el bocata, vemos pasar varios coches de época conducidos por carrozas con pinta de guiris. Nos hacemos una foto con dos de los coches que han parado allí, aunque nos son los más bonitos.

Iniciamos la ruta de vuelta despacio, para ir haciendo la digestión sobre el sillín. Pero poco a poco vamos (van) subiendo el ritmo.

En el camino de vuelta paramos menos, aunque no pasamos de largo los puntos más espectaculares.

En uno de los puntos vemos una culebra cruzando el camino y nos paramos a hacer fotos.

Mientras estábamos contemplando la bicha, se acerca una bici en sentido contrario al nuestro. La primera que nos cruzamos después de más de 40 Km. de recorrido.

Es una mujer fea y gorda, que se para al vernos y contemplamos juntos la serpiente. Va sola (esto vale para la serpiente y para la gorda) y con el cambio de la bici roto (lógicamente esto solo vale para la gorda, ya que la culebra se va arrastrando).

La Specialized de Alfredo al río

Intentamos reparar la bici, y lo único que conseguimos es fijar el desviador en un piñón cómodo y que use los platos para cambiar. También corregimos la postura del sillín, que la debe ir jodiendo (literalmente).

Cuando nos despedimos de ella, los tres estamos sorprendidos (y Félix casi preocupado) por el coraje o la inconsciencia de esta mujer, que se vienen  desde Madrid con una bici prestada y se mete en una ruta de distancia similar a la nuestra, en la que además tiene pocas oportunidades de encontrar ayuda. ¿dónde habrá terminado la ruta? ¿dónde habrá pasado la noche?¿quién la habrá sacado apuro? Está claro que ella sola no puede.

Seguimos camino a buen ritmo. Yo me encuentro cada vez mejor y no me cuesta pasar los repechos pedaleando de pié.

Las botrancas de cuero que pesaban como un mal matrimonio

Llegamos al coche a las 3:45h tranquilos y contentos. Hemos conseguido desquitarnos de lo de ayer y recorrer los cañones más representativos de la zona.

Esta ha sido una excursión muy turística, larga y tranquila. A diferencia de la anteriores, que tenían un trazado más deportivo, ésta es un paseo sin dificultad ninguna.

Cargamos las bicis en el coche y emprendemos tranquilos el viaje de vuelta, totalmente satisfechos. Por cierto ¿por qué coño llevamos todo el día oliendo a chorizo frito?

Estos caprichos de chico grande nos devuelven a todos un poco a la infancia y sacan de todos nosotros ese espíritu emocional que reacciona frente a la aventura con excitación y ganas de conquista.

Hay muchas veces que vas buscando más el “a ver que pasa” que el reto deportivo.

El grupo encaja perfectamente en todos los aspectos. Se combinan encajando a la perfección el carácter deportivo, con el cerebral; el relajado, con el superactivo; los menos habladores, con los que no paran de hacer bromas… Todo este espectro de caracteres coinciden con unas capacidades físicas y de sufrimiento que hemos ido amoldando y adaptando como piezas de un puzle durante todas las salidas que hemos hecho juntos.

No es fácil a nuestra edad llegar a construir un grupo tan homogéneo y tolerante entre si, tanto en el aspecto deportivo como en el comportamiento.

También creo que durante la excursión todos hemos aprendido cosas sobre la bici (y bajo la bici), sobre la zona que hemos visitado y, probablemente, sobre nosotros mismos.

De las experiencias individuales que nos llevamos cada uno estoy seguro que puede sacarse un denominador común: ¡HAY QUE REPETIRLO!

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Alto Tajo. Día 3: Peñalén- miradores del Tajo.

Ruta realizada el Lunes 13/05/2002

Dificultad Física
Dificultad Técnica
31.5 km
343 m
141 Km Distancia Madrid
Sin datos
Sin datos
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Juan, Miki, Pepe, Julio

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Lunes, 13 de Mayo:   EL GATILLAZO

Peñalén, miradores del Tajo, Senda Sardinera, Maribrava, Miradores del Tajo, Fuente de la Teja, Peñalén….¡O eso creíamos nosotros.

Alfredo y Juan se han marchado. Félix se ha quedado con la bici de Alfredo, ya que la suya dice que no anda más. Los demás nos vamos a hacer la ruta 21, que empieza en Peñalén y discurre por el cañón del Tajo.

Está calificada como difícil: aunque sólo son 25 Km, tiene una bajada y subida muy pronunciadas.

Desayunamos en casa Pura, con las bicis ya cargadas en el coche, y nos ponemos en marcha.

El camino en coche hasta Peñalén es lento. Aparcamos en la parte alta del pueblo. Hace mucho aire y la sensación es fría.

Llenamos los botes de agua en la fuente del pueblo y salimos siguiendo las indicaciones del rutómetro del libro. Coronamos en la carretera y nos salimos a una pista que da acceso a una mina de caolín y continua hacia la llanura de pinares que hay sobre el barranco.

El camino es llano y bueno, Las dificultades anunciadas no aparecen.

Félix, Julio y Miguel van adelantados, siguiendo la ruta del GPS. Paramos en una pradera bonita, entre pinos, donde hay un pozo cubierto con una bomba de agua como las del Far West, para llenar unos abrevaderos de ganado.

En este punto nos damos cuenta que la ruta está equivocada y que teníamos grabada en el GPS la versión larga de la ruta, que coincide en algunos tramos con la que queremos hacer.

Desandamos gran parte de lo andado, que es fácil dada la calidad del camino, llegando hasta lo que nosotros creemos que es la Hoya de Miguel: un llamativo hundimiento del terreno de unos 6m. de fondo y un diámetro de 5m.

Ahora creemos haber retomado el desvío correcto, aunque el rutómetro ya nos sirve de poco, porque no podemos situar sobre el terreno los puntos kilométricos a los que se refiere.

Cambiamos repetidas veces de camino, tratando de acercarnos al barranco de Despeñaborricos, pero nuestros intentos son fallidos. Seguimos recorriendo caminos bonitos, pero sin resultado.

También intentamos orientarnos recorriendo un corta-fuegos que creemos haber localizado en el mapa. Por un nuevo camino llegamos finalmente a un precipicio sobre el Tajo.

Encontramos ruinas de lo que puede haber sido una arrastradera de madera (o así lo nombra el rutómetro). Se trata de un canal de piedra muy deteriorado, que también podría haber sido una trinchera.

La seguimos, descendiendo casi campo través, para llegar al borde de un barranco, en el que perdemos pista de cualquier cosa que pueda llamarse camino, sin ver forma alguna de bajar hacia el Tajo.

Desesperados, arañados, con dos pinchazos (Julio y Miguel), decidimos muy sensatamente desistir del intento y volver a Peñalén.

Desandamos lo andado apoyándonos en el GPS y llegamos al pueblo a eso de las 4 de la tarde.

A la entrada del pueblo, a Julio le arrastra la cadena el plato grande, quedando atorada entre el plato y el desviador delantero. Llegamos a la plaza empujando las bicis y pedimos de comer en el único bar del pueblo.

Mientras nos preparan huevos, patatas y jamón; nos ponemos a reparar la bici de Julio, desmontando el desviador delantero para liberar la cadena.

Al soltar la tensión que tenía el desvíador, el pedal me golpea en la frente, haciéndome una pequeña herida. Afortunadamente, no ha sido más que el susto.

Comemos (mucho) y Miguel sale pitanto a Peralejos para recoger sus cosas y emprender el viaje de vuelta. Quiere a toda consta ver a Paula despierta a su llegada.

Nosotros, ya totalmente relajados, hacemos el viaje a Peralejos muy despacio. Paramos en la Cueva del Hierro a echar un vistazo y estirar las piernas.

