Carabaña – Mondéjar

Ruta realizada el Sábado 20/02/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
47.3 km
285 m
44 Km Distancia Madrid
4h59'
3h27'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Pepe, Otros

Mas detalle ruta

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Reproductor audio crónica:

By José María Castellón

Son las 9:00. Tal como acordamos el día anterior, Pepe, Enrique y José María (este modesto cronista) nos encontramos en un parking muy apropiado en el pueblo de Carabaña. Nos preparamos rápidamente, incluyendo la tecnología que algunos necesitamos para orientarnos, seguir la ruta y, sobre todo, inmortalizar digitalmente nuestros esfuerzos; otros, como Pepe, se orientan en base a vivencias históricas y otros, como Enrique, a golpe de intuición. A las 9:20 los tres estamos pedaleando en busca de la ruta, algo alejada del parking, para lo que tenemos que recorrer algún kilómetro por la carretera que divide el pueblo y atravesar un puente de piedra sobre el río Tajuña. A continuación seguimos un carril bici (autopista para ciclistas, diría yo), con el río Tajuña a nuestra izquierda, así como la carretera que une Carabaña con Orusco.

La orografía es de una pendiente muy suave, manteniendo una velocidad media cercana a los 20 km/h. Paisaje ondulado, con matorrales y encinas. Al cabo de algunos kilómetros, ya a la altura de Orusco, empezamos a tener algunas dificultades menores que nos recuerdan a la borrasca Filomena, con árboles caídos que obligan a dar algún rodeo. Nada que nos impida continuar fácilmente nuestra marcha por el sendero hacia el pueblo de Ambite, que queda al otro lado del río y de la carretera.

En una breve parada nos fijamos en el Palacio de Ambite colgado en una ladera un poco más allá del pueblo del mismo nombre, cuya milenaria y gigantesca encina tiene una romántica leyenda sobre una bella princesa cautiva cuyas lágrimas, en espera del caballero que amaba, hicieron germinar una bellota que se convirtió en la gran encina. La princesa esperaba a su amado al lado de la encina y si comía una bellota dulce significaba que aquél volvería. Pepe nos cuenta que ha quedado la costumbre de que los novios acudan al lugar antes de casarse a comer una bellota; si es amarga el matrimonio tendrá un futuro difícil, pero Pepe nos aclara en ese momento pre-nupcial ninguna pareja encuentra amarga la fruta. ¡Cosas del amor!. Pepe es un archivo de base orgánica, con nada que envidiar a los basados en silicio, que mantiene multitud de datos sobre lugares, eventos y anécdotas que amenizan cualquier ruta.

A partir de ese momento la pendiente va aumentando, no demasiado, las encinas y matorrales  empiezan a invadir el camino y, sobre todo, empiezan a abundar las piedras de roca caliza en la senda, dificultando el rodaje de las bicis (a uno más que a otros). La ruta es cada vez más estrecha, con un lecho de piedras de todas las formas posibles que dificultan el equilibrio. En algún momento, incluso los más avezados ciclistas tienen que poner pie a tierra para superar algún obstáculo o dificultad. Llega el momento en el que este cronista ya no puede volver a mantener el equilibrio, salvo en algunos tramos cortos. Sin embargo, los aguerridos Pepe y Enrique continúan pedaleando bravamente sobre sus monturas en el tercer piñón. Ya en ese momento José María, pie en tierra, anda dificultosamente con sus calas sobre las piedras del camino. Esa zona se nos hace interminable, sobre todo al cronista, aunque probablemente no fueron más de 3 kilómetros. Pese a la dificultad de este tramo y para compensar, al tomar altura se aprecia mejor el paisaje sobre la vega. En un punto de espera Enrique le explica a José María que es una cuestión de pericia y arrojo, pero éste reflexiona que, tal vez, va un poco corto de ambos atributos.

Por fin acaban las piedras, aunque seguimos subiendo sin grandes esfuerzos hacia el pueblo de Mondéjar, punto más lejano de nuestra ruta. Paramos unos minutos en las ruinas del Convento de San Antonio, de finales del S. XV, donde nos hacemos algunas fotos para glosar la jornada. Pepe le pregunta a José María qué le parece, pero a éste le da pena el estado de ruina del convento, del que sobrevive una bonita portada. Continuamos hacia el centro del pueblo, atravesando unas preciosas calles empedradas, y llegando finalmente a la Plaza Mayor donde está la Iglesia de Santa María Magdalena, del S. XVI, ya de estilo renacentista, pero con un aire gótico.

Aprovechamos para sentarnos en una terraza a tomar un café y comentar la ruta. Allí nos encontramos a otros esforzados ciclistas, estos bien dotados de unas cabalgaduras eléctricas que, sin duda, les permiten recorridos que nos están vedados a los demás. Tal vez por ello se estaban “apretando” sendos bocadillos de jamón y lomo con pimientos junto con una jarra de cerveza. Nos cuentan las bondades de la bici eléctrica. Aprovechamos para hablar entre nosotros de la idoneidad de la bici eléctrica en determinados parajes protegidos y de las ventajas de esta tecnología, aunque ninguno de nosotros queda convencido. Por cierto, yo no sabía que las bicis eléctricas no superan por ley los 25 km/h con apoyo de la batería.

