El jefe me ha puesto un reto y aquí voy yo con mi cuarteto. Si tuviera más tiempo y más tino lo haría en verso alejandrino, pero como soy un «atorrante» me conformo con la rima asonante.
Hoy solo hemos sido tres, más un infiltrado de invitado. Pepe, como buen pícaro estaba afilando el bígaro y Alfredo con la alergia que lo atenaza, o le está volviendo nenaza. De Domingo no tengo noticia y Juanlu, cual novicia, nos dijo, textual, que le dolía el ojal.
A las 10:30 hemos quedado en el Molar, prestos a pedalear. Como teníamos invitado, encargamos un día soleado y como el nuevo se llama del Brío hemos salido sin frío. El nuevo, llamado Santi, ha traído una pinta que, como poco, era distinta. Tanto ha mosqueado al jefe el «pollo» que se ha pensado que nos quería llevar al hoyo. Sin casco, sin agua y llevando un atuendo que todavía no entiendo.
A la salida del Molar nos hemos comido varias peraltas que, como todos sabemos, son una mierda así de alta.
La ruta ha sido fácil, por lo que hemos ido a ritmo ágil. El punto más alto era Venturada, donde Santi ha pegado la espantada. volviendo al punto de origen, como las normas exigen.
Iglesia de Venturada que, como bandera, tiene la placa de José Antonio Primo de Rivera
De Venturada a Redueña no hay que hacer mucha reseña. Ahí ha empezado lo más bonito de la ruta, donde nos hemos comido la fruta. Ya sé que hay otras rimas, pero por si lo leen mis primas.
Entre campos y almendros hemos ido avanzando y los kilómetros hilando. Al final han salido treinta y cinco y, por el culo te la hinco. Esta rima era inevitable, aunque suene detestable.
Sin mucho más que contar, hemos vuelto al Molar. No ha habido trialeras ni exigencias y ha sido una ruta para rodar, pero es que no todo va a ser follar.
Y, como decía aquel, dos de la vela, de la vela dos son cuatro, con cuatro que te meto, Aniceto…..con esto y un bizcocho, hasta el domingo a las ocho. Y, sin haberlo preparado, me ha salido un pareado.
Había varias formas de subtitular esta ruta. Una era «nos han dejado solos a los de…..». Una vez más solo hemos ido tres, Alfredo, Félix y yo. Los demás o están confinados (Juan, alguna vuelta con la de carretera nos estamos dando ¿no?), o no podían, o se les calentó la boca y salieron ayer pero hoy se han rajado (Pepe, va por usted).
La otra forma de subtitularla era «Tu déjate, déjate». Una ruta de treinta y pico kilómetros y unos seiscientos de desnivel parece poca cosa ¿no?. Cualquier ruta que venga de Nano el flojo tiene más trampas que una escopeta de feria y esta no ha faltado a la tradición.
Pero el subtítulo que mejor define hoy a esta ruta es el de 100k leguas de viaje submarino. Mother of the beauty love ¡¡¡qué cantidad de agua y de barro que había!!!. Luego dirán que no, que los pantanos no están llenos y, como dice el jefe, nos subirán el precio de la luz pero, a tenor del agua que hemos tragado hoy, es difícil creerlo.
Alfredo retorciéndose por un golpe fortuito en los huevos
Y yo, a todo esto, con mi preciosa cadena que me ha costado más que esas que llevan los raperos colgadas del cuello.
La ruta empezaba en Cabanillas de la Sierra, no sé si porque estaba desconfinado o porque al jefe le ha salido de los cojones. El caso es que conozco tanto los pueblos de la zona que cuando se pueda les voy a invitar a casa a cenar. Ahora en serio, la ruta merece mucho la pena. Empieza con una curiosa subida, encajonada entre dos cercas que delimitan dos fincas y que, como no, hoy tenía bastante barro.
Bella estampa del ciclista transitando por la linde
Es una ruta que pasa por muchos sitios conocidos por los que hemos ido en rutas anteriores, pero tiene la particularidad de que la va componiendo de forma que el resultado es muy divertido, te vas encontrando con los lugares de forma «sorprendente» y evitas las grandes pistas esas que no dicen nada y que son muy aburridas.
No tiene ninguna zona especialmente complicada (de ahí que le haya puesto dificultad media), pero si que hay que estar atento y no puedes dejar de dar pedales casi en ningún momento. Mezcla trialeras de subida, no muy exigentes, con bajadas técnicas que secas serán más sencillas de lo que hoy eran.
Hemos pasado por las vías del tren de la ruta de Bustarviejo, por la trialera de piedra de la ruta de la cabrera que tiene enamorado a Alfredo (y hoy no era para menos) y, como no, por la urbanización de los pitufos, que seguimos sin saber si está habitada o no.
Vista panorámica de la famosa urbanización que, como se puede ver, tiene un muro de cemento que, como la muralla china, no debe servir para que nadie entre, sino para que sus habitantes no se escapen.
También hemos pasado por la cantera de granito donde nos hemos encontrado con un grupo de motoristas que llevaban verdaderas piezas de museo. Una Montesa Enduro H6, una Ossa de las primeras…. Uno de los susodichos era el amigo Marcos de Quinto, otrora presidente de Coca Cola y, si no lo era, era su hermano gemelo.
Vista de la cantera y del grupo de motoristas. Como diría Alfredo parafraseando a Mota «serlo, lo es»Los adoquines y los ladrillos. Que cada uno se ponga su apellido
El plátano nos lo hemos comido en el punto más alto de la ruta y, siendo el día que es hoy no podía faltar el corazón que nos ha puesto tiernos y a Alfredo con ganas de volver pronto a casa.
Pero antes de llegar a Cabanillas hemos tenido que hacer algunas subidas más, transitar alguna que otra trialera y, como no, bucear un poco más, dado que todavía no habíamos tenido suficiente agua.
En fin, cómo sería la cosa que, casi llegando al pueblo, ya de vuelta, nos hemos encontrado con una pareja de globeros que nos han dicho aquello de «qué valientes, metiéndoos por el barro». ¿Metiéndonos por el barro? Pero si solo hemos salido del barro para meternos en el agua.
Así hemos llegado a Cabanillas, después de un día magnífico, una ruta exigente pero llevadera y echando de menos a los otros componentes del grupo.
