Ruta realizada el Martes 14/05/2002
Participantes: Félix, Pepe, Julio
Reproductor audio crónica:
Martes, 14 de Mayo: EL DESQUITE
Río Cabrillas, cerca de Taravilla – Juntas y Puente de Peñalen- Remontando el Tajo hasta puente San Pedro y vuelta.
Ayer pagamos el alojamiento mientras estábamos en el disco-bar, así que cargamos los bártulos y salimos en marcha por la mañanita temprano. A las 8:10 h. estamos desayunando en el bar de Plácida. Le pedimos también que nos prepare unos bocatas para llevar.
A las 9:10h. estamos en el cruce de la carretera de Taravillas –en obras- con el río Cabrillas.
Arreglamos un pinchazo más en la bici de Julio y a las 9:30 h nos ponemos a dar pedales.
El objetivo es recorrer una gran parte del río Cabrillas hasta su unión con el Tajo y después seguir el curso del Tajo hasta el puente San Pedro.
Félix estima unos 50 Km. en total, mi cálculo dice que sesenta Km. (de todos es sabido que los Kilómetros de Félix son más grandes).
La primera parte del camino, hasta el puente de Peñalen, ya lo conocemos del primer día, pero no por ello nos gusta menos. Pasamos el río Cabrillas por la pasarela de troncos y tablas, llegamos a la fuente de La Reina, aunque la posición del caño de agua con respecto a la figura de la reina, le asemeja más a su marido y, por cierto, en esta época del año nuestro rey no padece de próstata pues el caño es gordo y con presión.
Cruzamos el puente de Peñalén y estamos a punto de equivocarnos de ruta. Esta vez es Félix el que se da cuenta y corregimos enseguida.
La pista es buena y fácil. Como solo vamos tres y con ansia, nos la vamos comiendo a buena marcha.
Hacemos muchas fotos a la peña Horadada y a distintas vistas sobre el Tajo. Félix sigue chupando cámara como toda la excursión ¡Es más presumido que una corista principianta!
Llegamos a nuestro destino en Puente San Pedro en un total de 3 horas.
Mientras nos comemos el bocata, vemos pasar varios coches de época conducidos por carrozas con pinta de guiris. Nos hacemos una foto con dos de los coches que han parado allí, aunque nos son los más bonitos.
Iniciamos la ruta de vuelta despacio, para ir haciendo la digestión sobre el sillín. Pero poco a poco vamos (van) subiendo el ritmo.
En el camino de vuelta paramos menos, aunque no pasamos de largo los puntos más espectaculares.
En uno de los puntos vemos una culebra cruzando el camino y nos paramos a hacer fotos.
Mientras estábamos contemplando la bicha, se acerca una bici en sentido contrario al nuestro. La primera que nos cruzamos después de más de 40 Km. de recorrido.
Es una mujer fea y gorda, que se para al vernos y contemplamos juntos la serpiente. Va sola (esto vale para la serpiente y para la gorda) y con el cambio de la bici roto (lógicamente esto solo vale para la gorda, ya que la culebra se va arrastrando).
Intentamos reparar la bici, y lo único que conseguimos es fijar el desviador en un piñón cómodo y que use los platos para cambiar. También corregimos la postura del sillín, que la debe ir jodiendo (literalmente).
Cuando nos despedimos de ella, los tres estamos sorprendidos (y Félix casi preocupado) por el coraje o la inconsciencia de esta mujer, que se vienen desde Madrid con una bici prestada y se mete en una ruta de distancia similar a la nuestra, en la que además tiene pocas oportunidades de encontrar ayuda. ¿dónde habrá terminado la ruta? ¿dónde habrá pasado la noche?¿quién la habrá sacado apuro? Está claro que ella sola no puede.
Seguimos camino a buen ritmo. Yo me encuentro cada vez mejor y no me cuesta pasar los repechos pedaleando de pié.
Llegamos al coche a las 3:45h tranquilos y contentos. Hemos conseguido desquitarnos de lo de ayer y recorrer los cañones más representativos de la zona.
Esta ha sido una excursión muy turística, larga y tranquila. A diferencia de la anteriores, que tenían un trazado más deportivo, ésta es un paseo sin dificultad ninguna.
Cargamos las bicis en el coche y emprendemos tranquilos el viaje de vuelta, totalmente satisfechos. Por cierto ¿por qué coño llevamos todo el día oliendo a chorizo frito?
Estos caprichos de chico grande nos devuelven a todos un poco a la infancia y sacan de todos nosotros ese espíritu emocional que reacciona frente a la aventura con excitación y ganas de conquista.
Hay muchas veces que vas buscando más el “a ver que pasa” que el reto deportivo.
El grupo encaja perfectamente en todos los aspectos. Se combinan encajando a la perfección el carácter deportivo, con el cerebral; el relajado, con el superactivo; los menos habladores, con los que no paran de hacer bromas… Todo este espectro de caracteres coinciden con unas capacidades físicas y de sufrimiento que hemos ido amoldando y adaptando como piezas de un puzle durante todas las salidas que hemos hecho juntos.
No es fácil a nuestra edad llegar a construir un grupo tan homogéneo y tolerante entre si, tanto en el aspecto deportivo como en el comportamiento.
También creo que durante la excursión todos hemos aprendido cosas sobre la bici (y bajo la bici), sobre la zona que hemos visitado y, probablemente, sobre nosotros mismos.
De las experiencias individuales que nos llevamos cada uno estoy seguro que puede sacarse un denominador común: ¡HAY QUE REPETIRLO!
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