Ruta realizada el Domingo 18/07/2021
Participantes: Pepe, Rufi
Reproductor audio crónica:
-Hola, este parking lo gestiona el Ayto de Lozoya y son tres euros
-Solo llevo tarjeta y billetes grandes
-No tengo datafono y a esta hora tampoco cambio
-He quedado aquí ¿qué hago?
-Igual aun encuentras un hueco por el pueblo
….
-Fernando, que estoy en el pueblo porque no llevaba suelto y en el parking cobran
-Pues yo tampoco, voy al pueblo
-Ya hace calor, a la sombra aún se aguanta
-Horrible, esperemos que subiendo un poco cambie
….
-Nos han dejado solos, “again”
-¿qué le pasa al jefe?
-Volvió a hacer una de sus clásicas (véase imagen)
….
-Bueno, vamos, esto será “to p’arriba”
-Si no recuerdo mal, empezaba por un sitio que se llama la calle de las cuestas
-Mira, ahí lo pone, qué memoria.
A partir de aquí ya no hay diálogo que valga. La pendiente nos inspira un recogimiento monástico y nos cierra a cada uno en la celda de nuestros pensamientos, que para hablar ya no hay fuelle.
La subida es inclinada y calurosa. Muyyy inclinada y muyyy calurosa. Enseguida dejas el asfalto y vas saltando curvas de desnivel como el que salta a la comba. Tenemos las primeras vistas del valle entre los robles, con el embalse al fondo. Con la excusa de una foto, aprovecho para recuperar el resuello.
Dejamos el roble para entrar en la zona de pino y caigo en la cuenta de que noto menos moscas que otros años, las hay, pero menos. No es esa plaga que te cubre la camiseta y vacilan delante de los ojos, como descojonándose de lo mal que vas y bañándose en el abundante sudor que gotea por la nariz hasta el cuadro de la Orbea.
Tomamos aire alguna vez más hasta llegar a “la horizontal”, Fernando por esperarme, yo por sobrevivir. Luego ya no hay calor, sopla aire fresco, el trazado es llano y disfrutamos de un paseo reparador hasta salir al puerto de Navafría.
Aquí hay mucha bici de carretera, equipos, coche de soporte, paseantes y pernoctantes en caravana. Se supone que teníamos que iniciar bajada por sendero hacia el pantano, pero visto cómo está tiempo abajo, sugiero dar un paseíto corto en altura, “na”, lo que es hasta el mirador que tantas veces hemos visitado.
En ese punto coincidimos con Rosalía y compañía. Una pareja que se prestan a hacernos unas fotos conmemorativas y a un poco de charla (esperamos sus comentarios en nuestra web).
Bueno, pues vamos a seguir un poco más, solo por asomarnos a las pista y las rampas duras de subida, en cuanto se ponga chungo nos volvemos –dice Fernando- que el chico no quiere los 400 mts de desnivel que faltan a la cumbre.
Sale delante y, así, sin intención, le pregunta a una muchacha que cuál es la pista que sube al Nevero y, como va delante, pues se mete en faena.
Bueno, ya parará, que vamos los dos con todo el hierro metido y la cosa no ha hecho más que empezar.
En el gran rampón no le veo y pregunto a una pareja “oye, el de delante va empujando ¿verdad?” no, no –responden ufanos- iba subido, dándolo todo ¡qué cabrón!
Yo sí me lo empujo y vuelto a montar cuando puedo. Voy pedaleando y me adelanta andando la chica que nos indicó la pista. Vergüenza y deshonor, pero adelante.
Me espera Fernando en otra de las rampas infernales, pedregosa, larga, con viento y me dice que si ya, que si volvemos que… ¡unos cojones! Aquí se corona aunque sea a gatas.
Pues sí, allí arriba, con frío y mucho viento, hoy 18 de julio, conmemoramos nuestro glorioso alzamiento, el nuestro, el de Fernando, que ha conocido una cumbre nueva para él –sin poner pie- y el mío, que me recuerda rutas legendarias con nieve, bota de vino y muchas risas.
Reventado (yo) y contentos (los dos) iniciamos la vuelta, que nos permite apreciar los rampones que nos hemos tragado.
De nuevo en el puerto toca coger el sendero de bajada, pero es tarde y vemos en el trazado que tiene cuestas que superar. Hacemos un intento y en la primera descabalgada nos inspira la sensatez y Fernando desiste, quiere carretera y yo se lo agradezco infinito.
La bajada del puerto es una chulada, son 11 km de dejarnos caer, mientras las temperaturas se empeñan en subir. En Lozoya el calor es insufrible. Nos despedimos contentos y enfilamos a casa. Félix, te la has perdido… y no pienso volver al Nevero hasta que se me olvide el sufrimiento pasado.
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