De El Boalo a la tormenta imperfecta

Ruta realizada el Jueves 25/08/2022

Dificultad Física
Dificultad Técnica
40.4 km
1130 m
39 Km Distancia Madrid
4h40'
3h41'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, con un obstáculo, sin limitaciones de temperatura, zona de fotografía interesante

Participantes: Domingo, Félix, Pepe

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Descarga ruta: 2022-08-25-El-Boalo-Vuelta-a-La-Pedriza.gpx
Reproductor audio crónica:

Las del alba serían cuando me levanto dispuesto a una etapa más en este, tórrido hasta la desesperación, verano de mieeeerda. Dicho con mucha moderación, que estas crónicas me consta que son seguidas por personas de corta edad e incluso de entendederas.

Tres en uno (como la Santísima Trinidad-adivina quién es el palomo-), enfilamos desde el parking del pueblo hacia la Sierra de los Porrones que esquivamos para entrar una cerca, donde numerosas vacas, aún adormecidas ni se inmutan ante los valerosos ciclistas. Nuestro objetivo es «circunciclar» el circo de La Pedriza a lomos de las Trek viejas, que diría el artesano-mecánico José de Mibicio y una Orbea de 29″ megaguay. Nos enciscamos pedal va y pedal viene, mientras los calores empiezan a sacar los primeros sudores de agonía.

Llegamos al aparcamiento de Canto Cochinos tras una «frescurita y disfrutona» bajada por el asfalto. Apenas hay coches aún. Tras ese breve descanso, comienza el ininterrumpido ascenso en sentido inverso al del reloj (levógiro, para los cultos).

Dos manadas de vacas han decidido coger la cuesta abajo, por llevarnos la contraria. Sin duda van a tomar café el chiringuito de abajo que está a punto de abrir. Sus culos bamboleantes de inciertas trayectorias, nos hacen dudar si van para la izquierda o para la derecha. Mientras hago alguna foto, mis aguerridos acompañantes me han cogido unos metros de ventaja y consiguen que en ambas ocasiones se pongan de acuerdo los astados hacia donde ha de apartarse. Sin embargo, tres vacas retrasadas tanto en el espacio como en la mente, al ponerse a mi altura chocan entre ellas y se enzarzan en empujones e imprevistos giros, en medio del camino. Por un momento, me encuentro unos cuernos a escasos 50 centímetros. El susto ha sido mutuo. Me ha salido un grito gutural poco parecido a ese que practica con tanto éxito Alfredo (Cuuuusaaahh) en semejantes situaciones y que al parecer funciona. Ha faltado muy poco. Casi me tengo que tirar por la empinada cuesta lateral para evitar ser arrollado o embestido.

Los calores y los sudores se van haciendo más manifiestos y ascienden al son de las alturas que vamos superando. Llegado el punto de ebullición del agua del bidón, empiezan a aparecer las temidas moscas cojoneras. Soplando y haciendo malabares con una mano, trato de que se alejen de mí. Acelero el paso porque de todos es sabido que las moscas en vuelo invertido hacia atrás, a unos centímetros de las gafas no pueden alcanzar una velocidad superior a los 12 km/h. Con tal ahínco pedaleo, que me distancio de mis compañeros. Tengo la esperanza de que me dejen en paz los dichosos dípteros y decidan ir a por mis acompañantes, sin duda más jugosos por bien sudados. Comento con Domingo que he llegado a la conclusión de que las puñeteras moscas hacen relevos cada 100 metros con el malvado fin de martirizarnos el mayor tiempo posible.

En una de las infinitas curvas observo un cartel que debe prohibir algo, lo que levanta mis orejas de can de modo automático. Me acerco para ver las vistas del barranco al Manzanares y llega Domingo. Le pregunto por Pepe y me asegura que va detrás a escasos metros y que nos verá, pues las bicis están cerca del camino. Pues no. Hacemos unas fotos y emprendemos la persecución. Las moscas le hacen apretar el ojal a Pepe de modo que ya nos nos volveremos a ver hasta el bar en el pueblo. Trato de avisarle dos veces, pero no hay cobertura. Le dejo un mensaje que convenientemente ignora pues con las orejeras bien ceñidas, sigue pensando que vamos por delante y no se le ocurre tirar de móvil.

