Somiedo y Babia: Estamos en Babia

Ruta realizada el Sábado 12/06/2004

Dificultad Física
Dificultad Técnica
32.3 km
897 m
348 Km Distancia Madrid
5h11'
2h58'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix, Juan, Miki, Pepe, Jesús, Julio

Mas detalle ruta

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El dicho «estar en Babia» viene de la trashumancia de los extremeños que extasiados de la belleza de estas tierras se quedaban pensativos al volver a sus resecas tierras.

Domingo:

El domingo suena la diana en el pasillo de la pensión a eso de las 8h. Todos escuchan la corneta y se preparan para el desayuno, no sin lamentar haber olvidado la mascarilla anti-gas para salir de la habitación.

Cuesta estirarse, a pesar que ayer no exageramos demasiado la ruta, el periodo de recuperación no ha sido suficiente. El Dioni nos pone el desayuno mientras comentamos la jugada del día anterior: La caída de Alfredo, la niebla, la parejita perdida, el frío… Hoy el día parece más claro, aún así, para asegurar decidimos hacer la ruta de Babia, que queda más hacia León y debe estar más despejado. Cargamos las bicis y los que se tienen que marchar, también los trastos. Liquidan cuentas con el Dioni y nos ponemos en marcha.

Hay que hacer algunos kilómetros por carretera estrecha hasta situarnos en Torre de Babia, de donde sale nuestra ruta.

Es un pueblo pequeño, que se diferencia claramente de Pola. Estamos en León y con sólo haber pasado el puerto, tenemos otro paisaje, otra arquitectura e incluso otras gentes, aunque hablan con acento asturiano.

Convenzo a Félix para que hagamos la ruta en sentido contrario a las agujas del reloj. Él no es muy partidario, pero después de haber visto el perfil, creo que de esta forma es bastante más llevadera.

Salimos de Torre de Babia casi a las 10h por un camino facilón, sube y baja suave por una zona despejada. Pronto nos quedamos sin camino y nos encontramos pedaleando por mitad de un prado, haciendo camino entre el heno y las flores,  que nos llegan a las rodillas. Es una sensación curiosa y agradable, queda muy de peli romántica, así que nos hacemos las fotos de rigor. Cogemos otra vez camino que sube entre árboles y acaba sacándonos a Robledo.

En Robledo charlamos un rato con un paisano, que al contarle la ruta que pensábamos hacer nos avisa que el camino está intransitable, totalmente cegado de espinos y que no puede pasar ni el ganado. Es mejor que giremos a la derecha, lleguemos al abrevadero y tomemos el camino de la izquierda, que nos lleva derechos a Cospedal y La Majúa. Sería demasiado evidente, pase por que hagamos la ruta en sentido contrario a como estaba pensada, pero de eso a hacer caso a un lugareño, ni de coña. Félix le dice claramente que pasa de él y nos dirige a todos hacia el camino de espinos, que dicho así, parece que fuera la senda de la virtud, pero no. Incluso pasando junto al abrevadero y habiendo visto el magnífico camino indicado, nos tiramos de cabeza a la senda de los espinos, saltos de cercas y de los charcos pringosos. Sucios y arañados, no queda otra solución que salir a la carretera y llegar a San Emiliano –fuera de nuestra ruta- por asfalto…

Repostamos agua y salimos por carretera a La Majúa. En el pueblo muere la carretera y se convierte en pista ascendente, que no supera muchos metros de desnivel, pero lo hace a golpes, con rampas muy empinadas y otros tramos más llevaderos. Como hemos perdido bastante tiempo, subimos el ritmo para que no se les haga tarde a los que tienen que viajar. Desde la cola nos llegan los lamentos de Jesús ¡no corráis!¡que no me importa llegar tarde!¡que a los niños los veré mañana! Apretamos los dientes y se van produciendo descuelgues. Alfredo pide paso en una de las ocasiones, pero luego se queda descolgado y quedamos en el pelotón de cabeza Félix, Juan y yo. Hace calor y las rampas se endurecen, paramos un rato para reagruparnos y comer algo.

Continúa la subida con bastante pendiente y mal firme, hay que meter el 1:1 casi todo el tiempo. Félix pierde tracción y echa el pie a tierra, teniendo que empujar un rato. El globero le ataca sin piedad: me pareció ver a alguien que subía andando por aquí, uno de color butano ¡aquí no se perdona a nadie! Julito llega el último en uno de los tramos, le afecta el calor, con lo que también se lleva un sonoro abucheo, así que para los tramos siguientes aprieta fuerte, este tío es todo orgullo y sufrimiento . El que no afloja es Juan, se ve que el pique al que le estuve sometiendo toda la noche de ayer le ha hecho efecto, lo que en un tío tan tranquilo como él, es de destacar. Un poco más de 1:1 hasta coronar y descansar de nuevo. La ruta está saliendo durita, aunque sea corta.

