Rivas

Ruta realizada el Miércoles 20/09/2023

Dificultad Física
Dificultad Técnica
49.9 km
174 m
8 Km Distancia Madrid
6h22'
3h27'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, no adecuado para temperaturas altas

Participantes: Domingo, Pepe

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Salimos por vernos y porque no falte gente en el camino, con esa romántica desgana que nos caracteriza, ese aire autodestructivo de Rimbaud, esos kilos de más y esa ausencia de aventura que nos permite echar a rodar como si nos empujaran, como si no fuéramos.

Quedas sin saber dónde ir, vas sin saber qué encontrar y, poco a poco, repites camino sin sentirlo para ir revisitando las cosas de siempre y las cosas cambiadas -panta rei-.

Tal es la abulia que ni fotos se hacen, pues no se preveía posterizar la deriva tomada, pero reflexionando, en el último momento creemos oportuno dejar dicho lo de los cambios, lo diferente. De ahí que la crónica gráfica se limite a un triste selfie tomado en el metro, en el momento de vuelta, ante la desconsiderada mirada de otros viajeros mucho más profesionales, más hechos al trayecto y la situación, que bien podrían confundir a esos dos viejos con bici con una pareja de locos o una pareja de hecho.

Todo fue sin pensarlo mucho, por el cauce abajo, a terminarnos el río que cogimos en Casa de Campo en su entrega al Jarama. Y durante este periplo pudimos observar:

-Que algunas pistas se han convertido en autopistas, transitadas por muchos camiones de obra, que entran y salen en dirección al vertedero o similar. No sabemos qué llevan o traen, pero queda sospechoso verlos desaparecer muy rápido entre unas construcciones de tipo industrial y unos cerros pelados. El fulano que venía por allí en bici nos dice que procede del casco histórico de Vallecas, que el camino tiene buenas vistas sobre Madrid, mucho barro y muchos escombros -una joyita.

-Más adelante una culebra larga y despistada, muy larga. Perdida próxima al puente de la autopista o quizá esquivando una brutal concentración de cigüeñas como no habíamos viso nunca.

-Un montón de excavadoras y apisonadoras cerca de la casa donde vivió el Poli Díaz. Quedan ridícula la señalética de los caminos con nombre poético e indicadores hacia el monasterio de Uclés y Santiago. Verlos en mitad de este follón de tierras movidas los hace inservibles, un poco ridículos, pues su misión de vender naturaleza y esfuerzo de conservación del ruralismo, choca de frente con el brutalismo industrial y urbanístico.

-Una nueva carretera con buena solera de forjado para gran tonelaje. Le preguntamos a un amable señor que qué están haciendo en ese trazado y nos hace una demostración práctica de la filosofía del lenguaje: «poner hormigón». Respuesta tan irrefutable como inútil. Insistiendo en nuestro ansia de saber llega a añadir que es un acceso nuevo al vertedero, pero lo dice sin mucha convicción.

-Un sendero nuevo, que a indicación de dos ciclistas locales, nos permite llegar a Rivas sin pasar por la zona del arroyo y los barrizales (camino de la Sal) y esquivando el cierre de la pista de Casa Eulogio (Eulogio, ¡cabrón!)

Paseando por el Soto de las Juntas charlamos con una señora muy flaca que organiza una actividad de voluntarios para retirar kilos plantas invasoras, también con un señor muy gordo, que escapó del covid por los pelos y sale a diario para retirar kilos de su tejido adiposo.

Comemos en Rivas bastante más de lo que hemos consumido y nos volvemos con nuestras bicis impulsadas por la electricidad, pero a lo grande: metro y tren.

«gensanta», diría aquel.

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Rozas, Peñascales, Torrelodones

Ruta realizada el Miércoles 17/05/2023

Dificultad Física
Dificultad Técnica
32.4 km
604 m
19 Km Distancia Madrid
4h32'
2h55'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), 15% de trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura

Participantes: Domingo, Félix, Pepe, Mario

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Poco hay que contar, es más, podría no contar nada y hacer corta y pega de la ruta del 04/04/2021, pues también me tocó narrarla y no he de pagar derechos de autor.

Esta vez quedamos tarde, hora de yayos prostáticos y convalecientes. Al quedarme cerca de casa, llego pronto y tomo café en el Calleja. Sitio pintón y vetusto, de aspecto exterior pasado, interior antiguo, calidad alta y servicio cortés a la antigua. Uno de esos que odiarían mis hijos y adoraría mi suegra.

Salimos por donde siempre, con fresquito pero sin frío. Algo de lío de coches, camiones y furgonetas en este callejón que vierte alcampo y que entra a Carrefour. Siempre venimos por aquí en domingo y no se aprecia el mismo ajetreo. Creo que hay un atajo para entrar y salir a la autovía, evitando el enlace norte de las Rozas, además se junta la actividad de los talleres de renfe con el centro comercial. Un despropósito hortera-productivo.