En Cabanillas hemos limpiado «en seco» la bici que, para el que no lo sepa, viene siendo como limpiarse el culo con el dedo. nunca te quedará bien.
Buena ruta y divertida. Félix se la ha apuntado para traer a Mario en cuanto se haya repuesto de sus males. Mario. te lo vas a pasar como un enano.
Año nuevo vida nueva, aunque yo realmente espero que este 2021 nos traiga cosas de nuestra vida de siempre y se lleve las novedades que nos trajo el 2020 (mascarillas, confinamiento, distanciamiento….). Nos ha costado salir. Pepe recién llegado de las islas pero con politraumatismo. Alfredo sano como en él es habitual, pero la que tenía politraumatismo era su bici. Miki y Domingo, como Chuck Norris, missing in action. En fin, que hemos salido Félix, Juan y yo, después de discutir largo y tendido qué ruta haríamos. Que si en el Boalo nieva, que si una saliendo por aquí, que si la abuela fuma…. Al final hemos decidido hacer la ruta del KH7, una para desengrasar parte de los polvorones, las bebidas espiritosas y las comidas pantagruélicas de las que no nos privan ni los putos chinos.
La idea inicial y la ruta que finalmente hemos hecho se parecían poco, aunque ha habido tramos comunes, eso sí. El Jefe ha salido de su casa y se ha venido dando pedales hasta mi casa, donde hemos enlazado para ir a buscar a Juan, que no quería salir en coche de su casa, porque está confinado. Eso sí, confinado y todo, ayer se cascó 94 Kms y hoy unos 50. Con dos coj…..
El paisaje a esas horas de la mañana era para valientes. Muy poca gente en la calle, todos abrigados hasta las cejas y, afortunadamente, menos viento que ayer con lo que las bajas temperaturas se aguantaban mejor. Eso sí, la manta zamorana y la térmica bien enroscadas.
Hemos ido hasta las Tablas para, por caminos (donde otrora hubiera chabolas de las que todavía quedan bastantes restos), dirigirnos hacia el parque de Valdelatas. Ahí el paisaje cambia. Muy poca gente, caminos revirados muy divertidos, algunos por los que ya habíamos ido y otros que hemos recorrido hoy por primera vez. La dificultad no era técnica, sino de navegación. Era muy complicado seguir la ruta y acertar con los way points, sobre todo si el jefe no lleva las gafas de cerca y ve menos que un pez de escayola (él ha usado otro símil, pero sé que estas crónicas las leen mujeres y niños).
Félix osado y audaz en caída libre en busca de relojes que, como se puede ver en la secuencia, no encontró
Después de varios ochos, nueves y hasta dieces nos hemos decidido por no seguir la ruta original, que nos hubiera llevado al Pardo, sino enfilar hacia el Soto de Viñuelas atravesando el barrio de Miki y la Dehesa Boyal. Desde ese momento se acabó la navegación con el GPS y nos convertimos en Winnetou, siguiendo nuestro instinto de explotadores consumados. Como no podría ser de otra forma, pronto nos plantamos en el edificio de la policía municipal de Alcobendas donde paramos para comernos el plátano.
Parada y fonda para comernos el plátano, reponer fuerzas y seguir con lo que nos quedaba
Continuamos a la Dehesa Boyal y el paisaje volvió a cambiar. Por la hora y porque el día estaba muy agradable, empezó a haber más paseantes y más ciclistas, sobre todo de grabel. En la dehesa recorrimos varios de los senderos dirigiéndonos, inicialmente, hacia el Soto de Viñuelas. Sin embargo, finalmente cambiamos de opinión. Desde donde estábamos quedaban todavía más de 13kms para completar la ruta que terminaría en Valdelatas y, desde allí, vuelta a casa por el carril bici dando pedales. Por eso, aun a pesar de la resistencia de Juan, nos hemos dado la vuelta enfilando de nuevo hacia Valdelatas. Hay que destacar que hemos hecho unas sendas por la Dehesa Boyal muy divertidas y que han merecido mucho la pena.
Cuando el grajo vuela bajo….. Ir hoy a la sierra hubiera sido una insensatez y, si bien es cierto que no escarmentamos, parece que vamos teniendo más criterio
No hemos llegado a Valdelatas porque no tenía sentido. Hemos cogido el carril bici y hemos ido acompañando a Félix casi hasta el Juan Carlos I (ay bribón ¿dónde andarás y qué estarás haciendo?)
Para poco más ha dado la ruta y para poco más da esta crónica. Buena mañana para desengrasar. Al final salen muchos kilómetros pero se hacen fáciles. Senderos muy divertidos en Valdelatas y en la Dehesa Boyal y magnífica compañía para empezar el 2021. A ver si los putos chinos esta vez han asado el murciélago y el pangolín y no nos joden otros año.
Hoy el número de nenazas ha sido exponencial. No sin buenas razones cada uno (uno por la espalda, el otro porque no tenía bici, el de más allá porque no le salía de los cojones…), pero el caso es que, al final, nos hemos juntado solo los cuatro de marras para hacer la ruta. Le ha faltado tiempo a Alfredo para que, en cuanto ha visto que las deserciones iban en aumento, se le ha ocurrido una ruta «para hombres». Ni que decir tiene que Juan, que no entrena nunca, lo ha celebrado por todo lo alto y yo me atrevería a decir que le ha parecido poco.
Hemos empezado a las 9:00 en La Cabrera, donde quedamos desde que el aparcamiento del camping lo cerraron.
En lugar de hacer la clásica ruta de La Cabrera, hemos salido hacia el sureste, recorriendo una dehesa que hoy estaba espléndida. La mañana estaba fresca pero no fría (al menos con las mantas zamoranas).
El bucle que se hace hasta que se completa la dehesa y se vuelve al pueblo es espectacular. Mucha roca, trialereras muy divertidas y hoy agua a raudales.
La ruta, para mi, tiene dos partes bien diferenciadas. Una, desde la salida, recorriendo de toda la zona de trialeras de piedra que hay en el bucle inicial y luego en el tramo que va hacia el oeste hasta Valdemanco. Estos caminos y sus trialeras no tienen nada que envidiar a la ruta de Torrelodones (y tres piedras, por aquello de la copla). Es un recorrido exigente y más hoy con el agua que había, pero muy divertido. Yo, que estrenaba ruedas de 2.30 tanto delante como en la trasera, iba en la gloria, bajando y subiendo como un campeón. Como bien dice mi querido Juan, no hay rueda perfecta y lo que es bueno para las trialeras no lo es para rodar. Estas ruedas se pegan como un moco y en pistas cuesta moverlas.
