Cercedilla-Fuenfría-Marichiva-Alto del León-Los Molinos

Ruta realizada el Sábado 14/08/2004

Dificultad Física
Dificultad Técnica
42.4 km
1327 m
47 Km Distancia Madrid
4h09'
3h16'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Pepe, Jesús, Julio

Mas detalle ruta

Descarga ruta: Cercedilla-Fuenfria-Marichiva-Río-Moros-Alto-León.gpx

Empezamos a las 8h. en Cercedilla. Hoy recogemos a Julio de sus vacaciones en la playa, donde dice que no ha usado la bici más que para los recados, aunque no ha perdido forma en absoluto, va igual que antes, puede que sufra un poco más. Jesús se une desde su retiro en Talamanca, buscando el fresco y huyendo de los tábanos que nos acribillaban la semana pasada.

Empezamos por el camino Puricheli, como de costumbre, con sus piedras y sus rampas. La primera parte es muy desigual y vamos desagrupados, con tirones y paradas, estamos con el fine tunning que diría un guiri. Cuando cogemos la pista en el hospital, el ritmo se normaliza y empezamos la subida continua y suave. Jesús va mejor que la semana pasada y se ilusiona, incluso en algún punto aprieta a tope y se pone por delante. Está claro que el coco hace la mayor parte del esfuerzo, las piernas sólo le siguen y el corazón es el que lo sufre en silencio.

Ya bien mediada la subida, Julio y yo apretamos duro con nuestro pique de rigor. Esta vez las paso putas, porque no es lo mismo darle un tirón rápido de 200 metros, que aguantarle su ritmo con el aliento en el cogote. Al final llegamos juntos y con la lengua fuera al Mirador del Poeta. Aquí esperamos a Jesús y comemos algo.

Seguimos subiendo ya más tranquilos, recreándonos en el paisaje, que está con nubes por encima y por debajo de nosotros, nos asomamos en cada mirador y disfrutamos de paseo. En un momento nos piden paso a toque de pito una tropa de globeros, todos vestidos iguales y que se creen que van muy fuertes. Tengo que sujetar a Julio para que no se pique y les pase por encima. La verdad es que, para el tramo de subida que nos quedaba, podíamos haberles puesto las pilas sin despeinarnos, pero Julio no se conforma con saberlo, le hubiera gustado demostrarlo.

No paramos en el puerto, porque vamos frescos y apetece seguir hacia el collado Marichiva. Repostamos agua en el pilón que hay de camino y seguimos.

En la bajada por el pedregal, Jesús lo hace casi todo el camino si poner el pie, Julio baja en plan patinete y yo me quedo el último con mucha parsimonia. Cogemos la pista hacia la derecha, que es un poco más largo, pero creo que tiene mejores perspectivas.

Ya avanzado el recorrido por pista nos encontramos con el guarda forestal, que nos pregunta de dónde venimos y adónde vamos –filosofía pura- Salimos del paso diciendo que vamos hacia el puerto de Los Leones y nos deja continuar, indicando que está prohibido acceder a esta parte del valle durante los tres meses de verano.

El tiempo amenaza lluvia, incluso nos caen algunas gotas. En la bajada pasamos frío, lo que contrasta con el bochornazo madrileño.

Salimos del valle por donde dijimos al guarda que lo haríamos, después de haber disfrutado del paraje casi en solitario, porque vemos a otro pollo que también se ha colado y a un jubilado paseando un perrito por encima del muro del estanque.

Llagamos a la N-VI y tenemos que subir un rato por asfalto. Aquí salimos otra vez Julito y yo a por todas, pero cuando le voy echando el aliento en el cogote, esperando que reviente de un momento a otro, me dice que si esperamos a Jesús, que no es bueno subir separados por carretera ¡ese truco también me lo sé yo! Lo que pasa es que le acepto la propuesta, no sea que me ponga chulo y encima me gane.

Enseguida dejamos el asfalto y cogemos la pista que faldea hasta Los Molinos. Paramos un poco a descansar y nos la hacemos seguidita.  Otra vez me pongo vago y me quedo atrás. Julio se emociona en la bajada de piedras y va rápido, eso dice él, que yo llegué más tarde y no lo vi.

Un poco más de camino y llegamos a Cercedilla antes de la una. Se nota un montón el ir poca gente, porque esta es una de las rutas típicas de entretenerse y llegar a casa tarde.

Tomamos un par de cañas frente a la estación y rematamos una jornada veraniega más. Con esto me despido del grupo por una temporada, porque ahora al que le toca desconectar es a mí.

Miraflores – El Espartal – Canencia

Ruta realizada el Domingo 12/09/2004

Dificultad Física
Dificultad Técnica
49 km
1523 m
44 Km Distancia Madrid
6h10'
4h32'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Juan, Miki, Pepe, Jesús, Julio, Ángel,

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Descarga ruta: Miraflores-Morcuera-Espartal-Pte-Vallito-Pto-Canencia-Bustarviejo.gpx

Vuelta al cole. Esto se va calentando y hemos recuperado hasta a Angel, que ha hecho un papel magnífico. O no hemos mejorado tanto, o éste ha estado entrenando a escondidas. Lo que sí que mantenemos todos son las ganas de cachondeo desde la salida hasta la llegada.

A las ocho de la mañana quedamos en Miraflores y poco después ya estamos en marcha, según Juan como si fuéramos una excursión de Mamut, (no sabemos a quién hace alusión)

La subida a la Morcuera por pista es tan conocida, que no admite comentarios. La hacemos ligeritos, pero sin forzarnos. Solo Julio y Juan tienen un rato de acelerón, porque se han quedado atrás al principio y quieren unirse al grupo de cabeza. Jesús hace toda la subida con Félix, para dejar claro que ya no está dispuesto a ir a remolque, que si hay que subir se sube y si la tripa pesa, los cojones mandan.

Al coger el asfalto coincidimos con alguno que sube en bici de carretera y Félix se pone a su lado para gritar al resto que eso de que las bicis de carretera suben mejor no es cierto ¡haciendo amigos!

Al cruzar puerto se ve mucha gente mirando a la Najarra. Hay un equipo de Cruz Roja y Guardia Civil. Posiblemente se trate de una carrera de esas que hacen por toda la Cuerda Larga. Está bien que seamos conscientes de nuestro nivel y de que los hay que van más alto y con pruebas más duras.

Nos reagrupamos en la fuente del Cossio, que ya no lleva agua, con lo que a partir de aquí hay que racionar un poco la que llevamos. Julio ya aprovecha para lanzar el primer puyazo a Jesús: … yo estaba esperando a alguien que no llegaba… Seguimos a la Majada del Cojo y la pista ascendente que nos lleva a El Espartal. Hace tiempo que no subo y en los últimos tramos el camino está más cerrado de pinos pequeños, se ve que no tiene mucho tráfico.

Los gorditos en medio

La vista desde el vértice geodésico es estupenda. Se divisan los pueblos del Valle de Lozoya y los pantanos de Pinilla y Riosequillo.

Desde aquí tenemos que buscar el camino que baja faldeando hacia Canencia, claro que, primero hay que pasar las bicis por una alambrada (Félix por dos) que delimita los términos municipales que coinciden en el pico. El camino se hace de rogar, con lo que acabamos campo traviesa, un poco empujando la bici y otro poco subidos. Cuando ya conseguimos coger la pista de bajada, disfrutamos un montón en un camino pedregoso, por dentro de un robledal, que acaba sacándonos a la carretera de Canencia.

La subida al alto de Canencia podíamos haberla hecho por la Cabeza de la Braña o por el camino del Abedular, pero finalmente la hacemos por carretera. Como tampoco lo conocemos, por una vez vale…

Coronamos Canencia con pocos kilómetros recorridos, pero con bastante desnivel. Miguel llega con cara de cansado, Julio se queja de las piernas, porque salió ayer, Jesús ha tenido que suspender las bravatas y Angel ha resistido el envite.

