Alpedrete de la Sierra-Torrecilla-Atazar

Ruta realizada el Sábado 08/01/2005

Dificultad Física
Dificultad Técnica
47.9 km
1387 m
60 Km Distancia Madrid
5h26'
3h59'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix, Pepe, Jesús, Julio

Mas detalle ruta

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Empezamos otro año, y ya van unos cuantos. Hay veces que me da pereza salir a la sierra, cuesta madrugar, las rutas se me hacen largas y se que estaré toda la tarde dolorido, quizá estoy perdiendo la ilusión por la bici; pero no, todo cambia una vez que paras el coche, con el frío de la mañana, los abrazos de bienvenida de todos, las bromas, los preparativos, la pista por delante y todo el campo alrededor. ¡Qué coño! ¡Esto mola!

En un alarde de condescendencia con los dormilones, hemos quedado a las 9h en Alpedrete, nosotros y todos los cazadores de diseño que hay en la provincia de Madrid. Llegan en un montón de todoterrenos cargados de gordos y de viejos, incluso en alguno de los individuos coinciden ambos factores.

Nos ponemos en marcha con mucho frío, con dirección a Valdepeñas, pero enseguida nos desviamos por la pista del canal que sale a la izquierda, que viene a ser la continuación de la que sale del Pontón de la Oliva. Un poco de páramo y entramos en la zona boscosa del arroyo de la Concha. Aquí empieza la subida, suave pero continua. Hay algún repecho con más pendiente, que hace que se nos pase todo el frío que traíamos. A la vez que nosotros cogemos altura, el sol va también accediendo a puntos más bajos, con lo que pronto vamos pedaleando protegidos del Norte y con un sol brillante.

Hace tiempo que no hacíamos este ascenso y es uno de los que me gustan, no hay demasiado bosque y las zonas arbóreas son casi todo pino, pero hay unas vistas del valle increíbles.

Nos vamos dando cera, cada cual a la medida de sus posibilidades, pero las diferencias arriba no son tantas. No hacemos más que parar nosotros en la cumbre y llegan los coches de los cazadores, que se han debido estar poniendo hasta el culo en el bar del pueblo, venga cazalla y platos de migas.

Encontramos el sendero por el que debemos hacer el descenso y verdaderamente, tiene un aspecto bastante difícil, pero se distingue claramente el tratado en todo lo que nos alcanza la vista. AL menos parece que no habría que improvisar.

El problema es que ha llegado también el guarda forestal que acompaña a la cacería. En el pueblo tragó cuando le dijimos que íbamos a coger la pista hacia arriba, pero aquí ya no traga y dice que de salirnos de la pista nada, que se trata de una cacería autorizada y regulada y que no quieren accidentes (nuestros, que los de los jabalís no les importan).

Han enviado más de cien perros por el otro lado del cerro, con sus ayudantes. Ahora un chaval del pueblo se encarga de ir bajando a los gordos e irlos repartiendo por los puestos que hay en la ladera, donde se sentarán cara al sol, bien resguardados, a dormitar el almuerzo hasta que les pongan los gorrinos por delante y tiren de escopeta, a ser posible sin mover el culo del asiento.

No hay opción, hay que seguir por la pista hacia Alpedrete, bueno opción si que hay… Nos cogemos el camino que cambia de vertiente y tiramos hacia el Atazar, para adornar un poco la ruta. Pero como estamos aventureros, nos metemos además por la primera pista de la izquierda, que desciende en buena dirección, sobre un firme de pizarra suelta. Desciende más y más, hasta meternos en uno de los barrancos de la zona, por donde no debe haber pasado más cristiano que Lucas, que es el nombre que lleva por aquí la cuerda de la sierra.

No hay más remedio, hay que dar la vuelta y remontar el pedregal. Empujamos la bici un poco, otro poco montamos, hasta volver al camino principal y hacernos la bajada vertiginosa hasta el pie del Atazar.  Desde aquí cogemos la pista ya conocida que se dirige al collado del Santo, conocida pero no tanto, porque también hay otro despiste que nos regala una subidita innecesaria, que tendremos que desandar para coger, ahora si, la pista definitiva.

Ahora ya si que estamos en camino, solo que una hora y media más tarde de lo que debiera ser, y lo que más me jode es que no puedo echar la culpa a Félix, no puedo llamarle torpe, no puedo decir que no tiene ni idea de usar el gps (que en cualquier caso no la tiene), pues todos los errores de hoy me corresponden, he sido yo solito el que ha sugerido adornar la ruta, el que estaba de acuerdo en coger la pista de pizarra y el que ha dudado también en la segunda pista.

Llegamos al pueblo casi a las tres, así que de perdidos al río, nos tomamos unas cañas con unas pocas migas de las que han dejado los cazadores y nos vamos para casa ¡que ya está bien!

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