El Cardoso-El Cerrón-El Hayedo

Ruta realizada el Sábado 13/11/2004

Dificultad Física
Dificultad Técnica
47.1 km
1193 m
78 Km Distancia Madrid
6h32'
4h42'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix, Juan, Pepe

Mas detalle ruta

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Mucho mariquita vamos conociendo. Les dices que está lejos, que hay que madrugar, que quizá haya un poquito de nieve y todos los homosexuales de la mountain se rajan como el coño de una parturienta.

Hemos quedado en El Cardoso a las 8 de la mañana. El día está frío y con bastante aire, pero en la plaza del pueblo todavía no se nota. Llegar hasta este punto de la sierra pobre es toda una excursión, a Félix y a mi, que vamos compartiendo coche, nos ha dado tiempo a confesarnos, casi hasta enamorarnos, hasta que suena el móvil y es Alfredo, que ya está allí.

Damos unas cuantas voces en la plaza antes de ponernos en marcha, creo que los cuatro vecinos que haya por aquí deben acordarse de nuestros padres, pero afortunadamente, dejamos el pueblo antes de que abran las ventana y nos vacíen el orinal en la cabeza.

Salimos por carretera y encima con un poco de bajada, con lo que el frío se deja sentir en las orejas y en la punta de los dedos. Es bajada hasta cruzar el río Berbellido, luego empieza la subida y el desvío hacia Bocígano. Seguimos por carretera y casi se agradece el repecho para entrar un poco en calor. El cauce del río está marcado por robles que, con el traje de otoño brillan de amarillo (toma cursi).

Volvemos a cruzar sobre el Berbellido y enfilamos la última subida hacia el pueblo, donde nos encontramos con un buen rebaño de vacas, que llevan bastantes chotos jóvenes para la época del año en la que estamos. Hace un aire infame, cuando entre las vacas descubrimos una pareja de viejos.

Pepe, melancólico, enamorado o cansado.

Paramos junto a él, un hombre de mucho pelo y muy blanco, con los ojos claros y más vitalidad que fuerza. Nos explica que las vacas son suyas, que los terneros le llegaron tarde porque no las retiró la guía ¡a saber que cochinada es eso!, así ya no le valen lo que le tenían que pagar, también dice que los cerros de alrededor son el Cerrón, el Santuy y el Ocejón de Majaelrrayo. Las cabras las tiene en el monte y la hija en la ciudad; a las vacas las resguarda en la nave que construyó cuando tenía 64 años. También nos dice que ayer hizo un día muy malo, de mucho frío y con nieve. Nos despedimos y seguimos ruta ¿cuántos viejos de estos pueden quedar todavía en su pueblo de origen? Creo que nos estamos perdiendo algo importante por no dedicar más tiempo a escucharlos. Juan dice que sería interesante compartir con ellos una sobremesa y estoy de acuerdo.

Damos un rulito por el pueblo y volvemos a por la pista que se dirige a la sierra. La primera parte es muy agradable, sube con poca pendiente y hay bastantes robles centenarios, paramos un poco en los corrales de las Canalejas y luego ya seguimos a tomar la subida seria. Enseguida se me pone el corazón a tope, aunque no parece que el esfuerzo sea para tanto. La pista es un pedregal y yo voy sin suspensión, porque se me ha debido joder el cartucho de aire, así que resignación y paciencia.

Juan también empujaba a ratos

No tardamos mucho en encontrar las primeras nieves, que se vuelven hielo en las partes del camino por donde ha corrido el agua. Hay que echar el pie a tierra muchas veces, en una de las placas, Alfredo casi echa también el culo.

La subida es bastante penosa y cada vez que nos quedamos desguarnecidos del viento, éste sopla hasta casi tirarnos de la bici. La subida hasta el collado del Santuy la remato a pie. Creo que Juan es el que más aguanta sobre la montura y Alfredo también lo intenta con ahínco, a mi me vale con dar unas pedaladas lo justo para la foto, encima se ve a Félix que viene por detrás ¿qué más se puede pedir?

Pepe, me parece que quien iba detrás eras tú.

Seguimos ruta sin hacer sufrir la próstata, pues continuamos empujando más que pedaleando. En el collado de la Hortigosa nos hacemos unas fotos contra el aire, de esas que parece que el aire te sujeta. Nos cuesta pasar la bici, en algunos momentos te tienes que estar quieto, sujetarte con fuerza y avanzar sólo entre las rachas de aire.

Por fin llegamos al Cerrón, son 2030 m. está todo nevado y el aire levanta placas de hielo que arroja contra la cerca que discurre junto al camino, los matorrales están cubiertos por carámbanos y en el suelo hay algunas placas de hielo. Hemos coronado y no parece que haya mucha gente por aquí, tan solo las huellas de un animal ¿perro, zorro, lobo? Que ha ido marcando el camino un rato antes que nosotros.

El aire me sujeta completamente inclinado hacia delante

Hay un momento que el aire es tan fuerte que nos da miedo porque la sensación térmica es muy baja y perdemos calor con rapidez. Coronamos lo más rápido posible para guarecernos del fortísimo viento que lanza trocitos de hielo que levanta del suelo y nos impacta dolorosamente en la cara.

Cannondale, un bicicletón para la época

Empieza la bajada. Parece increíble, pero hay que dar pedales también cuesta abajo, en un desarrollo corto, con el sillín bajado y poniendo el pie en tierra continuamente, vamos descendiendo por unas zetas con mucha pendiente. Los pocos tramos del camino que deja ver la nieve muestran una pista infame, un auténtico pedregal que tiene que ser un infierno incluso en verano.

El viento levanta el hielo que se fija en el brezo

Paramos en una cascada helada a hacer unas fotos, es el primer contacto con el río Ermito, que seguiremos en bajada ya mas suave, por un valle bastante abrupto y salpicado de roble, hay incluso algún haya, que debe venir de Montejo, huyendo de los turistas que las asedian continuamente.

Pasamos junto a las ruinas de la Casa del Tío Agustín y a los restos de los corrales antiguos. Aquí ya nos cruzamos con algunos excursionistas andando, que llevan una cara de frío horrible ¡qué sabrán ellos!

Vamos ya castigaditos y es muy tarde, pero no nos vamos a quedar sin pasar por el valle del Hayedo. Llevo ya dos años con ganas de meterme por este tramo del Jarama y no me lo quiero perder, así que iniciamos otra vez la subida, que aunque suave, las piernas la reciben con desgana. El valle es ciertamente lo que prometía, más frondoso y más bonito que el de el Ermito, con una magnífica perspectiva del hayedo, lástima que ya está muy pobre de hoja y la mayor parte del color rojo característico haya que observarlo en el suelo, en lugar de en las ramas.

Hayedo de Montejo visto desde arriba

Coronamos la excursión en unas ruinas y nos dejamos caer suavemente hasta la carretera bueno, también hay repechos.

Ya en el asfalto sólo hay que rodar unos pocos kilómetros, cuesta arriba, cómo no, para llegar a El Cardoso.

Derrotados, con calambres en ascenso y todos juntos ¿qué creéis que podía pasar? Bueno, eso que lo cuente Alfredo si tiene huevos, que luego dicen que hay mucha prensa amarilla.

Con esta ruta decidimos dar por cerrada la temporada de los dosmiles hasta la próxima primavera y además prometemos quedarnos un poco más cerca de casa, para no comer a las cinco ¡a ver si lo cumplimos!

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