Ruta realizada el Jueves 16/01/2020
Participantes: Alfredo, Domingo, Juanlu, Pepe
Reproductor audio crónica:
La mañana no empezó bien. Todos los pronósticos daban un día nublado pero sin lluvia y nos encontramos que empezaba a chispear. Pepe, con gran instinto paternal, nos alertó de que empezaba a llover. Camino de Hoyo, pudimos comprobar que las gotitas empezaban a convertir en un buen aguacero, para deleite de Juanlu, que demostrando un arrojo sin límites, había venido sin el imprescindible chubasquero.
Llegué a Ohio (así llamabamos a Hoyo en mi etapa de IMEC donde realicé la academia en su cuartel de ingenieros) unos 5 min. antes de la hora, aparcando en una zona dispuesta para tal fin en el centro del pueblo (un lujo, la verdad; ya lo podían copiar en otros pueblos). No vi movimiento de bicis, aunque estaba la Orbea de Pepe, todavía en la portabicis, orgullosa y desafiante. Los muy perros se habían ido a un bar, seguramente a meterse un carajillo (oficialmente, un café). Salimos, con los ánimos un poco pasados por agua porque el día pintaba bastante mal y nos pesaban los augurios de Felix que, desde su catarro, nos pronosticaba una ciclogénesis apocalíptica. Pero tampoco había que preocuparse mucho, porque era una ruta sencillita. O al menos eso creíamos.
Las primeras luces de alarma surgieron cuando a Alfredo le empezó a sonar la ruta. Al principio nadie le hacía caso, dada su fama recordando hechos pasados, pero ante su insistencia llegamos a la conclusión de que ese tramo formaba parte de la de Torreledones que, como se puede ver en una crónica anterior, fue de todo menos fácil. La cuestión es que aquello empezaba a complicarse, confirmando en la idea de que Flopez67, el fulano que subió la ruta a Wikiloc, nos la había metido doblada. Y es que Flopez67 define a esta ruta como «sin apenas dificultad alguna, salvo algún tramo algo roto…». La madre que lo parió… Supongo que estará habituado a hacer rutas por el K2.
Entre jaras, llegamos a la Berzosa, metiéndonos después en el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzares. Allí empezamos un sube-baja por sendas de tierra y piedra por las que atravesamos el Cuchillar y hasta llegar a la Lancha de los Machos. Un grupo de excursionista nos hizo una foto, con unas chorreras de fondo antes de afrontar la lancha.
La lancha tenía ese nombre por algo. Como es habitual, Alfredo nos dio una master class, subiéndosela y esperando arriba, para constatar nuestra inutilidad absoluta.
Con los morros bien calentitos, nos dirigimos hacia las inmediaciones de Villalba, atravesando la urbanización Fontenebro. Esta zona ya si era más pistera, atravesando dehesa tras dehesapor pistas rápidas. Y así, sin enterarnos, llegamos a Moralzarzal, donde a Pepe le vino a la cabeza una vez que quedaron con Felix en su polideportivo con Jesús. Ahí sigue estando nuestro amigo.
Por pistas rápidas, alcanzamos Cerdena, desviándonos a continuación al Prado Boyero, que a pesar del invierno estaba precioso, con sus vaquitas y todo. En sus inmediaciones, nos decidimos a tomar el platanito.
Atravesamos la M-607 y coguimos unas pistas (estas eran las famosas pistas de nuestro amigo Flopez67) donde nos metimos el plato grande y nos liamos la manta a la cabeza.
En el puente del Batan era el punto donde empieza originalmente la ruta propuesta por nuestro amigo Flopez. En este punto nos quedaban unos 12 kms. Esto fue un acicate para Alfredo que ya estaba hambriento y preocupado porque no llegásemos a una buena hora para comer, así que el ritmo se incrementó.
En una de las pistas que enfilaba Hoyo, nos encontramos una oveja que acababa de dar a luz un corderillo. Impresionante. Era curioso ver como la oveja defendía como podía a su retoño.
El pelotón iba ya deshilachado. Pasamos raudos al lado de la charca donde se encuentran los más preciados anfibios de la Comunidad de Madrid. Ya había ganas de llegar, pero lo repechos y repechones seguían apareciendo.
Por fin llegamos a la Escuela de Ingenieros de Hoyo (de la que tenía un recuerdo totalmente diferente; cosas de la edad) y allí nos planteamos seguir el track estrictamente o mandarlo a freir espárragos, siguiendo por la carretera. Pepe abogaba por lo segundo (Juanlu y yo no teníamos fuerzas para opinar) pero, noblemente, accedió a seguir la rigurosidad de Alfredo en el seguimiento del track, y como premio, nos chupamos otros 2 repechones.
Y en una de las subidas de 1:1 pasó: ¡Alfredo se cayó! No nos lo creíamos. Aun en el suelo, como un coloso, intentaba levantarse, dando pedales, lanzando barro y piedras a su alrededor. Una lástima no disponer de un documento gráfico, pero era tanto el estupor, que no reaccionamos a tiempo. Hay que decir que el cuestón era de pan y moja, no solo por la pendiente, las piedras y el verdín, si no porque tenía obstáculos adicionales a los lados.
Ya llegando al pueblo, el track nos metía claramente por una zona de bajada que, indefectiblemente, nos llevaba a un nuevo subidón y ahí Pepe, ya en modo gruñón, se impuso, atajando y entrando al pueblo de rondón. Sin perder tiempo, nos dirigimos al restaurante, donde dejamos nuestras monturas a la vista. El menú era de lo más completo, pero como era de esperar, optamos por lo más rotundo: fabada, costillas y pollo con polvo de quicos más un postre, claro.
Y así acabó el día, recargando la mochila con una ruta preciosa, la sensación del deber cumplido y un día estupendo, compartiendo experiencias con amigos. Ah, se me olvidaba, y con ganas de conocer personalmente a Flopez67…
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