Talamanca de Jarama-Espartal-El Molar. Para empezar bien el año

Ruta realizada el Jueves 05/01/2023

Dificultad Física
Dificultad Técnica
35.7 km
748 m
40 Km Distancia Madrid
4h11'
3h10'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), 15% de trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura, con algunas fincas privadas

Participantes: Pepe, Rufi

Mas detalle ruta

Temperatura media: 9.5
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Reproductor audio crónica:

Esta mañana amenazaba frío, así que me he abrigado. De camino a Talamanca, por la carretera de Algete, Cobeña y Fuente el Saz el termómetro marcaba 2,5 grados bajo cero. Por suerte, llegando al anodino pueblo donde hemos quedado ya marcaban dos grados positivos. Sin embargo había un viento que hacía que la famosa sensación térmica fuera más baja. Todo un espejismo porque, al poco de empezar a dar pedales la temperatura corporal se ha regulado.

Dice el refrán que «si quieres saber quién es Pedrillo, dale un carguillo». Yo suscribo ese refrán y, aunque no rime, diría que, si quieres saber quién es Pedrillo, dale una parcela para que se construya una casa. En algunos pueblos de nuestra geografía hay algunas casas que, solo viéndolas son mejores que el test de rorschach para hacerte una idea de la psicología de los dueños. Talamanca de Jarama es un perfecto exponente de ello. Le preguntaba yo a Pepe qué harían a diario las gentes de ese pueblo y de algunos similares. Es verdad que la cercanía a Madrid permitirá que algunos habitantes trabajen o vengan frecuentemente a la capital pero ¿cuál es la vida en esos pueblos castellanos, manchegos, etc donde parece que la vida no pasa, sino que se escapa?.

En fin, este es el preámbulo de una ruta donde hemos dado pedales, bastantes, pero, además, hemos hablado y «filosofado» mucho. Pepe con más criterio, capacidad y formación y yo con el desparpajo que da la ignorancia. Hemos hablado de padres, de hijos y de hijos de puta. De lo divino y lo humano y de cómo deberíamos afrontar la vida, de un modo «más oriental» (Pepe dixit) y que, sin embargo, la edad nos lleva por otros derroteros más peleones, beligerantes e inútiles.

Ah, coño, la crónica de la ruta!!!. , pero si ya os la sabéis. Esta la hemos hecho pocas veces, pero, entre unas y otras, recuerdo anécdotas con casi todos los miembros del grupo, incluso con los que llevamos meses sin verlos. Esta vez no hemos visitado el puente romano (o románico) y hemos iniciado directamente la ruta, cruzando el menos atractivo pero más oscilante puente metálico que cruza el río.

Las pistas hasta el pueblo de El Espartal son anchas y cómodas. Aunque ha llovido, el suelo estaba duro por el frío y se rodaba bien y a buena velocidad.

Como aquel rey que decía que el sol no se ponían en sus dominios, Pepe dominando el Espartal. No es Felipe II, ni se las ponen igual que a él, pero es mucho más guapo y mejor persona

La despedida de El Espartal ha coincidido con la bienvenida de la primera subida trialera. Un sendero estrecho que hoy estaban limpiando y desbrozando los forestales. Aunque nos han dicho que las chuletas las tendrían sobre las once de la mañana, no hemos podido esperarnos más tiempo. No sé cómo habrán resuelto el problema de la hidratación, porque habíamos quedado en que el vino y la cerveza los poníamos nosotros.

Pepe rematando la faena

En la ruta de hoy hemos evitado, además de la visita al puente de Talamanca, algunos de los errores que cometimos en las otras ocasiones que hicimos este mismo camino. Así, por ejemplo, no nos hemos metido por la subida imposible que marca el track y que, en su día, intentamos, comprobando que era imposible subirlo montado en la bici, además de absurdo, porque el punto final era el mismo al que se llega por la pista, inclinada, eso sí, pero practicable. Sin embargo, hemos dejado de hacer algunas bajadas que sí probamos en su día. Los motivos han sido diversos: la mayor edad y, por tanto, mayor cordura, las roderas que habían hecho las motos, dificultando, todavía más, las trazadas, las vayas metálicas que habían colocado al final de alguna de estas bajadas y que auguraban un final poco feliz…..

Una de las cuestas que se bajaron en su día pero que hoy han sido oportunamente rodeadas.

En un momento de la ruta hemos llegado a un punto en el que, en su momento, vimos que el afanado dueño de la finca no solo había puesto unas ramas para disuadir a los ciclistas de pasar por allí, sino que había ocultado alambres de espino entre las ramas para hacer la cosa «más divertida». Tras un breve debate sobre si atravesábamos la finca o dábamos un rodeo, finalmente hemos optado por violar los avisos del propietario e ir por el camino mas corto. Hemos podido apreciar que no habíamos sido los únicos. El sendero estaba surcado por roderas de motos que incrementaban esa sensación que, al menos yo tengo, de que la técnica en la bici de montaña se pierde con mucha facilidad y, en cuanto te descuidas, el manillar cobra vida propia y le da por ir por donde quiere.

La ruta pasa cerca de El Molar, y la cuesta que empieza en el paso, que hemos cruzado mil veces, te recuerda que has bajado muchos metros para volver a recuperar la misma altura. Así, sin comerlo ni beberlo, al final te cascas más de 700 metros de desnivel y, como dice Pepe, no en una dosis de puerto continuo, sino en «pequeñas diócesis» de rampa, rampita y rampón. A mí, las ultimas se me han atragantado un tantito, que dicen los mejicanos.

Cuando hemos llegado al pueblo la temperatura era mucho más agradable. Pepe ya se había despojado, hace rato, de su esquijama y yo de la camiseta interior. Hasta tal punto estaba buena la mañana que hemos cerrado la jornada con una cervecita en la terraza del Mesón Talamanca, donde Pepe ha liado al hijo de la dueña con la expresión de «renunciar» o no a los torreznos.

Magnífica forma de empezar el año. Excelente compañía, buena conversación (a veces hasta subiendo) y temperatura poco apropiada para estas épocas del año (así no esquío yo este año en condiciones ni de coña) pero agradable para rematar la jornada.

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Manjirón-Cinco Villas. Los últimos serán los primeros o corre, corre, que me c….

Ruta realizada el Jueves 10/11/2022

Dificultad Física
Dificultad Técnica
38.3 km
579 m
61 Km Distancia Madrid
3h34'
2h49'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, con dos obstáculos, sin limitaciones de temperatura, muchas puertas

Participantes: Alfredo, Félix, Pepe, Rufi, Mario

Mas detalle ruta

Temperatura media: 13.9
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Reproductor audio crónica:

Aquí estoy otra vez, rompiendo las ratios de crónicas publicadas por rutas realizadas. Y es que, unos tienen la fama y otros cardan la lana. No hay como medir para darse cuenta de que las cosas no son lo que parecen. En fin, con esta crónica rompo las medias.

Menos mal que Mario está en el grupo y tiene más recetas que el libro de Karlos Arguiñano. Si no llega a ser por él, entre la Cabrera, El puente de la Marmota y el Azud del Mesto…..tira de esto. Hoy nos ha sugerido una ruta que partía de Manjirón y se adaptaba, perfectamente, a las yayo-rutas, es decir, no muy largas y con poco desnivel.

Bueno, pues nos costó un poco cerrar la cosa porque Alfredo tenía médico y no podía llegar más tarde de las 16:30. Este es otro de los mitos, aquel que dice que solo voy yo al médico. Entre las rodillitas, las infiltraciones de hialurónico, las colonoscopias en pareja y los dermatólogos, me parece que estoy siendo ampliamente desbancado por otros yayos. Vamos a tener que medirlo para destrozar otro de los mitos que impera en este grupo. El único que parece que visita a los galenos es Pepe, que yo creo que va, pero de incógnito.