A continuación la vuelta, mayoritariamente en descenso. Enrique se adelanta con ímpetu y tiene que corregir cuesta arriba un par de veces, pero no importa porque él no diferencia entre cuesta arriba y cuesta abajo. La primera parte de la vuelta es por el lado contrario de la carretera, ya sin el incómodo tramo de piedras infinitas, pasando previamente por el Lavadero del Pilar, donde antaño se lavaba la ropa sin la comodidad del centrifugado. La bajada es sencilla, aunque de vez en cuando tenemos que llevar la bici en volandas como resultado de Filomena. También hay alguna zona invadida por encinas y matorrales que ni tan siquiera permiten el paso de Pepe sin poner pie a tierra. Pasado el grueso de la bajada nos incorporamos a la carretera, siempre incómoda para el ciclista, durante un kilómetro. En breve llegamos a Ambite y retomamos el fácil camino de ida en su primer tramo. Ahora se nota que, animados por el buen día y ya pasada la hora del Ángelus,  hay bastantes paseantes, algunos de edad avanzada, y otros ciclistas pese a que se ha levantado un viento molesto.

Enrique, incombustible como siempre, tiene otra actividad deportiva a primera hora de la tarde y se despide de nosotros, adelantando camino y tiempo pedalada a pedalada y perdiéndose rápidamente en el horizonte con su energía sin límite. Pepe y yo, ya en camino prácticamente plano, continuamos a menor ritmo hablando de tiempos pasados. Estos últimos kilómetros se hacen algo pesados. El viento, siempre en contra (¿cuándo no lo está?), ralentiza la marcha. Me atreví a aventurar que el viento equivalía a 2º o 3º de gradiente. Tal vez me quedé corto porque la pedalada se hacía dificultosa y lo que era plano cada vez parecía más cuesta arriba. Metro a metro Pepe va adelantándose hasta que Carabaña empieza a pasar a nuestra derecha, al otro lado del río.

Poco a poco llegamos al final del recorrido. De nuevo el puente sobre el río Tajuña, la carretera que atraviesa el pueblo y, por fin, el parking. El coche de Enrique ya no está, dejando la incógnita de cuánto tiempo nos sacó finalmente. Recogida, desmantelamiento de la tecnología, bicis desmontadas dentro de ambos coches y abrazo final, siempre virtual.

San Agustín de Guadalix

Ruta realizada el Domingo 21/02/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
39.2 km
600 m
31 Km Distancia Madrid
4h08'
3h05'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Félix, Pepe, Rufi

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No sabía si sumarme a la salida o no, es que eso de la lluvia acochina mucho, si no, ¡que lo digan los ausentes! También influye que salí ayer y dos días seguidos pesan.

Finalmente no sé por qué, pero aquí estoy, haciendo bulto con estos dos, que después de haber mostrado y compartido sus recelos en el chat, se suman a una idea común: quedarse en casa es peor.

Un buen encuadre y un paisaje que no valoramos bastante

Nublado y con buena temperatura, nos saltamos las bandas plásticas de la poli poniendo puertas al campo y nos tiramos por donde casi siempre, pista arriba a rodear cañones y barrancos.

Poco hay que comentar sobre este sobado recorrido, así que usamos la húmeda para contar de nuestras vidas y pesares. Que si los pisos no bajan, que la economía no sube, que el cabrón de mi niño me quitó el cargador del móvil y…¡coño! Qué bonitos están los almendros. Flor blanca, manto de fondo verde y olor dulzón en la nariz, certificando que estamos sanos.

Sorbiendo miel de almendro, con cara de vender cupones

Seguimos dando pedales sin prisa, rezongones, más por decir que hemos salido que otra cosa. En esto llegamos a la carretera San Agustín-Colmenar y aprovechamos para dar un trasquilón a la ruta sin dudarlo un instante.

Cambiamos la orientación de la marcha y empezamos a rodear el barranco en dirección NE. Una gentil guardesa o forestal o vigilanta nos indica que no podemos pasar, que hay cacería, que imposible. Como tiene la voz dulce y las tetas generosas, la damos coba un rato, preguntamos por alternativas, nos enseña el mapa sobre sobre su móvil. Para no ser menos la enseñamos también el mapa sobre el nuestro y llega ella solita a la conclusión de que vamos bien, que no hay peligro, que sigamos adelante. Creo que nos despide con pena ¡pero la obligación es la obligación!

Otra carretera, esta vez la que une Montenebro con Pedrezuela. Hay que bajar por asfalto y hacer una subida de un kilómetro que da perezón, así que para ahorrarla, nos damos la vuelta hasta la presa, nos comemos unos repechos significativos y alcanzamos Pedrezuela con 10 kilómetros más ¡somos así!

A Félix le gusta su bici (inexplicablemente)

Recto hasta las cercanías de El Molar, bajada al canal y tramo por el barranco, visita al Hervidero y gente, mucha gente, más que en Sigfredo. Increíble, como bien comenta Félix, el daño que está haciendo el wikiloc. Mira que está vallado por la policía, que el pueblo está confinado, el día lluvioso, pues aun así. Hay hordas de paseantes por todos lados, de esos que llevan el perro suelto, que se sorprenden de verte y paran en mitad del camino cerrándote el paso con sus culos desparramados.