Ya en Peralejos nos ponemos otra vez de reparaciones: varios pinchazos y quitar un eslabón a la cadena de Julio, para que no nos vuelva a pasar lo mismo.

Se nos acerca Rodrigo, el hijo de Chon, para que le arreglemos su bici, que la tiene destrozada a golpes.

Nos cambiamos de ropa y bajamos al pueblo. Nos encontramos con Domingo Y Chon en el disco-bar. Charlamos, tomamos una cerveza y Domingo nos trae un plato de perrechikos, preparados con natas, pimienta blanca y coñac trufado…están buenísimos.

Son ya casi las 11 cuando nos sentamos a cenar en casa Pura. Y allí mismo es cuando decidimos que nos vamos a desquitar de lo de hoy.

Dejamos todo el equipaje preparado por la noche  y nos ponemos el despertador a las 7h.

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Alto Tajo. Día 2: Peralejos-Rio de la Hoz Seca

Ruta realizada el Domingo 12/05/2002

Dificultad Física
Dificultad Técnica
35.6 km
933 m
153 Km Distancia Madrid
7h51'
3h43'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix, Juan, Miki, Pepe, Julio

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Domingo, 12 de Mayo: ¡QUE MÁS PUEDE PASAR!

Peralejos-Puente del Martinete-Ribera del Tajo- Cumbres y reses bravas- bajada de barrancos- Vadeando el Tajo – Río de la Hoz Seca – Ermita – vuelta a Peralejos

Efectivamente, hoy se ha dormido mejor, incluso parece que hubieran desconectado el reloj de la iglesia, que la noche pasada nos dio un buen coñazo.

Intentamos desayunar en el bar Plácida, pero la oferta no nos convence, así que volvemos al hostal el Tajo: tostadas y plátanos para todos.

Salimos con buen tiempo hacia el puente del Martinete, para desandar lo andado por la margen contraria del Tajo.

No olvidaré ese olor a tierra húmeda de la mañana

El camino es bonito, con sombras y charcos en los que Juan disfruta como un niño (¿o como un gorrino?). Empezamos a ascender por rampas muy duras, que en algún caso nos obligan a utilizar el 1:1, con lo que en poca distancia superamos 300 metros de desnivel para situarnos sobre los cortados de roca, que íbamos divisando a nuestra salida de Peralejos por carretera.

Alfredo empieza jodido, con tendinitis en las dos rodillas, que superará poco después, para colocarse a tirar del grupo –que le vamos hacer, no puede evitarlo-.

Después de llanear un poco por las praderas de montaña que hay sobre los acantilados, damos con una cuesta (yo diría que pared), por la que superamos casi otros trescientos metros, empujando La bici.

A mitad de la pendiente tenemos que hacer un alto para reponer fuerzas con unas barritas.

Estamos a 1600 metros y el barranco por el que iniciamos la ruta, ahora es solo una rayita en el fondo del paisaje.

Hace mucho aire, y todavía subimos un poco más para coronar el pico más alto y dejarnos caer por la ladera opuesta a un valle de montaña muy verde, en el que prácticamente se pierde el camino que traíamos.

Una vez que nos hemos orientado, ascendemos valle arriba, a veces rodando sobre la hierba y otras por un camino muy embarrado.

Nos salen al paso algunas construcciones, que parecen deshabitadas, y un tentadero.

En la parte alta del valle descansamos un poco para reponer fuerzas y volvemos a cambiar de vertiente superando un nuevo repecho. Las vistas son estupendas. Hay un rebaño de cabras –no creo que sea este el ganado bravo-.

Ahora empezamos a descender por un camino bastante técnico, con rocas y mucho barro batido por las pezuñas de las vacas, que vamos espantando a nuestro paso.

El camino finaliza en nuevas praderas de montaña. Aquí nos volvemos a despistar un poco y zig-zagueamos por la hierba hasta encontrar una vía de descenso hasta el Tajo.

Llegar al Tajo cuesta un güevo y, además, hay que vadearlo. Tardamos un poco en decidirnos por el paso adecuado. Finalmente nos descalzamos y vamos a ello con la bici a cuestas (yo primero, ¡jo! que macho).

Aunque no hay mucha profundidad, la corriente es fuerte, el fondo de piedras y el agua está helada. Yo creo que, aunque la avería canta después, es aquí donde Félix jode su bici, por llevarla rodando por dentro del agua (cada vez le veo más cerca de Málaga).

Descansamos y reponemos fuerzas a base de barritas. Cuando queremos reanudar la marcha, nos damos cuenta que hemos pinchado tres: los paseos por las praderas de hierba nos pasan ahora la factura.

Para salir del margen del río Tajo hacia el río de la Hoz Seca no encontramos el Paso correcto, con lo que nos regalamos otra magnífica montañita a superar con la bici al hombro –agotador-.

Una vez arriba, es difícil encontrar por donde continuar hacia el río de la Hoz Seca, ya que todo alrededor son cortados de roca. Todavía me veo vadeando el Tajo de vuelta para desandar lo andado. Nos abrimos en abanico por lo alto del cortado y vamos buscando la senda de bajada. Por fin Julio se adelanta un poco y encuentra una senda para bajar entre las piedras -¡es nuestro salvador! (puta mentira, pero a él le hará una ilusión de la hostia al leerlo).

Salimos a un canal de hormigón, que se usó para un minicentral eléctrica, que según me informé después, funcionó solo el tiempo preciso para que su propietario cobrase una jugosa subvención.

Seguimos reparando pinchazos, porque todavía aparecen un par de ellos e iniciamos una subida jodida de un par de Km. Especialmente porque ya nos coge tocados.

Arriba descansamos un poco, bebemos agua del Tajo (eso si, con pastillas) y seguimos llaneando con pequeños repechos.

¡Más incidentes! aquí es donde a Félix se le jode la bici. Yo creo que lo del viaje a Málaga cada vez lo tiene más cerca. Su bici se queda bloqueada, como si fuera de piñón fijo, y tiene que seguir a duras penas.

Ahora ya el camino hacia el pueblo es fácil y lo completamos con una bajada rápida, que nos sitúa en el pueblo a eso de las 6 de la tarde, sin comer. –La aventura es la aventura-

Lavamos las bicis, arreglamos mil pinchazos, despedimos a Alfredo y a Juan, nos arreglamos nosotros (que buena falta nos hace) y vamos a cenar a El Tobar, por recomendación de Chon.

Por la carretera vemos muchos venados, que están en plena actividad y se nos quedan mirando con sorpresa, pero con poco recelo. Parece mentira que alguien pueda dar un tiro a un bicho de éstos.

La cena es regular (no justifica las alabanzas de Chon), aunque nos ponemos hasta el culo. El marido de Chon resulta ser un experto en setas y trufas. No es tan garrulo como parecía a primera vista y más bien parece tener un aire de progre prudente y curtido.

Para rematar la cena nos tomamos un aguardiente servido en pequeños porrones individuales, que no tenemos cojones de acabar.

 De vuelta llego a casa con un color de cabeza y un mareo de la hostia. No sé sí del cansancio, el vino o el viaje.

Tomamos sal de frutas y gelocatil, vemos la tele 10 minutos y caemos rendidos. -Dicen que ronco de la hostia- ¡no puede ser!. Estos infames quieren imputarme a mí los ronquidos cuando mi mamá nunca lo hizo. Si tenían tanto sueño no pudieron molestarles mis ronquidos (que no son tal) ni los de nadie más.