Hacemos unas fotos al río y a la cascada del fondo, por donde tendremos que pasar después. Vemos venir una manada de asturcones por el fondo del camino, con algunos potros jóvenes. En prevención nos salimos de la pista y subimos las bicis un poco a la ladera, no sea que se pongan nerviosos y nos pisoteen. Los caballos se muestran recelosos al pasar por nuestro lado y paran un rato antes de decidirse, lo que nos permite hacerles fotos a placer: fuerte, de crines largas y patas gordas, de no mucha alzada y con pelaje variado. Al final se deciden ellos y nosotros, cada cual para su lado.

Ahora toca una bajada suave hasta ponernos otra vez a la altura del río que venimos bordeando. Hay una cascada que justifica un nuevo descanso y más fotos. Vemos a uno de los críos que subieron en moto y vemos también a dos mujeres que están de merendola. Se han pegado una buena caminata para llegar hasta aquí, porque no se ve ningún vehículo cerca.

Aquí nos refrescamos en las aguas límpidas de la cascada

Ya solo queda el último apretón para coronar Puertos de Amarillos. Me exprimo todo lo que puedo para llegar el primero y meterme luego con Juan ¡lo prometido es deuda! Y esta vez me han valido los años y la mala leche, que normalmente no es así.

Paisajes de ensueño

Arriba hay un pequeño altiplano, que enlaza con una bajada vertiginosa, empinada y de piedras sueltas. Este es el terreno donde Jesús se saca la espinita y yo me quedo el último, con diferencia. En poco rato estamos todos entrando en Torre de Babia.

Me fijo que por este lado del pueblo hay unas ruinas de una construcción tipo defensivo, con base circular. Puede que sea esta la torre que da nombre a la localidad. Junto a los coches nos refrescamos un poco y los que van a viajar se cambian de ropa. Para algunos ya se está acabando la excursión, otros estamos en el ecuador.

Caminos de locura

Como aquí no hay donde comer, salimos dirección San Emiliano y paramos en un restaurante junto a la carretera. Tiene buena pinta, que luego lo confirmarán las viandas: una menestra excelente y carne de la zona. A la salida, abrazo y despedidas para los que se van. Lo hemos pasado bien y las rutas han respondido a las expectativas. Es una lástima que se piren, porque todos juntos nos reímos más.

Félix y yo no volvemos a Pola, bajamos las bicis y nos cambiamos. Como queda tarde por delante y nos quedan fuerzas suficientes, nos ponemos en marcha de nuevo. Acercamos el coche a Valle de Lagos, donde tomamos la cerveza el sábado y decidimos subir a ver el Lago del Valle, que ayer nos lo ocultó la niebla.

Hay 5 ó 6 kilómetros andando y ya son las 7 de la tarde, así que no se puede perder tiempo.

Empezamos el camino junto al río, por donde esperábamos bajar con la bici. Discurre por un bosque con mucha variedad de vegetación y es un paseo agradable. En algunas zonas encontramos barro cubriendo todo el camino, teniendo que entrar y salir de los prados vecinos y de la zona de bosque. Llega un momento que es imposible avanzar sin ponerse perdido, así que decidimos salir a una pista más ancha que va por el otro margen.

No sabemos en que punto la pista coincide con la ruta del sábado, ya que la niebla nos quitaba todas las referencias.

Vamos subiendo a buen paso, con unas rampas de hormigón muy duras. Hay bastante ganado, con becerros de pocos días. A pesar de ser domingo, no nos cruzamos con nadie, la subida es larga y el atardecer agradable.

Llegamos al Lago del Valle después de hora y media a muy buen ritmo. Está muy bien, rodeado de montañas que se reflejan en la superficie del agua, con una isla en el centro.

Lago del Valle
Mi amigo Pepe con 40 años
Félix con 45 años

Ahora si que vemos con claridad el punto por el que deberíamos haber aparecido en nuestra ruta de bici: una ladera escarpada por la que, con mucha voluntad, se dejan adivinar tramos de un sendero. Esto no es ciclable ni de lejos. El que haya dicho que era ciclable 100 % se lo ha imaginado, no puede haberlo hecho. Disfrutamos un poco más del paisaje e iniciamos la bajada. Llegamos al pueblo con las últimas luces, supongo que coincidiendo con la llegada de los demás a su casa, solo que nosotros hemos visto el lago… Ya les enseñaremos las fotos para que se mueran de envidia y que el próximo año se queden más días.

Para cenar nos volvemos a Pola. Hoy probamos el otro restaurante, el de la morenita de las tetas gordas (no me sé el nombre del local, ni de la moza). Cenamos bien y nos vamos pronto a la cama, que estamos bastante curraditos.

Al llegar al hostal el Dioni nos avisa que el lunes es su día libre y que se van todos a Oviedo, así que nos deja las llaves de todo el hostal y que nos apañemos como podamos ¡qué gente más maja y más confiada!

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Otras fotos: Link Álbum

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2 comentarios en “Somiedo y Babia: Estamos en Babia”

  1. ¡Qué recuerdos tan buenos!
    La pena es que no tuviéramos este día para haber visto los lagos.
    Preciosa la crónica.

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