Comienza a lloviznar, pero ya estamos llegando al coche. Un rulo de los de siempre, con un par de tramos cortos que quizá no hicimos antes.

(relato amenizado por Peggy Lee con Iggy Pop)

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Talamanca – Espartal – Vellón

Ruta realizada el Jueves 18/02/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
39.8 km
751 m
40 Km Distancia Madrid
6h28'
3h19'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Pepe, Rufi, Mario

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Temperatura media: 14.4
Descarga ruta: Talamanca-del-Jarama-2021-02-18.gpx
Reproductor audio crónica:

La propuesta fue de Domingo, que últimamente tiene trillado el wikiloc y siempre propone cosas originales. Sobre el papel pinta bien, con un poquito de todo, como para no oír protestar a nadie, vamos. El único miedo es si el camino coge algún bajío de esos en los que se amasa el barro de hacer pucheros, entonces estamos perdidos –mejor, hundidos-

Salimos a las 10h. Bueno, no. A las 10h, más el tiempo de contarnos, decirnos, preguntarnos, observarnos y, si no fuera por el virus, sabe Dios qué más.

Lo cierto es que la ocasión lo merece. Estamos de flamante estreno. Hoy, este honorable grupo sale al campo por primera vez con la versión 1.0 del aclamado “cencerro digital”. Alfredo ha hecho un desarrollo alucinante y no solo eso, ha sido paciente para llevarnos de la mano a cada uno hasta que hemos conseguido que el sw arranque en todos los celulares que portamos. Conociendo a mi amigo y su inclinación al “blending in”, tiene muchísimo más mérito el esfuerzo de lanzarnos a todos al espacio digital que el sortear los trucos y API de cada servicio externo.

Con los ojitos en la pantalla echamos a rodar por caminos bien prensados, algún charco ocasional y sembrados inundados a los lados. Son tierras de cultivo que ahora están bonitas, aunque cabe investigar si hay alguna opción junto al cauce del rio.

A los 8 km de recorrido nos dejamos de llaneo y enfilamos por pista del CYII hacia el Espartal. Ya lo hicimos más veces, pero siempre me sorprende cómo aparece el pueblo de repente, al girar una curva, encaramado a la loma de un baranco.

De ahí seguimos subiendo buscando el techo de la ruta. Con un recorrido por sendero mojado, con rodada estrecha, alguna piedra y aderezo de zarzas. Me empeño duro para superarlo con un mínimo de dignidad y pocos apoyos. Aprovecho que voy solo porque evité una de las paradas y llego a la ermita de San Blas (no confundir con la Miraflores, que esta es seria) como un señor.

Aun diría Rufi que no vio dificultad ninguna, que es un sendero muy sencillo, que…¡cómo me joden los chulitos!

Nos comemos el plátano en sagrado y cada uno hace de la cáscara lo que su educación le enseñó.

Nos hacemos una bajadita cómoda y nos acercamos a la subida a la atalaya, o antena, o lo que haya, porque viendo que se trata de un sendero de los de empujar (y no con la tripa), pasamos del ascenso extra y nos vamos directamente a por al siguiente cuesta del recorrido. Empinada como verga de quinto y exigente como su sargento. Ahí nos damos un buen apretón para bordear El Vellón (ole, poeta).

Ya solo nos quedan unos pocos sube y baja, unos pasos sobre el canal para los más lucidos y otro tramo de campo cultivado, desandando lo andado.

Volvemos al pueblo por el mismo puente que salimos, una pasarela colgante sustentada en cables de acero, que a nuestro paso nos deleita con su swing, sobre un Jarama que hoy quiere ser Tajo.

Comida al sol en febrero, con sensación de que es un día robado, de deber algo más de lo que nos cobran y que no estamos pagando.

Para mayor deleite, paseín hasta el puente grande, el romano, donde recorremos la alameda y alguno baña un poco sus zapatillas ¿para quitarlas en barro? No, que las sucias las dejó en el coche.

Recogemos trastos, iniciamos despedidas y abandonamos la explanada sin terminar de ver el espectáculo del bombero torero.

La próxima semana más difícil todavía: la escalera encima de la cabra.

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San Agustín-pistas del canal-Hervidero

Ruta realizada el Sábado 13/02/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
45.4 km
669 m
31 Km Distancia Madrid
5h19'
4h04'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Juanlu, Pepe, Otros

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Nos presentamos en San Agustín a las 9h, con un poco de miedo por las restricciones de movilidad. El polígono tiene menos coches que otras veces, pero tampoco hay indicaciones municipales que nos nieguen el acceso.

Allí estamos, Enrique, José María, Juan Luís y yo. Todos puntuales y preparados para disfrutar de un día de lujo (que luego no fue tan cálido, solo al final se notó un ascenso importante de temperatura).

Salimos con intención de rodar por pista principalmente, evitando el barro de las últimas lluvias. Es una ruta conocida que otras veces iniciamos en El Molar, esta vez dejamos el cañón y la cascada para el final.

La subida de inicio, en frío, nos coge un poco por sorpresa y hay que tirar de desarrollo para superarla. Lo demás sería todo más fácil.

Enseguida llegamos al primer acueducto del Canal, con arcos a dos niveles y un escudo que lo fecha en 1854. Estamos cansados de verlo y no ponemos mucha atención, pero es una obra en sillería de caliza que da idea de lo que tuvo que ser la “traída de aguas” en el SXIX.