No nos hemos perdido la subida al convento Franciscano, no por nuestra pía devoción, sino porque lo marcaba la ruta y, como ya sabemos todos, la ruta hay que seguirla. Además, Miki no lo conocía y le ha gustado. En el convento hemos estado lo justo. Espero que las absoluciones sean exprés y nos haya servido para algo estar allí en fechas tan señaladas.
Desde el convento (o monasterio), sigue la ruta hacia Navalafuente, por unos caminos que seguían la tónica de trialera con piedra y agua. Todavía eran tramos muy divertidos, muy técnicos y en los que había que estar atento. Juan ha estado a punto de hincar los cuernos pero todo ha quedado en un pequeño raspón que le podrá enseñar con orgullo a su mujer para justificar que ha llegado a comer tarde de cojones.
La bajada hasta Navalafuente cambia respecto al tramo que habíamos recorrido hasta ahora. Este tiene menos piedra y se convierte en un camino estrecho, bordeado por jaras altas que hoy se había convertido en una torrentera (o como se diga). Muy divertido, en cualquier caso aunque hemos tenido que vigilar no meter la rueda en roderas y agujeros
Pasado el pueblo ahí ya sí que hemos tomado el camino que hemos hecho muchas veces y que forma parte de la «Clásica de La Cabrera». Sin embargo, al poco rato, hemos cogido una derivación, subiendo por una trialera que yo recordaba, como no, pero que esta vez se me ha hecho menos dura que en su día. Bien es verdad que como mi memoria es buena para los cuestacos, he ido muy reservón y previniendo a Miki de que ahorrara energías porque la subida era de las «guuuuapas» (que diría Ibón Zugasti).
Desde allí, una vez concluida la subida, hemos continuado hasta la zona trialera de siempre que lleva a la carretera (supongo que será la M610). Esta zona no la describo porque estamos hartos de hacerla. En todo caso, sigue muy divertida y Alfredo ha comentado que hoy la hemos hecho a cuchillo. La verdad es que a mi no me lo ha parecido, lo cual ha generado una breve conversación sobre si estamos haciendo mucho el cafre y perdiendo el respeto a las potenciales hostias que nos podemos comer por ir más «saltarines» de la cuenta
Final de la zona de trialeras. Véase el individuo que está detrás de Alfredo, al que me referiré a continuación
Aquí empieza la segunda parte de la ruta que, desde mi punto de vista, es odiosa y evitable. Ya sabéis que, incluso en la Clásica de La Cabrera, odio con todo mi alma la subida de la urbanización de los Pitufos y los caminos esos de arena de playa suelta que abundan hasta llegar al punto de inicio. En este caso ha sido peor. En cuanto hemos acabado las trialeras y hemos cogido la carretera, para dirigirnos a la odiosa subida de los pitufos, nos ha adelantado una grupeta grande, encabezada por un tarado que montaba una bicicleta eléctrica y que hoy no se había tomado la pastilla al salir de casa por la mañana. Le he dicho al susodicho y a sus amigos que no conviene saltarse la medicación prescrita, porque a uno le puede llegar a pasar algo. No me ha hecho caso.
¿A que no sabéis quien se ha picado con todo el grupo, incluso con el de la eléctrica? Pues ese, seguido de Juan, que no entrena, pero que también tiene una genética envidiable, aunque según algunas fuentes bien informadas se le esté poniendo tipo de picador de plaza de pueblo.
Yo no lo he visto, pero Alfredo y Juan dicen que les han dado a todos una cura de humildad y les han puesto en su sitio. No esperábamos menos de un Alfredo encendido y un Juanito en plena forma.
En este punto de la ruta nos hemos tenido que desviar porque el trazado original estaba anegado de agua y nosotros hoy no habíamos ido preparados para esa prueba del triathlon.
En todo caso, en este momento del día ha empezado mi calvario particular. Una vez retomado el trazado original, habiendo salvado la parte inundada, ha empezado una subida interminable que, lejos de acercarnos a La Cabrera, lo que hacía era alejarnos del destino final. Y yo más flojo que el día de la madre y con unas ganas locas de llegar. Acabada la subida más estrecha han empezado unas pistas anchas, también en subida, claro, donde yo he notado que las ruedas que le he puesto a la bici agarran de verdad.
Juan progresando por una de esas pistas odiosas que nos llevaban al «más allá»
En un momento dado, al final de una de estas subidas odiosas, he visto La Cabrera a nuestra derecha en todo su esplendor. No sé qué desnivel llevaríamos en ese momento ni cuántos kilómetros habríamos recorrido pero, desde luego, era el momento idóneo para enfilar las de Villadiego y dirigirme al coche sin más demora. Pues no. La ruta es la ruta y yo soy gilipollas, porque me he dejado liar por mis tres compañeros que insistían en que «esto estaba hecho» y que, desde allí, ya era todo bajada.
Sabéis mi condición natural para acordarme de las cuestas, especialmente aquellas que se me han atravesado en algún momento, por la razón que sea. Por ello, le he recordado a Alfredo que ese camino nos llevaba directo a una pista paralela la autopista de Burgos, de forma que para llegar a la Cabrera había que comerse otro cuestaco del 13. En ese momento Alfredo ha soltado la frase que subtitula esta crónica y ha dicho aquello de de «confía en mi, No te preocupes que hay un atajo y nos ahorramos la cuesta». Como diría aquella a aquel, mi «primo» Alfredo es un cabezón.
vale más una imagen que mil palabras.
En fin, lo dicho, una ruta con dos partes muy diferenciadas, la primera, hasta la urbanización de los pitufos, muy divertida, exigente pero reconfortante y saltarina. Desde el espanto urbanístico, perpetrado por vete a saber quién y aprobado por algún alcalde desalmado, un puto sufrimiento que lo único que me ha aportado ha sido calambres en las piernas, a pesar de los dos geles, las pastillas de sales y los polvos que le he echado al agua y que, en teoría, me debían haber evitado parte de los malos ratos que he pasado.