Vamos en bajada, aprovechando un cauce que podría llevar agua -arroyo del Bosquillón, pero no. Este año no. En la pequeña laguna, criadero de ranas, dice Mario, una pareja de patos están a lo suyo. Veo que el macho va delante y le sigue la hembra. Eso es que ya va descargado y ahora le están pasando la lista de la compra y amenazándole con acuchillar el parqué, o lo que hagan los patos…

La humedad que acumula el viejo cauce permite algunos árboles de ribera, tampoco muchos, y densifica un poco la retama, con lo que se disimula el paraje estepario y nos hace sentir mejor, más frescos.

Ahora sobre el mapa veo que pasábamos junto al arroyo de Trofa, suyo margen recorre una pista. No sé si queda dentro o fuera del jardín de Felipe (Su Majestad), otro día lo exploramos, que puede estar bien.

Como habíamos bajado, pues toca subir a los Peñascales, tampoco mucho, no te creas, alguna rampa exigente pero corta, sin más.

Llegar al Pendolero también es cuesta arriba. Es un caserón cuadradote sobre una loma, que ostenta la calificación de “palacio”. Se usa para celebraciones, al menos allí no molestará el ruido a los vecinos. En este sitio se rodó “Ana y los lobos”, película un tanto surrealista, de factura curiosa. Es ese tipo de cine raro con voluntad de “intelectual” que se hacía en los setenta, algo así como un complemento a las pelis de destape, para que no sea todo teta, sin más.

Seguimos por la zona, sendereando en las proximidades de Hoyo de Manzanares, coronamos la ruta y nos perdonamos hacerla el moño, no subimos al mirador. No sé que va a ser de nosotros, veo a los muchachos una cara de “eléctrica” que no pueden con ella. Mario no, él va sobrado, tirando, esperando, templando, mandando… vamos, como si triunfara en las Ventas, que estamos en temporada.

Los senderuelos de esta zona y hechos en este sentido nos gustan a todos. Vas dando pedales a tironcitos, con la dificultad justa, jugando entre las retamas como si fueran un laberinto trazado a tal fin. No es que no requieran esfuerzo, es que vas entretenido y se te pasan en na. Sin enterarnos estamos en Torrelodones de ahí a Los Peñascales. Más rollo es la subidita de asfalto para coger la altura de Las Matas, pero ahí estamos, a comer prontito. Yayos, una vez más.

Valoramos alternativas y nos decidimos por uno que ya visitamos, Luisa II, así como con nombre de reina. Lo que hay dentro son cuatro fregonas y un camarero grandote de voz recia. Comemos en una mesa pequeña junto a la barra, ruido abundante, público de faena y borrachines en la puerta: cuadro costumbrista que hubiera compuesto Velázquez.

La comida bien, dentro de lo barato. Vimos tarde la oferta del chuletón y el camarero nos dijo que eso hay que avisarlo, para que atemperen y den el juego que merece. Creo que hay que darle una oportunidad, no lo olvidemos para la próxima.

Menos mal que lo que nos queda por rodar es muy llano, solo dejarse llevar. Casi me da pena que se acabe el camino, pues es cierto que la ruta fue corta y que estirar estos días mola.

Rematamos con un café en el Calleja, cortesía de Félix -gracias-. Tiene una terraza agradable, separada del mundanal ruido, donde comen algunos matrimonios de edad y otros de esos que trabajan con traje, pero que se les quedó pequeño hace años. Los visitantes coordinan perfectamente con el local, no hay engaño. Sin duda, tengo que traer a mi suegra.

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Baños – Béjar – Navalmoral

Ruta realizada el Domingo 23/04/2023

Dificultad Física
Dificultad Técnica
46.2 km
344 m
183 Km Distancia Madrid
8h05'
3h21'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura

Participantes: Domingo, Félix, Pepe, Tomas

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Salida de primavera, la fecha es abril y el cielo despejado parece negar el refrán. Desde Madrid a Baños se puede ir por dos rutas diferentes: rodeas Gredos por arriba o por debajo. Son prácticamente equivalentes, una con más pueblos y menos autovía, pero más corta; la alternativa sur invierte esas mismas variables.

Como somos gente de conocer, pioneros, intrépidos, elegimos trazados distintos. Un tercer coche podría haber desequilibrado el empate, claro, que también tenía la opción de pegarse al Jerte y el Tiétar por la  carretera de los pantanos.

Lo que no cambia es la puntualidad prusiana, puntuales como ferroviarios antiguos estamos todos en el aparcamiento del hostal La Glorieta y, para seguir con asuntos de trenes, nos preparamos para conocer la Vía de la Plata.

En el hotel las habitaciones aun no están listas, nos ofrecen dejar allí coches y equipajes y quedamos en formalizar la entrada a la vuelta.

Para ascender de Baños de Montemayor al trazado de la vía superamos la cuesta más exigente del día, saliendo por las calles que atraviesan el pueblo.

Ya ese primer contacto nos deja claro por qué se llama “Baños”. Es un núcleo urbano surgido por y para “tomar las aguas”, aquella actividad socio-terapéutica que tan en boga estuvo en el XIX y principios del XX, retomando el SPA romano (hay quien dice que las siglas vienen de “sanum per aquam” latino, también los que defienden que es el nombre de un pueblo Belga, donde comenzó todo).   