Seguimos con un rompe-piernas ascendente, que nos va regalando vistas sobre el valle, Tres Cantos y Madrid. Competamos la dirección SO y toca plátano. Parece que estamos en el punto más alejado de la ruta, y así se lo confirmo a Enrique ¡error! Eso sería saliendo desde El Molar, que era el track original, a nosotros nos queda bastante más y vamos muy relajados…

Tomamos rumbo N y vamos disfrutando de un monte muy verde, no propio de esta zona. Queda a nuestra derecha el barranco por el que discurre el Guadalix y tenemos a la vista la pista de regreso.

En un rincón de la dehesa de Moncalvillo, entre los robles sin hoja, vamos una rapaz grande, que por la descripción del plumaje, Juanlu nos dice que sería un águila imperial. Lo busco y, efectivamente, es un bicho de impresión.

Para llegar a Pedrezuela nos toca la bajada y subida por carretera, que se hace pesada. No es larga, pero son rampas exigentes y siempre pendientes del tráfico. La alternativa hubiera sido llegar a cruzar por la presa, pero sería añadir otros 10 km a la ruta.

Luego ya solo nos queda lo fácil, bajada al azud de El Mesto, el cañón del río cuajado de charcos y visita al Hervidero. Intentamos bajar al pie de la cascada, pero está inundado. El agua llega a cubrir los últimos peldaños y nos tenemos que contentar con asomarnos. A cambio, la vista de los dos chorros que la componen y nivel del cauce que nos acompaña todo el camino son excepcionales.

Para llegar al coche por la margen derecha del río nos saltamos el primer puente y tenemos que recorrer el sendero estrecho, que hoy esta embarrado y lleno de árboles caídos. El barro que íbamos evitando toda la ruta nos lo comemos enterito al final ¡Hala! ahora las bicis al coche cubiertas de chocolate, para que no queden dudas de dónde estuvimos.

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Aeropuerto Adolfo Suarez Madrid Barajas

Ruta realizada el Sábado 05/12/2020

Dificultad Física
Dificultad Técnica
41.6 km
221 m
9 Km Distancia Madrid
4h29'
3h03'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Pepe, Otros

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¡Hoy estrenamos bici!

Para cualquier aficionado estrenar una bici es una experiencia excitante. Es el inicio de una relación, una relación muy íntima en la que te vas a apoyar durante muchas horas para hacer muchos kilómetros ¿será la adecuada?¿me acoplaré bien?¿responde a lo que necesito?

Pues seguro que con ideas similares en la cabeza de José María, nos sumamos David, Enrique y yo a tan fastuoso acto.

Hemos elegido para la ocasión la vuelta al aeropuerto de Barajas. Un paseo largo y tranquilo, con sus dos o tres puntos (no más) de exigencia, para que montura y jinete se conozcan y se muestren en sociedad al mismo tiempo.

Día frío, de los primeros con sensación de invierno, pero está claro y no corre viento. Salida directa por el recinto ferial hacia las Cárcavas, bordeamos y continuamos en dirección a Valdebebas.

Tampoco nos entretenemos mucho en el parque, lo que es entrar y salir. Nos hemos saltado los hitos de la ruta que indicaban las ruinas de los antiguos bunkers, quizá en otra ocasión.

Cruzamos la R2 y bordeamos La Moraleja dejando amplio espacio por medio. En este tramo sorteamos buenos charcos y rodamos por camino blando en algunos puntos.

Otro salto sobre la R-2 y ya estamos en la margen derecha del Jarama. Ahora la pista es muy ancha y recién apisonada, así que nos permite rodar en paralelo e ir poniéndonos al día.

Me llama la atención un cartel que indica dirección a Torrelaguna por camino. Creo que hay que explorarlo con detalle, pues es una ruta muy apetecible. Ya estoy pensando en organizar una salida y culminarla con un buen asado en el pueblo del cardenal. Hay que buscar cómo resolver la vuelta a Madrid ¡eh, que me voy! Hoy seguimos el cauce en sentido contrario.

Árboles deshojados y grupos de ciclistas. En lo alto Paracuellos y a nuestra derecha el aeropuerto tranquilo, casi sin actividad.

Cuando la pista se acaba pasamos una zona industrial y un camino corto que nos va acercando al asfalto. El tramo hasta cruzar la M-14 es feo, pero no hay otra.

Ya en la Alameda de Osuna hacemos una visita rápida al castillo y seguimos a completar ruta.

Entramos en el parque de salida prácticamente sin darnos cuenta y rematamos la jornada en una terraza próxima. Pierdes temperatura y el aire se mueve un poco. La sensación de frío no desapareció en toda la tarde.

Casa de Campo-Boadilla-Pozuelo

Ruta realizada el Martes 01/12/2020

Dificultad Física
Dificultad Técnica
53 km
313 m
8 Km Distancia Madrid
5h18'
3h45'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Juanlu, Pepe

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Reproductor audio crónica:

Por mucho que repitas una zona, si te fijas, siempre hay detalles, variantes o ambientes distintos. Es fácil sacar partido a esto de la bici.