Habíamos quedado a las 10:00 y cabía la posibilidad de que Pepe llegase tarde, porque el waze o google maps, o quien fuera, le decía que podía tardar una hora y cuarenta minutos. Pues no, no ha sido así y Pepe estaba en el punto de partida a las 9:50, dispuesto a tomarse un café, cosa que no ha podido hacer porque a esa hora no habían puesto todavía el pueblo. Es una exageración, pero no muy grande.

A las 10:18 han aparecido Félix y Alfredo en el Halcón Milenario, rompiendo otra de las falacias del grupo. Dícese, maledicentemente, que yo soy siempre el que llego tarde. Pues hoy se ha vuelto a demostrar que no es así. La excusa ha sido que había mucho lío en la salida de Madrid y que los pasajeros del Halcón milenario han sido increpados por un señor que, desde un taxi, les hacía señales de todo tipo. Alfredo, que tiene un tapón en el oído, según Félix desde hace varios años, no ha visto a este buen hombre, que les llamaba la atención, así que la excusa no aplica.

Venga, que ya vamos tarde

Lo que sí hay que reconocer es la rapidez y facilidad que tienen Félix y Alfredo para, habiendo llegado tarde, estar dispuestos para iniciar la ruta casi de forma inmediata.

La cosa ha empezado subiendo por una senda con piedras y losas grandes (estoy tratando de recordar cómo les llama Mario a estas placas de piedra, pero no me acuerdo), pero sin que la senda se pueda calificar de trialera. Ha sido, prácticamente, el único tramo un poco técnico. El resto de la ruta, quitando algún pequeño tramo que solo puede hacerse con la bici al hombro, es muy sencillo y no reviste ninguna complejidad.

Nos hemos dirigido hacia el sur por sendas que atravesaban numerosas puertas, algunas de las cuales estaban instaladas por fornidos hombres de campo, con bastante mala leche, y que nos ha costado Dios y ayuda volver a cerrarlas.

Una de las múltiples puertas y verjas que hoy nos ha tocado abrir y cerrar. Esta, por suerte, no era de la de hacer pesas para cerrarla

En un momento de la ruta Pepe se ha hecho un «anacoreta» y ha desaparecido del mundanal ruido, adelantándose al resto varios cuerpos (en este caso sería más adecuado decir varios cuadros, supongo). Ha aprovechado un momento de cambio de vestuario para salir de najas y hacer media ruta en solitario. Nos hemos vuelto a reagrupar todos en un puente, que, al parecer, es visigodo, donde nos hemos comido el plátano (los que lo llevaban, porque yo no tenía y Mario es más de manzana) y donde Pepe nos ha comentado los diversos elementos de la fauna autóctona con los que se ha cruzado, incluido un hidroavión de extinción de incendios.

La ruta pasa por Sieteiglesias, Sinco villas y Félix dice que también por Nueve Curas, pero yo creo que esto es otro de los mitos del grupo. El caso es que es cierto que confluye con puntos y tramos de rutas que hemos hecho otras veces. De hecho, unos kilómetros transcurren por el margen del río Lozoya (a la altura de Buitrago) que es el lado contrario al trozo que recorre aquella ruta en la que Alfredo se picó con un batallón de globeros y acabó dándoles lo suyo.

Como Alfredo tenía prisa, hemos ido ligeritos, llegando al restaurante El Barral, donde hemos «ingerido» un menú bastante lamentable. Ya, ya sé que la comida era mala porque iba yo, haciendo bueno otro de los mitos de este grupo, consistente en decir que cuando yo voy se come mal. El lector objetivo e imparcial se habrá dado cuenta de que soy objeto de un montón de bulos, falacias, mofas y befas que, obviamente, no me merezco.

Bueno, Alfredo ha llegado a tiempo, supongo, nos ha hecho un día magnífico, hemos hecho ejercicio (incluyendo abrir y cerrar puertas) y la compañía ha sido estupenda, echando de menos a los currantes, a Domingo y al señor poseído del taxi.

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La Cabrera-Berrueco con Atalaya. Tenemos ruta nueva en la Oficina

Ruta realizada el Jueves 27/10/2022

Dificultad Física
Dificultad Técnica
40.8 km
822 m
49 Km Distancia Madrid
4h38'
3h51'
Características Terreno Suelo arcilloso (problemático con lluvia), 30% de trialeras, con un obstáculo, sin limitaciones de temperatura, 100 metros no ciclable, muchas puertas

Participantes: Rufi, Mario

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Temperatura media: 15.5
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Reproductor audio crónica:

Hoy la mayoría del grupo de yayos estaba de marcha por el parque natural de Izki, montando un rato y zampando otro tanto. Por ello, hoy hemos salido solos Mario y yo para hacer lo que ya se instaurado como una ruta mariana.

El día se ha levantado de norte. Cubierto pero con buena temperatura y sin lluvia. El agua nos ha respetado muy bien y no nos ha caído ni una gota (no vamos a ser nosotros menos que los yayos on tour).

Hemos quedado a las 10:00 en la Cabrera y hemos salido casi puntualmente. Mario desde La posada de Mari y yo desde el hotel Mavi. Esta tal Mavi es toda una magnate en La Cabrera.

Es curioso que hayamos ido tantas veces a La Cabrera y que hoy hayamos hecho muchos tramos de ruta por los que nunca habíamos pasado antes. Mario es un hacha planteando nuevas alternativas y caminos diferentes.

El track empieza como si fuéramos a hacer la ruta de siempre pero pronto se mete a la derecha, adentrándose por una zona de piedra que bordea La Cabrera hacia el camping. La ruta es curiosa porque parece diseñada por algún nativo del pueblo que sale a dar una vuelta sin querer alejarse mucho de casa. Por ello, se hacen lazos y bucles y, cuando parece que te vas alejando, se vuelve hacia el origen. Todo ello transitando zonas de piedra, trialeras, single tracks y arena suelta. Vamos, la típica ruta que le encantaría a Alfredo y no tanto a Pepe.

Hemos disfrutado mucho las idas y vueltas hacia la Cabrera y, finalmente, hemos enfilado el camino al Berrueco.

Mario entrando en una de las calles de La Cabrera, tras haber hecho algunas trialeritas

Por los single track que conducen al Berrueco Mario me ha llevado a paso de carga. Como sería la cosa que hasta le han marcado la distancia a la curva, como en los circuitos, para que calcule la frenada.

Mario lanzado a 260 metros de la curva

La ruta tiene abundancia de trialeras, que se combinan con pistas y senderos. Las zonas técnicas son muy divertidas y con bastante piedra que hoy, afortunadamente, agarraba muy bien.

Los videos siempre «aplanan» las zonas y parecen más fáciles de lo que son en realidad. Esta tenía su miga

, Muestra evidente de que, a pesar de lo que ha llovido, los embalses de la comunidad de Madrid están más bien tiesos

Mario, haciendo una parada con «visión de futuro»

Mario ha incorporado una variante a la ruta, consistente en subir hasta la Atalaya del Berrueco. Hay subidas técnicas, pero es destacable que los «autores originales» de la ruta la han diseñado con criterio, huyendo de las subidas imposibles y eligiendo alternativas que, aunque exigentes, son posibles y divertidas.

La subida a la Atalaya merece la pena. Las vistas son imponentes y, además, se puede subir a la Atalaya. Por cierto, no acabo de entender por qué los moros construyeron todas las atalayas en los altos, con todo el esfuerzo y el sacrificio que ello supone. Total, para perder la guerra y ser expulsados de la península, podían haber empezado por el final y construir las atalayas en los valles. No es lo mismo, pero es mucho más cómodo y el final hubiera sido el mismo.