Juan y Alfredo, me tenéis que dar la fórmula para estar en forma y no me digáis que es por follar mucho, que no me lo creo.
Una mañana divertida, por lo menos hasta las 13:30 en una magnífica compañía que nos hubiera gustado que fuera más nutrida.
Hice una crónica de esta ruta el 30 de noviembre del año pasado. En aquella ocasión se llamó, San Agustín de Guadalix-Dehesa de Moncalvillo, que llueva, que llueva la Virgen de la Cueva.
Hoy iba a titular la ruta San Agustín de Guadalix-Dehesa de Moncalvillo, cuando el grajo vuela bajo….. Pero no hubiera hecho honor a la realidad. Sí, hacía frio, pero ni mucho menos el que hemos pasado otras veces cuando hemos salido a bajo cero e, incluso, menos que ayer.
Ha habido dos cosas que a mi no me han molado. Una es la consabida afluencia de globeros, paseantes, recoge setas y demás fauna que, hasta este año no existía y ha surgido de la nada auspiciados por el puto virus chino. Hoy ha costado aparcar en el polígono de San Agustín de Guadalix a las 9:30 AM y no quiero decir cómo estaba la cosa cuando hemos terminado y nos íbamos a casa. La gente te hacía la ola cuando les decías que te ibas y les dejabas sitio para aparcar.
La otra cosa que no me ha gustado, y es el motivo del subtítulo de la ruta, es que solo hemos ido Pepe, Alfredo y yo. Y no es porque los demás no hayan salido este fin de semana, que si han salido. Ojo, no digo que a estas salidas haya que venir obligado, ni mucho menos, pero uno de los motivos por los que yo vengo es para veros. Montar por montar lo puedo hacer yo solo y ahora, que estoy jubilado, cuando me salga de los cojones. No quiero dramatizar pero ¿nos los hemos de hacer mirar?. Ahí lo dejo como reflexión.
En fin, los que hemos ido nos lo hemos pasado muy bien. Ojo, sufriendo, como está en el guion, pero muy bien aprovechada una mañana en la que los «Mariano Medina» de turno no han acertado ni una. Hemos empezado la ruta frescos (temperatura mínima del día 0 grados, pero ha sido muy puntual) y casi parados porque en la margen del río Guadalix nos hemos comido una patrulla de «exploradores» de mediana edad que no nos dejaban pasar. No he querido poner que, en realidad, eran una partida de viejos de mierda, no vaya a ser que algunos de ellos tuvieran menos edad que yo. Ya sabéis que la edad madura se divide en tres categorías: viejos, viejitos y viejos de mierda. Pues varios de los del grupo de hoy se ubicaban en esta última partición.
Salida desde San Agustín, antes de encontrarnos con la patrulla canina
La ruta la conocéis todos de sobra. No es muy exigente, pero tiene sus rampas, su sube-baja y también alguna bajada que, sin ser trialera, es divertida y hay que estar atento para no apretarse un hostión. A mi, el tramo que menos me gusta es la subida tendida que lleva hasta la propia dehesa de «Montalvillo». Como dice el otro Montalvillo, de nombre Pepe, las subidas se quedan gravadas en la memoria y los que me conocéis sabéis que tengo una poderosa retentiva para los momentos de sufrimiento.
El campo estaba espléndido y el tramo que recorre la propia dehesa es magnífico. Ahí es donde hemos hecho la mayor parte de las fotos porque luego hemos parado poco.
Los senderos en bajada que recorren la dehesa son súper divertidos. Uno de ellos es el que lleva a la Laguna Verde, donde es obligado hacerse la foto y donde Alfredo me ha hecho un «Surroca». Lease, frenar en seco sin avisar y el que viene detrás está apunto de montarle como ciervo en berrea. He de decir que esta vez ha sido más culpa mía que suya porque no me he dado cuenta de que habíamos llegado a la charca y, de seguir, a lo mejor me había dado un baño innecesario.
Dos de los tres en la Dehesa. Abrigados pero sin cara de fríoEl campo en pleno esplendor. Las nubes amenazantes del fondo no se llegaron a acercar en ningún momento
En uno de los tramos tuvimos nuestra ración faunística. A las vacas ya nos les hacemos ni caso pero, como os imaginaréis, las había de todos los colores y tamaños. De hecho, Alfredo apreció correctamente que uno de los chotos era un allegado, por lo que llevaba ahí colgado.
El divertimento faunístico ha sido hoy el equino. Pepe y Alfredo insistían en que los caballos no se nos habían acercado para que los acariciásemos. Por un momento me quedé pensando si se referían a lo del chiste del oso y el cazador, que no venía a cazar. Por si acaso, salimos de allí ligeros.
Ya de vuelta hacia San Agustín, Alfredo tomó una variante de la ruta estándar y nos metió por un sendero muy revirado y divertido que también habíamos hecho en noviembre del año pasado. Juan seguro que se acuerda porque ese día había carrera y él llevó, durante todo el sendero, el pandero de una corredora, junto con el resto de su anatomía, a menos de un metro de distancia durante todo el recorrido. Obvia decir que Juan iba detrás de las corredora.
Pues, con esto, poco más, hemos llegado a San Agustín y hemos hecho felices a los afortunados a los que les hemos dejado el sitio para aparcar, después de que llevasen horas cometiendo delitos de lesa humanidad para conseguir un hueco para tirar el coche.
Chicos, a ver si conseguimos salir más componentes las próximas veces. La gracia de esto es dar pedales pero, sobre todo, pasar un rato con vosotros y compartir la afición.
Torrelodones me toca los cojones y los Peñascales los genitales. Madre mía, vaya ruta. La tradicional que parte del polideportivo de Torrelodones ya es cañera y se las trae, pero la de hoy es «pa nota».
Hemos salido a las 9:00 de la mañana (bueno, salir habremos salido un poco más tarde) de la rotonda de los Peñascales. Nada más salir ya hemos empezado a empujar, porque había unas subidas con escaleras que ríete tú de la ruta que empieza en Cercedilla.