La bajada mañanera de la Casa de Campo hace sentir un frío bastante serio, con humedad alta y escarcha en la hierba. Llegas al puente del Manzanares y me percato de que JuanLu va con guantes de verano, total, si ya hace sol… Los que tuvieron una infancia marcial están bien curtidos.

Arroyo Meaques en Casa de Campo

En el arroyo Meaques de Casa de Campo tenemos una escena bonita. Empieza a entrar el sol y los patos nadan entre nubes de bruma. Con la abundante vegetación parece algo mucho más exótico.

Abandonamos el parque y salimos al campo por la Ciudad de la Imagen. Otras veces hemos subido por el camino que va pegado a la finca militar de La Dehesa, pero hoy elegimos el lado contrario del páramo, por variar.

Hay cantidad de conejos y nos sorprende ver pasar una perdiz peonando ligera. No creía que pudieran aguantar tan cerca de la ciudad y con la presión de paseantes que tiene esta zona.

La piscina que nos esperaba para cruzar la M-40

Cuando vamos a cruzar la M-40 por el túnel habitual nos encontramos una auténtica piscina. Una laguna de las últimas lluvias de más de 50 metros. No sé si cubre mucho o poco, pero no es cuestión de jugársela, porque te mojas seguro.

Buscamos un cruce alternativo y vemos en el mapa una pasarela hacia la zona de Alcorcón, ya cerca de la A-5. Este cambio de plan nos sirve para coincidir con el trazado del Camino Real a Guadalupe, que no sabía pasara por aquí. Parece ser que tiene una cierta infraestructura para el que quiera peregrinarlo.

Volviendo hacia nuestro trazado inicial nos encontramos con unos troncos de olivo muy llamativos. Árboles sin duda milenarios, que ahora están muertos, salvo algún brote que aprovecha la raíz y medra al cobijo del tronco seco. Otro detalle que hemos pasado cerca en varias ocasiones y no nos habíamos fijado.

Con la cosa del cambio de trazado y los troncos se nos va echando el tiempo encima y atravesamos la zona del palacio de Boadilla sin detenernos, por ser más conocido.

El árbol que te mira

Entramos en el bosque de encinas para rodearlo, en lugar de atravesarlo por el camino habitual. Coges algo más de desnivel y es un poco más exigente, pero no más bonito. Es solo por aquello de “conocer”.

Luego ya en Majadahonda atravesamos el pinar de El Plantío y nos dejamos caer en El Kiosco de Pozuelo para una cerveza al sol. Reponemos las fuerzas que no hemos gastado y acompaño a Juan Luís hasta la entrada de Casa de Campo.

Con esto damos por rematada la jornada.

Juan Carlos I – Coslada – Henares

Ruta realizada el Sábado 21/11/2020

Dificultad Física
Dificultad Técnica
35.7 km
210 m
9 Km Distancia Madrid
3h34'
2h41'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Pepe, Otros

Mas detalle ruta

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Reproductor audio crónica:

Cualquier ocasión es buena para verse con amigos y dar pedales juntos. Quedo con José María y Enrique, que hace tiempo que no nos vemos y así nos ponemos al día. Elegimos para la ocasión una ruta sencilla y corta (https://es.wikiloc.com/rutas-mountain-bike/parque-juan-carlos-i-parque-regional-del-sureste-2543513), que vamos justos de tiempo.

Salimos del parque con fresco y en bajada. En un momento cruzas la av. Logroño y la A2. Luego la M14 y la M21 para alcanzar Coslada. Sí, mucho asfalto y muchas calles, pero es que Madrid lo hemos extendido entre todos.

Coslada y San Fernando están unidos en una sucesión de urbanizaciones y algún parque así que, sin darnos apenas cuenta, nos cruzamos los dos pueblos para salir a una zona de huertas bastante cuidada, bordeada por un paseo de plátanos muy amplio, recto, con carril lateral. Algunos mojones de granito y pasos empedrados le dan un aire de jardín francés. Salvando las distancias, claro.

Damos dos vueltas a esta parte. Bueno, es bonito pero no para tanto. Lo que pasa es que me he colado con eso de la charla y erré la pasarela que cruza el Jarama en dirección a la M-50. Corregido el tiro accedemos a un sendero que bordea el río y nos da la primera sensación real de estar fuera de lo urbanizado. Hacemos un lazo corzo y nos quedamos prácticamente en el punto en que el Henares suma su cauce, de camino al Tajo.

La vuelta la hacemos ligeros, siguiendo el track sin dudarlo. Esto nos lleva a salir de Coslada en dirección al estadio de fútbol, cubriendo un tramo en ascenso por el arcén de una vía rápida. Son un par de kilómetros bastante desagradables, pero ya no es momento de rectificar.

Cerramos la excursión por un tramo del anillo ciclista, que nos lleva de vuelta al parque de salida. Ya al despedirnos completamos la jornada josé María y yo (que Enrique iba con más prisa) terminando de arreglar España. Qué sorpresa cuando llego a casa y compruebo que España seguía igual ¡tenemos que seguir con la reparación en la próxima salida!