Oteando el horizonte y emulando al gran Félix cuando, subido a la atalaya, contempla sus dominios, en los que no se pone el sol

Desde la Atalaya ya hemos enfilado la vuelta hacia La Cabrera. No obstante, el camino tiene varios «regalitos»: Empezamos con una bajada con las roderas esas que no sabes por donde meter la bici para no encallar con los pedales. A pesar de ser bajada, estaba espolvoreada por algunas subidas que, con el barro y la tierra suelta, se volvían la mar de divertidas.

Ejemplo de los abundantes single tracks que tiene la ruta, en lo que te dejas los dedos y las canillas con las jaras y las zarzas

Cuando habíamos cogido un camino con cierta anchura e íbamos a una velocidad de crucero muy interesante, el track giró a la derecha, metiéndonos, otra vez, por senderos estrechos, alguna bajada imposible y una finca, con una verja imposible que tuvimos que saltar, enfrentándonos a un potro juguetón que vio en nosotros la diversión de la mañana.

El caso es que, cuando pensábamos que llegaríamos a nuestro destino en unos 30 minutos, al final tardamos más de una hora para completar el trayecto que nos faltaba.

Al llegar a la Cabrera, le dimos una reconfortante ducha a nuestra bicis, que quedaron mucho más limpias y relucientes que nosotros.

En resumen, ruta mariana muy divertida, exigente pero sin machacar y, al final más de 40kms y un IBP muy sensual.

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Cabanillas de la Sierra-Valdemanco-Bustarviejo. La bici de montaña

Ruta realizada el Domingo 02/10/2022

Dificultad Física
Dificultad Técnica
30 km
585 m
45 Km Distancia Madrid
3h09'
2h36'
Características Terreno Suelo arcilloso (problemático con lluvia), 30% de trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura, zona de cazadores

Participantes: Félix, Juan, Rufi, Mario

Mas detalle ruta

Temperatura media: 20.6
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Llevo una temporada perezoso y reacio con la bicicleta de montaña y no sé por qué. La BTT es un deporte y una actividad sin igual, especialmente si hacemos una ruta «disfrutona» (Alfredo dixit) como la de hoy. Como Mario se reincorporaba tras su baja, él mismo propuso una serie de rutas, eligiendo Félix, ejerciendo de «jefe», la de Cabanillas a Bustarviejo.

Pues eso, que si la ruta es disfrutona, lo de la BTT no tiene rival. Eso sí, para que la ruta sea disfrutona hay que coger el coche y salir unos cuantos kilómetros de Madrid, porque el Pardo y alrededores ya los tenemos muy trabajados. Los ciervos del Pardo nos llaman por nuestro nombre.

Para salir de Madrid, aunque no sea muy lejos, como ha sido el caso hoy, tienes que madrugar más que cuando trabajábamos, pero todo sea por la causa. Por suerte, Félix ha dicho que quedásemos a las 9:15, lo cual me ha permitido ir al baño sin tener que hacerlo a contra reloj, que suele ser lo normal. Otro de las diversiones del BTT es el poderoso efecto laxante que produce el sillín de la bici en cuanto te aposentas en él. Debe tener bastante que ver con lo de ir al baño contra reloj.

Juan y yo hemos llegado los primeros, sin que sirva de precedente. Mario y Félix han llegado juntos, poco después, en el «halcón milenario» (el hondita del jefe), que tarda más en jubilarse que algunos que conozco yo.

Como sales de Madrid temprano y llegas al inicio de la ruta trascurrido un tiempo, hemos llegado todos forrados de ropa que nos hemos ido quitando, antes de iniciar la ruta y, como siempre, al poco de iniciar la misma. Todo lo que uno se quita va a la mochila, no siendo que se vaya a necesitar más tarde. Así que, otra de las ventajas de la BTT es que uno sale con el baúl de la Piquer colgado a la espalda. Siempre me pregunto cómo lo hago yo cuando salgo con la bici de carretera que, con tres bolsillos tengo para el móvil, el plátano, los geles, las pastillas de las sales, las llaves, la rebequita, la bomba de la bici y alguna cosa más. No, la BTT exige una mochila king size y, si no la llevas petada, siempre te faltará algo que echarás de menos.

Véase a continuación lo que ocurre con el tema de la mochila. El jefe, a base de meter y meter (cosas en la mochila) se ha colocado una modelo zurrón o morral, que ha llevado de medio lado un buen rato.

Dicho y hecho, empezamos la jornada disfrutona. Hay un camino que sube, de tierra, pero ancho y de firme uniforme. Pues no, no vamos por ahí. En la BTT siempre hay que ir «por todo lo peor» y, por ello, cogemos un camino estrecho que otrora estaba verde y frondoso pero hoy estaba secorro y jalonado de zarzas que han empezado pronto su faena, o sea, despellejarnos los brazos y las piernas, que es otra de las gracias de las que se disfruta en BTT. Por eso, con la bicicleta de montaña no está mal salir en invierno, porque la manga larga y el culotte largo te evitan esta parte del «disfrute».

La descripción de la ruta la hace Alfredo magníficamente en la crónica que publicó en su día. Como la hemos hecho en varias ocasiones, no os aburriré con el trayecto y las direcciones. Solo decir que tomamos el camino de Valdemanco, con single tracks, piedras, trialeras de subida y subidas a secas. Y seco te quedabas después de algunas subidas que, sin llegar a ver el porcentaje de pendiente, debían ser de aúpa, porque, al menos yo, llegaba arriba sin fuelle. Y uno que pensaba que no andaba tan mal de forma…..

Otra de las ventajas y atractivos de la BTT es que das pedales como un condenado, pedaleas como si hubieras robado algo y te vinieran persiguiendo, te dejas el bofe en cada subida y, cuando miras el GPS, ves, con espanto, que has hecho no más de 8 kilómetros y que te queda cuatro veces más para terminar de disfrutar.

La ruta de hoy, que, como he dicho antes, ya habíamos transitado en otras ocasiones, tiene tramos de otras rutas que también hemos hecho por la zona. Por eso, pasas por la famosa urbanización de los pitufos, cuya historia ya dejó Alfredo en su link. También se pasa por la estación de Bustarviejo y por la famosa cárcel que servía de alojamiento a los republicanos y sus familias que construyeron la vía férrea.

Famoso penal de los presos (que no son los que van montados en la bici) por el que hemos pasado unas cuantas veces

Llamada bucólica a la naturaleza que, de tan cerca se aprecia en las salidas con la BTT. Mario nos ha retado a ver quién ordeñaba al animalito

Juan echaba de menos la trialera que normalmente hacemos en la ruta de la cabrera y que discurre por una zona de piedra, tierra y agua. Pues, como no podía ser de otra forma, hoy la hemos hecho, porque era parte de nuestro track. No había agua, pero sí tierra suelta y unas roderas del trece, con las que había que tener mucho cuidadito. Yo no lo he tenido y me he acercado demasiado a Félix que, haciendo un «Alfredo» ha decidido parar al bajar un escalón. Para no «empitonar» al jefe, que estaría mal visto, he apretado los frenos hasta que he juntado las manetas con los puños. Obvia decir que me he ido por las orejas, acabando maltrecho en el suelo con múltiples laceraciones (siempre he querido decir esto, pero no sé si es muy exagerado, teniendo en cuenta lo que me he hecho) y rozaduras. La culpa ha sido mía porque Mario y Félix habían amagado varias veces con hacer un Alfredo y, de hecho, ya lo habían practicado en algunas subidas.

