Ruta realizada el Domingo 06/03/2005
Participantes: Alfredo, Félix, Pepe, Julio
Hemos saltado todos una semana y algunos un poco más. Hoy hay ruta oficial, que cogemos todos con ansia y, la verdad, es que hacen falta muchas ganas para ponerse a dar pedales nevando y con anuncio de una nueva ola de frío.
Eso si, esta vez empezamos entrada la mañana y con el compromiso de hacer una ruta larga y sin prisas.
Desde Valdepeñas salimos bien abrigados hacia el cementerio y las primeras rampas nos ayudan a poner el corazón en marcha. Con campos abiertos por donde corre el aire y cae la nieve, en un paisaje de invierno que ya debería dejar sentir un poco la primavera.
En cuanto nos metemos en umbría aparecen las manchas de nieve y las placas de hielo. Enseguida nos damos cuenta de que esa nieve recién caída, suave y vaporosa, oculta unas placas de hielo compactas, duras y asesinas. Julio aterriza rápido con el culo y yo, mirándole y tratando de evitar lo mismo, también patino y caigo, aunque sin consecuencias. Lo demás serían todo “uys” repartidos homogéneamente por todo el equipo.
Pronto nos desviamos de la ruta que sube al Centenera y tomamos la pista en dirección al Vado, por donde un aciago día decidimos bajar campo traviesa hasta en El Charco del Chorro, en Valdesotos. No es fácil que se nos vaya de la memoria por mucho tiempo que pase.
Ahora subimos y subimos bastante. Sin que pueda considerarse un puerto, si que hay unas buenas rampas que nos hacen sudar y que sirven a Julio y Félix para apretar y apretarse.
Coronamos y empieza la bajada por el pinar. Otra vez vuelven las placas de hielo, pero esta vez ya nos cogen precavidos y entramos muy despacio, con los pies fuera de las calas y compensando los resbalones, que se siguen produciendo sin remedio.
Salimos a la carretera y nos dirigimos hacia el pantano del Vado. En la carretera también hay hielo. Hace rato que ya no nieva, pero el ambiente está desapacible, sin decir que haga un frío extremo, pero de vez en cuando vienen ráfagas de aire y algunas nubes, que tan pronto te dejan helado como permiten pasar un tímido sol que reconforta bastante.
Llegamos al Vado y Alfredo duda si ha estado antes ¡es pa matarlo! Cruzamos sobre la siempre sobrecogedora presa con su ambiente franquista de los cincuenta y continuamos ruta hacia Retiendas.
Son siete kilómetros de carretera con mal firme, pero sin mucho desnivel, se hace fácil. No entramos al pueblo y vamos directamente hacia el monasterio del Bonaval, bajamos incluso hasta el rio, que no baja con mucho agua. Está siendo un invierno más frío que otra cosa.
En el camino que discurre junto al Jarama encontramos bastante barro. Hasta el momento nos íbamos escapando, gracias al firme de pizarra, que drena estupendamente. Por el sendero vemos un zorro muerto. No se aprecian heridas, así que puede que le hayan envenenado. Es un pena, el animal es precioso, no abulta más que un gato grande y la cola es una belleza.
Salimos a la carretera y nos dirigimos hacia Puebla de Vallés. Ahora empieza a granizar y la subida se hace durita, aunque corta.
Entramos al pueblo y cogemos agua. Reponemos fuerzas para continuar, que ya van pesando los kilómetros en las piernas. Aquí cogemos un camino nuevo, que baja junto al arroyo que se dirige al Jarama. Empezamos por un valle cerrado, que pronto se abre en tierras de labor amplias y el camino es paso obligado para los vehículos agrícolas ¡así esta! Bastantes roderas, muchas piedras y las cervicales que no dejan de quejarse.
Aquí me la juegan un poco, por quedarme atrás. Llegamos a un arroyo que ya han pasado todos y me animan a que cruce por el centro, pedaleando. Raro en mí, que soy de natural cobarde, entro al trapo y me cruzo el arroyo por todo el medio. No me caigo, pero es bastante profundo y me mojo los pies por completo. Bueno, menos mal que ya no queda mucho.
Salimos a carretera de nuevo y vamos derechos a Valdepeñas, para cerrar el círculo. ¡qué bien! Ahora llevo una rueda pinchada. No tengo fuerzas ni ganas para cambiarla, así que doy aire e intento acabar los tres kilómetros que me quedan.
A pesar del parón, todavía alcanzo a Alfredo, que yo creía que me esperaba, pero es que va machacado. Lleva la cara blanca y dice que se va mareando. Subimos juntos, muy despacio, y aun así hay que parar a la entrada del pueblo, para que pueda reponerse.
Eso si, tal y como teníamos prometido desde le miércoles, nos atizamos unos huevos con morcilla y algunas viandas más en el bar de la plaza. Al tabernero le cuesta contenernos a base de patatas fritas y cortezas hasta que está la comida lista.
Luego con la tripa llena ya se ven las cosas de otra manera y emprendemos la vuelta a casa tranquilitos, con el deber cumplido y pocas energías para dar guerra allá donde caigamos.
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