Ya lo hemos visto, ya estamos en la vía, junto al edificio de la antigua estación. Lo difícil está hecho, ahora solo queda rodar pausado, mucho rato, con muchas paradas y con más fotos. Disfrutamos de un campo verde que parece un jardín. Gran variedad de árboles todos con la hoja recién estrenada. Los castaños adelantan a los robles, los nogales están pletóricos y de cuando en cuando aparecen cerezos con fruto incipiente, para recordarnos en qué zona estamos.

Hemos tenido suerte, a pesar de la sequía, este rincón extremeño se mantiene húmedo. Bien es cierto que ahora deberían bajar torrentes de agua por todos los cauces, con sensación de estrépito, no es el caso, pero vaya, nos vale.

Durante el recorrido vemos los antiguos artilugios para guiar la circulación de los trenes y las construcciones que fueron estaciones modestas, pero muy bonitas, con paredes de piedra y tejados volados, sustentados contra las fachadas por tirantes y largueros inclinados, para aumentar la superficie protegida a los viajeros que esperan. La piedra es de la zona y la madera probablemente roble o castaño, vamos, un lujo.

Coronas el puerto sin darte cuenta, viendo a lo lejos a la autovía que lleva el mismo nombre, con mucho tráfico de camiones. Seguimos a Béjar, pero no entramos al casco urbano. El trazado tiene la amabilidad de poner la estación a al entrada y ofrecernos un túnel largo e iluminado para pasarla por debajo.

Por estirar un poco el chicle nos llegamos hasta Navalmoral de Béjar y tomamos una cerveza. El último tramo está sin acondicionar, han dejado los raíles y disimulado ligeramente las traviesas con algo de tierra añadida. No sé cómo estará de ahí hacia el norte, espero que este pequeño abandono se limite al municipio de Navalmoral, es una pena.

Comida de menú de domingo, de esos que te clavan, con unos primeros muy discretos pero un entrecote de segundo que lo justifica todo. Excelente ternera blanca y generosa pieza de carne.

Ahora ya es dejarse caer de vuelta, muy poca pendiente, sol fuerte y brisa fresca. Una gozada. Le decía a Félix que sería más fácil justificar aquí el cobro de unos euros por pasar que en muchas iglesias provincianas y paletas. Es la fe (su falta), que nos lleva a juicios pecadores.

Café durante el camino y vuelta a Baños, a tomar posesión del alojamiento. Habitaciones discretas, pero suficiente. Relación precio/calidad aprobada. Esperamos a Alfredo y completamos el equipo de la excursión.

Como hoy hubo mucho coche, nos quedamos en el mismo pueblo, paseítos cortos y cena ligera. Más paseítos, una copa de fin de fiesta y a dormir.

Parece que esto empieza bien, que volveremos a acertar con nuestras rutas ¿será así? Pues míralo en la siguiente crónica, que intuyo será jugosa.

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Boalo – Cerceda – Manzanares

Ruta realizada el Miércoles 29/03/2023

Dificultad Física
Dificultad Técnica
30.9 km
719 m
38 Km Distancia Madrid
3h46'
2h48'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura

Participantes: Félix, Pepe

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Ya avanzada la cuaresma, ya sentidos los calores, ya en mitad de la semana. Abandonados de todo y de todos, sin grupo que respalde ni ruta que les sorprenda, los ciclistas no tienen otra que sobreponerse al hastío y la desgana, aunque sea repitiendo trazados y repasando las huellas que tantas veces dejaron.

Y es así que, puestos y dispuestos a salir, optaron por el Boalo como punto de partida, también como punto de destino, pues es su costumbre hacer esos recorridos que no llevan a ninguna parte, que resultarían insustanciales para el viajero práctico, el que se traslada y conoce lo nuevo, o el que desempeña alguna faena, cometido o recado.

Los ciclistas no afrontan ni lo uno ni lo otro, ni siquiera una misión de vigilancia que podría justificar ese rodar en círculo, ellos se mueven así, sin motivo ni razón que pueda explicarse fuera de sus sentimientos, de sus sensaciones.

Salieron con mañana fresca, con pronóstico primaveral y una realidad más cercana a un verano suave.

Su rodar tranquilo y enredón, les saca por el aparcamiento por una senda verde, que no va a la ermita, sino a un murete que hay que saltar.

-ojo a las rodillas-

-cuidado, no te caigas-

Sigue la charla, sin decirse mucho, pero sin cerrar el pico. En uno de los tramos van pasando lista a los ausentes, larga lista de probables. Como testimonio, basta recorrer la lista de whatsapp creada para dar difusión a sus propuestas ciclistas (y para hablar de tetas, culos, moda deportiva, puyas políticas y comentarios futbolísticos). Sí, todos tíos, todos rancios, con pátina de modernidad, tolerancia y puntito snob, pero rancios como lo fueron sus padres, puros carpetovetónicos.

Pues eso, que solo dos salieron y se fueron en dirección a Cerceda, haciendo casi lo de siempre, pero al revés. Les sorprenden algunos tramos, les despista algún punto, pero es camino que se hace sin pérdida ni sofoco, llaneando.