Alguna de mis múltiples laceraciones. Las peores son las que no se ven. Las del alma y el honor

En fin, maltrecho y cabreado conmigo mismo, hemos continuado la ruta, que discurre por sitios por los que hemos pasado muchas veces, si bien es cierto que, normalmente, con mucha más agua que hoy. De hecho, recuerdo el final de un tramo en el que , en cierta ocasión, una pareja reconoció nuestro valor por salir, tipo Nautilus, de una correntera, desprendiendo agua por todos lados.

Bueno, tras idas, vueltas, lazos y algún single track más, hemos enfilado ya la recta de destino a los coches. Esta es otra característica de la BTT. No hay ruta que se precie que no acabe en subida. Cuando ya llevas los tres tercios de banderillas y el estoque, entonces viene el descabello. Y así ha sido hoy, claro. El jefe, sacando fuerzas de flaqueza (o de la mochila, que ya digo que ahí se guarda todo lo que luego se puede llegar a necesitar), ha seguido muy de cerca al querido Juan, que, como todas las temporadas, está muy flojo de forma pero ha vuelto a dar una lección de cómo hay que entrenar en verano.

Mi ruta ha terminado esta tarde en el hospital, haciéndome una placa de la mano derecha para ver si lo de mi dedo del insulto (como dicen los niños) ha sido fractura o solo una hiper extensión. Parece que fractura no hay y a la indicación de la amable médico de permanecer de baja deportiva 7 semanas me temo que no le voy a hacer caso. Espero que no me castigue Dios.

Lo mejor de la ruta, que ha sido buena y «disfrutona», son los amigos y ver que Mario se va recuperando con normalidad.

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Cercedilla-Bola. Este año tampoco me la cuentan

Ruta realizada el Domingo 08/05/2022

Dificultad Física
Dificultad Técnica
27.5 km
1126 m
46 Km Distancia Madrid
3h45'
3h07'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), 30% de trialeras, con un obstáculo, no adecuado para temperaturas bajas, 90 metros no ciclable

Participantes: Juan, Rufi

Mas detalle ruta

Temperatura media: 15.3
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Como le pasa a los toreros (no sé si los buenos o los malos), yo, la noche anterior a las grandes gestas, duermo fatal y eso mismo me ha pasado esta noche. Algunos dirán, eufemísticamente, que es respeto pero, como decía un amigo mío de Cádiz, «lo que yo tengo es mieeeo, que es más que miedo». Solo de pensar lo que se me venía por delante me han entrado pesadillas y no he conseguido pegar ojo.

Por ese motivo, a las 8:40 estaba como un clavo en la plaza de toros de Cercedilla, destrozando, con ello, el bulo, propagado maledicentemente por Alfredo, de que siempre llego tarde. A esta salida solo nos hemos apuntado Juan y yo. El resto, cada cuál más cobarde que el otro, han puesto todo tipo de excusas para evitar una ruta que es de obligado cumplimiento, al menos una vez al año. Están los que se han contagiado de Covid para no venir, los que han invitado a la suegra a comer y los que han salido corriendo a Marbella para no tener que subir a Bola.

Y si la ruta es así, que hasta genera pesadillas, alguno se preguntará por qué voy. Pues porque ahí está Juanito, que es capaz de venderle hielo a los esquimales, que es capaz de comprarle una bici a Rubén y que ya nadie más del grupo consiga comprarle una porque lo dejó tieso. Gracias a Juan hacemos cada año esta ruta, eso sí, cada vez con menos integrantes, por lo que parece. Si no fuera por él, esta subida haría años que ya no se haría. Y, claro, Juan es Juan y yo soy yo y me caliento más rápido que un Simca 1000 (cinco plazas y con nervio, como los filetes de carnicería mala) y enseguida le entro al trapo. Menos mal que este año tenía comida en casa y he conseguido negociar que, en lugar de salir desde Guadarrama, saliéramos desde Cercedilla. El desnivel es muy similar, pero la distancia y el tiempo empleado se recortan algo.

Juan, recién llegado, preparando los útiles para iniciar la gesta del día

De camino al punto de reunión he visto un montón de coches con las bicis en el techo, dentro o colgadas del oportuno porta bicis. Se me ha ocurrido pensar con cuántos de ellos coincidiríamos en la cuesta del Calvario o en la subida a la Bola. Los más listos ya sabrán el resultado.

De la ruta, poco hay que comentar que no se sepa ya porque, quien más quien menos, la ha hecho alguna vez. Subida , subida y subida desde que sales de Cercedilla hasta llegar a la Bola. Perfil claro y sin pérdida. Ya hemos destacado varias veces la subida al pino de la cadena y algún que otro cuestaco que hay que comerse hasta llegar al Calvario. Ese momento, el de la cuesta del Calvario es memorable. Nunca he visto un nombre mejor puesto que este. Si se hubiera llamado Cuesta de la Agonía, pero lo de Calvario le viene al pelo.

Hoy la ruta tenía agua, torrenteras, riachuelos y ríos a mares. Hemos pasado, sin mojarnos demasiado, dos riachuelos con mucho caudal, antes de iniciar la subida al Calvario. En esta pendiente el agua estaba presente en muchos tramos, lo cual hacía más complicada la trazada por los resbalones en las piedras y en las raíces. Juan la ha subido limpia, sin poner un pie, pero yo he puesto uno, al haberme quedado encallado y no haber podido salir, por falta de fuerza.

Juan, una vez superada la cuesta del Calvario y con la mente puesta en el próximo objetivo

En la barrera que hay en la estación del Puerto de Navacerrada, haciendo caso a Juan, nos hemos tomado un gel, pero no nos hemos comido el plátano. Yo creo que la decisión ha sido óptima, a pesar de que Juan tenía mal tomados los tiempos (pensaba que, desde allí, tardaríamos unos 40 minutos en coronar Bola), el gel nos ha dado la energía suficiente para subir sin el «empacho» del plátano.

La ascensión a la Bola es otro calvario per se y, en esta ocasión, todavía se complicaba más por los tramos de nieve con los que nos hemos encontrado en distintos puntos. De hecho, uno de esos tramos estaba, precisamente, en las curvas enlazadas que tienen mayor pendiente (24%). Como Juan iba saltarín, se ha salido del cemento, sorteando la nieve a costa de hacernos un trozo «campo a través». En fin, dificultades añadidas al ya difícil reto que implica subir Bola.

Al llegar a la parte más alta hemos tenido que empujar, porque ahí ya sí que era imposible traccionar montados en la bicicleta. Han sido pocos metros, pero hacerlos montados era imposible.

Al final, como no podía ser menos, hemos coronado los dos del Atleti y, como no podía ser menos, lo hemos dejado perfectamente alicatado, enladrillado y el solado como una patena. No hemos visto por allí ningún ingeniero ni arquitecto que nos dijera cómo había que hacer las cosas y poner los ladrillos, así que las hemos hecho nosotros mismos. Pero ha quedado bien. Si no me creéis, subid a verlo.

Obsérvese el colorido y la alegría de las franjas de las barras que jalonan el ascenso. Como no podía ser de otro modo, rojiblancas

En la bajada sí nos hemos encontrado con alguna eléctrica que estaba subiendo (así quién no) y, al llegar abajo, iniciaban el ascenso dos «carreteros». Uno ya había empezado a dar pedales, pero el otro yo creo que, desde donde estaba, se dio la vuelta al oír que había nieve arriba.

Durante la bajada hemos aprovechado para inmortalizar vistas. Subiendo bastante tiene uno con llegar arriba como para cortar el ritmo.

Si la ruta es divertida y exigente por sí, hemos cogido una variante que todavía le añade más atractivo. Se trata de un tramo que hemos hecho algunas veces, la mayoría de bajada, como hoy. Se trata de un sigle track que acaba en una trialera de bajada. Hoy, como íbamos sin track, nos hemos equivocado y lo hemos hecho más largo, descubriendo algunos senderos y bajadas que merecen mucho la pena.

