Ruta realizada el Miércoles 23/12/2020
Participantes: Domingo, Félix, Mario, Otros
Reproductor audio crónica:
Decidimos que salimos el miércoles porque el jueves es Nochebuena. Y como Domingo está sin bicicleta hasta febrero y tiene que ir a por la Merida a El Escorial, elegimos esa zona para darnos el rulo de los jubiletas.
Tenemos chico nuevo en la ruta. El lunes después del pádel, me pregunta Pedro que lleva algún tiempo con ganas de venir y le digo que esta ruta es facilona en principio.
También se lo digo a Mario durante el desayuno del martes y al otro Mario (el Joven) por la noche, que no duda un momento en anular otro compromiso. Sin embargo, Alfredo decide que se va con Gina a dar un paseo por la Fuenfría, Rufi dice que no puede venir sin más explicaciones, -empiezo a dudar. Para mi que sigue trabajando a escondidas-, y Pepe que está convaleciente de una lumbalgia pasajera y decide no tentar al lomo ya que al día siguiente se va a Tenerife. Se nos olvida que Juan debe haber empezado las vacaciones. No se me ocurre invitarle. Supongo que si hubiera podido, habría preguntado.
Así que a la hora exacta estamos los cinco en la puerta del chalet de Domingo. Ya se han presentado Pedro, Mario y Domingo cuando llego con el coche. Echo un vistazo rápido a la bici de Pedro y me quedo sorprendido de su antigüedad y estado. Sé que físicamente está sobrado, aunque tengo dudas de su técnica ya que no es habitual ciclista.
Sin prisa alguna, empezamos a subir el Malagón entre una niebla espesa y húmeda que nos impregna las gafas por el exterior con minúsculas gotas, mientras que en el interior se acumula el vapor debido al calor que vamos generando según ascendemos. Hace una temperatura razonable para la zona y época del año, así que nos empiezan a sobrar capas de abrigo.
El ascenso es largo. Son 12 kms hasta el Malagón y cada uno a su ritmo vamos subiendo sin posibilidad de ver más allá de 20 metros, debido a la niebla meona. Paramos a reagruparnos varias veces y de paso ver algunos arroyos que debido a las lluvias recientes bajan con fuerza y atraviesan la pista forestal por debajo. Hacemos fotos y seguimos el ascenso mientras charlamos. Va asomando el sol a intervalos y nos surge la posibilidad de ver el mar de nubes cuando lleguemos a la parte más alta de la ruta. Hacemos un alto en el puerto de Malagón para reagruparnos y tras unas fotos nos comemos el plátano. Mario le indica a su homónimo el joven, que los cierres de las ruedas los lleva mal colocados, que si los colocamos, que si le doy aire a una rueda y que si mi rueda de atrás pierde aire, nos pasamos un buen rato hasta reanudar la marcha.
Subimos un breve trecho hasta que al fin nos podemos deleitar con ese mar de nubes que tanto esperábamos. Pasamos por varios puntos donde la foto es obligatoria antes de descender hasta el puerto de la Cruz Verde.
De nuevo mi rueda trasera ha perdido aire. Por algo la app de Alfredo me avisó hace unas semanas de que hay que añadir líquido a las ruedas.
Allí cogemos el primer sendero de la mañana. Un tanto embarrado al principio y un tanto pedregoso el resto. Me doy cuenta que Pedro no lo está pasando bien. Dejo que vayan delante los Mario´s para vigilar de cerca que Pedro no vaya más deprisa de lo que debe. Va muy inseguro con una suspensión que no aporta nada y unos frenos de disco mecánicos que frenan con mucha dificultad. En un reagrupamiento hay una zona de pendiente pedregosa y un pelín compleja. Por no bajarse, como le estoy gritando, pierde el control seguramente al frenar con el delantero. Da unas volteretas cuesta abajo que nos deja perplejos por la cercanía a las rocas y por las posturas que va adoptando en cada vuelta. Sorprendentemente se levanta como una rayo y con una sonrisa, mientras los demás nos quedamos ojipláticos. Varias consultas sobre daños corporales, pero sólo admite daños espirituales más relacionados con el pundonor. Nos suena esa reacción.
Nuevas bajadas intercalando pista, camino, asfalto y sendero. Los Mario’s a su bola bajan a cuchillo, mientras Domingo y yo andamos más pendientes de que no se nos pierda de vista Pedro y que coja confianza. Hace varios amagos de caída que hábilmente supera abandonando la bici a su destino y saliendo en trompicones, pero de pie. Parece que mi rueda se ha estabilizado y deja de perder aire.