Aperitivo, nada más empezar para ir abriendo boca. Bonito era un rato
Sería injusto echarle a la ruta toda la culpa de mis males. Hoy he pasado uno de los peores días de mi vida en bici y seguro que eso influye en el cariño que le puedo haber cogido a la ruta y lo que puedo desprender de ella en esta crónica. Pero ya veréis que la cosa tiene sus «torredolones».
Una gran parte de la ruta la hemos hecho subiendo cuestacas muy técnicas con mucha piedra y una pendiente notable. De hecho, yo no tengo claro dónde hemos empezado a bajar ya que, incluso en las bajadas, había repechos muy complicados.
Estas no eran de las muchas subidas técnicas que ha habido, pero, en cualquier caso, nos las hemos empujado casi todos y, especialmente yo
Claro exponente de mi glorioso estado de forma de hoy.
Daba la sensación de que partes de esta ruta coincidían con la Clásica de Torrelodones, pero en sentido contrario, esta vez de subida y normalmente de bajada. No es así. Sí que hay trozos comunes y en la misma dirección, como el que lleva al chorro o cascada, cuyo nombre desconozco. Sin embargo, los tramos no comunes son de escándalo. Esta ruta es mucho más selectiva y las subidas son, en general, mucho más largas y técnicas.
Lo de centrar una foto es un secreto para la chiquita que nos la ha hecho. Según Juan, eran las gemelas Aiceto, tu te agachas y yo te la meto
Además, parece que hoy regalaban algo por allí, porque estaba el campo absolutamente lleno de pedestrians y de ciclistas. Lo que debían regalar, y yo hubiera pillado una gustoso, eran bicis asistidas, porque éramos raros los que no llevábamos una eléctrica.
Para que veáis que la rutita se las traía, además de mi sufrimiento extremo, Alfredo (nenaza), se ha calzado una hostia con revolcón en el barro incluido. El jefe, para no ser menos, se ha lanzado 5 veces en marcha de la bici para recoger setas. Yo he presenciado dos de ellas, una en vivo y en directo y otra viendo salir al jefe de unas jaras como si se tratara de una aparición. En vez de la joven de la curva, el jefe era «el yayo de la jara».
Juan, ha estado, como nos tiene acostumbrados últimamente, soberbio. Algún pie ha puesto, pero es que no ponerlo en esta ruta sería sobrenatural.
De las subidas ya os he hablado, constantes, eternas, muy técnicas y pendientes y, en definitiva, odiosas. Las bajadas también tenían su aquel. En primer lugar debería hablar en singular, porque yo bajada, lo que viene siendo bajada, he contado una. También muy técnica, sin mucho escalón pero sí mucha jara que te jodía las manos y te movía el manillar y con unas roderas centrales muy profundas. Yo, como iba tan cansado de las subidas, estas si son en plural, la verdad es que las bajadas las he disfrutado menos de lo esperado.
Tramos de bajada. Entre las jaras, lo estrecho y la rodera…..
A falta de 13 kilómetros de acabar la ruta y cuando, en teoría ya habíamos hecho los 800 mts de desnivel previstos, hemos llegado a unas antiguas minas de wolframio. Nota curiosa de la ruta.
Félix se ha llevado al hijo de una amiga. Otro Mario que ha resultado ser un campeón. Yo cuando le he visto con zapatillas, sin culotte y sin pedales automáticos he pensado que íbamos a tener un disgusto. Pues no señor. El chaval se ha defendido bien en las subidas (juventud divino tesoro) y mejor en las bajadas, a pesar de llevar una rígida. No ha sido sino hasta el final de la ruta que a Mario ya se le han acabado las baterías y se ha empezado a retrasar un poco, momento que han aprovechado Alfredo y Juan para tirar como si no hubiera un mañana.
En fin, que hemos echado 5 horas en una ruta que yo debería decir que es bonita, muy técnica y demandante. Desde luego, lo que sí está claro es que los que no habéis venido hoy algo os habías olido algo y habéis acertado de pleno. Es una ruta para hacer estando muy bien de físico y de técnica. Si no, no se disfruta.
Y subir y subir y volver a subir
No sé si Mario volverá o no. Yo diría que sí, porque le va la marcha y, además, porque Juan y Alfredo se han empeñado en que hay que hacer la vuelta completa a la sierra de Guadarrama (100 kms y vete a saber qué denivel) y el chaval ha tardado cero en decir que él se apuntaba, con dos Torrelodones.
La ruta que Juan y Alfredo están preparando para mayo. Ese día creo que yo voy a estar enfermo
La ruta de hoy empezó con una maniobra de escapismo y terminó con una de transfuguismo. El jefe hizo una maniobra maestra liando a todo el grupo, y especialmente a Alfredo, para que saliéramos de Valdelatas en lugar de empezar en Somontes, como es costumbre. La idea era salir de casa montado en bici y quedar conmigo para ir juntos al punto de salida, una vez hubiéramos recogido a Juan en su casa. Parece que la noche le confundió y, a la 1 y media de la madrugada, decidió que se iba en coche a Valdelatas porque no le veía la gracia a comerse varios kilómetros de circuito urbano, sobre todo a la vuelta, con la ruta finalizada. Al jefe la noche no le confunde, sino que le aclara las entendederas porque, salvo una cuestión de tamaño de su miembro viril, lo de salir de su casa montado le aportaba poco. Por tanto, ese fue el ejercicio de escapismo, que voy, que no voy, que si San Juan cayó en viernes y que donde digo…..Luego relataré el de transfuguismo.
Hemos sido puntuales como relojes suizos o, mejor dicho, como relojes japoneses, porque los relojes suizos cuestan un huevo, pero para puntualidad, donde haya un Casio con la batería bien cargada, que se quiten los demás.
Ya que estábamos en Valdelatas, hemos ido hacia Alcobendas. Solo hasta donde el confinamiento nos permitía, claro. Menos mal que Alfredo cuida por el civismo del grupo completo.
La cosa ha empezado rara porque Alfredo, nada más comenzar a dar pedales, estaba empeñado en despeñarse por un talud «porque la ruta marcaba que era por ahí». Como Pepe no le ha dejado, Alfredo nos ha metido por unos toboganes que Juan ha calificado con un nombre de juego del que ya no me acuerdo. Yo lo que he pensado es que la mano venía dura y que ya veríamos cómo acababa la cosa, porque a mí las rutas Pardo-Valdelatas me provocan malos efluvios.