A las 13:00 estábamos en los coches, con los deberes hechos y el orgullo por las nubes. Ruta corta en distancia pero muy exigente. Como decía Juan, en diferentes puntos del trayecto, los descansos se hacían al 10%.

Este año tampoco nos la cuentan.

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Manzanares El Real – Cerceda

Ruta realizada el Jueves 05/05/2022

Dificultad Física
Dificultad Técnica
48.8 km
561 m
37 Km Distancia Madrid
3h45'
3h22'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura

Participantes: Pepe, Rufi

Mas detalle ruta

Descarga ruta: Manzanares-Cerceda-El-Ocho-2022-05-05.gpx
Reproductor audio crónica:

No sé qué pasa que cuando hacemos las rutas Pepe y yo siempre acabamos yendo los dos solos, como las parejas de hecho. Hoy, el que no tenía una cosa, tenía otra y, una vez más, hemos vuelto a salir los dos.

La ruta la había elegido Pepe para que pudiera venir Mario y reencontrarse con la bici pero, al final, se ha rajado. Es larga y sencilla, sin trialeras ni zonas complicadas pero, no por ello, deja de tener su atractivo.

Al llegar yo Pepe ya estaba listo. Me ha preguntado por qué había llevado las botrancas, pero el tiempo me ha dado la razón. Salimos de Manzanares el Real en dirección a Soto del Real, por el camino que rodea el embalse. Lo primero que hicimos fue vigilar el negocio familiar porque ya se sabe aquello de que el ojo del amo engorda el caballo.

Todo en orden en el negocio. Podemos seguir la ruta

El sendero que rodea el embalse es divertido y hoy más, ya que estaba espolvoreado de riachuelos, charcos y arroyos que alegraban y hacían más selectiva la ruta.

Efectivamente, Pepe, que no se había traído las botrancas, rehusó y se fue por la carretera para salvar el obstáculo

La treta de Pepe de salvar los ríos por el procedimiento de salir a la carretera no siempre era posible y, varias veces tuvo que poner pie a tierra (o pie a agua) para cruzar

Al terminar el sendero enfilamos por la carretera M608 para enganchar con el carril bici. Yo pensaba que íbamos a ir por el carril hasta Colmenar, pero nos hemos desviado, aproximadamente, en la mitad de la subida, iniciando una serie de pistas más anchas y con una ligera pendiente que nos llevaría hasta Matalpino.

Aunque no hayamos disfrutado de las maravillosas lluvias de abril, porque ya estamos en mayo y porque las lluvias se las reservamos a Félix, sí hemos abusado de la abundancia de naturaleza, campo y buen tiempo. Gracias a la «pertinaz sequía» de las últimas semanas, los arroyos y los ríos bajaban a tope, adornando todavía más el paisaje.

La subida es bastante llevadera, aunque, al final, se van sumando metros. Véase la referencia ciclista del nombre de la finca que está al final de una de las subidas de la ruta que tenía una pendiente importante. Aunque no había trialeras, la subida invitaba a poner el 1:1

El platanito nos lo hemos apretado al llegar a Matalpino, después de hacer un tramo de subida técnica que, como bien dice Pepe, Nano el Flojo no perdona ni una. Con mi habitual destreza he colgado la monda del plátano en las ramas de un árbol. Como bien dice Pepe, la cosa no tiene mucha importancia porque el personal no sabe mucho de frutos.

Nano el Flojo denomina esta ruta como «el ocho» y el nombre es muy adecuado. El lazo lo hace en un punto que hemos recorrido varias veces porque es el camino que lleva hasta el Boalo viniendo desde Manzanares. Sin embargo, esta vez hemos bajado por una trialera sencilla por la que, al menos yo, no creo haber ido nunca. Probablemente Félix haya pasado, por la proximidad de la zona al Boalo. En cualquier caso, merece la pena y, en estas épocas del año, está llena de single tracks y vegetacion.

La vuelta a Manazanares la hemos hecho por el sendero trialero que es paralelo a esa subida odiosa que tantas veces hemos transitado. La bajada es muy divertida y te permite soltar los frenos y disfrutarla.

Hemos llegado a Manzanares después de habernos cascado unos 50kms y con las piernas suficientemente «adobadas». Por tanto, misión cumplida y Pepe saltarín

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Brunete-Navalcarnero. Una agradable sorpresa

Ruta realizada el Domingo 03/04/2022

Dificultad Física
Dificultad Técnica
53.1 km
480 m
25 Km Distancia Madrid
4h28'
3h48'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura

Participantes: Pepe, Rufi, Fermín

Mas detalle ruta

Descarga ruta: Brunete-Navalcarnero-2022-04-03.gpx
Reproductor audio crónica:

La clasificación de las Nenazas es más extensa que la de aves protegidas en España. Están las nenazas de «me duele la tripita», las de «se me cae el moco y me duele la cabeza» y también aquella otra especie protegida de «hoy no puedo que me voy a jugar a las casitas». Por supuesto hay cruces, combinaciones y misceláneas entre ellas, obteniendo productos tales como «se me cae el moco y me duele la tripita después de haberme metido cinco platos de alubias», «me duele la cabeza y me voy por las calicatras», en fin, todo un surtido para elegir la que mejor se adapte a cada casa.

El caso es que esta mañana solo hemos quedado Pepe, su primo político Fermín, y el que suscribe esta crónica. Frente a lo que decían las malas lenguas, no hacía tanto frío como se había previsto. Yo no diría que hacía fresco, pero tampoco me parece que fuera de los peores días en los que hemos toreado. No hacía viento y eso permitía que la temperatura y la sensación térmica se ajustasen a las reales, sin wind chill ni todas esas mandangas que solo confunden al ciclista.

La llegada a Brunete ha sido más lenta de lo previsto porque se había producido un accidente en Boadilla y la Benemérita nos ha desviado por un sitio que, normalmente, está prohibido. El número me ha dicho que «habían desconectado la cámara». Espero que sea así y no me llegue dentro de unos días una felicitación del Ayuntamiento de Boadilla diciendo que les debo «taitantos leuros». El número me ha indicado el camino a seguir, una vez terminado el tramo que normalmente no se puede transitar. Ha sido muy correcto y amable pero poco preciso. Me decía que fuera «por la rotonda de la bandera». Gensanta, en Boadilla hay más rotondas con banderas que pelos tengo yo en la cabeza. Qué derroche de patriotismo. Ojo, que no es que me parezca mal pero ¿hacen falta tanta glorietas y plantar una bandera en cada una?

Bueno, como íbamos con tiempo suficiente (es un mito, si no una mentira, eso de que llego siempre tarde), hemos podido salir más o menos a la hora convenida, una vez hechas las oportunas presentaciones, porque yo no conocía a Fermín.

El que quiera saber por dónde hemos ido, que se lea la ruta que en su día escribió Pepe porque yo no tengo ni la más remota idea y tampoco he preguntado.

Al poco de iniciar la andadura hemos llegado a las inmediaciones del castillo de Aulencia. Esto no es que lo supiera, pero lo ha dicho Pepe y también está narrado en su crónica.

Yo a los antiguos no les entiendo. ¿Qué habría en medio de ese páramo para que nadie se construya un castillo allí? Debe ser aquello del síndrome del afuerismo y lo de «estoy en Madrid en dos patás» porque, si no, no se entiende. Bien es verdad que allí el metro cuadrado sería más barato y podrían construir algo más grande pero, total, ¿para qué? ¿Para dejarlo en ruinas y que nosotros le saquemos fotos?

