Ruta realizada el Sábado 11/05/2002
Participantes: Alfredo, Félix, Juan, Miki, Pepe, Julio
Reproductor audio crónica:
Viernes 10 de Mayo: LA LLEGADA
Es viernes y seguro que estamos todos ansiosos por empezar nuestra aventura. Cada uno de nosotros ha empezado la preparación por separado, desde el momento que definimos la zona y las fechas. Ahora todos los planes van confluyendo con destino a Peralejos.
Recojo a Julio y nos colocamos en casa de Félix a eso de las 5h. (Julio y yo, Félix no. Él aparece a las 5:15h). Cambiamos las cosas de coche e iniciamos viaje a eso de las 5:45 h.
La carretera no va mal. Hay bastante tráfico a la salida de Madrid, pero sin llegar a ser un atasco. A medida que nos vamos alejando de la urbe, el tráfico se despeja. Para cuando abandonamos la autopista en Alcolea de Pinar, ya vamos solos por unos parajes pelados de lomas suaves y depresiones plantadas de cereal. Los pueblos que vamos atravesando son pequeños y no carentes de encanto. El recorrido por la comarcal parece que no cunde y se hace largo.
Nos vamos comunicando con el móvil y constatamos que ya estamos todos en camino.
El tiempo está nublado y nos chispea en algunos puntos del viaje. Esperemos que los pronósticos se cumplan y a partir de ahora empiece a mejorar.
Cuando pasamos el último pueblo hacia Peralejos, el terreno se encrespa y el paisaje cambia totalmente. Esto nos pone cachondos.
Llegamos a Peralejos y preguntamos por casa Chon. Su hijo Rodrigo, un chaval de ocho años, se sube al coche con total tranquilidad para indicarnos el camino –hay que ver lo confiados que son estos chavales-. Lo encontramos sin dificultad. Chon nos enseña los apartamentos que están construidos con estilo muy tradicional, combinando material reciclado de otras construcciones antiguas con madera recién puesta, sin tratar, que no desentona en absoluto.
La decoración y equipamiento es “justita”, pero suficiente y con buen gusto.
Nosotros tenemos dos apartamentos: uno grande, con tres dormitorios, cocina-salón y un baño; todas las piezas repartidas en los diferentes rellanos de una escalera de madera. El otro apartamento es pequeño, de una sola planta, con una cama grande y un sofá cama.
En poco tiempo estamos todos allí. Nos instalamos como sigue:
-Alfredo y Juan en el pequeño, ya que los dos se irán el domingo por la tarde (además Félix le dijo a Chon que eran pareja).
-Los demás en el grande. Julio que sube primero elige la habitación de la primera planta (un poquito egoísta sí que está resultando). Félix y yo compartimos habitación en el siguiente rellano y Miguel sube al palomar, donde dispone de una cama grande en una habitación pequeña –dice que le da miedo-A todos nos gusta el sitio y pensamos que hemos acertado con la elección.
Una vez instalados, nos vamos a cenar al hostal El Molino. La verdad es que la oferta de restauración del pueblo no es muy allá, aunque probablemente está bien equilibrada con respecto a la demanda (ya lo dijo Adam Smith aunque creo que no anduvo nunca por aquí).
Después de cenar nos tomamos una copa en el disco bar Fiver, que es el local de alterne del pueblo, y jugamos unas partidas al futbolín. Aunque Juan y yo empezamos ganando, después queda claro que soy un auténtico paquete y no nos comemos una rosca –lo siento por Juan- .
Nos vamos a dormir relajados y quedamos para desayunar mañana a las 9h.
Sábado, 11 de Mayo: LA GRAN RUTA (62 Km)
Peralejos-Loma Pajar-Ventorro del Chato- Rio Cabrillas-Puente de Peñalen-Fuente del Berro-Rio Tajo-Salto de la Poveda-Laguna de Taravilla-Collado Somero-Puente del Martinete-Rio Tajo-Peralejos. (62 km)
El día está feo y parece que ha llovido toda la noche. ¡que pereza! Aunque la casa está muy bien, todos decimos que hemos dormido regular. Quizá sean nervios.
Desayunamos en el Hostal el Tajo, el mismo sitio de la cena de ayer. El desayuno es bestial: bocadillos enormes de tortilla francesa con jamón (yo prefiero tostadas). A mí me parece que el sitio huele a rancio y que además nos clavan un poco, pero tampoco está tan mal.
Entre ponte bien y estate quieta, iniciamos la marcha a eso de las 10h. Salimos por carretera cuesta arriba, en dirección a Molina y a eso de 4Km nos desviamos por la pista que sale a la izquierda. Después de la subida ya hace menos frío.
Cogemos una pista arcillosa y muy embarrada. Hay niebla, chispea un poco y el barro nos llega a los cojones (a que sí, Miguel). Parece imposible lo que puede llegar a pesar una bici en este terreno.
Hasta que no cogemos la ribera del río Cabrillas, el paisaje está bien, pero no se diferencia en absoluto de cualquier pinar de sierra. Los que van delante dicen haber visto un par de venados ¡no está mal! Esto empieza a poner interés a la excursión.