Pasados los núcleos urbanos van subiendo algo, tampoco mucho. Hay un tramo de sendero bonito. Sombreado, que oculta las vistas y de las vistas. Sale a un mirador a media altura, que por no sofocarse, ni siquiera coronaron el clásico sobre el pantano “mejor, no hay necesidad”, dijo uno de ellos.

Hasta ahora también hicieron sus contactos sociales. Algunos saludos corteses, un abuelo de 79 con su eléctrica, otro grupo de puretas que se esperan en un desvío, con los ataques y recriminaciones entre ellos, como en todos los grupos. Cabría enunciar aquí un postulado a estudiar y confirmar por algún físico ¿Alfredo?: La mala leche en los grupos ciclistas es proporcional al número de asistentes y se mantiene constante cualquiera que sea la media de edad.

Llegan a Manzanares sin sorpresa ni comentarios y, en lugar de deleitarse con su estupendo castillo, se paran en las ruinas del viejo, totalmente cegado de tierra, sin visitantes. Ignorado por tik-tokers e instagramers. Observan que han hecho algunas balsas de arena de río, dentro y fuera de la construcción. A falta de indicaciones nunca sabrán si es un parque para niños, un cagadero de perros o una licencia decorativa, que peores cosas se han visto.

Entrando a la Pedriza pasan varios coches, bastantes, más de los deseables. Se preguntan por la razón, y más aún ¡la justificación! para darse un solaz paseo en día laborable.

La bajada les sirve para comprobar que esa cuesta que llega al alto Rompeherraduras es motivo de achuche en todos los grupos, que solo les pasa a ellos cuando van de salida.

Dirigiéndose hacia la sierra de Los Porrones discuten si es más fácil en un sentido u otro. Si esa cuesta que ahora les parece no terminar nunca es más dura que la entrada desde el lado del pueblo. Es igual, no va a venir nadie a subirla por ellos. El más viejo suspira por su futura e-bike y el otro le mira, como diciendo que no, que eso es bajar peldaños. Los peldaños no se bajan, si acaso que te tiren.

Al Boalo se entra por dirección prohibida, es tradición ¡claro que hay camino correcto! Pero es tradición… y ya venían ellos por aquí mucho antes de que el ayuntamiento colocase esas placas.

La sensación de descabalgar en la plaza y sacudirse el polvo a la vista de los paisanos bien podría evocar un buen western. Quedan las monturas atadas e irrumpen ellos en el saloon.

Unas cervezas y un contundente menú a la sombra rematan la jornada y cierran un cumplido compromiso.

El uno irá a pegarse con las arizónicas, el otro, forastero de aquellos pagos, se retirará discretamente con el compromiso de dejar rastro de lo sucedido.

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Aravaca – Boadilla

Ruta realizada el Sábado 25/03/2023

Dificultad Física
Dificultad Técnica
38.9 km
224 m
7 Km Distancia Madrid
3h32'
2h45'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura

Participantes: Pepe, Otros

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Salimos por dar un paseo, por que se está mejor en la calle que en el gimnasio y el día acompaña: sol y fresco.

Como empezamos tarde, elegimos una ruta conocida y sin sorpresas, con el tiempo medido para ocupar la mañana, pero respetando una hora de comida prudente. Es la vuelta clásica Hasta Boadilla, versión corta.

En la Casa de Campo cruzamos casi directamente, sin rodeos, por las pistas anchas y cómodas hasta el puente de la culebra, sobre el arroyo Meaques, construido por el arquitecto Pedro de Ribera en el s XVIII. Mucho puente para poca agua, que el cauce está casi seco. Es curioso el apelativo de culebra, pues no es que el trazado no sea recto, lo que varía es la anchura, creando espacios como para pararse a contemplar la corriente, sin molestar al resto de viandantes.

Dejamos este parque por la zona de Colonia Jardín y tomamos dirección a la M-40 por amplio campo de retamas con subida suave y vistas despejadas. Llevamos a un lado la ciudad de la imagen y al otro el club militar de la Dehesa.

Nos paramos en el campo de aterrizaje de aeromodelismo. Están volando numerosos aparatos, algunos de bastante porte. Les vemos aterrizar y despegar con maestría. Me sorprende que no hay ruido. Recordaba los motores de explosión con un escándalo de mil diablos, con acelerones brutales y un trepidar irregular que asustaba al acercarse. Ahora no, ahora son eléctricos, me aclara Javier. Más silenciosos, seguramente más fáciles de arrancar y con menos desgaste. Yo creo que aquel ruido tenía su encanto, provocaba tensión, casi miedo. Ahora somos más urbanizados y ecológicos, prudentes, reflexivos, también más limpios.

Retomamos ruta pisando sobre algunos restos de aeronaves que dejan constancia de que no todos los pilotos son igual de diestros.

Nos dirigimos ya al palacio del infante don Luís. Personaje curioso este, que fue encaminado a la vida eclesiástica desde la cuna, alcanzando el capelo cardenalicio siendo niño y con el puesto asegurado de arzobispo de Toledo.