La ruta, desde ese punto hasta el puente del ferrocarril de vía estrecha que mencionaré más adelante, es una verdadera sorpresa. Que nadie se espere trialeras ni zonas técnicas que se tengan que sortear con pericia, porque de eso no hay. Sin embargo, está llena de caminos estrechos que bordean el río Guadarrama y que hacen que la ruta sea muy divertida y bonita.

Obviamente, antes de llegar al río hemos pasado por las instalaciones de la Agencia Especial Europea. Como no venía Domingo, que es el experto en estas lides, no hemos sido capaces de nombrar como se merecen a las tres instalaciones de antenas que hay en la comunidad de Madrid. Por ello, las hemos bautizado como «la de Fresnedillas», «estas» y «aquellas». Nos hemos entendido perfectamente.

Panorámica de «estas» antenas, que no hay que confundir con las de Fresnedillas ni con «las otras»

Para cruzar el río Guadarrama hemos utilizado unos mojones de cemento. Cuando yo, en la crónica que escribió Pepe, vi a Domingo cruzando así el río, pensé que se trataba de otro espécimen de Nenaza. A saber, el de «ojo que me mojo los piececitos». Pues hoy, más nos ha valido cruzar por ahí y con cuidadín, porque, aunque no había verdín, si había unos churretes de hielo que han estado a punto de hacer que Fermín probase la temperatura de las aguas. Menos mal que ha avisado y, los que le sucedíamos, nos lo hemos tomado con calma.

En uno de los single tracks (ahora los pedantes llamamos así a los senderos estrechos) hemos parado en uno de los árboles singulares de la comunidad de Madrid, con su distintivo verde incluido. Se trata, al parecer, de un alcornoque. Es curioso que sea una especie singular, porque, en la comunidad de Madrid abundan los alcornoques.

Pepe regando el árbol singular para que no le falte de nada

Por cierto, todavía no lo he mencionado pero, otro de los atractivos de la ruta, era ver la bici de Fermín, que iba montado en nuestro futuro. La verdad es que lo de las eléctricas no tiene parangón y, sobre todo, si es una máquina como la de Fermín que, además de bonita de línea, geometría y color, tiene un motor que hace que el pedaleo sea lo más parecido a una bici no eléctrica, pero ayudándote en los momentos necesarios. La potencia, el motor, o como sea el término técnico, solo se activa si la cadencia es lo suficientemente rápida como para que se entienda que el ciclista necesita ayuda extraordinaria. Por ejemplo, teniendo en cuenta la cadencia y los desarrollos que, normalmente, lleva Mario, él nunca activaría la ayuda. Además es una bici no excesivamente pesada (para ser eléctrica), con lo que, cuando Fermín se la ha tenido que echar al hombro, tampoco me parece que se haya herniado.

Detalla de la bici de Fermín que es una preciosidad y una máquina de precisión, incluso siendo una Orbea

«Al rebasar la 513 el camino se estrecha y nos lleva por un sendero sinuoso y cerrado de vegetación, hasta el campo de golf de la urbanización El Bosque de Boadilla. Viendo ahora la imagen de satélite me llama la atención la cantidad de casas individuales, cada casa con su charquito de hermoso color azul. Si decidieran desaguar todos a la vez desbordarían al pobre Guadarrama, que escurre sus miserias a los núcleos siguientes, de menor glamour a medida que avanzas en la corriente». Este párrafo lo entrecomillo porque yo no plagio y lo he copiado directamente de la crónica de Pepe. El campo de Golf se llama Club de Golf Lomas Bosque. Alfredo, por lo que he podido ver, merece la pena ver si podemos jugar allí.

Desde aquí seguimos por los sigle tracks que, a pesar de lo que ha llovido, estaban transitables aunque, como dice Pepe, con un barro, en ocasiones, muy tierno, con el que había que tener cuidado porque, en cuanto metías la rueda en él, la trazada era imprevisible.

Llegamos a un puente que, en otras épocas, correspondía al Ferrocarril de vía estrecha que iba desde Madrid hasta no sé dónde. Ahora no pasa el ferrocarril y marca la frontera entre los senderos estrechos por los que veníamos transitando y unas vías más anchas y, en esta ocasión, llenas de globeros indocumentados, pero todos muy equipados, que hubieran hecho las delicias de Alfredo. Yo me he permitido el lujo de adelantar a algunos varias veces. De hecho, cada vez que llegaba una subida.

¿Habéis visto qué mochila más bonita lleva Fermín?

Eliminados los globeros y, avanzando por nuestra ruta, nos hemos encontrado, de nuevo, con un paisaje bonito, aunque diferente al que veníamos viendo hasta ahora. Se trata de pistas más anchas y un paisaje mucho más abierto desde el que se divisa, en el horizonte, la sierra nevada y las torres del skyline de Madrid.

Desde ahí hasta Brunete la cosa se pone un poco más monótona y el paisaje más anodino. Son los últimos kilómetros, la ruta ya va pesando en las piernas y la vista no ayuda gran cosa a hacer el esfuerzo más agradable. Más bien, al contrario, en este tramo se levanta un poco de viento que, como no, viene de cara, y dificulta un poco más el pedaleo.

Así, al tran-tran, hemos llegado a Brunete. No sabría decir exactamente cuántos kilómetros tiene la ruta porque a mi, gracias al virus que me ha pasado Pepe, se me ha jodido el GPS y he tenido que resetearlo un par de veces. Si no me equivoco, la distancia total debería ser de 55 kms y el desnivel de unos 626 metros (eso, al menos, es lo que a mi me sale en el Garmin Connect y no sé por qué aquí no sale lo mismo)

En el pueblo hemos ido a ver las placas conmemorativas de las inauguraciones que hizo el General Franco, pero estaban tapadas porque estaban recreando, en la plaza del pueblo, un castillo o una feria medieval. Lo que sí me ha indicado Pepe es que, en las esquinas de la plaza, se sigue viendo claramente el símbolo que incluyo a continuación.

Parece que, a pesar de las leyes publicadas en los últimos años, Brunete ha encontrado un resquicio para mantener la simbología en la plaza del ayuntamiento.

La ruta, en resumen, para mi ha sido una sorpresa, una mañana muy agradable y menos fría de lo esperado y una buena coartada para poder echarme una siesta de las de pijama y orinal.

Esperemos que las diferentes especies de nenazas no procreen y, para próximas salidas, podamos ser un grupo más nutrido. Se echa de menos a much@s.

PD. Al final hemos echado cuatro horas y media sin haber estado mucho tiempo parados. Con ello, la milonga esa que me dijo Pepe de que ellos habían tardado 5 horas porque habían estado dos horas y media mareando, no es cierta. La ruta la hemos hecho ligeritos. Se puede ir más rápido, sin duda, pero hacerla en menos de cuatro horas lo veo complicado.

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Mataelpino-Barranca-Senda Ortiz. La ruta del mocho

Ruta realizada el Domingo 20/03/2022

Dificultad Física
Dificultad Técnica
34.1 km
864 m
39 Km Distancia Madrid
3h42'
3h13'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), 15% de trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura

Participantes: Félix, Rufi

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Descarga ruta: 2022-03-20-Mataelpino-Navacerrada-La-Barranca.gpx
Reproductor audio crónica:

Esta ruta tiene la negra. Siempre que la elegimos pasa algo y acabamos yendo dos y el de la guitarra. Esta vez, solo dos, ni siquiera el de la guitarra. Cuando la hicimos la última vez (al menos cuando la hice yo), acabamos yendo Mario, Félix y yo.