Desde aquí ya solo queda bajada. Unos eligen la trialera de Bustarviejo, que sale a la estación de Miraflores y otros nos tiramos por carretera, bien sea por la hora, el cansancio o el miedo a caerse (categoría en la que me incluyo).

En la bajada vamos deprisita, primero tiran los que saben y cuando la cosa llanea, aprietan los que pueden. Julio y yo tenemos nuestro pique de rigor dando pedales a tope. Me pasa a traición y sin avisar, pero cosigo recuperarme y llegar delante al coche, pasándole también a traición dentro del pueblo.

Al final hemos pasado una mañana estupenda, tan divertida por el recorrido, como por las bromas y los piques ¡Ah! y algunos no nos hemos caído…

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Lozoya, Chorro de San Mamés y La Horizontal

Ruta realizada el Domingo 11/07/2004

Dificultad Física
Dificultad Técnica
34.4 km
992 m
60 Km Distancia Madrid
4h39'
3h09'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Pepe, Jesús, Santi

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Esta semana cambiamos de tercio. Julito se ha ido a Altea y Jesús se apunta (la semana pasada quedó con los del gimnasio), Juan está pasando el mes en la playa, Miguel anda mariconeando y Alfredo mariacheando (es que se ha ido a México), Félix sigue en Huelva. Esto del verano no es serio, vamos a tener que hacer un cuadro de vacaciones que asegure el equipo ¿os imagináis algo así en el Kelme, en pleno Tour?

Hemos quedado a las 8:30h en Lozoya, ya que queda un poco más lejos que la semana pasada. Nos ponemos en marcha hacia Navarredonda, con unas subiditas que nos hacen entrar en calor enseguida. Es un aperitivo, pero los 200metros de desnivel que superamos nos van desbravando. Salimos a carretera y nos dejamos caer a San Mamés. A media bajada nos cruzamos con un viejo con su perro. Es un mastín, que va suelto y se me arranca de cerca. No es más que el susto, pero que poquita gracia me hacen estas cosas.

Llegamos a San Mamés y seguimos bajando hacia Villavieja de Lozoya ¿No estamos bajando mucho? –dice Jesús- que todavía no se le ha olvidado el repecho a Navarredonda.

Desde Villavieja sale la pista que asciende a la sierra por la falda de la montaña. Primero pasa por una colonia de casas con buen aspecto, amplias, de calidad alguna de ellas, sin masificar. Abandonamos la urbanización y seguimos subiendo hasta cruzar sobre la vía del tren. No está mal esta pista, es una buena variante que discurre por zona de roble, aunque no son ejemplares de mucho porte.  Pasamos junto a un depósito del CYII y seguimos subiendo –craso error- internándonos en el barranco poco a poco. Cuando comprobamos que la falda de monte que llevamos a la izquierda no permitirá un paso fácil, comprobamos el mapa y nos volvemos a buscar la pista buena. Una subidita “de gratis”, ya nos ha pasado otras veces. Efectivamente, la pista buena salía junto al depósito y nos lleva faldeando hasta el camino normal de San Mamés.

Ya en la pista principal afrontamos unas rampas durillas, que bajo el sol lo parecen más. Nos cuesta llegar hasta la casa forestal donde empieza el bosque. El camino es ahora un poco más suave y sombreado, hasta enlazar con el sendero que va al Chorro.

Chorrera de San Mamés

Llegamos al Chorro andando y dejamos las monturas por el camino, hartos de cargar con ellas al hombro. Todavía baja agua, muy fría, pero no es como en primavera. Con todo, no está mal. Unas fotos y seguimos ruta.

Santi y Pepe

Ahora si que empieza lo bueno. Ya vamos zurrados y hay que subir todavía hasta los 1800 metros. Alguna de las rampas es criminal y nos hace emplearnos a fondo con el plato pequeño. Cuando crees que estás a la altura de la Horizontal, el camino sigue subiendo y hay que apretar el culo.

Por fin coronamos y encontramos la pista que baja a Lozoya. Una pendiente importante que pasa del pinar al robledal en un momento. Nos embalamos (unos más que otros) y nos saltamos el desvío bueno, con lo que acabamos en carretera a 5 kilómetros del pueblo. Ya no es cuestión de volverse, así que nos dejamos caer hasta el coche, llegando pasada la 1:30h.

Pensábamos que la ruta iba a ser más suave que la de la semana pasada, pero al final no tiene nada que envidiar. El desnivel acumulado es, al menos, el mismo. A ver si la semana que viene nos la tomamos más tranquilita.

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La Fuenfría y Pinar de la Acebeda

Ruta realizada el Sábado 03/07/2004

Dificultad Física
Dificultad Técnica
57.5 km
1154 m
47 Km Distancia Madrid
5h14'
4h06'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Pepe, Santi, Julio

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Estamos de verano y nos puede la pereza. Llevo sin salir desde que estuvimos en Asturias (a ver si escribo la crónica) y ya va siendo hora de volver a la acción.

Tenemos la tropa disgregada, así que salimos solos Julito, Santi y yo. Santi llamó con ganas de estrenar su super-Mérida en la montaña y la verdad, es un bicicletón de cojones. Todo acabado en XT y el resto de componentes –sillín, tija, cubiertas…- no desmerecen en absoluto. Lástima esos frenos de zapata, que ya no se llevan.

Hemos quedado a las 8h. en el aparcamiento de Majavilán, en Cercedilla, por aquello de ahorrarnos el camino Puricheli y hacer la ruta un poco más corta.

Empezamos la subida con la fresca. Santi y Julito arrancan con ritmo fuerte y mis piernas se quejan. No en vano llevo tres semanas sin montar.

Subimos solos y con el ambiente fresco, incluso pasamos frío hasta bien iniciado el ascenso. Poco a poco voy cogiendo el tono y ya sufro menos, aunque sigo yendo detrás.

En mitad del camino vemos una salamandra de esas negras y amarillas, como las que aparecían en nuestro libro de ciencias de cuando éramos pequeños. Es la primera que veo fuera del papel impreso. Seguro que están muy protegidas. Es un bicho pequeños, de unos 5 centímetros, y está como amodorrada. La cogemos con cuidado y la dejamos a un lado del camino, a ver si se espabila.

Seguimos subiendo en grupo, hasta coronar la Fuenfría con el pique de rigor poco antes del final (gano yo). Continuamos camino a la Fuente de La Reina, todavía sin gente. Cogemos agua y continuamos ruta hacia la zona de los acebos. Un poco de duda al cruzar los arroyos, como siempre, y un buen apretón de riñones para superar las rampas que siguen al arroyo. El paraje sigue solitario y maravilloso. Santi alucina y le hacemos prometer que no se lo va a enseñar a nadie.

Tras la bajada empinada que nos deja en la carretera, ya aprieta el sol. Hay que empezar a dar pedales iniciando la vuelta.

Santi y Julito siguen delante dando pedales y yo chupando rueda bastante detrás. Se ve que son tíos con espíritu deportivo y que además están fuertes. La subida de Matabueyes nos desgasta bastante al principio, luego ya entre pinos la pendiente se suaviza y nos reagrupamos. Un poco antes de llegar a la fuente, le hago una seña a Santi y supero a Julito que va delante ¡por supuesto que entra al trapo! Pero demasiado tarde. Ya no me coge y le marco el 2 – 0 Hay que joderse que cabrón soy y como me aprovecho en el último momento.

Descansamos un momento en la fuente, que ahora parece una romería, antes de enfrentarnos a la subida pedregosa que nos queda para coronar nuestra última cima de hoy. Esta vez Julio no perdona y sale a muerte desde el primer momento, Santi le sigue a ritmo y yo me quedo descolgado un buen rato. Al cabo de 1 kilómetro, me aburro de restregar el culo por los cascotes y decido meter caña, pero ya están muy lejos. A pesar de emplearme a tope, solo consigo remontar hasta ver llegar a Santi 200 metros por delante y a Julio sentado arriba esperando ¡qué lástima! Si hubiera dado la batalla desde el principio, seguro que habíamos pasado un buen rato (o malo) y gane quien gane tendríamos unas risas al final.