El caso es que al muchacho le tiraban las faldas (mucho) y renegó de su destino, consiguiendo permiso para salir de la Iglesia y casarse.

Al subir al trono Carlos III, le parece que puede suponer un problema dinástico para el derecho al trono de su descendencia y condiciona el permiso de matrimonio (que antes todo debía ser consentido) a que renuncie a título y apellido Borbón, además de que viva alejado de la corte.

De esos líos nos quedó el palacio, soberbio edificio de Ventura Rodríguez, en mitad de la naturaleza, con estilo francés y unos jardines y caballerizas muy exagerados, para la representatividad que se le supone a un desheredado.

Como el marco lo justifica, hoy habían montado un acto oficial del ejército del aire, con dos aviones antiguos, desfile militar y banda de música. Era el broche final a una exposición de aeronáutica promovida por el ejército, que termina mañana domingo (https://www.ayuntamientoboadilladelmonte.org/boadilla-actualidad/noticias/boadilla-acoge-la-exposicion-volar-historia-de-una-aventura-organizada)

Cervecita mirando el espectáculo y continuamos ruta, ya sin pararnos para cumplir horario.

Recorrer el bosque de Boadilla siempre es agradable, aunque lo conozcas de sobra. Diría que tiene un aspecto más agreste que la Casa de Campo, quizá por quedarnos más retirado y que, a la vez, los árboles de gran porte están colocados para lucir, como si se hubiera decidido que crezcan más aquellos que están en los puntos más destacados, con mejor composición paisajística. Es como sí fuera una concesión del mundo para dejarse mejor entender por los humanos (eso es de Schiller, no es mío).

Vamos cerrando el círculo cuando coronamos en Majadahonda, el punto más alto de la ruta, a pesar del nombre. De ahí la vuelta a Pozuelo es muy descansada, prácticamente dejarse caer por los arenales del Monte del Pilar, que con está sequía están totalmente sueltos y hay que prestar atención para que la dirección de la bici no te lleve al suelo.

Enseguida Pozuelo y de inmediato en casa. A tiempo de la comida, con la parte deportiva satisfecha y sin cansarse demasiado. Una vez más, una mañana estupenda.

Barajas

Ruta realizada el Miércoles 15/03/2023

Dificultad Física
Dificultad Técnica
45.4 km
304 m
6 Km Distancia Madrid
3h58'
3h09'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura

Participantes: Félix, Pepe, Tomas

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Para los que nos leen desde Formigal,

Para los que nos acompañan a comer,

Para los que visitan Japón,

Para los que se esconden y no salen,

Para tantos y tantos y tantos seguidores anónimos de nuestras aventuras ciclistas…

Hoy, como primicia mundial, se os informa que hemos vuelto a salir, a rodar, a tomar el sol, a hacernos cargo de la primavera que se nos adelanta.

¡El río! con su henchido cauce por el deshielo

Ruta fácil y simple, de las que dejan más recuerdo en el culo que en las piernas. Con horario de yayo bien desayunado y en el periodo que las tristes obligaciones sujetan a los currantes, a saber, después de fichar y antes de que les suelten de corrales.

GPS humano. Más tradicional y amigable (a veces)

Como se puede observar en mapa y fotografías, se trata de dar la consabida vuelta al Aeropuerto internacional Adolfo Suárez Madrid Barajas (lo pongo entero para que abulte, truco de estudiante, que soy).

Imposible dar cuenta del recorrido sin repetirse, pues el paisaje no da para mucho y lo tenemos trillado. Quizá destacar que:

  1. Valdebebas me sigue pareciendo sobrevalorado
  2. Que lo que están haciendo pegado a la Moraleja son pisos de poco fuste y desconectados del mundo
  3. Que el arroyo que se cruza sigue oliendo mal (atentos a las verduras de proximidad. Imaginad con qué las riegan)
  4. Que los árboles de ribera están sin hojas y las flores silvestres no han salido
  5. Que el Guadarrama lleva un color como de caldo de urinario
  6. Y que la vuelta hasta la Alameda de Osuna tiene un tramo incómodo y comprometido por el tráfico.

Esto no quita, empero, que pasásemos una mañana estupenda, como parte del programa de recuperación de lisiados.

Hemos recargado vitamina D y nos volvemos a casa comidos, contentos y coloradetes del sol.

No es domingo, ni festivo, así que el castillo se disfruta desde lejos

Otro día se podrá contar más largo, pero es que llevo dos crónicas en dos días y me tengo que poner a cocinar un bacalao en salsa que compré ayer.

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Aravaca – El Pardo

Ruta realizada el Martes 14/03/2023

Dificultad Física
Dificultad Técnica
45.2 km
316 m
7 Km Distancia Madrid
4h01'
3h28'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura

Participantes: Pepe, Otros

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-Oye Javier ¿tú conoces El Pardo?

-Pues de oídas, pero en bici no sé cómo se llega

-¿Te apetece probar?

-¡Pues claro!

Así, sin más, decidimos cambiar la bici de spinning por la de verdad, el aire saturado y respirado por cincuenta pulmones (a saber, dos por asistente) por brisa fresca, el ruido ensordecedor de la música machacona por un poco de tranquilidad.

