El Pontón de la Oliva y las Cárcavas

Ruta realizada el Domingo 26/02/2023

Dificultad Física
Dificultad Técnica
24.5 km
631 m
56 Km Distancia Madrid
2h45'
2h26'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura, 25 metros no ciclable, zona de fotografía interesante

Participantes: Alfredo, Félix

Mas detalle ruta

Temperatura media: 8.7
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Reproductor audio crónica:

Nuevamente nos encontramos Alfredo y yo. Sólos ante el frío. El grupo sigue diezmado por las lesiones y por la pereza. Así que los irreductibles nos plantamos en el Pontón de la Oliva a las 9:30, con más grados de temperatura de la prevista porque según los agoreros de la AEMET, se preveía una desalentadora mañana de -3º cuando la realidad fue que hacían +6º.

Me temía que el parking siguiera con la entrada llena de baches y que se repitiera la historia del año anterior cuando nos dejaron encerrados. Pero no. Está arreglada y además pudimos aparcar en una de las últimas plazas disponibles de la primera terraza.

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Agradeciendo el ascenso por la carretera que nos ayuda a entrar en calor, llegamos a la entrada de la Cueva del Reguerillo jadeantes. Cogemos el camino que nos ofrece las vistas del recorrido final apreciando las cárcavas que luego visitaremos en detalle. A lo largo del camino nos encontramos carteles con avisos de «Abejas trabajando», que me hacen sonreír porque con estas temperaturas, las laboriosas abejas estarán a buen recaudo y las imagino apretujadas en las colmenas en espera de la llegada de la primavera.

Los almendros en plena floración salpican el recorrido con sus flores de color blanco o rosa, según la variedad, mientras recorremos la tortuosa ribera del Lozoya. Sorprende ver la cantidad de árboles vencidos y tronchados probablemente fruto de la pasada Filomena. Podría ser de vientos, pero aquí estamos muy protegidos al estar rodeados de altos paredones de piedra.

El pequeño azud de Navarejos me recuerda aquella vez que Pepe no pudo contenerse al ver a dos muchachos intentado pescar y les dijo: «todos los peces que cojáis me los como crudos», dejando perplejos a los inexpertos aprendices de pescador.

¿Cuántas veces habremos recorrido estos parajes? Hace veintitantos años que Pepe y yo, la hicimos por primera vez. ¡Qué barbaridad! Si me hubiesen dicho que después de tantos años seguiríamos juntos disfrutando de este entorno, hubiese dudado y contestado: ¡ojala!

Llegamos a la presa de la Parra. Sus aguas procedentes de la hermana mayor de El Atazar, fluyen con generosidad. El puente metálico y peatonal avisa que no está permitido el paso. Comprendemos que es la forma de quitarse la responsabilidad del Canal de YII ante cualquier accidente, ya que carece de sentido que corten aquí el paso, de las rutas habituales de la zona y del único puente que cruza el río.

Dos kilómetros de subida por un pinar nos hace entrar en calor nuevamente. El jadeo y aspirar por la boca, me dejará una ligera faringitis que arrastro en estos momentos mientras escribo esta crónica.

Descendemos rápidamente con el cielo ya totalmente despejado hasta las ruinas de esa casa con estupendas vistas donde habitualmente paramos a comer el plátano y contemplamos las roderas de motos por la vertiente norte que en algunas ocasiones hemos bajado. Recuerdo que la primera fue por culpa de una cacería que nos varió la ruta y nos llevó a esta escarpada bajada que en buena parte hicimos a pie.

Nueva subida hasta Alpedrete de la Sierra por una pista que han ensanchado casi al doble de la original. Se han llevado de por medio aquellos árboles que anduvieran al ras del camino, siendo algunos de ellos almendros de buen porte.

Tras una breve bajada, enfilamos la subida que nos acercará a las cárcavas. También han arreglado y ensanchado la pista. El paisaje es demoledor. Todo está quemado y negro. Por algo se llama el Cerro de Mingo Negro. Ni un ápice de vegetación. Todas las jaras están peladas y las ramas ennegrecidas. La extensión quemada es importante y debió ser un fuego duro porque sabemos que la jara es resistente a él. Parece que va a tardar en reponerse siquiera de vegetación de monte bajo.

Llegamos a las Cárcavas. Hay multitud de gente subiendo desde El Pontón a pesar de que el día no prometía buen tiempo. Hacemos y nos hacen varias fotos en este paisaje fantasmagórico y bien cincelado mezcla de arcilla y roca sedimentaria. En otro tiempo o los más fantásticos dirán que es fruto del zarpazo de una gran bestia mitológica. La naturaleza es caprichosa y la erosión deja aquí unas pintorescas formas con escarpadas agujas que sorprenden, tanto por su altura como por su contrastado color rojizo, frente al resto del paisaje.

Decidimos cambiar la ruta y bajar por la parte difícil. Una pareja se sorprende que bajemos por ahí. En algunos puntos las roderas y escalones son imposibles de sortear, además el terreno está bastante seco. Así que para no dar espectáculo y evitar las risas de los paseantes, decidimos patear las zonas más abruptas.

Y acabamos en el parking que está hasta la bandera. Un día más que aprovechamos y que nos deja un recuerdo a través de esta crónica que espero haya sido de vuestra satisfacción. Quizás dentro de otros veintitantos años la podamos leer, porque dudo que la vivamos en primera persona siquiera con e-bike.

Os dejo con Hugo Díaz y un tangazo en homenaje a Carlos Gardel.

Otras fotos: Link Álbum

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2 comentarios en “El Pontón de la Oliva y las Cárcavas”

  1. Pero bueno ¿pusísteis pie a tierra en la bajada? El Alfredo se lo había callado como un putas. Entenderéis que os merecéis un ¡¡¡NENAAAAZAAAS!!!

  2. Buena cronica Félix. Lo pasamos muy bien y la ruta era variada y divertida, al final no hizo tanto frío y la trialera final se pudo bajar en un 95%.

    Increíble la pedazo de autovía campera que han construido.

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