Bajamos la Fuenfría sin dar pedales –yo el último- y llegamos al coche poco antes de la una. Nos tomamos una caña y a casa, a comer a buena hora.

Somiedo y Babia: Senda del Oso de Proaza a La Plaza en Teverga

Ruta realizada el Martes 15/06/2004

Dificultad Física
Dificultad Técnica
34.2 km
427 m
369 Km Distancia Madrid
4h47'
3h02'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Pepe

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Martes:

Nos queda la última. Después de varias consideraciones, rechazamos las rutas serias que nos habíamos marcado, pasamos del mítico Angliru y nos vamos a hacer la Senda del Oso. No se si más por acabar pronto, evitar sufrimiento o encaminarnos hacia el pote de castañas que nos vamos a comer.

Desayunamos en Pola, recogemos los bártulos y hacemos cuentas con el Dioni. Finalmente, lo de la rusa no pudo ser ¡ella se lo pierde! No se como puede andar perdiendo el tiempo con ese maromo joven y cachas en compañía de quien la vimos, en lugar de nuestro tipo maduro y carpetovetónico. Estas mujeres del Este no hay quien las entienda.

Como decía, con todo cargado en el coche y vestidos de colorines, nos vamos hacia San Martín para rematar la excursión.

Aparcamos en el mismo pueblo y empezamos tranquilos. El día esta despejado y fresco y salimos con el Wind-stopper puesto. Enseguida cogemos la senda, que es un camino asfaltado, con muy poco desnivel, que aprovecha el trazado de un antiguo ferrocarril como ruta turística de tipo familiar. Una vez más, nos damos cuenta de lo que mola hacer la ruta un martes de primavera, en lugar de un domingo de verano. Tenemos para nosotros solos un bosque de ribera que discurre junto al río Teverga, casi siempre encajonado en un desfiladero. Hay gran variedad de árboles, nosotros solo conocemos algunos. Aunque poca, la pendiente es suficiente para hacer kilómetros y kilómetros sin dar pedales, por la sombra húmeda del bosque y con una temperatura fresquita. Lo que empezó como fresco agradable se convierte en frío, bastante frío, a veces mucho.

El camino nos lleva por túneles estrechos excavados en roca, algunos con algo de luz, otros no. La sensación de pedalear por un túnel oscuro es extraña, ya que no ves dónde apoyas ni qué tienes cerca, solo un punto de referencia, que es la salida en el lado opuesto. Las paredes oscuras tienen algo que te atrae y tienes que poner atención para no irte hacia ellas. A veces quisieras pedalear a tope y en línea recta hacia la salida, para volver a tener referencias reales cuanto antes, otras sientes la necesidad de ir más y más despacio, para tratar de encontrar a tu alrededor esas referencias que la falta de luz te niega.

Los intervalos entre túneles a veces te ofrecen balcones al desfiladero, directamente sobre el río o con perspectivas de las curvas del camino. Estamos disfrutando de lo lindo, lástima que no hiciera un poco más de calor. Otra buena opción hubiera sido hacer el recorrido en sentido contrario, pedaleando río arriba, con lo que el leve desnivel a superar serviría para desentumecer los músculos.

Pasamos por Entragu y por Las Ventas, pero no nos enteramos, porque vamos pendientes del paisaje natural y no del urbano. Pasamos también junto al pequeño embalse de Oliz y el sitio en el que se supone que están encerradas las osas que encontraron de cachorros en el monte, pero no podemos verlas, porque coincide con un tramo que está en obras y nos hace salir de la senda.

Sin darnos prácticamente cuenta, llegamos a Caranca de Abajo, donde el Teverga se une al río Trubia. Creo que es aquí donde nos despistamos un poco y en lugar de seguir el curso del Trubia hacia Proaza, nos vamos a la derecha, en dirección Bárzana. El camino es del mismo tipo, solo que ahora el desfiladero se abre en un valle más amplio, que permite cultivo de huerta y áreas recreativas. Nosotros seguimos parando y haciendo fotos ilusionados.

Al ver que la senda no se acaba nunca y que ya hemos llegado a los 25 kilómetros, nos damos la vuelta e iniciamos el ascenso del río. El desnivel es poco, pero ahora damos pedales por donde antes nos dejábamos caer.

Durante el camino de vuelta Félix recoge hojas de todos los tipos de árboles que encontramos, con lo que nos vamos parando a cada paso, yo creo que con la intención de eludir ese final de excursión que se nos echa encima.

Llegamos al coche y cargamos la bicis para irnos a comer a Bárzana, que este hombre está emperrado con el pote de castañas desde que empezó a planear la ruta. Comemos el pote en Casa Jamallo, un restaurante típico, bien presentado y con encanto. El plato no es tan suave como prometía, sino un guiso que une las calorías de las castañas al picante del chorizo y la morcilla asturianos, es calificable como plato de invierno, de carácter reconstituyente, para estómagos con doble forro. Además del pote, tomamos carne y postre, con lo que iniciamos el viaje de vuelta con la tripita bien llena, para que no nos lleve el aire.

Pepe con cara de cansado y de haberse comido el pote de castañas con mucha sidriña

El viaje es tan tranquilo como la ida eso sí, con menos ilusión. Nos hemos comido nuestro permiso de solteros un año más. Al menos, podemos decir que le hemos sacado un buen partido y que siguen en vigor las ganas y la ilusión del primer año. Puede que para el próximo año nos aventuremos a Pirineos, que indaguemos las sierras de Zamora o los montes de Navarra y el País Vasco; porque lo que es a mí, Carolina ya me ha dejado claro que eso de irme a los Dolomitas italianos o a las selvas de Guatemala “no le viene bien…” A buen entendedor, pocas palabras bastan y en este relato ya van demasiadas.

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Somiedo y Babia: Villar de Vildas

Ruta realizada el Lunes 14/06/2004

Dificultad Física
Dificultad Técnica
4.6 km
443 m
369 Km Distancia Madrid
0h04'
0h04'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Pepe

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Lunes

Un espectáculo de color verde

Nos levantamos solos en el hostal, todo para nosotros, excepto los desayunos claro, pues nos tenemos que ir a otro bar del pueblo para tomar un café.

Hoy toca senderismo y nos lo tomamos con calma de hecho, ya tuvimos ayer un buen aperitivo. Vamos a hacer una de las rutas típicas del paisaje de esta comarca. El valle de Villar de Vildas. Hay que bajar en coche hasta el fondo de nuestro valle, para luego remontar por el lado opuesto de la sierra y llegar prácticamente al otro lado del monte que tenemos en Pola. Había una opción alternativa, con menos coche, cruzando por La Peral, pero nos hubiéramos perdido la parte más típica del valle.

Ya redicho que vamos tranquilos, así que no es de extrañar que estemos aparcando el coche a eso de las 10h. para empezar nuestra ruta.

Desde el principio se nota que es un camino muy turístico, perfectamente preparado para que las hordas de visitantes lo recorran sin dudas ni dificultades, todas aborregadas por la misma pista, pero como hoy es lunes, lo tenemos para nosotros solos.

A la salida del pueblo vemos una pareja de bueyes, con un macho de esos de estampa, de los que deben quedar pocos. No me creo que todo el chuletón de buey que se come en Madrid venga de animales de este porte ¡no los hay! También pasamos junto a una escena familiar típica, tres generaciones juntas segando un prado de heno a guadaña, un prado muy inclinado, como debe ser en esta zona.

Ascendemos despacito por el valle y vamos disfrutando de una postal más de la comarca. A Félix se le va calentando el dedo sobre la cámara y quiere llevarse recuerdo de todo, así que si cuando veáis las fotos tenéis la sensación de que los paisajes están repetidos, ya sabéis que son los del lunes por la mañana. Hay alguno de los ejemplares de acebo más grandes de la zona y el río, que va quedando al fondo, parece la casa de Heidi en verano.