Ayer por la tarde la decisión sobre qué ruta hacer no fue fácil, pero, al final, acordamos hacer una variante un poco más corta de la del Boalo-Barranca-Ortiz. Yo tenía que terminar a las 13:00 por cuestiones médicas y de salud (hoy se celebraba el cumpleaños de mi suegra y no era cosa de llegar tarde porque suegras, como madres, solo hay una). Pues eso, que el que no tenía mocho tenía medias aritméticas, flojera de bajos o dolores de altos. Espero que las respectivas casas hayan quedado hoy como «los chorros del loro» y que los mochos estén echando humo.

Félix y yo hemos quedado en un punto de la carretera 615, en Berrocal de la Sierra. Como no podía ser de otra forma, usando google maps, él se ha ido a un sitio y yo a otro. No estábamos a mucha distancia uno de otro pero tampoco en el mismo sitio. Además, ambos hemos llegado 15 minutos antes porque una bendita noche de mal sueño (o corto, en el caso de Félix).

Pronto nos hemos encontrado y, como dicen los ingleses, hemos reconvenido en el mismo punto, desde donde hemos iniciado la ruta, con unas gotas que eran algo más que el famoso Txirimiri. Por ello nos hemos puesto el chubasquero que ya no nos hemos quitado en toda la ruta, más por pereza que por necesidad real.

Desde Berrocal de la Sierra nos hemos dirigido al embalse de Navacerrada que, a pesar de las recientes lluvias, sigue bajo de nivel.

El rodeo al embalse de Navacerrada es divertido, aunque es un tramo corto que se hace rápido y tampoco es muy exigente.

En Navacerrada nos hemos hecho un pequeño lío con la dirección de la ruta pero lo hemos solventado rápidamente, dándonos cuenta de que la dirección era de subida hacia el hotel Arcipreste, otrora lugar de concentración de ese equipo de blancos que antes iba de blanco y que ahora es de negros y viste de negro (y que, por cierto, espero que gane hoy para darnos cierto aire alejando al Barcelona unos pocos puntitos).

No he dicho nada pero, desde que salimos de Berrocal de la Sierra, la cosa era de subida y, lejos de mejorar, en Navacerrada empezaba la verdura de verdad. Como ya había adelantado Félix, es una ruta en la que se suben 20kms y, alcanzada la cima, para abajo a destajo.

La subida a la Barranca la hemos hecho razonablemente bien y con comodidad. De vez en cuando venían algunas ráfagas de viento que, por soplar de culo (cosa curiosa en el mundo de la bici), nos ayudaban a subir la cuesta. Mención especial tiene el cuestaco que, una vez cruzado el río (de ignoto nombre) empieza a doblar a la derecha en una curva cerrada y pasa por el famoso pino encadenado.

Félix transitando por el pino encadenado. La foto no hace honor a la pendiente de la cuesta y mucho menos a la que se ve un poco más adelante, que es de las de quitar el hipo.

El plátano nos lo hemos tomado al terminar el rampón porque no creo que, de habérnoslo comido antes, hubiera durado mucho en mi estómago hasta ser debidamente procesado. Seguro que os acordáis de una vez que hicimos esta misma subida pero para ir a la cuesta del Calvario y Navacerrada. En aquella ocasión había una carrera y pasaron algunos pros que primero hacían olas en el río y luego subían la dichosa cuesta como si fuera un llano. A mi no es que se me haya pasado el arroz, es que nunca he estado para esos platos.

Charlando animadamente de ópera, de músicos e intérpretes y de todo lo divino y humano, hemos llegado a la cima y punto donde empieza la senda Ortiz.

Panorámica desde el mirador de la Barranca. Apréciese el paisaje de fondo y los pueblos de la sierra norte

En ese momento ha empezado la parte más divertida de la ruta. Volviendo a la música, la senda Ortiz es al camino Smith en las rutas de bici como la zarzuela es a las volksoper. Es decir, el camino Smith es más conocido y tiene más caché, pero la senda Ortiz es muy, muy divertida. Tiene sus escalones, raíces, pedrolas y zonas muy técnicas. La hemos disfrutado como enanos aunque, en esta ocasión, no nos hemos subido una zona de escalones y raíces en previsión de que aquello pudiera acabar mal.

Félix, completando satisfactoriamente la senda Ortiz

A la salida de la senda nos hemos equivocado y hemos tirado directamente por la pista hacia abajo en lugar de subir el tramo que, según el track, había que remontar para cruzar el río. Como ya me tocaba, yo he aprovechado para darme una leche tonta. Tonta pero dolorosa porque, como era de esperar, he caído sobre mi maltrecho codo derecho. Por suerte he maniobrado lo suficiente para minimizar daños.

Ya a la altura de los aparcamientos, hemos seguido bajando y hemos cogido el «single track» ese tan divertido que lleva al mini Angliru y al punto en el que, según habéis contado varias veces, Jesús se hizo una inmersión sin botellas por salirse de la pista.

Desde que empieza la Senda Ortiz hasta que acaba el single track son muchos kilómetros de una bajada técnica muy divertida y tampoco especialmente complicada (salvo algunos tramos), que hacen de esta ruta una de las que hay que tener en cuenta.

De hecho, creo recordar que una parecida, después de la clásica del Pardo, fue la segunda ruta a la que me llevó mi querido amigo Alfredo nada más empezar a montar con este grupo de desaprensivos. A la altura de las fotos de la galería que se muestra más arriba los calambres me daban ya hasta en las pestañas. Lo que no sé es cómo, después de aquella, decidí seguir montando y yendo con esta patulea. Mucho ha llovido desde entonces, aunque los embalses sigan bajos de nivel.

En fin, una mañana divertida, en magnifica compañía y sin mocho. Además llegué bien a casa como para celebrar el cumpleaños de mi suegra como ella se merece.

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Cantocochinos – La Nava…da

Ruta realizada el Domingo 27/02/2022

Dificultad Física
Dificultad Técnica
33.9 km
1037 m
41 Km Distancia Madrid
3h53'
3h06'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, no adecuado para temperaturas bajas, 5000 metros no ciclable

Participantes: Pepe, Rufi

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Temperatura media: 2
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Nunca mejor que hoy aplicaría aquello de «Aquí hay que venir llorado». El sábado por la tarde ha habido varios intercambios de opciones de rutas y opciones de ciclistas. Que si viene Pedro, que si no viene, que si esta ruta, que si la otra…. Al final, hemos quedado en Canto Cochinos para hacer la vuelta a la Pedriza, con la posibilidad de visitar la Nava, según se vaya viendo.

Félix se ha caído de la lista antes de salir porque había dormido mal. Tengo un amigo que habría dicho aquello de «NENAAAAZAAAA», pero yo soy buena persona y no diré nada.

El día se ha despertado gris y desapacible. Lo suficiente como para pensarse si salíamos o no, porque la cosa amenazaba agua. De hecho, de camino a Manzanares empezó a llover, aunque no muy fuerte. Tanto Pepe como yo hemos pensado lo mismo, vamos y vemos lo que pasa. Lo peor que nos podría pasar es tener que darnos la vuelta y volver a casa. Curiosamente, dado lo chungo del día, el aparcamiento estaba hasta la bandera. De hecho no pudimos aparcar en el primero y tuvimos que ir al segundo, donde ya había bastante público.

Haciendo caso a Pepe, que es sabio, me he quitado el chubasquero que me había calzado. Ha sido una buena decisión, porque la ruta sube 10 kilómetros desde el aparcamiento hasta las buitreras. Dejando el río a nuestra derecha empezamos la ascensión hablando de lo divino y lo humano y presenciando un magnífico paisaje, no desmerecido por el día gris.

Pronto se empiezan a ver las nubes bajas en las que nos adentraríamos, con la esperanza de que el día fuera abriendo y el sol nos empezase a calentar un poco. Ya se sabe que la esperanza es lo último que se pierde.