En uno de estos sembrados aterricé hace algunos años. Las consecuencias se pueden ver en la foto de la derecha. Por eso, este año he pasado por ahí con más miedo que un pavo el 23 de diciembre
Menos mal que la cosa ha ido volviendo a su cauce y, al final, hemos hecho el recorrido habitual por el parque, volviendo pronto a la universidad Autónoma para cruzar hacia el Pardo. Ahí Pepe ha empezado a demarrar y a distanciarse del grupo. Algo se debía oler del tema de conversación que nos ocuparía cuando hemos parado a quitarnos ropa. Hemos hecho un repaso completo del equipamiento de Pepe, desde las zapatillas con tirilla «apañá», los calcetines de Simago marca Naiki que, al parecer, venden al kilo más baratos que las patatas, el culotte con vistas al mar y suma y sigue. Como diría Julito, «chaval que este es un grupo pijo». Hemos decidido otorgar a Juan la función de shopper para que renueve el outfit de Pepe y, de esta forma, sea merecedor de pertenecer a este grupo de élite.
En la ruta hacia el Pardo hemos dudado sobre la correcta dirección. Menos mal que siempre hay excursionistas ejemplares que marcan los caminos con los oportunos hitos. A falta de sus buenas piedras, el que marcó este hito, cuya foto acompaño, optó por materiales más perecederos pero no por ello menos naturales. Nos hemos temido que el hito no fuera una metáfora de lo que nos íbamos a encontrar en el Pardo.
Magnífico hito señalizador de caminos gracias al cuál hemos reconocido sin problemas la dirección correcta.
Discusión animada sobre la vestimenta y equipamiento de Pepe. Como se ve, hicimos un repaso completo, dejando al susodicho en camiseta para ver si había que mejorar solo la capa exterior o el tema era más profundo
En el Pardo estaba el «todo Madrid» y cuando digo el todo es literal. Yo creo que no faltaba nadie. Por favor, que no dure mucho este confinamiento perimetral o lo que sea que es. Entre los globeros, las familias completas, incluida la abuela y el canario, los horteras, las patrullas de autobuses que riegan excursionistas, en el Pardo ya no cabía un alfiler
De ahí el subtítulo de la crónica. Había más gente en el Pardo hoy que en la verbena de la Paloma. Pepe llevaba tiempo tratando de convencer a Alfredo que había que evitar un trayecto de la ruta. En concreto, el que va paralelo al río hasta la subida al Cristo de el Pardo. El track es el track y lo hemos seguido puntualmente, todos menos Pepe, que ha acertado de pleno porque en el lado del rio por el que hemos ido por no caber, no cabía ni la menor duda.
Especímenes de ciervo que están tan acostumbrados a las «personas humanas» que solo les falta dar los buenos días cuando te venGrupo de incautos adentrándose en el lado oscuro sin saber, menos Pepe, que nos esperaba toda la flota de excursionistas de España regada momentos antes
Cuando hemos terminado el «tránsito» por el río y nos hemos reagrupado hemos seguido nuestro track y han ocurrido tres hechos destacables. El primero es que Pepe ha hecho su ejercicio de transfuguismo, desapareciendo y cambiándose de grupo o siguiendo la ruta en solitario. Pepe ha debido aplicar aquello de más vale solo que….
El segundo hecho ha consistido en que Alfredo ha pasado a formar parte del grupo de las nenazas porque ha puesto la zarpa en la cuesta que, hasta ahora, llevaba su apellido porque, hasta hace dos semanas que Juan y yo nos las subimos, Alfredo era el único que se la había subido sin tener que arrastrar la bici.
Finalmente, antes de empezar la subida hacia el túnel de la M-40, al jefe le ha saltado el cable del cambio de plato y se ha tenido que chupar el resto de la ruta con el plato pequeño, que no le ha venido mal para las cuestas que tenía que afrontar en ese momento, pero que luego le han ido lastrando por el páramo que nos ha llevado de vuelta a Valdelatas.
Poco más ha tenido la jornada de hoy, salvo destacar que, desde el Pardo hasta Valdelatas le han soltado la correa a Alfredo y a Juan, que se han empeñado en que yo no llegara tarde a la comida que tenía hoy programada.
Hemos echado de menos a Juanlu, a Domingo a Mario, que se está empezando a hacer habitual y, sobre todo a Miki, al que todos le deseamos que el roce con su amiga haya sido casto y lejano, de forma que no se haya contagiado.
Para terminar, pongo una foto que ha colgado Alfredo en el álbum y que seguro que tiene un por qué, pero que yo no sé cuál es
PD: A Juan y a mi nos han salido 58 kms, con lo que si vamos sumando el IBP real que hemos hecho estos fines de semana ya os digo yo quién estaría de líder de la cosa
Ay ay ay. Una inocente e inofensiva ruta por el Pardo. A estas alturas todos sabemos que el Pardo es cualquier cosa menos inofensivo (tiene más trampas que una película de ¡¡¡putos chinos!!!) pero, si a ese enunciado le añades a Juan, la cosa se convierte en una bomba de relojería.
Kevin, contigo empezó todo (frase que recordarán especialmente los «madrilistas malos vecinos») pero, en este caso, todo empezó con Juan que, nada más proponerle la ruta dijo aquello de «¿y no podemos ir a El Pardo saliendo desde aquí?». Claro que se puede, todo se puede si te cascas 12 Kms de ida y otros 12 de vuelta. Por ello, lo que inicialmente era una inocente (insisto, en el puto Pardo, inocente no hay nada) ruta de 32 Kms, se ha convertido en una de más de 58. ¿Quién dijo miedo?
Hemos salido de Sanchinarro con fresco (yo diría que era frío, pero voy a parecer del Madrid) y no hemos entrado en calor hasta la subida que lleva desde el Filandón hasta el Tambor de El Pardo. Ahí ya hemos enganchado la ruta estándar.
Hay que decir que Juan y yo hemos sido unos hachas leyendo la ruta, que no era nada fácil. Hemos hecho las subidas, las bajadas, los bucles y no nos hemos equivocado ni una vez. Y eso que esta ruta es para navegadores avezados porque tiene más nudos que un encaje de bolillos.