Pues eso, que nos hacemos un recorrido sencillo y turístico saliendo desde casa, en Aravaca y enfilando hacia la Casa de Campo por encima de la vía del tren.

El campo está verde, a pesar la poca agua que ha caído, la temperatura fresca y el trazado es cuesta abajo ¡qué más se puede pedir!

Tomamos el anillo ciclista y nos acercamos a Puerta Hierro (para los viejos siempre será el Parque Sindical). Aprovechamos para entrar y salir, que Javier no lo conocía. Luego ya del tirón a El Pardo, por el paso que hay junto al campo de golf del Ventisquero. Ahí tenemos quizá la subida más exigente del día, que no es mucho, ni larga, pero el parón por la lesión de gemelo hace que me resulte durilla.

Ya en la zona alta rodamos y miramos: Madrid a la derecha, a la izquierda la dehesa privada que se extiende hasta las faldas de la sierra.

En el club de tiro cogemos el sendero de bajada junto a la torreta, que no es de los más difíciles, pero sí que echamos pie a tierra en algún punto. El trazado discurre entre encina y jara, que poco más allá nos deja junto al palacio de La Quinta. Foto turística y tiramos.

Evitamos la zona complicada y rompepiernas, que hoy no toca, para llegarnos a Mingorrubio y visitar el cementerio. Lo justo entrar y salir, sin ganas de quedarnos, que nos esperen allí muchos años.

Luego el pueblo y el palacio, cuyos jardines no pudimos ver porque había un acto oficial ¡otro día será!

Vuelta por la pista de la margen izquierda del rio y retorno a Aravaca por el sendero de la A6, que es ruidoso e incómodo, pero te acerca en un periquete.

Por no llegar a casa mucho más tarde de la dos, perdonamos la cerveza y la dejamos emplazada para la próxima salida.

¡Vaya el brindis por adelantado! Un placer, Javier.

Villalba – Galapagar – La Navata

Ruta realizada el Miércoles 01/02/2023

Dificultad Física
Dificultad Técnica
40.6 km
315 m
37 Km Distancia Madrid
4h50'
3h51'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, con dos obstáculos, sin limitaciones de temperatura, 150 metros no ciclable

Participantes: Domingo, Félix, Juanlu, Pepe, Mario

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Salimos de los Negrales, concretamente del restaurante Reina Victoria ¡ahí es na! No han dado las 10h y ya estamos todos, pero eso no quita que hubiera tiempo para un café con JuanLu mientras los demás se acicalan.

En casa tuve que rascar hielo del coche con una temperatura de -3ºC. Aquí en el aparcamiento no es que haga calor, pero está mucho más llevadero, no hay viento y el sol ayuda mucho.

Otras veces hemos salido de aquí cerca, un poco más abajo. También un poco más arriba, desde el parque ese que hay en Villalba y donde una vez un camarero nos pronosticó el confinamiento que se nos venía encima. Así, sin darse importancia, nos dijo “estamos jodidos, porque mi jefe ha tenido una reunión en el ayuntamiento y nos ha dicho que no compremos para la cocina, que no nos va a hacer falta” ¡qué cabrón! Me joden los profetas. A partir de ese día nos pasamos unos mesecitos en casa, viendo escapar la primavera desde la ventana.

Espera, que me voy… Pues eso, que hoy salimos de un sitio nuevo, que cruzamos el pueblo enterito y nos hacemos una ruta de las clásicas, amenas y llevaderas. Algo más compleja en algunos tramos, pero en general sencilla.

Con un rodar facilón nos plantamos en la ermita del Cerrillo (no conocía yo ese San Cerrillo) y poco después en la aldea esa de los hippies, o traperos, o borrachos, o perroflautas, o drogatas, o …. Bueno, se entiende. A mi no me parecían mas que un poco alternativos, pero a mi amigo… ya le conocéis. Resulta que la iglesia que había la ha vallado el ayuntamiento, porque hubo derrumbes y no quieren responsabilidades. La casa redonda la han derruido y lo único que queda para entretener a los muchachos es un camión ruinoso, de esos con pinta de vivienda circense antigua, en el que creo debía pernoctar todavía alguien y que hizo las delicias de mis amiguetes: que si mira el asiento, que qué viejo, que qué tiña tiene, que esto ya no anda. Venga, vamos a andar nosotros, que a los de dentro no les debe hacer mucha gracia que despreciemos su hogar.

Luego el sendero del arroyo Ladrón, Con su embalse al final. Ahí otra paradita larga para jugar a tirar piedras al estanque helado. Unas rompen el hielo, otras no, se forman burbujas que corren bajo la capa helada siguiendo un mismo patrón. Suficiente para acrecentar nuestro espíritu investigador y científico: hay que tirar más piedras y sacar conclusiones. No hubo tales, o al menos no unánimes, pero cada vez hay que ir más lejos a buscar las piedras, así que seguimos ruta.

Los senderitos de Valmayor y un pequeño rodeo porque no podemos pasar por el puente peatonal, ese que cerraron hace años para un pequeño arreglo. Luego el cruce por la carretera, por fuera del asfalto, en un trazado estrecho que el manillar casi roza con el pretil. Estresante, sin más.