La subida ha sido lenta, pero segura y, al tran-tran hemos llegado a las buitreras, donde ha llegado el momento de la gran decisión. ¿Subíamos a la Nava o no? Nos hemos encontrado con un grupo de pros que llevaban arrastrando a uno que no era tan pro. Hemos podido asistir a su toma de decisión, basada en que los pros subirían hasta la Nava y el no pro subiría hasta donde quisiera, momento en el que se daría la vuelta y seguiría la ruta. Con ello, se evitaba esperar parado al resto del grupo y morir congelado. Ni que decir tiene que si los pro subían, nosotros también, así que la decisión estaba tomada.

nudo gordiano, que debe venir de gordo, haciendo honor a lo que nos esperaba por el camino de la derecha. «To lo gordo»

La subida ha empezado bien pero pronto se ha empezado a complicar por la aparición de la inesperada nieve. He tratado de poner en los parámetros de la ruta este elemento, pero no hay alternativa. En todo caso, no es terreno pedregoso ni arcilloso, pero hoy complicaba sobremanera la marcha. Hasta tal punto la hacía difícil que en el kilómetro 12.500, faltando 2.500 metros para coronar la Nava, hemos tenido que echar pie a tierra y dar la vuelta porque de allí no se podía pasar. Por eso señalo en los parámetros que ha habido 5.000 metros no ciclables. Esto, con otras condiciones climatológicas, no se daría.

La bajada ha sido lenta, previendo posibles patinazos y fría, a pesar de la rebequita que nos hemos puesto para tratar de mantener un poco la temperatura que habíamos logrado tener en la subida.

De camino al collado de los pastores nos hemos encontrado con los famosos árboles milenarios y con un colega que, muerto de frío, nos ha hecho una foto. También nos ha avisado que la subida al collado estaba negra oscuro o, mejor dicho, blanco oscuro y que nos iba a costar subir.

El amigo fotógrafo casual no nos engañó y, efectivamente, pronto se volvió a hacer patente la nieve, que nos acompañaría hasta el collado de los pastores, donde desaparecía milagrosamente.

Desde el collado ya sabéis todos que empieza una bajada preciosa hasta Cantocochinos que hoy, en su primera parte, ha sido más lenta de lo normal para evitar batacazos. A medida que la nieve ha ido desapareciendo la velocidad ha aumentado, con la bajada, en palabras de Pepe, se ha hecho más «ligera» hasta que hemos llegado al aparcamiento.

Al final, un día muy completo, con una temperatura media en la ruta, según Garmin, de 1,9 grados y una mínima de 0 grados, ni frío ni calor.

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Tres Cantos-Marmota. Una casi clásica

Ruta realizada el Domingo 06/02/2022

Dificultad Física
Dificultad Técnica
42.6 km
927 m
20 Km Distancia Madrid
3h51'
3h01'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Juan, Rufi, Otros

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Ha sido nombrar a la amiga Marmota y, salvo Alfredo, que ha tenido razones más que justificadas, han empezado a aparecer bandejas de cigalas, silencios de radio y demás suerte de excusas de las nenazas para no acudir a la cita. Conste que no he sido yo el que propuse la ruta, sino Juan, que había quedado con dos compañeros a los que quería dar unas clases prácticas de técnica para bicicleta de montaña.

Hemos quedado los cuatro (Juan, sus dos compañeros y yo) en Tres Cantos entre las 10 menos cuarto y las diez. La razón de quedar tan tarde es que uno de los amigos de Juan, Luis, venía en bici desde casa porque los 46kms se le quedaban cortos.

La ruta no la voy a describir porque la podríamos hacer con los ojos cerrados. Yo le sugerí a Juan no hacer la parte odiosa de las rectas interminables que hay después de la trialera de subida, pero Juan no quería quitarle distancia al trazado y, al final, nos las hemos comido. Han sido más llevaderas que otras veces porque no había viento.

La ruta sigue siendo muy divertida y, estando un poco en forma, se disfruta mucho. La bajada desde Tres Cantos hasta el rio sigue siendo fría y desapacible, pero han alisado el camino y ahora parece una autopista. Antes había que andarse con ojo con las grietas y las roderas. Ahora parece una moqueta, lo cual hace que la velocidad de bajada y, consecuentemente el frio, aumenten.

La ruta me ha dado la oportunidad de ver lo que piensan los formadores de las nuevas generaciones que, como todavía iban bien de fuelle, no han parado de rajar. Las futuras generaciones están en buenas manos. Habrá que preguntar a Peperistóteles si el profesorado universitario da también la talla.

En la bajada al puente de la marmota Juan y yo hemos puesto las cosas claras. Ya habíamos dado alguna pista en las bajadas rápidas, donde hemos empezado a poner de manifiesto que la edad no es un menos, sino un plus, cuando viene acompañada de experiencia y técnica. En la bajada al puente la demostración ha sido palmaria. A Luis le ha costado probar el suelo y a Pablo también, aunque, como es más prudente, este lo probado bajándose de la bici. Para iniciar la subida técnica (desde el puente) hemos tenido que esperar a que pasase un ejército diverso de bicis, globeros, alguna globera y demás fauna. De hecho, estábamos ya subiendo y todavía nos hemos encontrado con el goteo de varios rezagados que tardaban en unirse a su muy nutrido grupo.

Juan, ufano tras la clase práctica de descenso por trialera
Luis llegando al puente, con más tierra en el pantalón de la que tenía al empezar la bajada

Ni que decir tiene que en la subida hemos vuelto a dar una clase magistral, poniendo Juan un pie al principio y yo al final (de los tontos que pones porque se te va la rueda delantera al equivocar la trazada).

En ese momento de la ruta, Pablo, uno de los amigos de Juan, ha empezado a dar señales de que la cosa no iba a ser tan fácil. Por eso le he sugerido a Juan hacer la variante que evita las rectas odiosas, pero no ha habido caso. Efectivamente, Pablo se ha ido retrasando, aunque no mucho y eso nos ha terminado de decidir para no hacer la trialera que va al lado del río, una vez llegados al puente medieval.

Con lo que venía por delante hemos decidido la variante que lleva directamente a Colmenar
Sin palabras

Cuando hemos llegado al puente, más transitado que el Golden Gate en verano, hemos tomado la variante que va hasta Colmenar, pero la que llega arriba del pueblo, no la clásica. Debo decir que a mi es una alternativa que me encanta porque tiene sus zonas muy técnicas, pero se puede hacer sin poner pie. Luis ha puesto pie y algunas otras partes del cuerpo, tratando de emular a los maestros sin tener, al menos todavía, todas las hechuras que la ocasión requería.

Desde el pueblo hemos conectado con la subida que lleva a la plazoleta del helicóptero y de ahí, cementerio por medio, al camino que nos llevaba de vuelta a Tres Cantos. Desde el punto de salida de la ruta Luis ha seguido camino a su casa montado en la bici, para alcanzar la mítica cifra de los 100Kms y los demás nos hemos ido a tomar una cerveza, que la ocasión lo merecía.

Pablo ha prometido volver y hará bien porque con su edad y la bici que tiene se puede poner en forma muy rápidamente y ser de los que nos den caña en un futuro muy cercano.

Buena mañana, disfrutona, echando de menos a muchos y con la alegría del reencuentro con Juan, al que hacía mucho que no veía.

Espero que los problemas que han impedido a Alfredo venir se solucionen pronto.

El futuro de los hijos de algunos está en sus manos

POSDATA: Me informa Juan ahora que Luis, entre Tres Cantos y su casa ha pinchado dos veces, no teniendo más remedio que recurrir al transporte público para llegar. Estaba claro que no era de Dios hoy hacer los 100kms y que lo va a tener que volver a intentar.

Cuando no está de Dios…..
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