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Pontón – Alpedrete – Cárcavas

Ruta realizada el Domingo 08/11/2020

Dificultad Física
Dificultad Técnica
28 km
618 m
56 Km Distancia Madrid
3h34'
2h39'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Félix, Juan, Miki, Pepe, Rufi, Mario

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Temperatura media: 11.5
Descarga ruta: PontonOliva-Carcavas-20201108.gpx
Reproductor audio crónica:

Estamos todos. Los madrileños confinados sin escapatoria actúan en fin de semana como las moscas en un tarro. Se mueven sin parar, hacen ruido, chocan unas con otras y siempre se golpean con el vidrio que las retiene.

Bueno, nosotros no, que nosotros nos escapamos un poquito y pisamos algo de terrenos prohibidos, pero los arriacenses son majos y no se andan chivando a Maribel.

Salimos del parking de siempre, con un día nublado pero sin frio ni viento, una gozada. Subidita en fila por la carretera y sin despistarse, que ya hemos visto pasar una caravana de coches pijos, de esos que quedan por molar, para que les vean con sus flamantes deportivos.

No sé si fue la charla, pero no se me hizo muy pesado este primer tramo. Rufi ya va llorando, que si no se siente bien, que si está blandito, que si las pastillas a medida… qué jubilao más quejica nos espera. Y lo que me da rabia es que el protestón soy yo y no quiero sombras.

La entrada al valle nunca decepciona. No se sabe dónde estás. Fresco, verde, con ganado (muchos chotos muy jóvenes) y hermosos charcos que vamos evitando, por no romper la imagen reflejada de los chopos amarillos, que ya sabemos que lo de mancharnos no nos importa.

Luego la presa inútil pero bonita, las pizarras rojas rotas, el puentín y, todo para arriba. Ahí vamos de camino al collado del Santo (alguno que se lo rezaría por esta zona). Se llega fatigado y sudoroso, a pesar de no tratarse de un gran puerto.

Nos reagrupamos y cruzamos el pinar, con sus viejos nizcaleros haciendo el otoño. Han puesto en explotación resinera los pinos, con sus tajos y cacharritos para que supuren. Debe rendir poco, ahora que todo es sintético. Claro que, ya que están ahí y que hay mucho ocioso, pues a por ello, a sangrarlos.

Bajada al arroyo y subida al pueblo, donde ni siquiera paramos. No se ve un alma por las calles. Los moscardones madrileños estamos todos pisando barro por el campo.

Luego ya sabes, la pista del CYII para comenzar el retorno, esta vez adornado con visita a las cárcavas. No tuve ocasión de hacer el recorrido la vez anterior y tenía ganas de conocerlo. Otra cosa es que no me lo esperaba y el pedregal de subida me cogió poco mentalizado.

Muchas fotos e iniciamos la bajada por sendero. Arrastramos arcilla como para hacernos una vajilla rústica completa, pero decidimos dejar la mayor parte en un arroyo, donde descansaban nuestras tropas.

Completamos ruta y llegamos al coche prontito y bien pero….¡ay! nos han encerrado. El acceso a nuestras plazas requiere atravesar un camino muy deteriorado y varios coches han aparcado en el único paso practicable.

Me niego a transmitir aquí emociones y comentarios de los que lo hemos sufrido. Dejemos solo constancia que unos por arriba y otros por abajo, después de unos huevos fritos en Patones, nos fuimos retirando a casa ordenadamente y sin incidencias.

¡HIJOS DE PUTA!

¿SERÍAN CHINOS?

Álbum de Google: Link Álbum

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Vuelta a Barajas

Ruta realizada el Jueves 15/10/2020

Dificultad Física
Dificultad Técnica
49.3 km
330 m
9 Km Distancia Madrid
6h27'
3h21'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Juanlu, Pepe, Mario

Mas detalle ruta

Descarga ruta: Vuelta-Barajas-2020-10-15.gpx
Reproductor audio crónica:

Sin madrugar. Vale. Cerca, aquí mismo. Pues eso. Ya nos vemos. Me vine en bici, aparqué aquí mismo. Espera que por ahí viene, Ya casi estamos ¿Qué, nos movemos? Mira, una foto ¿Nos lo llevamos? No sé, tú veras. Damos un rulo por aquí. Bueno, total. Si eso nos alcanza. Pero mira, ya que estamos ¿salimos por ahí? O más adelante. ¡Hala! ¡En marcha!

Ahora sí, la ruta.

Los parques son esos espacios de vegetación ordenada que nos ayudan a soportar la ciudad. Un área de transición que deja en nuestra retina un poso antiguo de nuestro origen, un toque amable que son hace pensar que no todo está perdido, que aun somos compatibles con la naturaleza que nos precedió.

No, no es así. Parece que el cabezón de la estatua nos lo dice desde su plaza. Que el intento de naturalización de los desnaturalizados se echa a perder con esa mirada sardónica del fulano que, en bronce, nos mira como mandándonos a tomar por el culo, como riéndose de que el intento de pulmón verde que señala nuestro punto de partida esté dedicado a su hijo, ya anciano, que esparciendo su manto de vergüenzas sobre los que compartimos un origen común, se ríe con una carcajada que no es más que la continuación de la de su padre y su abuelo.

Rodamos, recorremos el asfalto y las aceras que nos indica puntualmente nuestro track. Un camino que nos lleva pronto hasta otro hito, la zona de entrenamiento del equipo de fútbol. Seguimos con los símbolos, con el manejo de multitudes, con las religiones, se las rece, se las cante o lo que cojones sea. Otro motivo para disipar y entretener conciencias. Igual da que sea con fondo espiritual que deportivo-folclórico. Pero vale, por aquí también pasamos con la humildad de nuestras rodadas.

