Cervera de Buitrago. El interior del Atazar

Ruta realizada el Jueves 24/02/2022

Dificultad Física
Dificultad Técnica
35.7 km
738 m
58 Km Distancia Madrid
3h33'
3h33'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, no adecuado para temperaturas altas, muchas puertas

Participantes: Domingo, Félix, Juanlu, Pepe

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Nunca habíamos estado en este pueblo tan alejado del mundanal ruido. Su ubicación no pilla de paso de parte alguna, por lo que has de ir intencionadamente a conocer la zona. La forma de «U» de la presa del Atazar, parece proteger su pequeño casco urbano de la afluencia turística madrileña. Hacía tiempo que quería conocer este rincón y me aseguré de que aquí no habíamos hecho rutas a lo largo de los veintitantos años que llevamos dando pedales por los alrededores de Madrid.

Aparcamos junto al restaurante El Lago donde nos esperan ya preparados Juanlu y Pepe. Mientras nos vamos aviando Domingo y yo, un señor mayor sentado en la puerta del bar nos observa con ganas de iniciar una conversación que amaine su aburrimiento matutino. A la menor oportunidad nos cuenta la penosa situación del campo agravada por la pertinaz sequía de este año y la invasión de topillos ratoneros, ratones topillos,… (o algo así) que han sido introducidos, según él, con la maliciosa intención de destruir las pocas huertas que permanecen en la zona. Eso sí, no concreta quién ha sido el que con maquiavélica maldad trata de de joderles la exigua cosecha familiar. Esta actitud es observable en las zonas rurales. Y es que muchos de aquellos que han vivido la dureza de arrancar al campo sus frutos, siguen apesadumbrados, ya que la siguiente generación descuida una tierra que tantas hambres les mitigara en «mejor» época. No han asimilado que ya dejaron de ser rentables tantos esfuerzos y que hay otros medios más cómodos, seguros y sencillos de ganarse el sustento. Ver sus tierras abandonadas después de años de tanto trabajo les produce una nostalgia que descargan en todo aquel que se muestre interesado o no, como es nuestro caso, que le dejamos con la palabra en la boca para salir pitando que ya se hace tarde.

Aquí empezó su negocio un tal Caronte con una sola barca y ya veis que ha prosperado el negocio, moneda a moneda.

Bajamos hacia el embalse del Atazar por su brazo occidental que recoge las aguas del río Lozoya; que dejan escapar del embalse del Villar, que a su vez vienen del embalse de Puentes Viejas; que a su vez dejan escapar del embalse de Riosequillo y que finalmente dejan escapar del embalse de Pinilla. Y es que las necesidades del preciado líquido de Madrid, ha ido en aumento logarítmico desde el siglo XIX cuando apenas era una villa de 200.000 almas.

El fiasco de la Presa del Pontón de la Oliva por la permeabilidad del terreno, obligó a retener las escasas aguas del río Guadalix mediante el asombroso Azud del Mesto para dar agua temporalmente, mientras se construía la Presa del Villar. Todo ello bajo el reinado de la fondona Isabel II que mientras daba rienda suelta a sus instintos carnales y nos proveía de numerosos herederos (hasta doce partos debidos a distintos sementales, todos ellos ajenos a su supuesto padre), sus ministros y allegados se forraban los bolsillos con la imprescindible construcción del Canal que inmerecidamente lleva aún su nombre.

Aún es objeto dicho Canal, de oscuras e intencionadas operaciones por parte del partido político heredero directo de sus tan siniestros como corruptos antecesores, muchos de ellos familiares directos. Ya sabemos quien construyó el mayor embalse de Madrid. Dejo al veredicto e imaginación del lector si la ancestral trayectoria corrupta cambió en esa etapa y sólo les condujo la intención de solventar las necesidades futuras de la gran urbe. Vamos a lo nuestro.

Las vistas del embalse son bellas y a la vez desoladoras. La sequía es manifiesta al ver un puñado de barcas en medio de la ladera que debiera estar cubierta por el agua. Es febrero y todo apunta que vamos a tener un verano de sequía y temperaturas extremadamente altas.