Braña de La Ponarcal.

Andando, andando, nos situamos en la Ponarcal, que es uno de los ejemplos de braña mejor conservados. Parece la aldea de Asterix. Ahora es un buen momento para apuntar aquí que la braña es un conjunto de teitos o teitus y que los teitos son construcciones de planta rectangular y techo de brezo (eso ya lo he dicho antes), que la reposición o arreglo del tejado se llama teitar y el pastor, que es el habitante de estas construcciones durante el verano, se llama brañeiro. En el interior tienen dos plantas, la inferior es para el ganado (las vacas suben mal por la escalera de mano) y el altillo para almacén y dormitorio del pastor. A la puerta pueden tener un pequeño porche y un poyo para sentarse; pero bueno, eso ya lo veis en las fotos.

Pues bien, después de enredar un rato en La Ponarcal seguimos subiendo hasta donde el valle gira a la izquierda. Pasamos entre un rebaño de vacas con sus terneros. Félix se encarga del perro y yo de las vacas, que cada uno tenemos nuestras manías.

Poco más y nos damos la vuelta, que esto ya está visto y hay que volver para la comida. En la bajada también tiramos muchas fotos y es que la perspectiva es otra. Nos presentamos en el pueblo a eso de las tres buscando donde comer. Hay un par de establecimientos, pero están cerrados. Ni es día, ni son horas de andar importunando.

Verde que te quiero verde

Nos enrollamos un poco con una vieja que tiene montada una tienda de chuminadas en madera en su garaje. Para comprar hay que esperar que llegue el chaval, que es el que conoce los precios: caros. Por fin aparece el individuo que ya no cumplirá los 50 y compro una chorrada para mi hijo.

Nos vamos echando hostias, a ver donde comemos algo. Un par de intentos baldíos por el camino para recabar en Pola, casi ya para merendar. Comemos de todas formas y nos vamos a dormir la siesta.

empinadísima que nos hace sudar un rato. Félix está un poco vago y tengo que ir tirando de él, Esta mañana también decía de volvernos antes que yo. No se si se está haciendo viejo o es que yo no le pongo.

Lo que debía ser una cabezada se convierte en una siesta de más de dos horas. Nos levantamos a las 19:30h. Aun así, no renunciamos y nos vamos echando leches al Coto de Buenamadre, próximo a Pola. Desde aquí sale una pista que se interna en zig-zag en un área de uso restringido. El paseo de la tarde transcurre por un bosque de hayas, sobre una pista

Llegamos a una fuente con abrevadero donde descansamos un poco y damos la vuelta. No hemos coronado, pero falta ya muy poco y la vegetación empieza a clarear. Ahora, cuando lo escribo mirando el mapa, me arrepiento de no haber llegado hasta arriba, pues parece que hay un pequeño poblado o unas cárcavas, que siempre es interesante cotillear ¡quizá fuera allí donde nos esperaba el oso para hacerse la foto con nosotros!

De vuelta en el pueblo nos vamos a cenar donde el camarero cubano, que nos pone un menú de esos que se te sale por las orejas. Damos buena cuenta de las viandas y nos vamos a dormir, que una siesta bien entendida no tiene por qué dificultar la pernocta.

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Somiedo y Babia: Estamos en Babia

Ruta realizada el Sábado 12/06/2004

Dificultad Física
Dificultad Técnica
32.3 km
897 m
348 Km Distancia Madrid
5h11'
2h58'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix, Juan, Miki, Pepe, Jesús, Julio

Mas detalle ruta

Descarga ruta: Vuelta-Bavia-GPS.gpx

El dicho «estar en Babia» viene de la trashumancia de los extremeños que extasiados de la belleza de estas tierras se quedaban pensativos al volver a sus resecas tierras.

Domingo:

El domingo suena la diana en el pasillo de la pensión a eso de las 8h. Todos escuchan la corneta y se preparan para el desayuno, no sin lamentar haber olvidado la mascarilla anti-gas para salir de la habitación.

Cuesta estirarse, a pesar que ayer no exageramos demasiado la ruta, el periodo de recuperación no ha sido suficiente. El Dioni nos pone el desayuno mientras comentamos la jugada del día anterior: La caída de Alfredo, la niebla, la parejita perdida, el frío… Hoy el día parece más claro, aún así, para asegurar decidimos hacer la ruta de Babia, que queda más hacia León y debe estar más despejado. Cargamos las bicis y los que se tienen que marchar, también los trastos. Liquidan cuentas con el Dioni y nos ponemos en marcha.

Hay que hacer algunos kilómetros por carretera estrecha hasta situarnos en Torre de Babia, de donde sale nuestra ruta.

Es un pueblo pequeño, que se diferencia claramente de Pola. Estamos en León y con sólo haber pasado el puerto, tenemos otro paisaje, otra arquitectura e incluso otras gentes, aunque hablan con acento asturiano.

Convenzo a Félix para que hagamos la ruta en sentido contrario a las agujas del reloj. Él no es muy partidario, pero después de haber visto el perfil, creo que de esta forma es bastante más llevadera.

Salimos de Torre de Babia casi a las 10h por un camino facilón, sube y baja suave por una zona despejada. Pronto nos quedamos sin camino y nos encontramos pedaleando por mitad de un prado, haciendo camino entre el heno y las flores,  que nos llegan a las rodillas. Es una sensación curiosa y agradable, queda muy de peli romántica, así que nos hacemos las fotos de rigor. Cogemos otra vez camino que sube entre árboles y acaba sacándonos a Robledo.

En Robledo charlamos un rato con un paisano, que al contarle la ruta que pensábamos hacer nos avisa que el camino está intransitable, totalmente cegado de espinos y que no puede pasar ni el ganado. Es mejor que giremos a la derecha, lleguemos al abrevadero y tomemos el camino de la izquierda, que nos lleva derechos a Cospedal y La Majúa. Sería demasiado evidente, pase por que hagamos la ruta en sentido contrario a como estaba pensada, pero de eso a hacer caso a un lugareño, ni de coña. Félix le dice claramente que pasa de él y nos dirige a todos hacia el camino de espinos, que dicho así, parece que fuera la senda de la virtud, pero no. Incluso pasando junto al abrevadero y habiendo visto el magnífico camino indicado, nos tiramos de cabeza a la senda de los espinos, saltos de cercas y de los charcos pringosos. Sucios y arañados, no queda otra solución que salir a la carretera y llegar a San Emiliano –fuera de nuestra ruta- por asfalto…

Repostamos agua y salimos por carretera a La Majúa. En el pueblo muere la carretera y se convierte en pista ascendente, que no supera muchos metros de desnivel, pero lo hace a golpes, con rampas muy empinadas y otros tramos más llevaderos. Como hemos perdido bastante tiempo, subimos el ritmo para que no se les haga tarde a los que tienen que viajar. Desde la cola nos llegan los lamentos de Jesús ¡no corráis!¡que no me importa llegar tarde!¡que a los niños los veré mañana! Apretamos los dientes y se van produciendo descuelgues. Alfredo pide paso en una de las ocasiones, pero luego se queda descolgado y quedamos en el pelotón de cabeza Félix, Juan y yo. Hace calor y las rampas se endurecen, paramos un rato para reagruparnos y comer algo.

Continúa la subida con bastante pendiente y mal firme, hay que meter el 1:1 casi todo el tiempo. Félix pierde tracción y echa el pie a tierra, teniendo que empujar un rato. El globero le ataca sin piedad: me pareció ver a alguien que subía andando por aquí, uno de color butano ¡aquí no se perdona a nadie! Julito llega el último en uno de los tramos, le afecta el calor, con lo que también se lleva un sonoro abucheo, así que para los tramos siguientes aprieta fuerte, este tío es todo orgullo y sufrimiento . El que no afloja es Juan, se ve que el pique al que le estuve sometiendo toda la noche de ayer le ha hecho efecto, lo que en un tío tan tranquilo como él, es de destacar. Un poco más de 1:1 hasta coronar y descansar de nuevo. La ruta está saliendo durita, aunque sea corta.

