Ruta realizada el Miércoles 23/04/2025






Participantes: Alfredo, Domingo, Félix
Reproductor audio crónica:
Hace meses mi amigo Luis (el setero), quien nos recomendó la zona de Saja en Cantabria, me habló de este lugar y como teníamos ganas de conocer Cabañeros, montamos una salida breve de dos rutas por lo más cerca que se puede sin entrar en el Parque Natural. Dentro del Parque hay un par de paseos en bici que está pensado para familias y que carece de interés para nosotros. Así que me puse a buscar rutas por los alrededores de Robledo del Buey. La idea era alojarnos en la casa rural de La Cabrera, pero estaba cerrada por descanso. Como las rutas ya estaban decididas, Alfredo buscó alojamiento en un pueblo cercano: Los Navalucillos. El pueblo compite en la categoría de «Uno de los pueblos más feos de España».
Casas variopintas. Hechas de materiales básicos y sin gusto. Apenas se ve gente a pesar de ser un pueblo extenso. Probablemente se escondan por vergüenza al paso de foráneos. Las calles sin aceras son estrechas y sinuosas. Debes estar atento a que no te vengan de frente los poderosos todoterrenos que usan los lugareños. Los sitios de reunión de éstos, como es de suponer, son los bares donde a primera hora se echan al garguero las copas de anís del Mono, brandy Soberano y/o whisky DYC, antes de salir a faenar.
Su común vestimenta es el traje de camuflaje que parece a punto de estallar las costuras por la zona ventral. Sus manifiestas gorduras demuestran que usan esos embarrados todoterrenos para apostarse con su rifle de mira telescópica allá por donde pase el jabalí, venado,… o cualquier bicho que sea menester asesinar. Llevan una vida básica cuya mayor gloria la alcanzan a costa de unos animalitos a los que utilizan para calmar los instintos más ancestrales de nuestra dañina especie. Luego una copiosa comida que su aburrida «parienta» ha preparado entre concurso y tertulia televisiva de cotilleo. Ambos ingieren muchas más calorías de las consumidas en toda la semana. De sobremesa, la novela de turno va por el capítulo 367 y su vecina «la Carmen» le ha dicho que cree que el protagonista Lucas Rodolfo no es el padre de Edelmira, sino el criado Edelfuso. No se lo pierde, mientras «su Manolo», echa una siesta torera de dos horas y pico antes de salir a echar la partida de mus. Un café y tres cubatas de Larios amenizan los exabruptos que retumban en las paredes del local. A casa a cenar ya va cocido, que últimamente no aguanta igual el alcohol. ¿Qué coño me ha echado Julián en los dos gintonic de remate que me tomado con mi compadre Tomás? Un poco de TV de concursos, petardeos, cotilleos o fútbol y a roncar a la cama. Y mañana… pues repetimos.
Y una vez descrita la triste realidad de la España que se vacía, vayamos a lo nuestro. Esta vez hemos ido en mi A6 donde meter las e-bike es todo un ejercicio de fuerza y destreza en Tetris. Nos desplazamos hasta Robledo del Buey por una hermosa retorcida carretera que muestra un campo en esplendor primaveral. Las montañas y verdes valles están tan bonitos como el propio día. La temperatura espléndida. Si Los Navalucillos es un pueblo insulso, me ahorro mencionar como es Robledo del Buey.

Salimos por pistas anchas y en muy buen estado, en dirección norte por la Sierra del Castillazo. Los bosques son mixtos con predominio del pino. En algunos sitios hay alcornoques salpicados así con robles de incipientes hojas, madroños, arces, espinos y en las zonas de bajo monte predomina la blanca jara, llamada «la reina del fuego» por su habilidad para inmolarse cuando su densidad alcanza un nivel insoportable y que subsiste gracias a que sus semillas son ignífugas.

El recorrido no tiene puntos relevantes más allá del cruce de algún arroyo inoportuno que nos obliga a vadear con riesgo para la electricidad de la bici.
La zona es bonita principalmente porque la época lo resalta, pero no veo la necesidad de hacer más de doscientos kilómetros para ver lo que en los alrededores de Madrid podemos disfrutar igualmente.
Esa falta de lugares emblemáticos nos impide hacernos una foto con nuestro uniforme oficial para dejar en la web nuestro legado para la posteridad.

Pasamos por Robledillo. No perdemos un minuto en recorrerlo. Seguimos hasta Navaltoril donde se puede ver más de lo mismo.


Y después Piedraescrita y su ermita. Su nombre podría provenir de la existencia de un fósil cercano, situado cerca de cumbre de «pico que de Las Moradas», que parece una «piedra escrita» en la que aparenta estar escrita la expresión «creo». Sin duda es uno de esos lugares donde la Virgen podría aparecerse a algunos pastorcillos si hubiese un cura con poco de afán de progreso para su villorrio. Es curioso que últimamente no hay apariciones. Es probable que la llegada de los móviles desanime al elenco santoral y virginal. Parece que las redes sociales espantan a estos seres inmateriales.

Seguimos por más pistas hasta Robledo del Buey, sin ver dicho animal. Las cuestas son alternadas y sin dificultad física que para eso llevamos las pesadas cabalgaduras.

Terminamos el paseo y volvemos a Los Navalucillos para comer en el Restaurante Eloy. Un típico restaurante de pueblo donde Alfredo y un servidor nos apretamos un contundente y sabroso cocido, que resulta bastante cumplidor. Domingo opta por ser más comedido.
Volvemos al alojamiento donde descargamos los mamotretos y salimos en breve. Nos espera un paseo de senderismos de poco más de ocho kilómetros y no queremos que se nos haga de noche en el trayecto. Se trata de llegar a un barranco donde hay cascada de quince metros llamada El Chorro. Para ello, es necesario coger un desvío de tierra a mitad de camino a Robledo que nos llevaría a una de las entradas reguladas del Parque Natural de Cabañeros. Al llegar vemos un enorme cartelón que indica que el camino está cortado por obras y que debemos retroceder unos cuantos kilómetros para acceder por un desvío provisional.
Vuelta atrás no si antes subir a un mirador donde se observa el valle y una presa del río Pusa. Al llegar al desvío provisional vemos que es un camino de tierra irregular que nos llevaría al menos una hora para llegar al punto de inicio del recorrido.

El A6 es muy bajito y no está preparado para correr por estos caminos. Desistimos y volvemos al «fantástico bullicio» de Los Navalucillos. Nos sentamos en una terraza a hacer tiempo hasta la cena. Vemos pasar a la escasa fauna autóctona en sus invariables trajes de camuflaje comprados en Decathlon.

Alfredo nos insta a cenar a las ocho y media. Tras un breve paseo por el pueblo comprobamos que no hay lugares dignos de visitar y buscamos alternativas para desayunar al día siguiente. En vista de lo entretenido que es el pueblo, cenamos en el mismo sitio y a dormir a las nueve y media como buenos y disciplinados monjes cartujos.
Os dejo con la canción «Sopa Boba» de La Vereda que define el carácter del lugar.
Otras fotos: Link Álbum
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Bueno, se podría decir que la cronica describe fielmente lo que había. No creo que hagamos muchos amigos con ella, pero me extrañaría que la leyeran, la verdad. De todas las veces que hemos salido por «la España vaciaaa» creo que esta es la vez que he visto un pueblo tan desangelado. Creo que influye el gusto por lo cinético que tiene aquí el personal. En fin, es lo que hay
Muy buena descripción de la ruta y el ambiente. Solo de pensar que tuviera que vivir en alguno de los estos pueblos se me abren las carnes. Menos mal que comimos razonablemente.