Ruta realizada el Miércoles 20/04/2022
Participantes: Domingo, Félix, Pepe, Gustavo
Reproductor audio crónica:
Había ganas de volver a ver a la gente del grupo, más aún si era para una escapada de 3 días. La absurda agenda que tenemos a veces, más un continuo cúmulo de incidencias, lo había imposibilitado durante demasiado tiempo. Esta vez, nada fallaba y la idea de zonas, rutas y el plan general era genial.
Sin embargo, a medida que se fue acercando la fecha, las previsiones del tiempo parecían querer chafarlo todo. Felizmente pudieron más las ganas de salir que las limitaciones meteorológicas y todos (bueno, todos … no) nos conjuramos para superarlas como si fuera una remontada de Champions del Madrid.
Alfredo no puedo acompañarnos en este primer día, estando más que justificada su ausencia por tener que divulgar en una jornada formativa sus amplios y contrastados conocimientos teckys.
Esta etapa tenía como objetivo el hacer una vuelta completa al Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, saliendo desde Villarrubia de los Ojos. Sobre el plano, ruta perfecta, muy bien diseñada con la única duda de su autor (persona de contrastado y dilatado metecharqueo) y el posible estado del terreno, más con la lluvia que supuestamente iba a caer.
Viaje en coche hasta ese pueblo, amenizado, además de la por la lluvia constante, a veces fuerte, por los sinceros lamentos de Rufi por no habernos acompañado y sus continuos lanzamientos de parabienes y buenos deseos para la jornada, demostrando ser un atletista de pura cepa y todo corazón.
Llegada al pueblo, frío en lo climatológico y en lo manchego. Día de mercado. Pero, ¡ay amigo!, la lluvia había parado como por ensalmo. Cafecito para los que íbamos un poco por delante en el trayecto y rápida puesta en marcha a la salida del pueblo.
Tras cruzar el Cigüela (sí, ese del colegio) entramos en la zona de influencia del Parque Nacional. Paisaje apetecible, distinto, de campo en primavera, olor a limpio por la lluvia caída. Se antoja que tiene mucho valor ecológico, pero no aciertas a entender del todo por qué. Falta un naturalista en este grupo.
El terreno es plano, lo que permite una buena marcha y una rápida entrada en calor. Sensación plena de bienestar. El mapa del GPS me empieza indicar las zonas inundables (inundadas en el pasado). El agua, eso sí, no se ve por ninguna parte. Simplemente, ya no la hay ni se la espera.
Sequía, sobreexplotación del acuífero por riego y, como nos dijeron luego en Ruidera, taladro sistemático del fondo de acuífero por parte de los pozos, parecen haber llevado la situación a un punto de no retorno, donde no se vislumbra la solución.
En pleno disfrute de la ruta, nos aparece una barrera prohibiendo el paso. Obviamente sería para vehículos, pensamos, cómo se le van a poner puertas a este campo, etc. y además el track pasa por ahí (aunque sea del metecharcos). No hay dudas, pa dentro.
Avanzados unos kilómetros, cruce con un todo-terreno que más tarde volvió a aparecer, parado, esperando a abrir una barrera y esperándonos a nosotros. Es un agente del parque que nos indica que en efecto está prohibido entrar en esa zona, incluso andando. Amable pero firme nos señala la forma de salirnos y retomar la ruta por otro camino.
Nada importante para nuestros planes, pero su explicación de preservación y evitación de muchedumbres se antoja, visto lo visto después, un tanto funcionarial e incluso contraproducente para la divulgación de las virtudes de las Tablas.
La llegada al Centro de Interpretación del Parque nos deparó el feliz encuentro con la funcionaria de turno. Indicación, borde, de dónde dejar las bicis para hacer el recorrido a pie y recomendación de ruta prioritaria (totalmente equivocada si quieres ver bichos). Una crack.