Cuesta por la cañada real, cruce de Galapagar y visita al Canto del Peso, pero ya no paramos, que llevamos una mañanita zángana de cojones.

Damos vuelta a La Navata, vemos el puente de siempre, empujamos la bici cuesta arriba, como siempre, y nos dirigimos a por el último tramo de la ruta, junto al embalse de las Nieves.

Ahí hacemos la de siempre, dudamos y pasamos la barrera que no es, volvemos atrás, saltamos la valla y cruzamos la finca privada sendereando un buen rato, luego hay que arrastrar el culo por debajo de la alambrada para seguir próximos al cauce. Creedme, no merece la pena, lo hacemos siempre, nos equivocamos siempre y, como siempre, acabamos por un sendero de andar donde te hinchas a tirar de la bici. Hace un buen rato que la mitad del grupo esquivó la peripecia, largándose derechitos por la carretera. Pues ni lo uno, ni lo otro, hay que buscar una alternativa que nos evite el compromiso de saltarnos la valla y las penalidades de empujar la bici.

Salimos al casco urbano y callejeamos de vuelta hasta el restaurante.

Mario invita a cerveza, porque una vez fue su cumple y, lo importante, porque su riñón sigue bien. La comida estuvo correcta, un camarero amable, un menú aceptable y con las bicis ya cargadas en el coche.

Nos lo contamos todo, pero entendemos solo la mitad, porque tenemos detrás un grupo de loros paletos, pintadas a brochazos cual ave del paraíso, que son capaces de enmudecer todo un mercado de abastos con sus gritos. He llegado a casa un poco afónico, en serio, y no se lo achaco todo al catarro que traje.

Con el segundo café nos dan las cinco sentados en la mesa. La señora del bar empieza a barrenos los pies y Domingo nos dice que va pegado para la clase de fotografía. Se nos va el santo (San Cerrillo, claro) al cielo. Y es que estas salidas de viejos con actitud de críos es lo mejor de toda la semana.

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Soto del Real – ermita Remedios – Hoya San Blas

Ruta realizada el Domingo 18/12/2022

Dificultad Física
Dificultad Técnica
38.1 km
805 m
37 Km Distancia Madrid
4h03'
3h08'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura, zona de fotografía interesante

Participantes: Félix, Pepe

Mas detalle ruta

Descarga ruta: Soto-Hoya-de-San-Blas1.gpx
Reproductor audio crónica:

Después de una ruta así llegas al coche con algo de frío, el barro te roza en las ingles tanto como en el desviador y, eso sí, una sonrisa tonta, de esas de niño pequeño, que no sabes por qué, que no puedes atribuir a nada concreto, pero ¡joder cómo estaba el campo!

Habíamos bajado derechitos, soltando freno y pisando charco, levantando piedras y espantando paseantes. No recordaba yo lo largo que es este tramo.

La velocidad nos impidió contemplar en detalle el embalse de los Palancares, aunque casi mejor, porque Félix se para con todo, le distrae la cosa más tonta, cuando sacas a los niños de casa, es lo que tiene. Me dio la sensación que se reflejaba el cielo sobre la superficie lisa, con un espejo de mercurio, de esos de los que fardaban los Omeya.

Acababa de despejarse el camino, justo al salir del pinar de la Hoya. La pista es lisa, con pedernal pequeño suelto, poca luz y mucha humedad. Discurrimos por un túnel rojizo con luz al fondo, como saliendo de algo.

…en busca de la luz

No habíamos hecho la trialera esa que sale a la casa, con lo que tampoco fue necesaria la subida de la primera mitad del puerto de Morcuera ¿por qué? ¿por la hora? Era tarde, sí, ¿por pereza? También incluso más que por el retraso. Así que le quitamos tres o cuatro kilómetros al trazado original y algo de desnivel. No lo echamos en falta, llevábamos suficiente.

La subida desde la gasolinera de Soto por la pista del Jacarandá coincide con el surtido de paletos domingueros que bajan en coches gordos y “fragonetas”. No sé cómo se aventuran, con el día tan feo que hace y lo bonita que esta la tele en estas fechas. El consorte juraba que era una pista nueva, os lo prometo. Lo que hace la niebla no lo consigue ni el vino.

Si que había algún tramo nuevo en la parte anterior, al otro lado de la carretera de Miraflores. No mucho, pero sí algún detallito curioso. Prados muy verdes, arroyos que lo mojan todo y alguna panda de ciclistas en sentido contrario. También motos en un par de puntos. Lo menos diez tíos viejos con motos gordas, que se acojonaron bajando una senda complicada y dejaron un tufo de humo horrible que nos comimos de subida ¿dónde están ahora los civiles? Tiene cojones que tengan los güevos de meterse en un sitio así y que se vayan de rositas. Es vergonzoso.

Resulta que pegadito a la FAMET está la ermita de Nuestra Señora de los Remedios. Hemos pasado por allí en repetidas ocasiones, pero no habíamos entrado nunca. Como estamos casi empezando y no reparamos en las pérdidas de tiempo, hacemos una visita detallada, por dentro y por fuera, con fotos, de la construcción y el entorno, de la necrópolis visigótica anexa y sus moradores, parloteo con las excursionistas (no son visigodas) y seguimos camino.