Hacemos unas fotos al río y a la cascada del fondo, por donde tendremos que pasar después. Vemos venir una manada de asturcones por el fondo del camino, con algunos potros jóvenes. En prevención nos salimos de la pista y subimos las bicis un poco a la ladera, no sea que se pongan nerviosos y nos pisoteen. Los caballos se muestran recelosos al pasar por nuestro lado y paran un rato antes de decidirse, lo que nos permite hacerles fotos a placer: fuerte, de crines largas y patas gordas, de no mucha alzada y con pelaje variado. Al final se deciden ellos y nosotros, cada cual para su lado.

Ahora toca una bajada suave hasta ponernos otra vez a la altura del río que venimos bordeando. Hay una cascada que justifica un nuevo descanso y más fotos. Vemos a uno de los críos que subieron en moto y vemos también a dos mujeres que están de merendola. Se han pegado una buena caminata para llegar hasta aquí, porque no se ve ningún vehículo cerca.

Aquí nos refrescamos en las aguas límpidas de la cascada

Ya solo queda el último apretón para coronar Puertos de Amarillos. Me exprimo todo lo que puedo para llegar el primero y meterme luego con Juan ¡lo prometido es deuda! Y esta vez me han valido los años y la mala leche, que normalmente no es así.

Paisajes de ensueño

Arriba hay un pequeño altiplano, que enlaza con una bajada vertiginosa, empinada y de piedras sueltas. Este es el terreno donde Jesús se saca la espinita y yo me quedo el último, con diferencia. En poco rato estamos todos entrando en Torre de Babia.

Me fijo que por este lado del pueblo hay unas ruinas de una construcción tipo defensivo, con base circular. Puede que sea esta la torre que da nombre a la localidad. Junto a los coches nos refrescamos un poco y los que van a viajar se cambian de ropa. Para algunos ya se está acabando la excursión, otros estamos en el ecuador.

Caminos de locura

Como aquí no hay donde comer, salimos dirección San Emiliano y paramos en un restaurante junto a la carretera. Tiene buena pinta, que luego lo confirmarán las viandas: una menestra excelente y carne de la zona. A la salida, abrazo y despedidas para los que se van. Lo hemos pasado bien y las rutas han respondido a las expectativas. Es una lástima que se piren, porque todos juntos nos reímos más.

Félix y yo no volvemos a Pola, bajamos las bicis y nos cambiamos. Como queda tarde por delante y nos quedan fuerzas suficientes, nos ponemos en marcha de nuevo. Acercamos el coche a Valle de Lagos, donde tomamos la cerveza el sábado y decidimos subir a ver el Lago del Valle, que ayer nos lo ocultó la niebla.

Hay 5 ó 6 kilómetros andando y ya son las 7 de la tarde, así que no se puede perder tiempo.

Empezamos el camino junto al río, por donde esperábamos bajar con la bici. Discurre por un bosque con mucha variedad de vegetación y es un paseo agradable. En algunas zonas encontramos barro cubriendo todo el camino, teniendo que entrar y salir de los prados vecinos y de la zona de bosque. Llega un momento que es imposible avanzar sin ponerse perdido, así que decidimos salir a una pista más ancha que va por el otro margen.

No sabemos en que punto la pista coincide con la ruta del sábado, ya que la niebla nos quitaba todas las referencias.

Vamos subiendo a buen paso, con unas rampas de hormigón muy duras. Hay bastante ganado, con becerros de pocos días. A pesar de ser domingo, no nos cruzamos con nadie, la subida es larga y el atardecer agradable.

Llegamos al Lago del Valle después de hora y media a muy buen ritmo. Está muy bien, rodeado de montañas que se reflejan en la superficie del agua, con una isla en el centro.

Lago del Valle
Mi amigo Pepe con 40 años
Félix con 45 años

Ahora si que vemos con claridad el punto por el que deberíamos haber aparecido en nuestra ruta de bici: una ladera escarpada por la que, con mucha voluntad, se dejan adivinar tramos de un sendero. Esto no es ciclable ni de lejos. El que haya dicho que era ciclable 100 % se lo ha imaginado, no puede haberlo hecho. Disfrutamos un poco más del paisaje e iniciamos la bajada. Llegamos al pueblo con las últimas luces, supongo que coincidiendo con la llegada de los demás a su casa, solo que nosotros hemos visto el lago… Ya les enseñaremos las fotos para que se mueran de envidia y que el próximo año se queden más días.

Para cenar nos volvemos a Pola. Hoy probamos el otro restaurante, el de la morenita de las tetas gordas (no me sé el nombre del local, ni de la moza). Cenamos bien y nos vamos pronto a la cama, que estamos bastante curraditos.

Al llegar al hostal el Dioni nos avisa que el lunes es su día libre y que se van todos a Oviedo, así que nos deja las llaves de todo el hostal y que nos apañemos como podamos ¡qué gente más maja y más confiada!

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Somiedo y Babia: El viaje y los lagos de Saliencia

Ruta realizada el Viernes 11/06/2004

Dificultad Física
Dificultad Técnica
49.2 km
1770 m
366 Km Distancia Madrid
Sin datos
Sin datos
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix, Juan, Miki, Pepe, Jesús, Julio

Mas detalle ruta

Descarga ruta: Vuelta-Lagos-GPS-2.gpx

Viernes: El viaje

Ya es el quinto año que me monto  mi escapada de primavera a pedales. Primero fue el Camino de Santiago (2nd try), luego siguieron Cazorla, Peralejos y Mulhacén. Finalmente este año nos decidimos por Asturias. En el Vall D’Aran todavía hay bastante nieve, está más lejos y Gustavo, que era el promotor de la idea, no se encuentra con fuerzas para venir. Félix es el que más impulsa la idea de Asturias y también es el que más se lo ha currado buscando hotel y preparando rutas. Nos dirigimos a Somiedo y las expectativas son muy altas.

Es viernes y estamos deseando escaparnos del curro cuanto antes. A mi me han colocado una reunión a última hora, de la que no puedo despegarme hasta las 14:30h. Cogemos el coche de Félix, que ya lo tiene todo cargado y nos vamos a mi casa. Cambiamos los bártulos a mi auto, cargamos tres bicis –una de repuesto- y salimos a la carretera de A Coruña a eso de las 15:30h.

Está algo atascado en los primero kilómetros y no se despeja hasta bien pasado Villalba. Después del túnel ya es otra cosa.

Cuando dejamos atrás cerca de 100 kilómetros paramos a comer en un área de descanso, uno de esos en los que ya han cerrado la cocina y te clavan una pasta por unos míseros bocatas, ¡qué más da! Hay mucha ilusión y lo toleramos todo.

Hablamos por teléfono con Julio, Jesús y él salen ahora de Madrid, con lo que el atasco se ha multiplicado. Luego hablamos con Alfredo, que está en su reunión de viernes por la tarde ¡eso si que es mala suerte! No tengo a mano el teléfono de Miguel y Juan, pero no hace falta, porque al cabo de un rato veo una Gary Fisher incorporándose por el carril de aceleración sobre un Passat familiar ¡ya estamos todos controlados!

Rodamos despacio, a eso de 130 kilómetros por hora y al cabo de un rato Miguel y Juan nos pasan, porque ya no aguantan más nuestro ritmo de cuarentones vejestorios. Ya veremos cuando cojamos la bici…

Llegamos a Benavente y seguimos hacia León. Todo autovía, poco tráfico y un paisaje que verdea por momentos.

Dejamos la autovía antes de tiempo, hacia Barrio de Luna, lo que nos obliga a rodear el pantano por la margen izquierda. Nos hemos colado totalmente, pero como la carretera es muy bonita y vamos con tiempo, no nos importa. Paramos junto al pantano, a ver el atardecer y disfrutar del paisaje. Estamos tiernos y románticos.