La ruta no la voy a describir porque nos la conocemos de memoria. Es muy divertida y no paras de dar pedales ni en las bajadas. Hoy he ido un poco más despacio porque los dos grandes desastres que he tenido yo han sido siempre en El Pardo.
Juan en el Cristo de El Pardo. Los coches sospechosos estaban aparcados al fondoCon dos coj…. (cada uno)
Ha sido un día de encuentros. Cuando hemos subido al Cristo del Pardo hemos visto unos coches «sospechosos». Juan pensaba que se estaban negociando los términos del cierre de Madrid entre el PP y el PSOE en el restaurante El Torreón. Pero no. Cuando hemos bajado al pueblo, Juan, con su vista de lince, ha reconocido a importante banquero que iba a paso de carga, seguido de cerca por un guardaespaldas que debía ir pensando a quién coño se le habría ocurrido la idea esa de ir andando como si hubieras robado algo y te fueran persiguendo.
Luego, llegando ya al aparcamiento de Somontes (nosotros no habíamos aparcado allí, pero la ruta es la ruta, que diría Alfredo) nos hemos encontrado a Benito Vázquez (Alfredo se acordará de él) que está con el mismo peso que tenía a los 14 años, pero con el pelo más blanco.
Juanito me ha dado un recital de subidas, demostrando su sempiterna pericia con el 1:1. Alfredo, tu famosa subida, aquella que solo hacías tú, ha quedado violada repetidamente. Juan se la ha subido 3 veces con el 1:1 y yo, después de fracasar dos veces, he metido el 1:4 y me la he subido. No he tenido tanta suerte con otro de los hitos clásicos de esta ruta que, sin embargo, Juan sí se ha subido del tirón. A mi me ha patinado la rueda trasera y he tenido que poner pie a tierra.
No hemos parado ni para sacar fotos. Aquí hemos venido a lo que hemos venido, coño. Estas son ya en la tapia, después de haber completado la ruta. Solo nos faltaba la vuelta
La vuelta ha sido la leche. Nos habíamos propuesto ir despacio y reservar las pocas fuerzas que nos quedaban, pero los geles que nos hemos tomado nos han hecho efecto y hemos volado.
Moraleja, esconde la mano que viene la vieja. Una ruta «intensa» divertida y a la que tengo que agradecerle a Juan que tenga estas ocurrencias porque, si no, habría salido una ruta gay como la que habrán hecho los putos jubilatas hoy.
Hoy los de la cofradía del mocho anunciaban lluvias copiosas pero, al final, no nos ha caído ni una gota y hemos disfrutado como enanos.
La ruta, que no es ninguna clásica, ya la hemos hecho otra vez (yo, al menos, solo una vez) y merece mucho la pena. Es una ruta muy divertida que tiene de todo, subida, bajada, trialeras, pistas anchas y sendas reviradas e incluso alguna que otra excursionista que te alegra la mañana (siento el comentario sexista, pero la crónica ha de ser fiel a la realidad).
Solo hemos ido Mario, El Jefe (con mayúsculas) y yo porque Pepe andaba por ahí liado, Juan estaba dando cera y puliendo cera y Miki no tengo ni idea de qué estaba haciendo. Alfredo, preparando la temporada y, para poder seguir yendo en paralelo, se ha cascado una cronoescalada al puerto de Casares.
Vuelvo a la ruta, que me voy por los cerros de Úbeda. La ruta sube desde el Boalo hasta el mirador de la Barranca (no sé cómo se llama). Hasta llegar allí hemos disfrutado de sitios súper chulos como el camino que va paralelo al pantano de Navacerrada, con sus piedrecitas y su subidillas técnicas. En el sitio en el que me caí la vez pasada que hicimos la ruta, demostrando mi capacidad de mantener la bici parado en equilibrio, hoy he tenido que dar una clase práctica de «subida a lo cafre por encima de las raíces» que, afortunadamente, me ha salido bien.
Que divertida es la senda del Pantano de «Nabocerrado»El jefe, fiel a sus costumbres, ha vuelto a ligar, como ya lo hizo en aquella otra ruta. Hoy le ha tocado la hermana negra
En la subida, que se ha hecho más llevadera de lo que me esperaba, destacaría dos acontecimientos. En el primero, hemos parado a comer algo y reponer fuerzas y Mario, haciendo caso omiso de la célebre frase de «Cuidado con el verdín» se ha hecho una estirada en plancha contra una piedra, comprobando, además, que su teléfono móvil no era sumergible. Las frases célebres son por algo y responden a la sabiduría popular. Conviene hacerles caso.
¡¡¡CUIDADO CON EL VERDÍN!!!
Un poco más adelante estaba el segundo acontecimiento. Parece que hay una cosa que se llama el pino de la cadena http://elviajero-digital.com/?p=1705. Digo que parece, porque el puto pino está en medio de un cuestaco que, cuando uno pasa por allí lo que menos apetece es buscarle la cadena al famoso pino. De hecho, esta cuesta la conocemos todos porque nos la hemos comido varias veces yendo a la cuesta del calvario. Una vez había una carrera y un tío nos adelantó en el arroyo. Iba tan rápido que hacía olas.
Pues, al tran-tran hemos subido hasta el mirador y el punto donde empieza la senda Ortiz. Bueno, al tran-tran yo porque a Mario le faltaban piñones, pero de los pequeños, y el Jefe, cada dos por tres se ponía de pie sobre los pedales, bajando dos o tres piñones y, de esta manera, humillando a sus amigos.
Ya casi arriba la cosa se ve de otra forma
La senda Ortiz, brutal, divertidísima, variada y, por si fuera poco, permitida aunque esté inserta en el parque natural de Guadarrama (al menos eso me han dicho Félix y Mario). La «bajasubida» (tiene un par de tramos de subida súper técnicos en los que hemos tenido que poner pie a tierra) ha sido muy entretenida y, además, más segura de lo que pensábamos porque, aunque el suelo estaba húmedo, las raíces no resbalaban tanto.
La continuación de la senda Ortiz, una vez remontado un trozo de pista, es otra trialera espectacular que nos conduce a los aparcamientos de abajo. Aunque la vez pasada los paseantes nos dijeran que aquello era zona prohibida, si la senda Ortiz no lo es, esto tampoco debería serlo.