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Alto Tajo. Día 1: Peralejos-Salto de la Poveda-Rio Tajo

Ruta realizada el Sábado 11/05/2002

Dificultad Física
Dificultad Técnica
57.8 km
922 m
152 Km Distancia Madrid
9h16'
4h21'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix, Juan, Miki, Pepe, Julio

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Viernes 10 de Mayo:  LA LLEGADA

Es viernes y seguro que estamos todos ansiosos por empezar nuestra aventura. Cada uno de nosotros ha empezado la preparación por separado, desde el momento que definimos la zona y las fechas. Ahora todos los planes van confluyendo con destino a Peralejos.

Recojo a Julio y nos colocamos en casa de Félix a eso de las 5h. (Julio y yo, Félix no. Él aparece a las 5:15h). Cambiamos las cosas de coche e iniciamos viaje a eso de las 5:45 h.

La carretera no va mal. Hay bastante tráfico a la salida de Madrid, pero sin llegar a ser un atasco. A medida que nos vamos alejando de la urbe, el tráfico se despeja. Para cuando abandonamos la autopista en Alcolea de Pinar, ya vamos solos por unos parajes pelados de lomas suaves y depresiones plantadas de cereal. Los pueblos que vamos atravesando son pequeños y no carentes de encanto. El recorrido por la comarcal parece que no cunde y se hace largo.

Nos vamos comunicando con el móvil y constatamos que ya estamos todos en camino.

El tiempo está nublado y nos chispea en algunos puntos del viaje. Esperemos que los pronósticos se cumplan y a partir de ahora empiece a mejorar.

Cuando pasamos el último pueblo hacia Peralejos, el terreno se encrespa y el paisaje cambia totalmente. Esto nos pone cachondos.

Llegamos a Peralejos y preguntamos por casa Chon. Su hijo Rodrigo, un chaval de ocho años, se sube al coche con total tranquilidad para indicarnos el camino –hay que ver lo confiados que son estos chavales-. Lo encontramos sin dificultad. Chon nos enseña los apartamentos que están construidos con estilo muy tradicional, combinando material reciclado de otras construcciones antiguas con madera recién puesta, sin tratar, que no desentona en absoluto.

La decoración y equipamiento es “justita”, pero suficiente y con buen gusto.

Nosotros tenemos dos apartamentos: uno grande, con tres dormitorios, cocina-salón y un baño; todas las  piezas repartidas en los diferentes rellanos de una escalera de madera. El otro apartamento es pequeño, de una sola planta, con una cama grande y un sofá cama.

En poco tiempo estamos todos allí. Nos instalamos como sigue:

-Alfredo y Juan en el pequeño, ya que los dos se irán el domingo por la tarde (además Félix le dijo a Chon que eran pareja).

-Los demás en el grande. Julio que sube primero elige la habitación de la primera planta (un poquito egoísta sí que está resultando). Félix y yo compartimos habitación en el siguiente rellano y Miguel sube al palomar, donde dispone de una cama grande en una habitación pequeña –dice que le da miedo-A todos nos gusta el sitio y pensamos que hemos acertado con la elección.

Una vez instalados, nos vamos a cenar al hostal El Molino. La verdad es que la oferta de restauración del pueblo no es muy allá, aunque probablemente está bien equilibrada con respecto a la demanda (ya lo dijo Adam Smith aunque creo que no anduvo nunca por aquí).

Después de cenar nos tomamos una copa en el disco bar Fiver, que es el local de alterne del pueblo, y jugamos unas partidas al futbolín. Aunque Juan y yo empezamos ganando, después queda claro que soy un auténtico paquete y no nos comemos una rosca –lo siento por Juan- .

Nos vamos a dormir relajados y quedamos para desayunar mañana a las 9h.

Sábado, 11 de Mayo: LA GRAN RUTA  (62 Km)

Peralejos-Loma Pajar-Ventorro del Chato- Rio Cabrillas-Puente de Peñalen-Fuente del Berro-Rio Tajo-Salto de la Poveda-Laguna de Taravilla-Collado Somero-Puente del Martinete-Rio Tajo-Peralejos. (62 km)

El día está feo y parece que ha llovido toda la noche. ¡que pereza! Aunque la casa está muy bien, todos decimos que hemos dormido regular. Quizá sean nervios.

Desayunamos en el Hostal el Tajo, el mismo sitio de la cena de ayer. El desayuno es bestial: bocadillos enormes de tortilla francesa con jamón (yo prefiero tostadas). A mí me parece que el sitio huele a rancio y que además nos clavan un poco, pero tampoco está tan mal.

Entre ponte bien y estate quieta, iniciamos la marcha a eso de las 10h. Salimos por carretera cuesta arriba, en dirección a Molina y a eso de 4Km nos desviamos por la pista que sale a la izquierda. Después de la subida ya hace menos frío.

Cogemos una pista arcillosa y muy embarrada. Hay niebla, chispea un poco y el barro nos llega a los cojones (a que sí, Miguel). Parece imposible lo que puede llegar a pesar una bici en este terreno.

Miki preocupado por su Gary Fisher y Julito deshuevándose

Hasta que no cogemos la ribera del río Cabrillas, el paisaje está bien, pero no se diferencia en absoluto de cualquier pinar de sierra. Los que van delante dicen haber visto un par de venados ¡no está mal! Esto empieza a poner interés a la excursión.

Al llegar al Ventorro del Chato, nos desviamos a ver las ruinas del molino, que está en un paraje precioso. Es una zona de ribera, con árboles de hoja caduca que empiezan a sentir ahora la primavera que ya lleva más de un mes instalada en Madrid. Los robles que hemos visto en las laderas están todavía sin hoja y los álamos y chopos, más protegidos, empiezan a echar las primeras hojas con timidez (joder, queda francamente cursi).

Salimos a la carretera de Poveda, que está en obras, para volverla a dejar en menos e 1 Km, en el puente sobre el Cabrillas, donde tomamos un camino que discurre paralelo al río. En este punto es donde enlaza la ruta nº12 con la nº15.

El camino que discurre paralelo al río Cabrillas es frondoso y con bastante barro. Aunque no tiene un desnivel significativo, si hay alguna rampa dura.

Llegado a un punto, el camino desaparece en el río y continúa en el extremo opuesto. Como el cauce va bastante alto, parece que tendremos que desnudarnos de cintura para abajo y cruzar. Afortunadamente, a menos de 20 metros del trazado del camino principal, se accede a una pasarela peatonal, hecha con dos troncos y unas tablas viejas. Cruzamos de uno en uno con cuidado, porque está resbaladiza en uno de sus extremos y las zarzas dificultan avanzar con la bici. A pesar de que Alfredo tiene la cámara preparada, no ha habido jugada, así que nos tenemos que conformar con unas fotos sin caída.

El camino continua por la margen del Cabrillas, pasando por la Fuente de la Reina (magnífico lugar en el que Julio aprende que los cascos de bici son regulables, después de haber usado el suyo dos años a estilo chapela), hasta llegar prácticamente a la junta con el río Tajo. En este tramo encontramos muchos puntos de foto (y Félix sigue chupando cámara) con vistas sobre el río, los farallones de roca o el árbol cubierto de musgo.

La pista se convierte en senda estrecha, coincidiendo con el GR-10 y sube sobre un bloque de piedra, para dejarse caer de nuevo sobre el puente de Peñalen ¡mucho puente para tan poca pista! Continuamos el camino hasta salir a la carretera de Poveda.

En este punto de la excursión decidimos desviarnos hasta Poveda de la Sierra para comer algo más que barritas. Hay que superar una subida de 100metros de desnivel por carretera, que se hacen pesados. Sobre todo a Julio y a mí, que una vez más nos picamos como críos.

El único sitio donde se puede comer algo es en el restaurante junto a la gasolinera. De primero macarrones y luego cada uno un segundo. Mientras nos sentamos, Miguel decide lavar su Gary Fisher, que parece que le gusta más el barro que a las otras marcas. A Miguel se le saltan las lágrimas de verla tan sucia.