Llegamos a las Buitreras, antaño comedero de estos feos pajarracos y convertido en una amarilla planicie descansadero-cagadero de vacas. Ligera bajada que se agradece antes de comenzar una nueva subida que se me hace muy pesada y larga. Mi nivel de glucosa ha descendido y el sabio cuerpo me avisa que debo ingerir algo. Vemos el camino que asciende hacia el Ventisquero de la Condesa. Unas gotas de agua me caen en los brazos que hago notar a Domingo quien aún no las ha percibido. Pronto será muy distinto. Hago un llamamiento a mi virtual amigo Anselmo de la AEMET, a quien invoco en momentos claves, en este caso para solicitarle un poco de lluvia que mitigue nuestro calor y sudor. Al parecer está de vacaciones y el recado lo ha cogido un becario. La madre que lo parió.

Pepe, estará por ahí

Justo en el sitio más desarbolado y cuesta arriba, se lía parda. Estamos cerca del Puente de los Manchegos y rompe a llover a cántaros como si no hubiera un mañana. Continúa con un granizo que no alcanza tamaño suficiente para hacer daño; pero que mosquea. Subimos el cuestaco hasta el Mirador de Los Pastores jarreando a cubos. Ahí hacemos unas rápidas fotos antes de empezar la interminable bajada por la cara sur. Sin coger velocidad porque estamos calados hasta los hueVos. Sí, con V.

Sin más cogemos el desvío hacia El Boalo, donde nos cruzamos con un e-ciclista de Enduro que anda perdido buscando a sus colegas. Tras recorrer tres kilometros, por donde no es y delante nuestro, nos pregunta con aviesas intenciones. Sé que no quiere declarar su intención de ir por el sendero que baja a Cantocochinos, ya que está prohibido. Le indico donde está el desvío de caminos que anda buscando y que sus colegas le han dado como referencia del inicio de la trialera. No lleva GPS y no es de la zona. Allá él.

Cerca de la Sierra de Los Porrones llama Mario para avisarnos de que está en la plaza esperando que lleguemos para comer. Le digo que llame a Pepe para avisarle que vamos detrás suyo y que en 30 o 40 minutos estamos con él. Allí nos encontramos según el horario previsto. Caen unas cervecitas, para hacer hambre y nos cambiamos de local para comer un espléndido menú en Don Baco.

Tras los cafés, nos vamos a mi casa a tomar otro café con hielo y pegarnos un baño. Pepe nos deleita con sus lances al agua desde diversas posturas. Nos recuerda a una mítica película sobre una orca.

**** ATENCIÓN no existe el video VID_20220825_171759.mp4 en el álbum de Google de la crónica

Hacemos balance de nuestras gorduras veraniegas sin tapujos porque se ven las lorzas a pleno sol y esplendor. Sigo pesando menos que ninguno, como pudimos comprobar balanza en ristre, lo cual no me enorgullece pues es manifiesto que también soy en más bajo de los cuatro.

De nuevo en casa en animada charla disfrutamos de un buen clima y ambiente cervecero; menos yo que como no tengo que conducir, le doy al agua sin gas. En esto que nos dan las ocho y media de la tarde y levantamos la sesión. Buen rollito y mejor compañía.

Ya estamos deseosos de retomar la compañía de los dispersos Rufi, Juan, Miki, Juanlu y Alfredo.

Os dejo con Krahe y su versión de La Tormenta de George Brassens

Besos amigos.

Otras fotos: Link Álbum

Visionar fotos y videos del Álbum de Google en el mapa: ver fotos


4 comentarios en “De El Boalo a la tormenta imperfecta”

  1. Día completo. A diferencia de los todavía veraneantes vais a pillar la forma para el inicio de temporada en octubre.
    Seguro que comisteis bien en el Baco.

  2. Un día estupendo y largo. Dio tiempo a todo: calor, frío, cervezas, café. Ahhh, y moscas, muchas y tenaces. Gracias por la crónica, Félix.

  3. Buena y fidedigna crónica, vive Dios! Me gustó mucho la ruta por la «novedad», que ya me voy pareciendo a Alfredo. Eso tiene la ventaja de que me asombran rutas que, por lo visto, ya he hecho. Menos mal que tengo a Pepe y Félix haciendo de «memoria historica»

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