Ruta realizada el Jueves 19/05/2022
Participantes: Domingo, Félix, Pepe
Reproductor audio crónica:
Son las 18:27 y estoy entrando en el garage. Amago con bajarme del coche y una bofetada de calor me desconcierta. Miro la temperatura y 40º. No puede ser. Si tan sólo hace una hora en Rascafría estábamos sentados en la terraza de Casa Juanito a la sombra de un castaño de indias terminando nuestros cafés y estábamos tan a gusto. Tan a gusto, si no tenemos en cuenta los millares de flores que ha estado soltando durante toda la comida y que caían aleatoriamente en los platos y vasos de todos los comensales que estoicamente veíamos como revoloteaban y se entremezclaban con la comida junto a una pléyade de diversas especies de semillas de los árboles contiguos.
Vamos con la ruta. Ante las amenazas cumplidas de los mensajeros del miedo de los telediarios de los últimos días que anunciaban altas temperaturas para estos días, parecía obligatorio que la salida de este jueves fuera por las tierras quizás más fresquitas de la provincia. Así pues, Domingo nos propone dos rutas: una de trazado suave y más kilómetros; y la elegida, algo más exigente con el aliciente de ser propuesta por nuestro admirado Nano Flojo. Elegimos la segunda, que sale de Rascafría.
Llego 10′ antes de la hora convenida, al punto que Pepe nos envía por whatsapp como supuesto aparcamiento amplio y gratuito. Sorpresa. Resulta ser un punto indefinido en medio del pueblo con calles estrechas donde difícilmente se puede aparcar. Continúo y más adelante veo un hueco. Ahí lo planto con serias dudas. Ya sabemos del rigor de Pepe en estos menesteres y por lo tanto llamo para saber donde andan los demás.
Una vez juntos en el extremo opuesto del pueblo, Pepe me explica que hay un aparcamiento a tres euros por coche que aun siendo día laborable y no haber ni uno sólo aparcado, hay un «gorrilla» oficial del ayuntamiento que no duda en querer hacer caja a cuanto turista se precie. Y para invitar a que se utilice ese espacio, unos desalmados le han dicho a Pepe algo así como que donde está aparcado no es un sitio muy recomendable a pesar de estar perfectamente señalizado y legal. Y como el domingo pasado le rajaron una rueda en ese mismo sitio, deciden Pepe y Domingo que deben buscar otro lugar más alejado de semejantes gañanes por si fueran los autores de la miserable acción.
Con unos 22 grados salimos ya en dirección al Paular por un camino verde y frondoso donde aún el ataque del calor no ha hecho mella. Tras siete kms. llegamos a un desvío donde empieza la subida hacia el refugio de la Morcuera. Hace años que no subo esta cuesta y la recordaba mucho peor. Bien es cierto que las veces anteriores, la hacíamos como retorno al punto de partida después de habernos comido la subida desde Miraflores a Morcuera y haber bajado al valle del Lozoya.
Al tran-tran sin prisas ni calores vamos subiendo por el pinar mientras hablamos de nuestras cosas. Echamos en falta el ritmo que impone Alfredo en todas las rutas. Decidimos subir a nuestro aire, que no es necesario sufrir. Yo me encuentro perfectamente a pesar de haber estado contagiado con el dichoso bicho y de hacer tres semanas que no cojo la bici con los colegas.
Casi sin darnos cuenta estamos en el refugio y tiramos hacia la Majada del Cojo. Un recital de adultas ranas surge al paso por la carretera. No me deja de asombrar la persistencia de la vida. Se trata de un menudo charco con apenas agua que rebosa de plantas en flor y donde se amontonan los anfibios. No sé si se pelean o tratan de aparearse. Lo que tengo claro es que les queda apenas 15 días de vida porque ese agua no durará más y ya sabemos que las ranas adultas respiran por los pulmones y la piel, que ha de estar húmeda para poder vivir. Supongo que ese croar tan intenso se debe a la premura que además de servirle para respirar por los pulmones, es para buscar una pareja que perpetúe la especie en el mísero estanque y que el año próximo eclosionen los huevos que han de poner tan rápidamente como les sea posible.
Tras una breve subida, ya sólo queda bajar hasta Alameda del Valle. Pepe propone salir de la ruta de Nano y coger un camino más estrecho y menos cuidado. Yo hace años que no bajo por él y me encanta. Tiene unas vistas estupendas. Llegamos al pueblo y preguntamos a un lugareño con aspecto de comer abundantemente, por un restaurante. No hay más que una tasca. Un vulgar chigre que dirían los asturianos, regentado por una tan sombría señora como el local. Pepe trata de hacerla un par de bromas que no entiende y le deja por imposible. En la puerta, varios aldeanos tratan de mantener una jocosa conversación. Somos la singularidad del día en el pueblo. A falta de Alfredo, asumo su papel y trunco con rotundidad al ver la hora que ya pasa de las dos de la tarde.
Llegamos a Rascafría con intención de comer en Casa Juanito. La terraza está completa y esperamos a que los camareros con escaso interés nos hagan un sitio. Tras un buen rato que aprovecha Domingo y Pepe para echar pestes del poco tacto de los camareros, recuerdan las anteriores ocasiones en que se repitieron las mismas circunstancias. Así pues, determinamos que nunca más pararemos a comer en esta población.
Finalmente nos sirven, después de una larga espera, una comida muy vulgar y con poca capacidad de elección. Sin embargo, comprobamos que los camareros son agradables. Lo mejor es la sobremesa y a eso de las cinco de la tarde emprendemos la vuelta donde ya tenemos algo de atasco garantizado.
Un Magnum para acabar endulzados. Ninguno de los tres es asiduo comedor de helados, pero hoy hemos hecho una excepción
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2 comentarios en “Huyendo del calor por el Valle del Lozoya”
Los comentarios están cerrados.
Gracias Félix. Lo hemos pasado bien. La ruta no por conocida es menos bonita. La comida más bien castaña (bajo el castano), pero eso sí, terraza fresca, aireada y con murmullo del arroyo.
Qué pereza da volver al Foro.
Buena crónica Felix. Un día divertido y muy agradable a pesar de que en Rascafria parecen siempre dispuesto a jorobarte la jornada. A pesar de todo, no han conseguido anular las buenas sensaciones del bosque. Hoy me ha costado volver a Madrid.