El recorrido a pie por ese pequeño y frecuentado (aunque no vimos a más de 10 personas) núcleo del Parque, agradable por supuesto pero deja ver para los que lo habíamos visitado con anterioridad, que el nivel del agua es excesivamente bajo. Se aprecian incluso las huellas de los limpiadores de charcas, posible mejor destino para la funcionara mencionada. Muy pocos, casi ninguno, pájaro o pato en las charcas.
Ya de vuelta, y al menos yo, algo defraudado, acertamos a realizar adicionalmente la ruta roja que confluye en un mirador habilitado sobre las aguas del río Guadiana. Ahí sí pudimos apreciar flamencos, una colonia de cigüeñas y varias clases de patos, de cuyo nombre no puedo acordarme. Buen regusto final, afortunadamente.
Vuelta al centro, recogida de bicis y búsqueda de sitio para comer. Acierto de pleno en La Duquesa. Un menú más que aceptable que me permitió quitarme el mono de gachas. Atendidos por un tipo amable en todo. Anécdota interesante sobre el enterramiento de la duquesa original en Guadalajara, algo que personalmente me ha dejado integrado y que perseguiré por conocer su ubicación exacta.
Dado que faltaban 30 kms de ruta le preguntamos si creía podría llover. Su respuesta me pareció un lamento con un punto de amargura: hoy no va a llover; aquí no llueve nunca.
A esa hora debía estar ya calentando el Atleti para su partido en la cumbre con el Granada.
El resto del camino, bordeando siempre el Parque Nacional, absolutamente delicioso, aunque en muchos momentos parecían más atractivos los campos de labor adehesados a la izquierda, pletóricos de primavera, que los terrenos del Parque Nacional a la derecha.
Más adelante, aparecieron los viñedos y se entendía claramente una de las causas de la falta de agua; los pozos de riego con bombas alimentadas con paneles solares. Yo los conocía de otra parte de La Mancha, pero allí no había un Parque Nacional que desecar. Además, se sigue plantando viñedo nuevo. ¡”País” que decía Forges!
Ya en el coche, pusimos rumbo a Ruidera con la satisfacción de la ruta realizada y la sensación de haber robado el día al tiempo. Carretera agradable a Ruidera, percibiendo el paulatino cambio de terreno y amenizado por la visión de una merienda de unos 20 cérvidos en un sembrado próximo.
Ruidera se segregó de Argamasilla de Alba en 1990. Treinta y dos añitos han pasado y viendo la arquitectura pre y post, y su trazado urbanístico, bien pudiera usarse como ejemplo de las ventajas políticas del independentismo y bien pudieran también sus habitantes parafrasear con orgullo aquello de Roosevelt: esto es un m. pero es nuestra m.
Recepción cercana por parte de Juan, el hostelero, persona peculiar con múltiples habilidades e inquietudes intelectuales. Entre ellas, una memoria prodigiosa ya que 37 años después todavía recordaba la visita de los Montalvo-Isasi. Me pregunto: ¿Es así siempre Juan? o ¿Qué hicieron tan ilustres huéspedes para dejar tal huella?
Tiene también un sentido del humor peculiar que aplica de forma continua en la conversación llegando a desconcertar, al menos a mí. Ejemplo:
- Juan, ¿me puedes poner un café solo?
- ¿No quieres taza?
Cena en el mejor sitio abierto (por ser el único), ya con la compañía de Alfredo, donde nos parecieron más que aceptables el paté de perdiz y el vino: una cencibel, nombre manchego de la popular tempranillo, cosa que en ese momento yo desconocía. Todo ello amenizado por la retransmisión en directo de la nueva victoria del Madrid, que le acerca aún más al título de Liga.
En resumen, día redondo y que nos dejó a todos de vuelta al hotel con una sonrisa de satisfacción de oreja a oreja. Bueno, todos … no.
El Atleti había cosechado un triste empate a cero con el Granada en su campo de más allá de San Blas. Me imagino que al dolor de muelas por la oportunidad de escapada perdida se le unió una cierta acidez estomacal. Nadie es perfecto.
Hasta la próxima y que sea pronto.
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