Veníamos de una subida procurando buscar el sendero, que el pequeño tramo de carretera que indicaba la ruta era peligroso por la niebla.

Nos estaba viniendo bien la cuesta, que íbamos todavía fríos, nos faltaban grados. Acabábamos de recorrer algún camino nuevo, por debajo del AVE, junto al presidio, por el puente del tren antiguo, parajes abiertos que la niebla hace diferentes, borrosos, con un cierto misterio por aquello de la soledad. Los ciclistas con los que coincidimos se dibujan de forma curiosa, limitados pero no definidos, como define Spinoza al hombre.

Al ser solo dos, la arrancada es más rápida, menos preparativos. Poniéndonos la braga y los guantes comentamos con el chaval que aparcó cerca de nosotros: cuidado hoy en la bici de carretera, no os vaya a barrer un coche. Esperamos que les haya ido bien.

Llegamos casi a la vez al aparcamiento, una meada justa de diferencia. Joder qué niebla y qué frío. Al aproximarnos por la carretera ya se veía que nos íbamos a meter dentro del mar de nubes. Venga, vamos a ello que hoy rodamos los dos solos.

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Casa de Campo – Boadilla

Ruta realizada el Jueves 01/12/2022

Dificultad Física
Dificultad Técnica
54.9 km
589 m
3 Km Distancia Madrid
4h03'
3h35'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura

Participantes: Alfredo, Pepe, Tomas

Mas detalle ruta

Temperatura media: 11.3
Descarga ruta: Casa-Campo-Boadilla20221201.gpx
Reproductor audio crónica:

Pues no lo voy a contar muy largo, porque tampoco da para ello, pero el caso es que salimos, rodamos, disfrutamos y volvimos.

Hoy la ruta viene mareada y, con su mareo, se resolvió de forma cercana. Las razones dan igual, de hecho, ahí tenemos el proyecto de ley de cuidado a familiares para que cada uno se tome unos días dedicados a los suyos.

Quedamos a las 10h en el puente del rey para tomar un café y, ya que estamos, montar en bici.

Del café destacamos que Tomás montó en bici con su hijo y que Alfredo está subsumido en el proceloso mundo de la administración pública.

Salimos cuesta arriba y por la sombra para cruzar la casa de campo. Da gusto los días laborables: fresca, despejada, dispuesta para los yayos.

Hay menos charcos y más verde, el follaje bien, gracias, las cuestas del tirón y la salida, por ese endiablado barrio que siempre obliga a tomar las calles en dirección contraria.

No se queja nadie, así que yo sigo y tiro. Me aprovecho de que no hay ruta y soy yo el que conoce el recorrido ¡qué lujazo eso de ir delante, que no te ganen!

Para remontar el campo de retamas hasta la M-40 elegimos alguna variación, algún sendero, pero nada destacable, pues es un sitio despejado y todo te queda a la vista, no es como el Ikea, que mantiene el misterio de los pasillos sin permitirte ver lo que te pierdes, o de lo que te salvas….

Llegamos y cruzamos la autopista. Vistas de Madrid y más campo por ambos lados. Era el momento de decidir si visitamos el Guadarrama (muy recomendable), si pasamos por Villaviciosa o si nos conformamos con lo fácil. Bueno, hemos salido tarde, asumimos que se puede comer en casa y no veo mucho ánimo de hacer méritos, aunque ninguno nos negamos en redondo, parece suficiente el recorrido corto.

Con esta idea en mente, nos dejamos caer a palacio, que esta vez encontramos en plena efervescencia, están todas las fuerzas públicas del ayto. de Boadilla, con sus pertrechos para la nieve, sus maquinitas, sus palas y la leche de artilugios relucientes. No sé si nevará, pero ellos dejan claro que preparados, están.

Aprovechamos el descuido de los servidores públicos para colarnos de rondón en el palacio y hacernos alguna foto. Oye, tú, está chulo, lo han puesto estupendo, los salones, los techos, la iluminación; todo limpísimo. Merecería la pena hacer una visita completa.

Ahora ya tiramos al monte, más que monte, jardín, pues lo del bosque de Boadilla es una chulada, más idílica que salvaje, casi urbana, con unos árboles grandes y saludables, de diseño, que se note que el ser uno de los ayuntamientos más ricos de España no se queda en las personas, ni siquiera en la fauna ¡llega a las plantas! hermosas, mimadas y admiradas como el culo de las Kardasian.

Saliendo del bosque nos ponemos en Majadahonda, con todo el desnivel serio superado.

Nos vamos dejando caer tranquilamente por el monte de El Pilar, o el Pinar de los Oriol, o pinar de El Plantío, que de todos modos se conoce.

Cruzamos Pozuelo y nos ponemos de nuevo en la Casa de Campo. La ruta queda superada y cada mochuelo a su olivo. Bueno, hubo muchos que se quedaron en el nido ¡otra vez será!

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