Julio se queja por que le han puesto menos macarrones que al resto y se los quita a Miguel del plato (un poco avaricioso sí que nos está saliendo: la habitación, los macarrones….hay que ir atando cabos).

Después de comer reanudamos ruta, pero para variar decidimos coger otro camino distinto que no viene en la ruta, pero debe sacarnos prácticamente al mismo sitio.

Pues bien, dicho camino “nos regala” otros 100 metros e desnivel por una pista de servicio a las minas de caolín próximas. El paisaje parece lunar y la pendiente es durísima. Sobre todo con la tripa llena.

Al iniciar la subida, empieza a fallarme la bici: chupa la cadena y fuerza el desviador, con alto riesgo de rotura. A Félix también le falla. Lo suyo parece peor: la dirección se le afloja y puede llegar a ser peligroso.

Entramos Félix y yo a las instalaciones de la mina, donde nos facilitan un poco de aceite denso y pringoso, y nos dejan una llave inglesa. Mi problema queda resuelto, no así el de Félix.

Completamos solos la subida, porque estos cabrones nos se han dignado a volver por si nos pasaba algo.

El mismo problema que he tenido yo con la cadena se repite después en las bicis de Miguel y Julio. En este caso, a falta de aceite, lo resolvemos con crema bronceadora ¡caro lubricante, pero no se puede elegir!

El descenso al Tajo por la vertiente contraria está muy bien y se hace cómodo. Pasamos por un centro donde hay un tío de esos de turismo de aventura, que nos indica que para completar nuestra ruta tenemos que cruzar el Tajo por una pasarela y hacer una senda muy estrecha hasta el Salto Poveda.

Desde allí superar una nueva montaña con la bici al hombro para llegar a la Laguna de la Taravilla.

El sendero es estrecho y Alfredo tiene una caída sin consecuencias. El salto Poveda nos sale al encuentro por sorpresa y verdaderamente nos impresiona a todos.

Después de unas fotos (para el book de Félix) continuamos camino montaña arriba, coronamos y bajamos a la laguna. Al salir a la pista principal, Alfredo salta por encima de la bici; afortunadamente, también sin consecuencias.

El camino que nos queda desde la laguna es bueno, aunque tiene algunos repechos que ya nos van pesando.

Salimos a la carretera en el puente de Martinete y desde allí a Peralejos tan solo quedan 3,8 Km

Llegamos a Peralejos cansados. Lavamos y engrasamos las bicis, arreglamos la dirección de Félix y nos cambiamos para cenar en casa Pura. Después de la cena, unas copas y más futbolín ¡joder que malo soy!

Nos vamos a la cama con la seguridad de que vamos a dormir mejor que el día anterior

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Cazorla en 2001: Día 1-Nacimiento Guadalquivir-Cerrada del Utrero

Ruta realizada el Viernes 08/06/2001

Dificultad Física
Dificultad Técnica
79.2 km
1940 m
285 Km Distancia Madrid
6h35'
6h35'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Pepe

Mas detalle ruta

Descarga ruta: 1-Cazorla-Nacimiento-Guadalquivir-Cerrada-del-Utrero-Cazorla.gpx
Reproductor audio crónica:

Este fue el precursor de los viajes que anualmente seguimos haciendo desde entonces. No teníamos GPS. Ni siquiera sabíamos de su existencia. Tampoco tenemos fotos digitalizadas pues no teníamos cámara digital. He escaneado las mejores que tengo. Pepe tendrá más. El track lo he reconstruido con la crónica

8-06-2001 El viaje

Salgo de currar deprisa para recoger a Carolina y comer juntos. Recogemos a los niños, que han comido en el cole y nos vamos a casa.

Preparo todo y cuando voy a cargar la bici resulta que está pinchada. ¡Empezamos bien! Salgo poco antes de las 4 y, cuando voy por la M40 a la altura de la carretera de Colmenar, me doy cuenta de que me he dejado la cartera en casa. ¡Bien! Entre pitos y flautas he perdido una hora.

Recojo a Félix y nos ponemos de viaje casi a las 5. El atasco para salir de Madrid es de puta madre y hace mucho calor. Se nos hacen casi las 7 cuando se puede decir que estamos de verdad de carretera.

El viaje con el Peugeot 205 es pesado y el paisaje feo. Paramos cerca de Manzanares a tomar algo y continuamos ruta hasta Cazorla, donde llegamos pasadas las 10. Más de 6 horas desde que salí de casa ¡y eso que dicen que se hacía en 3!

El hotel, a la entrada del pueblo, está muy bien. Todo está limpio y nuevo. Es el primer acierto de lo que sería la  tónica general de la excursión. Cenamos en el restaurante “la Sarga” –segundo acierto- un menú de 2.000 pelas que está muy  bueno y abundante. Se puede decir que hemos preparado bien el estómago para la jornada del día siguiente.

Como la cena ha sido una burrada, damos un paseo por el pueblo antes de irnos a dormir. Las calles tienen mucha pendiente y en las plazas se ve bastante ambiente. Nos vamos a la cama cerca de la 1, y mañana pensamos levantarnos sobre las 7. Ya veremos si cumplimos con nuestra intención.

9-06-2001 Primera ruta

De Cazorla al nacimiento del Guadalquivir, que como se verá después, viene al mundo por cesárea. Salimos de Cazorla por carretera, en dirección a la Iruela, con unas rampas de pendiente bastante fuerte. Al cruzar el pueblo tomamos dirección a la a ermita de la Virgen de la Cabeza.

La subida es continuada, aunque no tan fuerte como la salida de Cazorla. A los 4 Km. el firme se convierte en tierra. El ascenso ofrece vistas bonitas sobre el llano del olivar y los castillos de la Iruela (Yedra y castillo de 5 Esquinas y Salvatierra).

Pasamos algunas casas aisladas, abandonadas  y en mal estado,  que tuvieron que ser estupendas en su momento. El collado Zamora, una cota de 1450 m. (Cazorla son 800m), marca un hito en el camino, porque giramos 180 grados para continuar ascendiendo suavemente, ganando altura mientras rodeamos la montaña. Cambiamos de vertiente y bajamos unos 3 Km. hasta el nacimiento del Guadalquivir.

Después de un camino tan bonito, el nacimiento no vale mucho la pena. Es una hoya con una pequeña balsa (más bien un charco) a donde sale el agua desde las tripas de la tierra, pero sin producir ningún efecto destacable. Es un sitio de destino, donde se juntan varios grupos. Charlamos con unos y con otros (todos tienen un acento cerrado y más bien torpón) y nos salimos de nuestra ruta para subir al pino de las tres cruces. En total, unos 4 Km de subida que nos llevan a un collado con unas vistas estupendas. Desde algún punto del camino hemos visto también la cordillera del Mulhacén, con algo de nieve.

La BH de Pepe con rastrales

Bajamos de nuevo al nacimiento del Guadalquivir y continuamos ruta. Los 12 km que hay hasta el camping de las Herrerías se nos hacen muy largos, a  pesar de que es todo bajada y el río discurre a nuestro lado con paisajes muy bonitos. Comimos en el camping y nos timan un poco (4600 pts) por dos platos de carne no muy grandes, ensalada y poco más….

Después de varias preguntas a los lugareños, decidimos alterar nuestro plan: en vez de ir al parador y coger el sendero, tomamos la alternativa más larga por carretera, ya que el sendero parece ser impracticable. Así que, sin pensarlo, nos vemos  en Vadillo-Castril, donde empieza nuestra ruta de mañana. Paramos en el puente, escondemos las bicis entre la maleza y nos hacemos andando la ruta de la cerrada del Utrero, que nos descubre unas cascadas preciosas.