Este es un barrio curioso, Valdebebas, recién hecho, con los jardines sembrados y los pisos a medio construir. Un sitio anodino y despersonalizado. Un hogar que acoge con la deshumanizada consecuencia de los que respetaron a los del parque y aplaudieron a los de estadio. Digamos que los “artificiales”, los que aún no tienen historia, ni raíces, ni conciencia; los que solo tienen la credibilidad  y el dinero para firmar la hipoteca eterna que les da acceso a un hogar de foto, diferenciado, lejano, de una elegancia artificial y nueva.

Otro poquito de campo, ya desaparecido y sombra de lo que fue, el espacio justo para separar lo recién hecho con lo que ya se consumió. Seguimos ruta a la sombra de La Moraleja y El Encinar de los Reyes. Aquí se juntaron en los setenta las viviendas de los ricos nuevos (los antiguos estaban en La Florida y Puerta Hierro) con los oficiales americanos de la Base, la de Torrejón, of course.

Era por aquí donde me colé de chaval a robar una coca-cola que sabía a menta del supermercado americano. Y también donde me vine de acampada con el cole, al lado de una cueva por al que discurría un arroyo subterráneo.

Seguimos, rodamos, camino sencillo que en otoño queda soso, pero puede tener su puntito en primavera. Nos acercamos, por fin, al Jarama. Eso ya es otra cosa. Otra historia. Desde luego historia es lo que aporta este río, que agua poca. Poca y sucia, a pesar de los aderezos que intentan sanearle y embellecerle. Puede que sea algo común a todos los ríos españoles: mucha más historia que agua.

En este es obligado tirar de memoria y recordar la novela del mismo título, la que también describe la sociedad de los últimos cincuenta, la que te cuenta la historia del “cocherito leré”, de los personajes anónimos que se encuentran un domingo de verano entre campo y ciudad, un reflejo como ninguno de la sociedad a la que nos debemos los que hoy damos pedales juntos. La historia de la juventud de nuestros padres.

Pues eso, pista suave y sencilla, con la sensación de que es siempre cuesta-abajo. Con un otoño sin acabar de cuajar y un verano que ya se fue.

No fue solo el Ferlosio el que se apoyó en este cauce para tejer su historia, también me viene a la cabeza la referencia al Jarama de Umbral, en Las señoritas de Aviñón, cuando cuenta que el cuadro homónimo de Picasso no son otras sino sus tías, bañándose en el Jarama. Una historia curiosa de un río pre-franquista, una lectura divertida que también cuenta la sociedad de una época algo anterior.

Claro que, nada que ver con la cruda realidad, con el cementerio de Belvis de Jarama, el de los fusilamientos de Paracuellos, el de la cruz en la ladera de de la montaña, que hoy nos ocultan unos árboles generosos de follaje –gracias-, que prefiero recordar otros pasajes y anécdotas más que esos cuentos de viejos. Anécdotas como la noche de verano de los ochenta, viendo cantar a un travesti en el merendero “El rey de oros”. O las pellas con el Ninfa, el Chino y el Gordo en los alrededores del centro de formación profesional, donde trataban de sacar algún partido de este último.

Venga, seguimos. Seguimos y paramos, seguimos y volvemos a parar; que son los aviones los que nos entretienen. Van acercándose ordenadamente y dejándose caer de panza sobre nuestras cabezas. Domingo nos los explica, nosotros escuchamos, ellos aterrizan.

Ya vamos cerrando el círculo, ya se va haciendo la hora, ya reitera Alfredo las demandas de su estómago. Completamos hacia el antiguo pueblo de Barajas, visitamos brevemente la plaza y nos aposentamos en el Campanilla. Una comida que no sé si hoy nos hemos ganado, pero no por eso vamos a disfrutarla menos.

Queda rodar un poquito hasta el punto de inicio, o no tan poco, que en distancia no es nada, pero echamos otro ratito jugando a desarmar la bici de JuanLu. Mario dirige la operación de rescate con maestría, pero son las seis cabezas con sus respectivos cascos las que se amontonan alrededor del pedalier con holgura. Resuelto, apañado, enjaezado, lo que quieras. Lo suficiente para seguir y completar un día largo, suave, raro, nostálgico, entretenido. Cojonudo en definitiva.

Ah! Es mi aniversario de boda. Son 32 sorprendentes años que la rubia ha tenido bien concederme, a pesar de todo. Muchos besos desde aquí, más de los que sé darte.

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Despeñaperros: Vilches-dehesas-castillo de Alver

Ruta realizada el Martes 06/10/2020

Dificultad Física
Dificultad Técnica
45.9 km
605 m
245 Km Distancia Madrid
4h01'
3h12'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Domingo, Félix, Pepe

Mas detalle ruta

Descarga ruta: 2020-10-06-Vilches-Dehesas-Castillo.gpx
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¡Qué  día señores, qué día! Primavera más que otoño

Repetíamos el horario de las jornadas anteriores, pero el sueño o la alarma del móvil o los astros, me jugaron una mala pasada. Casi me tiene que despertar Félix con golpes en la puerta.

