¡Socorro, ya no aguantamos más!

Ruta realizada el Lunes 01/06/2020

Dificultad Física
Dificultad Técnica
33.8 km
624 m
36 Km Distancia Madrid
3h13'
2h45'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix

Mas detalle ruta

Temperatura media: 21.5
Descarga ruta: El-Molar-Dehesa-Moncalvillo-2020-06.gpx
Reproductor audio crónica:

En las terrazas se agolpan manadas de irresponsables que vociferan exhalando todo tipo de gotitas sospechosas y virulentas, mientras consumen cerveza como si no hubiera un mañana.

El carril bici es una peligrosa fuentes de contagio. En dos metros de ancho te cruzas con innumerables ballenatos con caras de color rojo chillón, que emiten más partículas altamente peligrosas que una central nuclear. Más aún, cuanto mayor es la cuesta que enfilan con sus anacrónicas bicicletas. Es curioso cómo una situación de alarma, ha generado un sinnúmero de nuevos deportistas.

Y nosotros esperando para que nos dejen salir a sitios en los que difícilmente nos cruzaremos con algún bípedo mamífero. ¡Ya está bien! Llevamos dos meses y medio en la jaula y estos pájaros ya no cantan. Y empiezan a perder las plumas.

Y así, por las bravas, decidimos que es el momento de salir a dar un rulo antes de que se agosten las flores y el campo pase de verde al amarillo (como los putos chinos, que nos han robado la primavera).

Elegimos El Molar y quedamos en las afueras. Aparcamos en la cuesta del cementerio, donde supongo que habrá menos posibilidades de que tenga que contarle al municipal, el recitativo que vengo preparando durante el viaje en el coche.

El saludo de Alfredo ha sido muy elocuente: «Te veo más fondón». Siguiendo el mandato de Dios, que con su infinita misericordia nos inculca cada día grandes dosis de benevolencia; decido no contestar con soeces a este facineroso que sin duda tuvo una infancia difícil, lo que le forjó un carácter tan hostil y falto de delicadeza.

Comenzamos a bajar hacia el Azud del Mesto disfrutando de una temperatura fresca y una humedad que nos recuerda la tormenta del día anterior. ¡Qué delicia! Una vez dentro, recorremos su angosto camino que nos deleita con el verdor mantenido a pesar de los calores de días pasados.

Salimos a los caminos del Canal para enseguida meternos en la Dehesa de Moncalvillo donde de nuevo el olor a tierra húmeda, el cantar de los pajarillos y el constante saltar de los conejitos, de apenas dos meses de vida, me recuerda que estamos en primavera.

Varios repechones con subibajas constantes nos alerta de que nuestra mejor forma física está lejos y que nos costará algunos sudores y dolores musculares. Y en esto, que llegamos a la charca donde nos espera una cigüeña a la que interrumpimos su almuerzo a base de ranas y culebras. Y asoma tímidamente un galápago pequeño al que no puedo fotografiar.

Se nos cruzan varias veces parejas de abubillas que con su colorido y peculiar forma de volar, nos llama la atención. Algún cuco tardío sigue cantando su monótona canción. Milanos nos sobrevuelan en busca de algún inexperto conejito que llevarse al nido para disfrute frugal de sus polluelos y una decena de buitres leonados vuelan en círculos olfateando algún resto putrefacto de ganado o algún ternero recién nacido que atacar si su señora madre vaca no está atenta a la jugada.

Llegamos a la pradera donde retoza el ganado y los caballos con sus retoños de apenas unos días. Tengo que decirle a Alfredo que no tiente la paciencia de las vacas que estando recién paridas no están para bromas de su célebre grito: «Cuchaaa». O son sordas, o ya conocen a este ciudadano del barrio Salamanca.

Hacemos una variante para no repetir la subida desde el Azud. Bajamos una carretera harta conocida que luego hay que subir con su correspondiente 10% de desnivel para llegar a Pedrezuela. Nos encontramos a los municipales despistados y hacemos un mutis por el foro antes de que nos pregunten: ¿y vosotros dónde váis? Yo estaba mentalmente preparando el recitativo, a la par que daba pedales con mayor entusiasmo que en la cuesta previa.

Y nos plantamos en el coche a las 12:00 donde después de una brevísima despedida, cada mochuelo a su olivo.

Os dejo una famosa aria que a buen seguro Rufi conoce. Atentos a sus célebres nueve Do de pecho de Pavarotti y cuyo nombre va al pelo: «Ah! mes amis, quel jour de fête!» de Donizetti.

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