Para no cambiar de modalidad, desde los aparcamientos hemos ido por un camino estrecho que también es muy divertido. Al final del mismo había una furgoneta parada en mitad del camino. El menda nos ha dicho que se podía bordear por la derecha, cosa que hemos hecho todos. Cuando me tocaba pasar a mi, justo después del jefe, se ha oído otra frase famosa. En concreto, en el parque de la Pedriza se ha escuchado nítidamente ¡¡¡CUIDADO FER QUE ME HE FOLLADO AL GATO!!!. Uno, que a diferencia de Mario, si hace caso de las frases, ha pasado con extremo cuidado y ha evitado hacerse jirones los brazos y la cara con el gato, que después de haber pasado el jefe, ya estaba resabiado.
Bueno, voy concluyendo, que tengo tendencia a contar las crónicas en escala 1:1 y a la ruta, al final, le han salido más de 44 kms, con lo que la crónica puede llegar a ser Guerra y Paz.
Por ponerle un pero, a mi siempre me acaban sobrando un par de kilómetros al final, pero es por ponerle un pero, que no se lo merece.
Día fantástico, en magnífica compañía y con una ruta muy divertida que hemos de tener en cuenta para repetirla en épocas en las que no haga mucho calor
La cosa va de clásicas. La semana pasada fue la de El Escorial. ¿Cuál mejor que la clásica de Guadarrama para continuar la saga? La ruta ha estado fantástica pero, lo mejor ha sido volver a reencontrarnos casi todos los componentes del grupo de fin de semana. Nos faltaban Alfredo (ocupado en actividades variadas en su retiro estival) y Domingo (ocupado en vete tú a saber qué, porque no ha dado señales de vida). Al final hemos sido cinco (abstenerse poetas de verso fácil y coplistas de tres al cuarto, que para los poetas tengo yo una preparada)
Miki y Félix llevaban desde finales de 2019 sin hacer una ruta juntos. Ello no ha sido óbice para que el jefe le haya «cantado la gallina» porque Miki había mandado la localización desde el sillón de su casa, en lugar de hacerlo desde el sitio de inicio de la ruta.
Juan, que ya nos asustó el otro día con su cuerpo serrano, había venido hoy vestido para matar, con un culotte Assos recién estrenado (bueno, lo había usado en las 17 salidas que se ha metido estas vacaciones, pero para nosotros iba de estreno) que le hacía un culito que menos mal que uno tiene muy clara su hombría porque, si no…… ¿Dónde se habrá quedado aquel tipo de picador de plaza de pueblo de antes del confinamiento?
La ruta, para los que no la conozcáis, si es que hay alguno, es muy fácil de seguir. Todo para arriba hasta el puerto del León (solo hay uno, no sé por qué le llaman el puerto de los leones) y eso que Miki nos ha llevado por lo «más tendido» (expresión que se está empezando a poner de moda y que, efectivamente, vale para todo).
Inicio de la cosa
Resultado de la cosa
Pintaza del grupo, destacando el camuflaje de Pepe y el outfit de Juan «vestido para matar»
El abuso de Juan durante toda la ruta ha sido mayúsculo. Cuando el que escribe esta crónica solo pensaba cuánto le quedaría a la puta cuesta aquella (elegid la que queráis, porque lo he pensado en todas) mi primo Juan iba rajando más que el cuchillo de un melonero e iba con una cadencia insultante. Miki se ha dado cuenta de que, en estas circunstancias, conviene no ponerse al lado de Juan porque el dominio es físico y mental. Pepe ha cometido el error de seguir a Juan en las primeras rampas y…en su pecado está la penitencia (esto lo debió aprender Pepe en la ruta esa que hicieron y en la que fueron a orar a no sé qué capilla, pero hoy se le había olvidado).
Recuperando el resuello antes de afrontar la penúltima subida que nos llevaría al alto del León
En el sitio donde hicimos las fotos de la galería anterior a Juan no se le ocurrió mejor idea de ir «por todo lo peor» para subir a la pista que lleva al alto del León. Siguiendo su dominio físico y mental empezó a hablar de «nuestra variante», incluyéndome a mi en el «nuestra». Uno no es nuevo y, desde el mismo principio, ya sabía que me iba a equivocar siguiendo a Juan, pero no se puede evitar, me ponen en trapo y entro. Dicho y hecho, Pepe, Juan y yo nos hemos metido por el rampón que acababa en una erección corta pero brutal. Juan ha sido el único que se la ha subido. Bueno, Juan y un bicharraco que ha pasado como si hubiera robado algo y le fueran persiguiendo. La pareja de lesbianas (a lo mejor eran madre e hija, pero queda menos novelesco) que han insistido varias veces en que aquello se subía, no lo han logrado. Pepe se ha defendido como un jabato y ha llegado, sin poner el pie, hasta la misma base de la erección.
El jefe en el Alto del León, pensando si para el resto de ruta cambiaba de vehículo
Otra de las gratas sorpresas que nos ha dado hoy Miki es un camino que va desde el Alto del León hasta el camino que termina en los Molinos. Toda la vida haciendo ese tramo por carretera y jugándose el tipo y resulta que había un camino divertidísimo. Eso sí, también hemos tenido suerte porque, teniendo en cuenta que estamos en Guadarrama, estos caminos se cotizan a 300€ por barba.
Qué semblante, qué estampa gallarda y qué tripa cervecera, aunque yo no beba cerveza
El camino que lleva desde el Alto a los Molinos es mundialmente conocido y bastante odioso, por cierto. Ahí, lo único destacable ha sido el hachazo traicionero que me ha pegado Juan cuando faltaban unos pocos cientos de metros para terminar de coronar la subida. Como si no hubiera habido suficiente humillación a lo largo de la mañana. Ahora, eso si, luego lo ha pagado, porque en la famosa curva a derechas (no es que haya ninguna niña que avise de la curva, pero la conoce to quisque) Juan se ha pasado de frenada, se ha ido a la agricultura y no se ha ido al barranco porque Dios es grande y Juan controla la bici.
otro tramo de «bajada» del camino a Los Molinos
La ruta ha terminado con una estupenda cervecita en el Torreblanca a la que Pepe no ha podido quedarse y a la que nos ha invitado Juan, en desagravio de la caña que nos ha dado.
Espero que estas rutas se repitan y, sobre todo, que podamos estar en una todos los que hoy estábamos y los que faltaban.