Si podemos, volveremos mañana para acercarnos al pie de las cascadas. Seguimos carretera sin nada importante que destacar. Subimos el puerto de las Palomas que, en verdad nos sobra, para dejarnos caer hasta Cazorla. Cervecita en la plaza según llegamos y ducha en el hotel, para las bicis y para nosotros. ¡Ya veremos que nos depara la cena! Como los del Sarga están de boda, nos vamos a un italiano, buscando pasta como locos. Cuando acabamos de cenar, vemos a los chavales de Madrid que habíamos encontrado en la fuente, a mitad de camino. Ellos sí se fueron por el sendero de Cazorla al parador, solo que además se equivocaron en el punto alto y giraron derecha en lugar de izquierda, con lo que fueron a salir otra vez a las proximidades del nacimiento del Guadalquivir. Nos confirman que hay muchos tramos no ciclables y que han tenido que andar cerca de 10 km. No entiendo como no nos dan dos hostias por el consejo, pues al fin y al cabo, fue sugerencia nuestra.

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Selva de Irati: Casas Irati-Bosque de Lizardoia

Ruta realizada el Miércoles 22/06/2005

Dificultad Física
Dificultad Técnica
5.2 km
420 m
359 Km Distancia Madrid
1h33'
1h07'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Pepe

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Hoy ya estamos de retirada. Para aprovechar el día hemos decidido darnos una vuelta andando por la reserva del bosque de Lizardoia, junto a Casas de Iratí. Para desayunar nos hemos traído unos bollos y unos batidos, pues en este pueblo está visto que no son e madrugar.

Mientras nos preparamos para echar a andar volvemos a ver a Javier y su yegua, que van a dar una vuelta alrededor del pantano. Nosotros salimos en sentido opuesto, junto al cauce del río.

La mañana está agradable, más bien fresca. Nosotros vamos paseando con nuestra bota de vino y la mochila con los bocatas. Nos avisan los guardas que por esa zona se pierden los caminos y en consecuencia los caminantes, lo que les obliga a salir en su búsqueda y nos desaconsejan ese paseo. Por otra parte tiene el acicate de que es una zona virgen de podas y cortas.

Naturalmente no les hacemos caso porque para eso llevamos el GPS y somos expertos. Jamás nos perdemos.

Nos desviamos un poco de la senda para ver una cascada. Está bien, pero se nota que falta agua, las señales en las piedras muestran que en los momentos buenos, el cauce del río supera lo menos en diez veces lo que vemos ahora. La roca está pulida y suavizada por un desgaste continuo, nada de una tromba ocasional. Hacemos unas fotos y volvemos a nuestra ruta original.

Poco más adelante dejamos la pista por la izquierda y nos desviamos por un camino abandonado en pendiente. Está cubierto de hierba y tiene marcas profundas de regueros, claramente no se usa desde hace tiempo.

Un poco de ascenso junto al arroyo hasta que el trazado prácticamente se pierde en el bosque. No está claro si cruza sobre el cauce o hace un cambio de sentido brusco hacia una ladera empinada. Probablemente se trate de distintas bifurcaciones.

Elegimos la primera opción y nos internamos en un bosque en ladera, bastante cerrado, con el suelo cubierto de hojas, pero sin vegetación baja, se nota que entra poca luz.

El paseo por aquí no es muy cómodo, debido a la pendiente y la humedad del suelo, que propicia los resbalones en cuanto de descuidas. Por otra parte, lo que vemos no nos impresiona. Los árboles no son demasiado grandes, no hay ejemplares muy viejos ni con troncos llamativos. La verdad, después de lo de ayer, esto no aporta mucho. Lo que si es cierto, es que resulta fácil despistarse, pues al haber avanzado por la loma en el sentido inverso que traíamos, el terreno de va obligando a separarte del camino que discurre por el fondo, a la vez que las laderas se inclinan más y más, dificultando seguir la dirección que desearías.

Cuando llevamos un rato danzando por aquí, coincidimos en que mejor lo dejamos, ya vale para hacernos una idea, preferimos volver pronto que seguir contando hayas.

Al volver cambiamos un poco el trazado y nos bajamos hasta el cauce del arroyo, que es por donde mejor se puede avanzar. En una de estas con la bici ya llevaríamos un rato bastante incómodos. Cruzamos el arroyo y poco después recuperamos el camino.

Es el momento del bocata a la sombra, así que nos lo atizamos sin miramientos, pegándole buenos estrujones a la bota. Vuelta al coche y para el pueblo.

En Ochagavía recogemos los bártulos y nos despedimos de Maricarmen. Yo creo que se ha arrugado más todavía en el último rato, ahora que le da el Sol, parece octogenaria. ¡Y pensar que, la primera tarde, cuando bajaba por la penumbra de la escalera, parecía una grácil jovencita.

Nos ponemos de viaje por un itinerario diferente, dirigiéndonos hacia el Sur prácticamente en línea recta, a ir a empalmar con la A-2. Son muchos kilómetros de carretera de doble sentido, pero no se va mal. Hasta la hora de la comida todo casi bien, sin mucha pérdida de tiempo, pero después las cosas se complican poco a poco. Nos cae alguna tormenta, después hay algún tramo en obras, luego, cuando ya estamos prácticamente a la vista de la autovía, la Guardia Civil nos desvía otra vez hacia la carretera local. Parece que hay obras, o desprendimientos, o voladuras, ¡cualquiera sabe!

Consultamos el mapa e identificamos los pueblos que debemos parar para llegar a la autovía más adelante, pero cuando estamos casi allí, nos corta el paso un coche de obra, con un fulano de tez oscura que no habla español y solo dice “no carretera, no carretera” así que vuelta para atrás y a buscar otro acceso. El caso es que según volvemos nos adelanta un coche que viene de donde queríamos ir nosotros, pero consideramos inútil volver y pedir explicaciones al tarugo que han puesto allí, así que seguimos adelante.

Salimos a la autovía, hacia Madrid, ya sin novedad ninguna hasta llegar a casa, salvo que el tráfico es denso hasta llegar a la R-2.

En definitiva, que no somos capaces de hacer un viaje normal, ni a la ida, ni a la vuelta. No me explico yo los Fitipaldi esos que van a la playa en cuatro horas, a esquiar al Pirineo en cuatro horas, llegan a trabajar en 20 minutos. ¡Mucho mentiroso es lo que hay!

Paramos en mi casa a dejar los bártulos y nos despedimos después de un año más de excursión. Han sido cinco días y no se me han hecho nada largos. Félix: acuérdate que el año próximo me toca llevar el coche, ahora solo falta pensar dónde.

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Selva de Irati: Aribe-Barranco Berrendipea-Orbaitzeta

Ruta realizada el Martes 21/06/2005

Dificultad Física
Dificultad Técnica
31.4 km
1101 m
346 Km Distancia Madrid
8h46'
4h25'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Pepe

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Reproductor audio crónica:

Como ya tenemos los bocatas comprados y sabemos que por aquí no hay ni café, compramos pan y enfilamos derechos hacia Aribe. Nos vamos fijando en cada pueblo, comprobando que está todo cerrado, no se ve ninguna actividad. Después de varios intentos es en Garaioa donde encontramos el primer bar. Es un establecimiento bien presentado, con habitaciones. Nos atiende una señora mayor que nos cuenta cosas de la zona, de la agricultura, ganado, etc. Nos hace el numerito típico de que aquí no se queda nadie, que los jóvenes de van a la ciudad. ¡Quién cuidará de estas casas cuando nosotros faltemos! En fin, lo de siempre. Toda la historia está llena de ejemplos de pueblos y ciudades abandonados, sino que se lo pregunten a los peruanos del Machu Pichu, o más cercano, a los pueblos manchegos, que no han tenido tanta suerte como éstos, ni tanta inversión. 

