Alto Tajo. Día 2: Peralejos-Rio de la Hoz Seca

Ruta realizada el Domingo 12/05/2002

Dificultad Física
Dificultad Técnica
35.6 km
933 m
153 Km Distancia Madrid
7h51'
3h43'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix, Juan, Miki, Pepe, Julio

Mas detalle ruta

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Domingo, 12 de Mayo: ¡QUE MÁS PUEDE PASAR!

Peralejos-Puente del Martinete-Ribera del Tajo- Cumbres y reses bravas- bajada de barrancos- Vadeando el Tajo – Río de la Hoz Seca – Ermita – vuelta a Peralejos

Efectivamente, hoy se ha dormido mejor, incluso parece que hubieran desconectado el reloj de la iglesia, que la noche pasada nos dio un buen coñazo.

Intentamos desayunar en el bar Plácida, pero la oferta no nos convence, así que volvemos al hostal el Tajo: tostadas y plátanos para todos.

Salimos con buen tiempo hacia el puente del Martinete, para desandar lo andado por la margen contraria del Tajo.

No olvidaré ese olor a tierra húmeda de la mañana

El camino es bonito, con sombras y charcos en los que Juan disfruta como un niño (¿o como un gorrino?). Empezamos a ascender por rampas muy duras, que en algún caso nos obligan a utilizar el 1:1, con lo que en poca distancia superamos 300 metros de desnivel para situarnos sobre los cortados de roca, que íbamos divisando a nuestra salida de Peralejos por carretera.

Alfredo empieza jodido, con tendinitis en las dos rodillas, que superará poco después, para colocarse a tirar del grupo –que le vamos hacer, no puede evitarlo-.

Después de llanear un poco por las praderas de montaña que hay sobre los acantilados, damos con una cuesta (yo diría que pared), por la que superamos casi otros trescientos metros, empujando La bici.

A mitad de la pendiente tenemos que hacer un alto para reponer fuerzas con unas barritas.

Estamos a 1600 metros y el barranco por el que iniciamos la ruta, ahora es solo una rayita en el fondo del paisaje.

Hace mucho aire, y todavía subimos un poco más para coronar el pico más alto y dejarnos caer por la ladera opuesta a un valle de montaña muy verde, en el que prácticamente se pierde el camino que traíamos.

Una vez que nos hemos orientado, ascendemos valle arriba, a veces rodando sobre la hierba y otras por un camino muy embarrado.

Nos salen al paso algunas construcciones, que parecen deshabitadas, y un tentadero.

En la parte alta del valle descansamos un poco para reponer fuerzas y volvemos a cambiar de vertiente superando un nuevo repecho. Las vistas son estupendas. Hay un rebaño de cabras –no creo que sea este el ganado bravo-.

Ahora empezamos a descender por un camino bastante técnico, con rocas y mucho barro batido por las pezuñas de las vacas, que vamos espantando a nuestro paso.

El camino finaliza en nuevas praderas de montaña. Aquí nos volvemos a despistar un poco y zig-zagueamos por la hierba hasta encontrar una vía de descenso hasta el Tajo.

Llegar al Tajo cuesta un güevo y, además, hay que vadearlo. Tardamos un poco en decidirnos por el paso adecuado. Finalmente nos descalzamos y vamos a ello con la bici a cuestas (yo primero, ¡jo! que macho).

Aunque no hay mucha profundidad, la corriente es fuerte, el fondo de piedras y el agua está helada. Yo creo que, aunque la avería canta después, es aquí donde Félix jode su bici, por llevarla rodando por dentro del agua (cada vez le veo más cerca de Málaga).

Descansamos y reponemos fuerzas a base de barritas. Cuando queremos reanudar la marcha, nos damos cuenta que hemos pinchado tres: los paseos por las praderas de hierba nos pasan ahora la factura.

Para salir del margen del río Tajo hacia el río de la Hoz Seca no encontramos el Paso correcto, con lo que nos regalamos otra magnífica montañita a superar con la bici al hombro –agotador-.

Una vez arriba, es difícil encontrar por donde continuar hacia el río de la Hoz Seca, ya que todo alrededor son cortados de roca. Todavía me veo vadeando el Tajo de vuelta para desandar lo andado. Nos abrimos en abanico por lo alto del cortado y vamos buscando la senda de bajada. Por fin Julio se adelanta un poco y encuentra una senda para bajar entre las piedras -¡es nuestro salvador! (puta mentira, pero a él le hará una ilusión de la hostia al leerlo).

Salimos a un canal de hormigón, que se usó para un minicentral eléctrica, que según me informé después, funcionó solo el tiempo preciso para que su propietario cobrase una jugosa subvención.

Seguimos reparando pinchazos, porque todavía aparecen un par de ellos e iniciamos una subida jodida de un par de Km. Especialmente porque ya nos coge tocados.

Arriba descansamos un poco, bebemos agua del Tajo (eso si, con pastillas) y seguimos llaneando con pequeños repechos.

¡Más incidentes! aquí es donde a Félix se le jode la bici. Yo creo que lo del viaje a Málaga cada vez lo tiene más cerca. Su bici se queda bloqueada, como si fuera de piñón fijo, y tiene que seguir a duras penas.

Ahora ya el camino hacia el pueblo es fácil y lo completamos con una bajada rápida, que nos sitúa en el pueblo a eso de las 6 de la tarde, sin comer. –La aventura es la aventura-

Lavamos las bicis, arreglamos mil pinchazos, despedimos a Alfredo y a Juan, nos arreglamos nosotros (que buena falta nos hace) y vamos a cenar a El Tobar, por recomendación de Chon.

Por la carretera vemos muchos venados, que están en plena actividad y se nos quedan mirando con sorpresa, pero con poco recelo. Parece mentira que alguien pueda dar un tiro a un bicho de éstos.

La cena es regular (no justifica las alabanzas de Chon), aunque nos ponemos hasta el culo. El marido de Chon resulta ser un experto en setas y trufas. No es tan garrulo como parecía a primera vista y más bien parece tener un aire de progre prudente y curtido.

Para rematar la cena nos tomamos un aguardiente servido en pequeños porrones individuales, que no tenemos cojones de acabar.

 De vuelta llego a casa con un color de cabeza y un mareo de la hostia. No sé sí del cansancio, el vino o el viaje.

Tomamos sal de frutas y gelocatil, vemos la tele 10 minutos y caemos rendidos. -Dicen que ronco de la hostia- ¡no puede ser!. Estos infames quieren imputarme a mí los ronquidos cuando mi mamá nunca lo hizo. Si tenían tanto sueño no pudieron molestarles mis ronquidos (que no son tal) ni los de nadie más.

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