Juan y Miguel paran detrás y se bajan entusiasmados “¡claro! Ya sabíamos que teníais motivos para salir de la autovía antes de tiempo. Si no es por vosotros nos lo perdemos. ¡cómo se nota que lo habéis preparado bien!”. PERO QUE JODIDOS PARDILLOS. Estos tíos tienen tanta fe que son capaces de atribuir cualquier circunstancia a un plan predefinido. Nosotros, claro, no les sacamos del error y dejamos crecer la admiración. Se estarán enterando al leer estas líneas.

Al rato hablamos con Jesús y con Julio, que están a punto de llegar a las manos:

  • Que mires el mapa
  • Que no quiero
  • Nos vamos a perder
  • Es que lo tengo que hacer yo todo
  • Lo que pasa es que eres un torpe


Nuestra llamada de teléfono les saca de dudas: efectivamente, se han equivocado en el mismo punto que nosotros. Les esperamos hasta que llegan a nuestra altura para darnos un abrazo y disfrutar juntos del espectáculo del atardecer antes de continuar le viaje. 

Todavía nos queda cerca de una hora por carretera estrecha además, el puerto de Somiedo está en obras y, en lugar de carretera, hay una pista apisonada sin señales ni pintura. Esperemos que Alfredo vaya con cuidado.

Es coronar el puerto y el paisaje se hace verde y frondoso. Llegamos a Pola de Somiedo con las últimas luces, las justas para ver claramente al pedazo de rubia que nos espera sonriendo apoyada en el quicio del Hostal Peñálvarez (que bien podía ser el quicio de la mancebía) ¡no es coña! Es una rusa jovencita, de carnes (muchas carnes) prietas y pálidas, como corresponde a su condición soviética. Entramos al local y conocemos también al dueño, un hombre delgado y discreto, Jose, ya entrado en la cincuentena, que tras un par de titubeos queda bautizado como el Dioni, por su llamativo estrabismo.

Nos repartimos las habitaciones, que son muy justitas y en un estado de conservación más que mejorable. Cada año nos buscamos un sitio un poco más cutre. Para colmo, ha habido un error en la reserva y hay un dormitorio de menos, con lo cual, los señoritos que pensaban tener un cuarto para cada uno, se ven obligados a compartir. En esta ocasión son Miguel y Juan. En la parte baja del edificio tenemos un local de trastos para guardar la bici. Félix inmediatamente pregunta que donde está la manguera ¡hay que ver que curiosito es este chico! Nos instalamos y nos vamos a cenar, dejando recado a Alfredo de donde estamos.

A la puerta del hostal nos enrollamos con unos veteranos, que vienen al frente de un autocar de excursionistas y comentamos con ellos las rutas que vamos a hacer. Parece ser que Félix ha elegido bien y tenemos previstas las más representativas de la zona.

Cenamos en un hotel pintón que hay en el pueblo. En un intento de modernismo, se parece más a un local de la cadena VIPs que a un mesón asturiano, que es lo que hubiéramos preferido. Hay quien se decanta por el menú y los hay que nos tiramos al plato de la tierra: las fabes. Julio las pide con jabalí y yo me decanto por la tradicional fabada (sin duda mucho más rica que las judías de Julito). Nos bebemos unas botellas de sidra natural y lo ponemos todo perdido, mientras esperamos que llegue Alfredo. Creo que al dueño no le está haciendo gracia. Finalmente aparece Fredy totalmente desmayado y acaba con todo lo que hay sobre la mesa mientras viene su cubo de judías que también se termina por completo ¡ay, la juventud!

Después de cenar damos un paseo corto y tomamos una copa en un bar con pista de baile. Este si es un local típico, parece una taberna de los «Osos montañosos», aquellos dibujos que había cuando éramos pequeños.

Nos vamos a la cama con la tripa bien llena, esperando que los guisos se transformen en energía para el día siguiente. 

Sábado: Los lagos de Saliencia (47 KM)

            Empezamos a hacer ruido a eso de las ocho, pero como siempre, nos enrollamos con el desayuno y preparando las bicis, así que no nos ponemos en marcha hasta las nueve. Estamos todos listos en la puerta. El Dioni sale a despedirnos y se descojona  cuando le pregunto a Jesús si hoy piensa ir sin faja.

El día está nublado, pero no hace frío. El Dioni nos asegura que levantará a eso de medio día y como no hay nadie mejor en quien creer, salimos confiados.

Atravesamos el pueblo antes de coger una subida sostenida luego enlazamos con unas zetas muy duras que nos colocan 500 m. más altos en poco tiempo, pero no poco esfuerzo. Íbamos tranquilos y con paradas frecuentes, hasta que percibimos que Julito se ha debido poner la camiseta con la que ha estado entrenando toda la semana ¡que tío! ¡como exhala personalidad por todos sus poros! Esto es un motivo más de distracción y vacile, que contribuye a ir pendientes de más cosas que del cuestón que nos estamos comiendo.

Cuando aún íbamos con plano

Llegamos a Urria que es un pueblo pequeñito, de montaña. Lo vemos en un momento y seguimos subiendo suavito hasta Valle de Lago. Aquí hay una pequeña laguna. Este pueblo ya mola más. En el estanque se reflejan las casas y queda de foto. También vemos el primer teitu típico de la zona de Somiedo. Son construcciones de planta rectangular, con tejados de brezo muy empinados, que permiten un segundo piso. El remate superior deja ver ramas de sujeción que se entrelazan, apareciendo sobre el brezo como las vértebras de una columna gigantesca, simulando la chepa de un dinosaurio antiguo y peludo.

Teitus de una braña

Visto el pueblo, dejamos la carretera y cogemos el camino de la derecha, que rápidamente se pierde en una bajada vertiginosa, con un firme muy malo, que en otros tiempos estuvo a tramos asfaltado. La pendiente está mojada. Es increíble y hay tramos en los que no me atrevo a ir subido y tengo que echar pie a tierra. Alfredo si se atreve y lo hace con soltura, con salero, con maestría… y con una hostia que le deja el culo hinchado y colorido. Podía haber sido un accidente muy serio, menos mal que este tío es duro y tiene suerte.

Salimos a carretera poco antes de Villarín tras disfrutar de un barranco típico asturiano, verde, húmedo, con muchos regueros, que nos ha dejado situados en la cuenca del río Saliencia.

Hay que seguir subiendo y lo hacemos despacito, a ver si damos tiempo a que abra el día, que sigue cubierto. Vamos parando en cada pueblo, a cuál más pintoresco y más bonito. Villarín está hundido, por debajo de la carretera, con pradera y huertas. Se ve el esquema social más antiguo: la iglesia, la casa del rico, que debió ser el señor de la aldea, y las pequeñas casucas descuidadas que componen el núcleo urbano.

Arbellales queda al lado izquierdo de la carretera. Entramos de visita. Tiene un arroyo que lo parte en dos mitades. Las casas incluyen en una sola construcción vivienda, cuadra y cochiquera, manteniendo el estilo antiguo de vivir sobre los animales, almacenando en muchos casos sus excrementos a la puerta, para usarlos en otoño en el abono de la huerta. La mezcla de olores resultante en las calles del pueblo nos da sensación de suciedad y falta de higiene –como Julio- Como las casas también son viejas, no puedes evitar que la imaginación te cree una idea semejante de los interiores.

Nos quedamos mirando los animales que pastan al lado opuesto del barranco. La distancia no permite asegurar si se trata de vacas de montaña –sujetas con arneses para no rodar ladera a bajo- o si es un rebaño de cabras gordas y lustrosas. Una mujer desde el mirador de su casa nos confirma lo segundo.