El terreno es de pista forestal en perfecto estado. Tras un tramo por carretera nos adentramos en el pinar de Casasola. Esta zona ya nos es conocida. En vez de tirar directamente hacia Robledillo de la Jara que es el trayecto habitual, cogemos un camino carretero ancho que nos lleva hacia el norte. Por tramos podemos divisar el largo brazo del embalse del Villar. A mí no me suena haber pasado por esta parte, sin embargo, Pepe y Domingo creen lo contrario sobre todo al llegar a varias de las numerosas puertas de cortan el tránsito de coches y también de bicicletas e incluso de caminantes. Los propietarios de terrenos colindantes han decidido cerrar concienzudamente los pasos laterales a las puertas con cuerdas y alambres, suponemos para que sus reses puedan moverse con relativa libertad. Somos más cívicos que ellos y cerramos las puertas para evitar que el ganado, que debiera estar en cercados, se disperse.

Pasamos por un pueblito llamado Serrada de la Fuente donde observo un centenar de ovejas. Mi experiencia me pone en guardia ante el posible perraco mastín que no tarda en aparecer con sus aspavientos y quejumbroso ladrido. Mueve el rabo y el ladrido no es más que un aviso de que está de guardia, pero al aproximarse observo que ha erizado el pelo del lomo y se envalentona. Al pasar a su lado se acerca tanto a Juanlu por detrás, que prefiero hacerle frente para que se acojone. Ya sabemos que pasa si el animal cree que huyes.

Continuamos por el camino hacia Berzosa del Lozoya, pueblo de mayor porte. Aquí me quedo sin batería en el GPS. Seguimos con los demás GPS,s que no van grabando la ruta por economía de medios. Eso me obligará a simular el track mediante el Land.

En vez de seguir el camino que marca el track, hemos llegado por carretera. La entrada está lleno de aparatos nuevos que el Ayuntamiento ha puesto para que sus vecinos hagan gimnasia al aire libre.

Camino de Robledillo de la Jara, recuerdo haber visto en mis desvelos nocturnos, un programa en Telemadrid que se llama Ruta 169 sobre los pueblos de la zona. El programa no estaría mal si no fuera por el empeño de los presentadores de mostrarse sorprendidos por cualquier memez, a la par de querer ser graciosos y falsamente campechanos con las gentes de estos pueblos a los que se dirigen con un irritante volumen de voz, como si todos fueran profundamente sordos.

En dirección sur por pistas y caminos vamos acercándonos al alto de Matachines y su visible antena, que aún siendo uno de los puntos más altos, se llega con relativa facilidad por la carretera de asfalto. Desde ahí observamos buenas vistas del brazo oriental del embalse del Atazar. Ya sólo quedan algunos trechos alternando subidas y bajadas suaves que se atragantan en algunas partes. Nos parece que Cervera está más cerca de lo que realmente lo está. Juanlu ya va acusando el dolor de la muñeca debido a la caída reciente esquiando.

Finalmente llegamos al restaurante donde por unanimidad comemos todos lo mismo. Resulta mejor calidad de lo que esperábamos y sólo nos quedamos con ganas de probar unas migas que han cocinado, pero para venderlas el fin de semana a los turistas que se acerquen por allí. Una torrija compartida y unos cafés amenizan la conversación relajada en la terraza del local donde hemos comido completamente sólos. Muy agradable la tertulia. Cada vez apreciamos más este rato reponedor y de descanso, con una animada charla.

Os dejo una deliciosa música de Dmitri Shostakóvich, que ser ruso no es sinónimo de negativo. Mi admirado Kubrick la incluyó en su última película de 1999, Eyes Wide Shut.

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5 comentarios en “Cervera de Buitrago. El interior del Atazar”

  1. Buenas crónica, si señor, muy instructiva. Félix va a acabar como la N. Concostrina pero en 2 ruedas. Ruta bonita y entretenida de las que a mi me gustan, con mucho bosque.

  2. Al parecer si pasamos por alguna de esas partes que yo no recordaba y con razón, ya que la ruta que he encontrado la hicimos en el 2003. Ya ha llovido.

  3. Bonita ruta y, aunque se hiciera en el 2003, que ya ha llovido, aunque poco, para mi todo es nuevo, aunque la hicieramos todos los jueves.
    Darte las gracias Félix, por tu generosidad a la hora de hacer frente al «mastinaco», que se quedó cerca de mi montura, con muy malas intenciones, como también de dirigir los comentarios,
    Y hacerlos publicos, para recrearnos y aprender didacticamente, de todo lo que aconteció y, también en cuanto a la historia del lugar se refiere.
    Ha sido un placer presente, disfrutar de vuestra compañia.

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