Al llegar al Ventorro del Chato, nos desviamos a ver las ruinas del molino, que está en un paraje precioso. Es una zona de ribera, con árboles de hoja caduca que empiezan a sentir ahora la primavera que ya lleva más de un mes instalada en Madrid. Los robles que hemos visto en las laderas están todavía sin hoja y los álamos y chopos, más protegidos, empiezan a echar las primeras hojas con timidez (joder, queda francamente cursi).
Salimos a la carretera de Poveda, que está en obras, para volverla a dejar en menos e 1 Km, en el puente sobre el Cabrillas, donde tomamos un camino que discurre paralelo al río. En este punto es donde enlaza la ruta nº12 con la nº15.
El camino que discurre paralelo al río Cabrillas es frondoso y con bastante barro. Aunque no tiene un desnivel significativo, si hay alguna rampa dura.
Llegado a un punto, el camino desaparece en el río y continúa en el extremo opuesto. Como el cauce va bastante alto, parece que tendremos que desnudarnos de cintura para abajo y cruzar. Afortunadamente, a menos de 20 metros del trazado del camino principal, se accede a una pasarela peatonal, hecha con dos troncos y unas tablas viejas. Cruzamos de uno en uno con cuidado, porque está resbaladiza en uno de sus extremos y las zarzas dificultan avanzar con la bici. A pesar de que Alfredo tiene la cámara preparada, no ha habido jugada, así que nos tenemos que conformar con unas fotos sin caída.
El camino continua por la margen del Cabrillas, pasando por la Fuente de la Reina (magnífico lugar en el que Julio aprende que los cascos de bici son regulables, después de haber usado el suyo dos años a estilo chapela), hasta llegar prácticamente a la junta con el río Tajo. En este tramo encontramos muchos puntos de foto (y Félix sigue chupando cámara) con vistas sobre el río, los farallones de roca o el árbol cubierto de musgo.
La pista se convierte en senda estrecha, coincidiendo con el GR-10 y sube sobre un bloque de piedra, para dejarse caer de nuevo sobre el puente de Peñalen ¡mucho puente para tan poca pista! Continuamos el camino hasta salir a la carretera de Poveda.
En este punto de la excursión decidimos desviarnos hasta Poveda de la Sierra para comer algo más que barritas. Hay que superar una subida de 100metros de desnivel por carretera, que se hacen pesados. Sobre todo a Julio y a mí, que una vez más nos picamos como críos.
El único sitio donde se puede comer algo es en el restaurante junto a la gasolinera. De primero macarrones y luego cada uno un segundo. Mientras nos sentamos, Miguel decide lavar su Gary Fisher, que parece que le gusta más el barro que a las otras marcas. A Miguel se le saltan las lágrimas de verla tan sucia.
Julio se queja por que le han puesto menos macarrones que al resto y se los quita a Miguel del plato (un poco avaricioso sí que nos está saliendo: la habitación, los macarrones….hay que ir atando cabos).
Después de comer reanudamos ruta, pero para variar decidimos coger otro camino distinto que no viene en la ruta, pero debe sacarnos prácticamente al mismo sitio.
Pues bien, dicho camino “nos regala” otros 100 metros e desnivel por una pista de servicio a las minas de caolín próximas. El paisaje parece lunar y la pendiente es durísima. Sobre todo con la tripa llena.
Al iniciar la subida, empieza a fallarme la bici: chupa la cadena y fuerza el desviador, con alto riesgo de rotura. A Félix también le falla. Lo suyo parece peor: la dirección se le afloja y puede llegar a ser peligroso.
Entramos Félix y yo a las instalaciones de la mina, donde nos facilitan un poco de aceite denso y pringoso, y nos dejan una llave inglesa. Mi problema queda resuelto, no así el de Félix.
Completamos solos la subida, porque estos cabrones nos se han dignado a volver por si nos pasaba algo.
El mismo problema que he tenido yo con la cadena se repite después en las bicis de Miguel y Julio. En este caso, a falta de aceite, lo resolvemos con crema bronceadora ¡caro lubricante, pero no se puede elegir!
El descenso al Tajo por la vertiente contraria está muy bien y se hace cómodo. Pasamos por un centro donde hay un tío de esos de turismo de aventura, que nos indica que para completar nuestra ruta tenemos que cruzar el Tajo por una pasarela y hacer una senda muy estrecha hasta el Salto Poveda.
Desde allí superar una nueva montaña con la bici al hombro para llegar a la Laguna de la Taravilla.
El sendero es estrecho y Alfredo tiene una caída sin consecuencias. El salto Poveda nos sale al encuentro por sorpresa y verdaderamente nos impresiona a todos.
Después de unas fotos (para el book de Félix) continuamos camino montaña arriba, coronamos y bajamos a la laguna. Al salir a la pista principal, Alfredo salta por encima de la bici; afortunadamente, también sin consecuencias.
El camino que nos queda desde la laguna es bueno, aunque tiene algunos repechos que ya nos van pesando.
Salimos a la carretera en el puente de Martinete y desde allí a Peralejos tan solo quedan 3,8 Km
Llegamos a Peralejos cansados. Lavamos y engrasamos las bicis, arreglamos la dirección de Félix y nos cambiamos para cenar en casa Pura. Después de la cena, unas copas y más futbolín ¡joder que malo soy!
Nos vamos a la cama con la seguridad de que vamos a dormir mejor que el día anterior
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