Ruta realizada el Domingo 20/02/2005
Participantes: Félix, Juan, Miki, Pepe, Jesús, Julio
Otro día de frío, otro día plano. Sin planes elaborados ni grandes expectativas quedamos en nuestra conocida plaza de El Boalo para cubrir la etapa semanal. Nos cuesta salir del coche, a Julio le tengo que animar un poco para que se baje.
Echamos a rodar hacia Manzanares, por ese camino de siempre que en invierno está embarrado y en verano es una balsa de arena. Legamos a Manzanares y seguimos por carretera, hasta coger el camino de la Hoya de San Blas. Más de lo mismo, más rutina, encima no nos caemos al cruzar el arroyo, con lo que no hay motivo para reirse.
Salimos frente a la gasolinera que hay pasado Soto y nos dirigimos en dirección a las obras del túnel del tren. Esta parte es nueva, por aquí no se nos había perdido nada. Son unas pistas anchas, a ratos con un firme preparado para los camiones y otras veces tierra. El paisaje son todo llanos, donde pega el viento y se deja sentir el frío.
Damos la vuelta por detrás de la cárcel de Soto, que ahora se llaman centro penitenciario, ¡ni que se vinieran a rezar aquí después de la confesión! Aprovecho para cantarles lo del Penal del Puerto y otras piezas destacadas de la copla española, pero por la reacciones deduzco que mis interpretaciones no son de su entera satisfacción, o simplemente no las consideran adecuadas para el momento. Probaré en otra ocasión.
Hacemos un poco de carril bici y luego nos vamos acercando al pantano, por el puente de piedra, que los carteles antiguos marcaban como “romano” ahora dicen que “medieval” y yo creo que se trata de un puente vulgar y corriente, sin otra gracia que ser de medio punto, con la parte superior totalmente plana, en lugar del tradicional lomo de asno.
El plan de Félix era alargar la ruta hasta Cerceda, pero ya vamos estando un poco hasta los güevos de dar pedales, así que nos vamos acercando por el camino corto, que va a parar a Manzanares y de allí a El Boalo, por el mismo sitio que vinimos.
En los últimos tramos se monta el pique de rigor, del que nos quedamos fuera Jesús y yo. Los demás se dejan la pelleja, a veces tratando de llegar primero y otras solamente por dejar descolgado a alguien, que también tiene su gracia.
Llegamos al coche poco antes de la una y nos largamos a casa con los deberes hechos.
(Si, ya sé que ha salido cortita. ¡Compraros una novela, coño!)