En una finca aledaña al camino me asombra ver un perro de descomunal tamaño que al poco salta la valla y se nos tira con malas intenciones. Les grito a Domingo y Pedro que se paren. Ni puto caso, así que me paro para calmar al perraco y evitar que me muerda y/o me tire. Gruñendo y con todo el lomo erizado me observa mientras le planto cara para que no se acerque. Pongo la bici entre medias de ambos. Busco piedras de tamaño medio para lanzárselas, pero no tengo claro si eso empeoraría la situación. No veo ninguna y no quiero perder de vista al canino agachándome. Nos seguimos midiendo las fuerzas mientras le doy varios gritos que le empiezan a amedrentar. Decide darse la vuelta sin mucha convicción y cuando le pierdo de vista por el recodo del camino decido montar de nuevo en la bici. Pero como sé como funcionan los perros en estas ocasiones, no en vano he vivido estas experiencias en varias ocasiones, sé que me lo puedo encontrar detrás mío en un nuevo ataque. Y así es. Oigo las uñas de sus patas al galope. Freno de golpe hasta el punto de que se me levanta ligeramente la rueda trasera y le pego un grito que me sale del alma. Un «me cago en dios» al puro estilo de Bilbao, que frena en seco al perraco cuando lo tenía a dos metros. Vuelta a empezar las observaciones de quien es más peligroso. Viene un corredor ajeno al trance y parece que se distrae. Domingo y Pedro a una prudente distancia se han parado y me indican que vaya hacia ellos, pero no quiero perder de vista a este traicionero depredador canino. Finalmente se le pasa el cabreo y se va a su finca. Seguimos nuestro camino.
Llegamos una zona tan rocosa como conocida. Mario nos espera cámara en ristre para grabarnos nuestros alardes técnicos. Yo ya tengo el cupo hecho de hostiones en este aciago 2020, así que decido que me lo bajo a patita, del mismo modo que Domingo y Pedro. Mario el Joven busca riesgo y decide bajar esta zona tan abrupta de nuevo, mientras su tocayo inmortaliza la escena. Domingo hace una irónica observación: «me gustaría llegar al restaurante sin pasar previamente por Urgencias». Son las tres menos veinte, así que dejamos de moñiguear y aceleramos la bajada. Si Alfredo hubiese venido se estaría desesperando con su putansia.
Y lo demás, lo conocemos bien. Llegamos al restaurante después de llanear por El Escorial a eso de las 15:20h. Comimos muy razonablemente bien con un Roscón de Reyes delicioso de postre y chupito de la casa sin necesidad de pedirlo. Un poco de charleta y después de lavar las bicis con la manguera de Domingo, a casa a descansar.
Os dejo una música de villancico de Louis Armstromg muy apropiada
Otras fotos: Link Álbum
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6 comentarios en “El Escorial entre tinieblas”
Los comentarios están cerrados.
Joder jefe, que la bicicleta de montaña era un deporte de riesgo lo sabía pero lo del perro le añade un elemento extra. Menos mal que te das más maña con los animales que Frank de la jungla.
A Mario el joven le van a catear el curso. El jodío se apunta a un bombardeo.
No me ubico de cuál es la zona de piedras que dices una vez bajado desde el Malagón hasta Robledondo.
Muy buena crónica. Lo del perro fue «cojonudo». El perrazo hecho una fiera y nadie apareció por alli. Menos mal que al final se arrendro el bicho. Cuando me puse a limpiar la bici, después de que os fueseis, descubrí que los 2 platos externos estaban prácticamente sueltos del interior. No entiendo como pude llegar. En fin, las 2 bicis en taller. ¡Cojonudo! Evitare a toda costa tocar la nueva de Pepe 🤣
Félix, un buen Cushaaa y el perro se hubiera apartado. Tenemos que pedir a Pepe que construya un espanta perros transportable.
La niebla también estaba en la Fuenfria y se veía todo Madrid bajo un manto blanco.
Alfredo, el Cushaaa es para los bovinos y ese perraco lo único de bovino que tenía era el tamaño.
Deberíamos tener un emisor de ultrasonidos potente para estos casos.
Domingo, te paso el testigo a ver si sabes construirlo, porque Pepe como mucho va a hacer un látigo con una cubierta.
Vaya tela con el perro, parecía un extraño cruce de mastín y boxer atigrado. A mí me persigió también y cuando intuí que iba a saltar el murete de la finca dí un acelerón y se quedó atrás (uff! suerte que el sendero era llano). El dueño un cabrón, lo ví con otros dos trabajando en la finca y ni se molestaron en llamarlo sabiendo que podía liarla.
Por lo demás, salvo el susto de ver volar la Trek 9500 (todo un clásico) de Pedro, la ruta estuvo muy bien.
Un placer conocerte Pedro, espero que te hagas un habitual de estas rutas de jubiletas.
También me gustó conocer a «mi otro yo» jajaja, tuve ocasión de charlar con él entre trialeras y me pareció un estupendo chaval con mucha afición a la bici que, casualmente, tiene la edad de mi hijo y se llama… ¡Mario!
Gracias por la ruta Domingo, además el restaurante estuvo realmente bien.
¡Joder, Jefe! Estaba tan imbuido en la historia del puto perro que me ha faltado o un bocado o una buena hostia, vaya, un desenlace más impactante.
En cuanto a la tralla que le habéis pegado a Pedro, no te preocupes que te lo recordará con una buena paliza al padel.