Cuando empezamos la ruta en Aribe ya son las diez, se ve que es nuestra hora. Subimos por carretera hasta Villanueva de Aezcoa (Hiriberri en euskera). Es un tramo durito para empezar y mejor hacerlo ahora que a la vuelta.

Vamos a hacer un recorrido que nos hemos preparado directamente sobre el plano, procurando evitar los tramos que ya recorrimos el domingo en coche, sin renunciar a conocer esta parte del bosque ¡y bien que lo conoceríamos!

En el pueblo preguntamos a un viejo por el camino adecuado. También encontramos un cartelón con un croquis de la zona. Damos con la pista correcta y todo para arriba. La subida es muy dura hasta el collado de Zelane. En una de las rampas echo pie a tierra, pues tiene mucho desnivel y no apetece desgastarse tanto al principio.

Cambiamos de vertiente e iniciamos el descenso por una pista que nos lleva al mismo barranco que recorrimos el sábado, solo que por la ladera de enfrente.

En la bajada pasamos junto a varias bordas para guardar ganado y en la última muere el camino. Pasamos la valla que delimita la propiedad y entramos en un hayedo de los de cuento de hadas.

A partir de aquí la cosa se complica poco a poco. Recorremos el bosque y las áreas limítrofes despejadas, todo ello en ladera y cuajado de espinos.

Se impone una parada para comer algo de fruta y recapitular. Sobre el plano está clarísimo, hay un sendero que da la vuelta a la loma y desemboca en pista ancha. Sobre le terreno ya es otra cosa.

Subimos y bajamos varias veces los espinos, con y sin la bici a cuestas. Cada uno de los intentos va dejando rastro en nuestras piernas. En una de las subidas sin bici llegamos a descubrir restos de lo que podría ser un sendero, o quizá una senda de jabalíes. Nueva bajada, esta vez con los pinchos de brezo a la altura de los tobillos. Atravesamos un campo de flores, que también resultan ser matas espinosas y nos hacemos de nuevo el ascenso por la pared, pero con la bici a cuestas.

Conseguimos doblar la loma de Tres Mugas y perder el sendero de nuevo, pero en una situación todavía un poco más complicada que la anterior. Vamos perdiendo altura y nos internamos en un bosque de hayas muy oscuro, con el suelo cubierto por una densa capa de hojas que no ha debido hoyar nadie durante mucho tiempo. En uno de los puntos, la inclinación es tal que no puede bajarse por derecho, ni siquiera bajados de la bici, la cosa va de tirar la bici para bajar arrastrando el culo, o bien tratar de aproximarnos recorriendo la arista. Optamos por la segunda opción, aunque se da más vuelta. En nuestro recorrido espantamos a un grupo de ciervos que estaban tumbados a la fresca. Estamos abajo, en un rincón oscuro con orientación Norte donde se filtra poca luz. Los troncos están cubiertos de musgo y la sensación es sobrecogedora.

Intentamos desplazarnos en el sentido del río, que oímos mucho más abajo, al fondo de un barranco. El problema es que es doblar la primera curva del río, cambiando de orientación y el aumento de luz ha facilitado una vegetación muy densa, intrincada, que tendríamos que ir apartando con machete. La mayoría es rosal salvaje, que como es más alto nos va dejando las marcas en la parte alta de las piernas y los brazo. Ya no se trata de que “el gato es mío” lo que pasa es que además es muy nervioso y no para quieto.

¡Ahora que hacemos! Ya dudamos de que la pista del plano exista, además hemos bajado mucho, por sitios que no es fácil pensar en desandar. No sabemos si nos queda mucho o poco. En el gps vemos que el sábado estuvimos a 800mts de aquí en línea recta, pero separados por un barranco bastante profundo. ¡Es desesperante! Además no podemos culparnos el uno al otro, porque la rutita nos la hemos pintado juntos y a los dos nos pareció estupenda. Cada vez que dejamos las bicis para buscar un sendero, nos cuesta encontrarlas porque hay una vegetación muy espesa.

Nueva parada para comernos la fruta que nos queda y beber un poco más de agua. ¿Tendremos bastante?, ¿cuánto va a durar esto? Lo que está claro es que la ansiada siesta en la que pensaba Félix se aleja de nuestras posibilidades por completo.

La última parada ha sido sobre un pequeño reguero de agua, hay un barrizal removido, que debe ser donde se rebozan los gorrinos para desparasitarse. Aquí decidimos dejar las bicis y hacer un último intento en busca de la salida. Si éste no nos sale, tenemos que aprovechar las horas de luz que queden para salir por donde hemos venido, al menos hasta la pista que terminaba en la borda.

Son cerca de las 17:00 y aunque hay luz para bastante rato, no apetece pasar aquí la noche porque además hará frío. Hay que tomar decisiones ya. Félix marca un waypoint en el lugar que dejamos las bicis y nos tiramos ladera abajo, en dirección al río. Si conseguimos llegar la cauce, esperamos que al menos podamos ir por dentro del agua, llevando la bicicleta al hombro un par de kilómetros y procurando no resbalar en las piedras cubiertas de verdín. Esto permite imaginar cómo es la alternativa que hasta ahora venimos recorriendo.

Nos internamos en un bosque de árboles espinosos (creo que es espino Albar), que alterna con hayas que nacen en arbusto, con muchas varas juntas desde el suelo. Afortunadamente la altura de los espinos nos permite caminar por debajo, pues solo faltaba que nos marcásemos la cara y todos pensaran que, además de follarnos al gato, queríamos darle un morreo.

En un punto del bosque, ya próximo al agua encontramos un sendero, que después se hace más ancho, aunque difuminado. Es el resto de alguna pista de servicio o un acceso antiguo para sacar madera.

Félix dice de volver a por las bicis, pero yo quiero asegurarme de que esta vez si hay salida, así que lo recorremos entero y vamos comprobando el estado de abandono en el que está. A veces va por el río, hay árboles caídos, alguna zona en la que está totalmente cerrado de zarzas, pero sólo la sensación de comprobar que vamos por donde en algún momento hubo trazada una pista, nos da confianza.

Son pocos arañazos más los que necesitamos para llegar a la pista principal. ¡Estamos salvados! Ahora ya solo queda esfuerzo, pero sin incertidumbre. Hay que volver a subir por donde vinimos hasta el punto donde estaban las bicis. Nos ayudamos del gps para poder encontrarlas, pues no es fácil. La bici de Félix está pinchada, pero esperamos a arreglarla a un punto un poco despejado. La ida y vuelta se lleva más de una hora, la repetición del recorrido arrastrando la bici también lleva lo suyo. Tengo la sensación de haberme pinchado tres veces con cada zarza.

Hemos salido a la pista, se acabaron los problemas, ya solo quedan las cicatrices de recuerdo, la sed y las ganas de llegar. Pedaleamos suave y contínuo por pista y luego por carretera hasta llegar a Aribe.

En la gasolinera del pueblo nos tomamos unas cervezas y patatas fritas para descansar un poco y recuperar fuerzas. Nos damos cuenta de que esta historia yendo los siete juntos hubiera sido un verdadero problema. No es posible ponerse de acuerdo y moverse por un sitio así tanta gente de forma coordinada.

Bueno, vuelta al pueblo. Hemos hecho 26 kilómetros de bici y no se cuantos andando. Está claro que cada excursión necesita de su miajita de aventura intrépida, pero reconozco que se me va pasando la edad y las ganas.

Hoy nos hemos follado al gato enfadado

A la entrada al pueblo volvemos a ver desde le coche a la moza pechugona que ayer por la mañana, no puedo reprimir una exclamación con la ventanilla bajada, creo que nos han oído.