Seguimos por nuestra carretera arriba y llegamos a Entriga. La carretera pasa por encima del pueblo y la entrada a éste se hace entre la iglesia y el cementerio. En la iglesia cuelgan por fuera las cadenas para tocar las campanas, luego lo veríamos también en otro pueblo. Como ya somos mayores y serios, nos cortamos de montar el escándalo y hacer salir a todos los vecinos corriendo, aunque puedo adivinar que más de uno se quedó con las ganas.

¡Vamos, a misa todos!

Después de Entriga viene Saliencia, que es el que da nombre a los lagos, o el que lo toma del río, ¡vaya usted a saber! También aquí entramos a verlo. Es un poco mayor que los otros pueblos, quizá también algo más turístico, con un albergue y una zona de aparcamiento a la entrada del pueblo, antes cruzar el río. Está claro que en temporada de verano esta zona no está tan solitaria como la estamos encontrando nosotros.

A partir de Saliencia la carretera se va convirtiendo poco a  poco en pista, a la vez que aumenta la inclinación. Al fondo ya se distinguen las zetas de La Farrapona.

Hasta aquí hemos ido bastante tranquilos, yo me he quedado el último, reservando fuerza para los lagos. El paisaje de la subida es magnífico. Se ha despejado bastante la vegetación, para dejar ver unos árboles muy tupidos, que arrancan del suelo como matorral y tienen un porte de más de tres metros. Están totalmente cubiertos de flores blancas y salpican la ladera alternándose con las escobas en flor, helechos y un montón de especies que nos resultan desconocidas.

En la parte alta del puerto surge el pique de rigor, para no faltar a la tradición. Ya se que queda mal decirlo, pero para las pocas veces que lo consigo ¡HE GANADO A ALFREDO!, puede que sea porque le duele el culo. Coronamos en mitad de la niebla, nos hemos metido dentro de las nubes que nos han ido cubriendo todo el camino y la temperatura baja algo. 

Arriba nos encontramos con un grupo de excursionistas vetustos, de los que suben en coche y limitan el esfuerzo a comerse lo que han traído. Pensándolo bien, puede que alguno de ellos no nos saque tantos años, pero queda evidente la diferencia de forma y de talante de ambos grupos. Creo que se sienten un poco envidiosos o humillados, según se mire. Nos arrimamos un poco y les gorreamos un trago de vino de la bota. Cuando hacemos referencia al jamón y al chorizo no se dan por aludidos y pasan de nosotros.

También se nos acerca una pareja que sube en coche, ella cerca de los cuarenta bien llevados y el más mayor y peor traído; ella preguntando y sonriendo, el callando y apretando los dientes; ella contoneándose y volviendo a preguntar –el qué no importa- y él llamándola para que suba al coche, ¡pero que p…!

Cogemos la pista que baja hasta el pie del lago de la cueva. No se ve nada. Estamos en la orilla del lago, como podríamos estar junto a las márgenes del Jarama. Los senderos que veíamos en el plano alrededor de los lagos, han desaparecido. Dudamos un poco, nos asomamos a la boca de la antigua mina y finalmente decidimos seguir por pista, pasando de bordear los lagos de la Cueva y Cerveiriz. La pista está muy deteriorada y muy inclinada, lo que hace que nos tengamos que emplear a fondo con el 1:1.

El lago de la Cueva

El último repecho lo subimos todos andando menos Juan, que está fuerte y le va la marcha. Al coronar  sobre el lago Cerveiriz nos asomamos y tratamos de adivinar cómo será entre jirones de niebla. Se oye tormenta al fondo y estamos en el peor sitio y en el peor momento.

Cuestaco de empujar

Seguimos rodando por terrenos de pradera,  a veces con camino y a veces sin él. Todavía seguimos subiendo, el desnivel es poco, pero el camino es difícil. Nos cruzamos con unos senderistas añosos y nos avisan que nos vamos a perder, que el camino no está definido y que con la niebla seguro que nos perdemos ¡cómo me joden los profetas! También vemos una parejita comiéndose el bocata, por lo demás el paraje está desierto y tenebroso.

Al coronar hacemos un descanso general para comer algo y estirar los músculos. Empieza el masajito y el manoseo. Alfredo se calienta y nos enseña hasta el culo. ¡Joder que cardenal! La caída de antes está en pleno esplendor, luciendo una amplia gama de colores y cogiendo volumen. Está de foto, y Félix se la hace.

El mayor hostión de Alfredo en su vida de MTB

Ya estamos arriba del todo y ahora hay que encontrar un sendero que baja al Lago del Valle, el mayor de todos. Hacemos un par de intentos y acabamos triscando ladera abajo, con la bici al hombro, en una ladera de piedras sueltas y envueltos por la niebla ¡qué emocionante! Aquí nos encontramos otra vez con la pareja del bocata, que han intentado bajar por varios sitios y han tenido que retroceder perdidos. La aparición de siete tíos vestidos de colorines galácticos y con la bici al hombro les abre nuevas esperanzas. Félix les adoctrina con suficiencia, les explica las bondades del GPS, les encamina hacia abajo en busca del sendero y ellos, que no conocen la cantidad de marrones que llevamos comidos por este tío, se relajan y confían como corderitos.

Seguimos bajando y se desprende un cascote gordo desde atrás, que me pasa a pocos centímetros de la cabeza. Como no lo veo, no me asusto, pero los que me siguen dicen que me han visto peligrar seriamente.

Llegamos a un sendero en mitad de la ladera y nos reagrupamos todos para seguir bajando, eso sí, seguimos con la bici a cuestas un buen rato ¡y hay quien dice que la ruta era totalmente ciclable!

Llega un momento que el sendero, sin previo aviso, se hace horizontal y se convierte en pista. El Lago del Valle debe quedar justo debajo de nosotros, pero no vemos nada con tanta niebla. El trazado original de la ruta seguía bajando hasta llegar al margen del lago, para luego dar una vuelta completa y coger un camino por el margen izquierdo, pero como no se ve nada, decidimos seguir hacia Valle de Lagos por pista. Me sorprende tanta sensatez para variar. En algunos puntos vemos desvíos que bajan, pero no queda claro si son caminos hacia el río o acceso a fincas particulares. Continuamos por la pista descendente, que se va haciendo cada vez más cómoda hasta situarnos en el pueblo.

Vamos con frío y paramos en el bar. Alfredo ha sugerido tomarnos un café, así que pedimos 6 cervezas y su café. Devorando literalmente unas bolsas de patatas fritas, no hemos comido y vamos todos caninos.

Al rato llegan otros ciclistas, que venían detrás haciendo prácticamente el mismo recorrido. Son de Oviedo y conocen bien la zona, charlamos un rato y nos aconsejan el Puerto de la Mesa y que pasemos del Angliru ¡ya veremos!

Continuamos la bajada en plan cómodo. Teníamos que seguir por un sendero junto al río, hasta Pola de Somiedo, pero ya flojean los ánimos y, la verdad, el tiempo no acompaña. Hacer una ruta entre niebla produce una sensación de despiste que cansa el doble, porque si analizas el esfuerzo desde que subimos la Farrapona, no ha sido tanto y hemos tenido rutas mucho peores cerca de Madrid. No se por qué, pero esta excursión va sensata y hay unidad de pareceres para dejarnos caer por carretera hasta el pueblo.

La bajada es muy empinada y Jesús hace una exhibición. Se ve que es el que está más dispuesto a arriesgar. Tengo que hablar con él seriamente un día de estos y contarle aquellas cosas de que lo importante es poder volver a salir el día siguiente y que Julito también bajaba antes que nadie hasta que se calzó algunas gordas, pero con suerte, que Alfredo está pirado y lo paga con frecuencia, que Miguel monta que te cagas, pero va siendo más prudente… Ya sabéis con estos y otros pensamientos llegamos todos al pueblo, eso sí, yo mucho después.

Cumplido más o menos el objetivo (que ha quedado bastante recortado), encerramos las monturas y nos preparamos para cenar cuanto antes.

Damos un pequeño paseo, visitamos el centro de atención turística, que tiene una exposición bastante maja, picoteamos con unas sidras y a eso de las 9h. estamos cenando carne como bestias. Chuleta de ternera, entrecotte y guiso de cabrito. Todo magnífico.