Luego ya va todo rodado y retomamos la rutina de desayuno y acilamiento habitual, preparándonos para nuestra última ruta (de momento) por estas tierras.

Esta vez tenemos que cargar las bicis en el coche, que vamos a empezar desde un punto cercano a Vilches, a unos 25 km del hotel. Es para recorrer la zona que nos queda por hoyar, aunque ya sabemos que lo principal del parque lo tenemos visto.

La entrada al pueblo de Vilches es por un polígono industrial, donde están “aceites La Española” y “cerámicas de Vilches”. Se ve que la localidad es activa, industriosa y económicamente relevante; pero con un olor a mierda de gorrino que tira de espaldas. Es bajarnos del coche y empezar a sentir arcadas, no en vano paramos junto a las tapias de un “concentrador de residuos”, que está en zona urbana y rodeado de viviendas ¡tiene cojones!

Salimos cuanto antes, con la sensación de haber partido de la habitación del hotel del primer día, que también olía lo suyo.

Primero un poco de carretera local estrecha, donde en 3 km nos cruzamos con varios camiones articulados, menos mal que enseguida alzanzamos la comarcal y enfilamos pista.

El firme está muy cuidado, ancho como una autopista y solo algunos baches dispersos en las zonas donde se concentró el agua de lluvia. Aun así, estas pistas son duras, con algo de china suelta y un rizo transversal que te va moliendo ojal, sobre todo con la bici rígida.

Subidas y bajadas continuas, más bien suaves, nos llevan por algo de olivo, que enseguida se transforma en dehesa ganadera. Fincas  enormes de encina y monte bajo muy peladas de hierba, posiblemente por la erosión del ganado que, sin embargo, no se deja ver. Todas perfectamente valladas, con puertas de obra que muestran el nombre y el hierro de la casa. Así pasamos por “Los penosillos”, “las vaquetas”, “la mora”, “la tiesa” y un sinfín más de cortijos, que aquí nombran como caserias. Vemos la casa de algunos, a lo lejos, con sus paredes color blanco o albero y su tentadero contiguo. Este concepto de finca de recreo andaluz queda lejos de nuestro entendimiento ¿quién tiene esto?¿a qué lo dedica?¿es divertido estar aquí?

Seguimos avanzando por esta pista que llaman el cordón y que es parte de la cañada real que llega hasta la serranía de Cuenca. Podríamos ir por aquí hasta Aldeaquemada y La Cimbarra, pero se nos hace largo y más para el último día.

El terreno varía ligeramente al coger altura, tampoco mucha, y van apareciendo otros árboles distintos de la encina, algo más semejante a la vegetación de días anteriores, pero no tan frondoso. Aun así, a mí me gustan las vistas y el ambiente solitario en mitad del campo.

Que si sí, que si no, que si ya nos lo sabemos, vamos pensando en dar cuenta del plátano  e iniciar el regreso, que será prácticamente por el mismo camino. En eso estamos cuando llega un ciclista gordo con eléctrica y otro muy flaco, con bici vieja. Vestidos de chándal, con sus cascos asemejando boinas. Les paramos y preguntamos por el castillo de Alver que hemos visto referenciado en un cartel -¡Torre de Alver!- nos corrige amablamente. “nada, son dos kilómetros. Primero pasarás un cortijo que están arreglando, sigues y verás un control con barrera y unos perros. En ese punto, pasas la barrera que queda a la izquierda y subes al castiilo.”

Pues bien, las explicaciones eran perfectas en distancias y descripciones, pero ese complejo absurdo de madrileño chulo nos hace tomarlas con reparo, por el acento andaluz, por el modo de decirlo, lo que sea.

Nuestro primer juicio es que se ha equivocado, a pesar de que va coincidiendo todo y, antes de llegar al punto de control, nos metemos en una finca privada, a la derecha del camino en lugar de la izquierda ¡ya se veía el control! ¡ya oíamos los nombrados perros!… ¡ya nos han visto los guardas de la finca, que vienen en coche! Nos excusamos, nos volvemos, nos vamos…

Se nos pasan las ansias culturales y mandamos a tomar por culo el castillo. Nos conformamos con verlo desde lejos y complementar nuestra instrucción con la información del cartel que lo señala. Son las ruinas de una torre que los almohades debieron construir para reforzar sus fronteras, después de la batalla de Las Navas. Sirvió durante pocos años y ahora solo queda un lienzo en pie y la base del diseño original.

Iniciamos el retorno por donde vinimos, sin más novedad ni distracción que un venado que se cruza y choca en su huida con la cerca que separa el monte abierto de la finca colindante. Corre un rato a nuestro lado, dejándonos ver su agilidad y elegancia. Se mueven de una forma suave y acompasada, muy rítmica. Totalmente distinta de la carrera de los jabalíes, que es bruta y torpe. Finalmente cambia el sentido y nos separamos.

Seguimos con nuestro sube y baja hasta el pueblo, variando un poco el recorrido. Enseguida vuelve a embargarnos el olor a purines de cerdo que se pega a la garganta como si los masticaras, señal inequívoca de que estamos a las puertas de Vilches.

Vuelta al hotel, duchazo, comilona al sol con las montañas delante, charleta con el camarero, que está relajado y dicharachero. Luego ya solo el viaje de vuelta para cerrar esta estupenda escapada.

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