Nos cambiamos de ropa y echamos una sidra. Nos encontramos otra vez con Javier, el del caballo. Nos ha prometido que nos enviará información de su tierra, para que le visitemos el próximo año. Verdaderamente es una opción, pues queda más cerca y también tiene su encanto.

Cenamos en Escaroz y de regreso nos tomamos nuestra copa en Auñamendi. Esta noche toca gin&tonic.

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Selva de Irati:Ochagavia-Vidangoz

Ruta realizada el Lunes 20/06/2005

Dificultad Física
Dificultad Técnica
59.2 km
1285 m
352 Km Distancia Madrid
Sin datos
Sin datos
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Pepe

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Nos levantamos a las ocho y cuarto y nos vamos a desayunar. El bar está cerrado hasta las 9h. Así que ya sabemos por qué nos clavaba Maricarmen, era por el madrugón, no por el desayuno. Volvemos ya vestidos de ciclistas a tomar un café y unos bollos industriales, pues no hay más opción. Conocemos a Javier, un tío prejubilado que está por allí de excursión a caballo, luego coincidiríamos más veces.

Después del desayuno compramos vituallas en la tienda y nos preparamos para iniciar la marcha. La bici vuelve a estar pinchada, delante y detrás, así que otro ratito de reparaciones antes de salir. Mientras estamos con nuestro taller montado a la puerta de la casa, llega una pareja a preguntar si hay habitación para dormir. Ella es como la Angelina Joly, pero más a lo bruto. De verdad que impresiona y ella lo sabe. Su busto nos deja trastornados lo que queda de excursión, a partir de ahora, cualquier curva en el paisaje nos trae su recuerdo. ¡Lástima que no se quedaran en la casa!

Por fin nos ponemos en marcha a eso de las 10h. No había hecho falta madrugar tanto. Nos cuesta encontrar el enlace con el GR-11. Preguntamos a una vieja de la zona por distintos puntos de referencia y ella contesta que no sabe, que desde que le han puesto a todo los nombres en vasco, ya no sabe ni donde vive. Es el camarero del restaurante el que finalmente nos indica el camino adecuado.

Los primeros 4 km de subida inicial son muy duros, con pendiente pronunciada y de piedra suelta en el suelo, luego suaviza pero sigue subiendo. Hace calor.

El primer cruce importante se llama Gatzarrapalda (1230). Aquí la pista llanea un poco, hay bosque de abeto salpicado de algún haya, también algún terreno de cultivo.

Nos encontramos con un francés que está empezando la transpirenaica. El tío piensa ir y volver andando durante todo el verano, se ve que tiene tiempo. Nos pide permiso para hacernos una foto. A lo mejor es de este capullo la navaja Opinel que he encontrado hace un rato. ¡Pues va a cortar las rajas de chorizo con dos piedras!

Llegamos al alto de Zotrapea (1318). Hay una zona de barbacoas y mesas. Desde aquí al portillo de Hilarión (1350). Ahora ya toca bajar y lo hacemos por el GR13, que discurre junto al río Binies. Es una bajada suave, con vegetación muy variada que va cambiando poco a poco el pino por hayas, vamos despacio, disfrutando del paisaje. Paramos a hacernos unas fotos junto a una presa de mampostería en ruinas. Bonito paraje.

Antes de llegar a Vidangoz hay otra presa, ésta más moderna, que está adecuada como piscina natural. El paraje está despoblado, así que aprovechamos para darnos un baño en pelotas. Ya vestidos y en la bici vemos que se acerca una jovencita, ella se lo pierde. ¡Que hubiera corrido más!

Estamos cerca del Roncal. En el pueblo nos cuesta encontrar un bar. Está todo cerrado y no se ve un alma. Finalmente nos abren la puerta de uno y nos cobran 4,90 por cuatro botellines. Encima con la poca vergüenza de decir que es por dos de los cascos, que nos llevamos para tomar el bocata en el campo.

Nos cuesta encontrar un sitio agradable a la sombra, finalmente nos instalamos entre dos casas, ya a las afueras del pueblo, en la parte alta. Las vistas son muy buenas. Me dan ganas de tirar desde aquí los cascos, a ver si le doy a la del bar en la cabeza, pero me corto y nos limitamos a dejar todo muy recogidito en una bolsa de plástico, a la puerta de una de las casas, para que los dueños nos hagan el favor de echarlo a la basura cuando salgan.

Seguimos por carretera hasta cambiar de valle. Pasamos por el pueblo de Igal, en el que tampoco se ve a nadie. Poco después del pueblo abandonamos el asfalto para subir por pista el barranco de Larraiza. Hace mucho calor, vamos parando en las zonas sombreadas del camino. La pendiente comienza suave, pero luego se empina y el firme se deteriora, con mucha piedra suelta. Tenemos que aprovechar cada sombra del camino para descansar un poco. No se como nos apañamos siempre para dejarnos un tramo duro de la ruta para después de comer, cuando más calor hace. Nos cuesta dos horas subir hasta los 1300 m de altitud, luego ya es un sube y baja suave por la misma zona que coronamos por la mañana.

La bajada hasta Ezcaroz también es por pista de piedra suelta, pero ya cuesta menos.

Luego carretera a Ochagavía y directos a la piscina natural del pueblo, que está fenomenal, con su pradera de hierba y zona de sombra. Hay chavales bañándose y sus madres tomando el sol. Rezongamos un poco en la hierba y llamamos a casa para dar novedades. Nos hemos hecho 60 kilómetros, que tampoco está mal.

Nos cambiamos en casa y compramos provisiones para mañana, así no perdemos tiempo. El capítulo de regalos no merece la pena, es todo caro y sin ningún interés.

En la terraza del bar de la plaza nos echamos una botellita de sidra para reponernos y hacer tiempo hasta la cena.

A cenar vamos a Hornos, al hostal Salazar. Aquí coincidimos con Javier, que está alojado. Ya ha terminado de cenar, pero cruzamos unas cuantas frases antes de que se marche, tiene casa en la Sierra de la Demanda y vive en Miranda de Ebro.

Nos sirve la cena una chica joven totalmente disfrazada de bruja. Nos cuenta que donde hay marcha es en Ochagavía ¡cómo será esto entonces!

De vuelta en Ochagavía nos tomamos un whisky que nos ayude a conciliar el sueño y nos vamos casa Dukea. En el puente vemos a un alicantino con su hijo, intentando pescar cangrejos con un ratel. No nos habíamos fijado que hay unos bichos enormes, que parecen casi bogavantes. Tienen una marca blanca en una de las pinzas, nos dicen que se llaman cangrejos “seña”, que alguien echó algún día y se han aclimatado bien. El fulano se asusta cuando Félix dice que la pesca del cangrejo está muy castigada, tira el cebo y recoge. Me hubiera gustado ver uno de cerca, incluso probarlos con tomatito, cebolla y un poco de picante.

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Selva de Irati: Orbaizeta-Rocesvalles-Saint Jean de Pied de Port

Ruta realizada el Domingo 19/06/2005


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RUTA TURISTICA, Domingo 19-06-2005

Nos reunimos todos en torno a la mesa de Maricarmen (cada día que pasa la veo más arrugada) para que nos clave otros cuatro euros a cada uno por el desayuno. Esta vez debió darle vergüenza y nos hace un zumo de naranja. Aun así, es un sablazo impresionante.

Vista de Ochagavía

Ahora si que hay que tomar una decisión: montamos o no. Todavía estamos todos doloridos del día de ayer y con menos ganas si cabe. Alfredo sigue haciendo gala de su afición a las dos ruedas y se decide a montar en cualquier circunstancia. ¿Quién quiere montar en bici con Alfredo? Nos rajamos todos definitivamente y nos llevamos la lección bien aprendida: el próximo año no hay que exagerar tanto en la primera ruta.