De recogida tomamos una copa en el bar que hay frente al hostal. También es mala leche que en un pueblo tan tranquilo nos hayamos buscado la pensión enfrente del bar de la marcha. Los más osados juegan al futbolín con dos del lugar, que deben llevar muchas horas de práctica, porque hay un gordo cabrón que las cuela todas. Los humillados se defienden diciendo que si el futbolín es distinto, que si en Madrid no son de hierro.. para acabar diciendo aquello de “subiendo puertos quiera verle yo”. Macho, que nos ha ganado y no busques más excusas. Aquí el invierno es muy largo y lluvioso y un tío tan feo, le tiene que dar por entrenar al futbolín, porque tú me dirás donde va a triunfar si no ¿o piensas que tiene alguna oportunidad con la rusa?

Nos vamos a dormir bastante cansados, con la ilusión de lo que nos deparará el día siguiente.  

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Vuelta a la Pedriza y la Nava

Ruta realizada el Domingo 06/06/2004

Dificultad Física
Dificultad Técnica
50 km
1424 m
38 Km Distancia Madrid
5h30'
3h46'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Juan, Miki, Pepe, Julio

Mas detalle ruta

Descarga ruta: Boalo-Canto-Cochino-Nava-Boalo.gpx

Esta es la última antes de Asturias y hay que ponernos en forma, así que decidimos hacernos una subida larga, la de siempre, la clásica, pero no por eso más fácil o menos bonita.

No hay mucho que contar, ya sabéis todos: empiezas cuesta arriba, sigues subiendo, luego subes más… A pesar de que es prontito, el calor aprieta y subimos a un ritmo vivo.

Primero se escapan Félix y Julio, luego les enganchamos Miguel y yo. El que se descuelga esta vez es Juan. Vamos subiendo altos de pulsaciones, a un ritmo vivo. Entre risas y chungas se va forjando el pique de rigor. Que si no puedo, que si yo no tiro, pero el caso es que el ritmo sigue subiendo y la cosa se anima. Félix decide verlo desde atrás y nos deja a Miguel, Julio y yo que disputemos el sprint para llegar a las buitreras, por una vez, yo delante.

Reagrupamos y seguimos a la Nava. Salen juntos Félix, Miguel y Julio. Yo me quedo con Juan y subimos rajando todo el camino. Se me pasa sin enterarme. A media subida nos encontramos a Julito refrescándose en una bajada de deshielo. Después nos contaría que veía lucecitas y empezaba a marearse. Hoy no tiene el día fino y eso que la semana pasada dio un recital.

La foto es de Febrero, no de Junio.

Cuando bajamos ya empieza a verse más gente, porque hasta aquí hemos llegado solos. Miguel se separa aquí del grupo, volviendo por el mismo sitio para llegar antes a casa. Como nos vamos a Asturias, esta semana quiere ejercer de padre responsable. Es una lástima, porque está muy fuerte y viene dando batalla.

Continuamos a El Collado de los Pastores. Nos adelantamos Félix y yo. Subimos fuertes (yo, él no se despeina) y coronamos a muy buen ritmo, con el corazón saliéndose por la boca. Aquí ya es una auténtica feria de gente, cada uno con sus batallitas. Cuando llegan los demás, descansamos un poco y nos tiramos pista abajo. En principio Félix y Juan querían bajar por el camino trialero, pero se lo pasan de largo y nos juntamos abajo. Félix, que había venido pedaleando desde el Boalo. Se separa aquí para volver por la sierra de los Porrones. Los demás nos dejamos caer hasta el coche disfrutando del paisaje, que está en su mejor momento.

Con Ángel, hermano de Juan

A la 1 en el coche, a las 2 en casa y a las tres durmiendo la siesta. Nos ha salido redondo, y es que una ruta tan repetida te la comes en un momento. No procede hacer fotos, Félix no se pierde ni con el GPS y los demás vamos sobrados porque ya sabemos lo que nos espera. Seguro que la semana próxima no decimos lo mismo.

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La Barranca-Navacerrada

Ruta realizada el Sábado 29/05/2004

Dificultad Física
Dificultad Técnica
24.9 km
954 m
45 Km Distancia Madrid
3h00'
2h28'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix, Juan, Miki, Pepe, Jesús, Julio

Mas detalle ruta

Descarga ruta: La-Barranca-Pto-Navacerrada-sin-Bola.gpx

Como la semana pasada yo no salí, estos zánganos pasaron de escribir nada para dejar constancia a la posteridad.

Nos ha salido una ruta cortita, pero entretenida. Quedamos a las 8:30h y nos presentamos los 7 magníficos. Hacía bastante tiempo que no coincidíamos tantos.

Foto de Alfredo

Empezamos con la subida a la Barranca, que es una pista muy buena, pero muy empinada. Hacemos la subida alegre. Como no tengo ganas de montar en bici, salgo ligerito, para acabar antes.

Cuando llevamos más de la mitad de la subida, he gastado casi todas las energías por ir tirando del grupo y Félix y Julio dan el hachazo con toda facilidad. Después me rebasa Juan, que va muy fuerte, pero los otros tres se quedan por detrás de mi –Alfredo, ya se que jode-. Coronamos la Barranca en el mirador y nos tiramos hacia la carretera de Navacerrada. Ha partir de aquí, todo sería chupar rueda hasta el final de la ruta.

En la confluencia con la carretera nos encontramos a unos chinos, con chaqueta de vestir, que bajan campo traviesa, con unas bolsas de plástico llenas de hierba. Les preguntamos que llevan y contestan que nada. Félix no se corta y les dice que si son verduras para los rollitos de primavera. Se rien y no se mosquean, ¡menos mal!

Subimos unos metros por carretera y nos desviamos hacia la izquierda, para coger esa pista asquerosa, llena de piedras sueltas, con rampas fuertes y abundante agua. Esta pista es para cachas y habilidosos y, como no soy ninguna de las dos cosas, llego arriba hasta los cojones.

Seguimos hasta coronar Navacerrada y desde allí cogemos el camino de tierra que faldea en dirección a Bola. Es estrecho, pero se sube bastante bien en comparación con la pista anterior.

Bola al fondo

Al llegar a la arista donde cambia la vertiente, empieza un sendero de bajada muy trialero, que a Julio y a mi nos obliga a empujar un buen rato. Después mejora un poco y ya nos permite y subidos, aunque poniendo el pie en el suelo con frecuencia. El paisaje es precioso y lo hemos pillado en buen momento, todo verde, con nubes densas que adornan las cumbres y rayos de sol que se cuelan sobre le valle; en fin, tierno y bucólico como en los cuentos de Heidi.

Para esta bajada, Alfredo estrena su cámara de casco y la grabadora. Es una pijada más que promete hacernos pasar un buen rato con las bajadas de nuestras rutas, además, a los torpes siempre nos quedará la posibilidad de enseñarlo y decir “mira como bajábamos” cuando en realidad íbamos detrás empujando la bici y acojonados. También dejamos registro de los sonidos del descenso, gracias a un micrófono ambiental que forma parte del equipo. Para que la prueba sea completa, en lugar de decir junto al micro el clásico “1, 2, 3,  meseoye” Jesús hace vibrar el aire mediante otro órgano …. afortunadamente el olor no queda registrado, aunque creo que nos impregnó a todos por un buen rato.

Antes de existir la GoPro, Alfredo ya lo inventó.

La salida del sendero cae sobre el mirador de la barranca. Desde este punto enlazamos con el camino Ortiz, que es mucho más llevadero. En poco tiempo volvemos a la pista principal y, sorteando a las hordas de caminantes que suben ahora, nos plantamos en el coche en un periquete.

Son las 12:30h y ya hemos cubierto el recorrido previsto, así que aprovechamos para tomar una cerveza en el hotel, celebrando el cumple de Jesús, que cae por estos días.

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