Decidimos dedicar el día al turismo por la zona, que tampoco está mal. Vamos en el coche de Miguel y el de Jesús, que se lo juega a los chinos con Félix. Deberíamos haber llevado el de Félix, pues a estos luego les queda un largo viaje a casa.

Nos vamos a conocer la fábrica de armas de Orbaizeta, que es lo más nombrado que hay por aquí. Se trata de unas ruinas situadas a la entrada de un barranco. La construcción debió ser grande, aunque nunca vistosa, pues los restos permiten identificar un edificio industrial del dieciocho, sin gracia ni arte. No hay restos del techo y solo quedan lo que fueron muros de carga, con los pasos con arcos poco esbeltos que tuvo originalmente.

Quizá el punto más llamativo es que parece que corría un cauce de agua por dentro del edificio, una canalización del pequeño río que viene del barranco que posiblemente se utilizara para servicio de la fábrica, bien como fuente energética para un molino o para enfriar piezas procedentes de la fragua, que para beber seguro que tenían botijo.

La maleza nos impide recorrer el edificio por dentro y la vista desde el exterior nos parece suficiente como para no complicarnos la vida.

Cerca de la fábrica hay una iglesia de porte alto, con mucha capacidad. Parece que estuviera en obras de restauración, pero al acercarnos comprobamos que no, que lo que pasa es que está destinada a cuadra de ovejas y almacén de materiales. La zona la completan unas pocas casas aledañas, donde no hay ningún tipo de información ni establecimiento hostelero ¡joder! Para esto no hacía falta poner carteles desde tan lejos, ni anunciarlo en todas las guías de la zona.

Seguimos viaje por el GR-11, que es una pista de hormigón por la que se circula perfectamente y ahorra un montón de kilómetros en el camino a Saint Jean, que es donde nos dirigimos después.

Es un ascenso agradable que teníamos previsto como ruta alternativa en bici. Está muy bien, con bastante vegetación y todo verde. Al alcanzar la cima vemos un rebaño de ovejas raras, con cuernos, dicen que son mutones (mutton quiere decir cordero en francés, así que seguro que son otra cosa), el caso es que llevan las lanas largas y colgadas del lomo, dando la sensación de un abrigo desabrochado. Hacemos unas fotos al rebaño, pero no se dejan mucho y nos enseñan el culo. Se ve que éstas ya son francesas.

Disfrutamos de las primeras vistas de la cara Norte. Se divisa un mar de niebla que deja intuir un paisaje más verde todavía. Bajamos hasta el río por dentro de un frondoso bosque, de los que impresionan, mientras disfrutamos de unos minutos musicales a cargo de los CDs de Jesús, en concreto de uno que dice Julio que ¡es la polla! Luego pasamos a otros ritmos más clásicos que les sirven a Félix y Jesús para porfiar si el tango que escuchamos lo canta Machín, poniendo acento argentino.

Llegamos a San Juan de Pie del Puerto. Es un pueblo bonito, muy turístico, con un casco antiguo amurallado y cerrado por grandes puertas. Su posición fronteriza debió exigirle una configuración defensiva.

Está bien conservado y totalmente dedicado al turismo. Las tiendas y restaurantes parecen caras, aunque por pasear no cobran –todavía- A Jesús le miran con mala cara por ponerse una boina para hacerse una foto. Vemos algunos peregrinos y aderezos típicos para la excursión turístico-religiosa que pasa por aquí.

Nos encontramos con el matrimonio ciclista, los que estaban en el alto de Tapla. Esta vez se enrollan mucho más y nos tienen un buen rato contándonos sus andanzas. Son de San Sebastián y casi se disculpan al decirlo.  Se ve que son parte de la ciudadanía pija de aquella plaza. Ella va tan estupenda como siempre y flirtea con nosotros a su gusto, que si qué fuertes sois, que si que rutas tan largas, que yo también puedo… le lanza miraditas a Juan y se deja impresionar por su porte gallardo. El marido pasa, debe estar acostumbrado. ¿Os acordáis del año pasado? ¿Cuando se nos enrollaba una piba con mantón delante de su marido en el alto de la Farrapona?

Ya conocemos el pueblo, así que nos volvemos por Roncesvalles. Desde el coche preguntamos a una por la carretera de vuelta, pero no nos enteramos mucho, pues todos la miramos al escote.

Llegamos a la basílica y damos una vueltecita por allí. Está bien esto, también muy turístico, con buenas vistas y algunos bares. Visitando la iglesia, Félix se fija en un cochecito de gemelos y en una imagen cabezona de Santiago apóstol. ¡Coño!, vamos a llamar a Santi. Efectivamente, ha sido toda una premonición. Su mujer acaba de parir hace media hora. Todo ha ido bien y los niños están perfectos. Recibe nuestra enhorabuena y también las primeras ofertas para comprarle la Merida, que ya no la va a usar mucho.

Para comer entramos en Burguete, en el hostal Loizu. Ocupamos una mesa redonda, que nos viene muy bien para vernos todos y charlar, pero colocan enfrente a una parejita, ella con un pronunciado escote, que deja ver su piel nívea e intuir sus magníficas tetas. Poco a poco vamos desplazándonos por la mesa redonda para quedar todos en el mismo semicírculo, de frente a la moza. La situación es embarazosa, el pobre novio no sabe donde meterse y evita cruzar la mirada con nosotros, ella no lo evita pues se está divirtiendo un montón, nosotros hacemos fotos aumentando progresivamente el descaro.

Desde el restaurante hablamos con Alfredo. Va todo bien, está a punto de terminar la ruta prevista sin incidentes. Parece ser que es una ruta bonita, que Félix y yo nos guardamos para mañana.

Volvemos por Garralda sin mayor novedad. Alfredo ya se marchó, nos le cruzamos por la carretera. Los demás preparan sus bártulos y emprenden vuelta. Los que se quedan no les queda más remedio que dormir la siesta.

Cuando nos despertamos encontramos la cámara de fotos de Julio, que se la ha dejado en el portal. Cuando hablamos con él, le vacilamos un poco antes de reconocer que la teníamos a buen recaudo.

Nos damos un paseo andando por la pista de esquí de fondo de Pikatua. Ayer pasamos por el mismo punto en bici, aunque con otro recorrido. Después subimos en coche el puerto de Larrau. Hace aire. El atardecer por el lado Norte está muy bien, se ve cómo las nubes se arrastran por debajo de nosotros, pasando de una vertiente a otra, pegadas a las lomas próximas. Hay puesto de caza de palomas por toda la cuerda. Justo en el puerto hay unos montañeros preparándose para pasar la noche en pequeñas tiendas unipersonales, en un camino en cuesta bastante ingrato.

Ya de vuelta, pero muy cerca de la cumbre, recogemos a un caminante en manga corta, que se dirige a Ochagavía. Es maestro en el instituto del pueblo y salio a andar esta mañana a las seis. Se apegado una buena paliza, creo que se ha despistado, pues está atardeciendo y le quedarían cerca de quince kilómetros de vuelta por carretera. EL dice que no, que conoce muy bien la zona.

Nos cuenta algunos detalles del pueblo y de la historia de la zona, también nos indica algunas rutas y sitios pintorescos para visitar ¡lastima no tener más tiempo! Nos despedimos en el pueblo habiéndole salvado a este hombre de una noche casi segura al raso, pues por allí no pasa nadie y en cuanto se vaya la luz, el que pasa no para.

Arreglo el pinchazo de la bici que tenía pendiente y nos vamos a cenar. La sidrería está cerrada, el otro restaurante es un carero, así que nos vamos a Auñamendi. Esta noche el local está desangelado, solo hay una pareja de guiris enrollándose con el camarero y atufando todo con humo de pipa. Después de cenar tomamos un whisky.

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