Ruta realizada el Lunes 24/05/2021
Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Juanlu, Pepe
Reproductor audio crónica:
Ésta es la primera crónica de nuestra escapada a las Merindades. Cómo siempre, salimos con puntualidad germánica y nos encontramos a mitad de camino para desayunar. Estamos de maniobras no de viaje turístico, leches. Esta expedición va «full equipped«, con navegante y diseñador de tracks, asesor cultural, relaciones publicas, analista de restauración, gadget assistant,… Vamos, que no ha faltado detalle. Por tener, nuestro grupito de ciclismo incluso tiene hasta fenómenos paranormales. Ya es bien conocido el síndrome Rufi (un caso de gafe gastrónómico) y había firmes sospechas de la existencia de la maldición Surroca (confirmada en este viaje, como se puede apreciar en la tercera crónica del mismo). Pero ahora ha aparecido la SRR (Sunday Revenge Reaction) y hay sospechas de la existencia del Efecto Cola de Montalvo y del Juanlu’s Watermelon Gravitational Attractor. Pero basta ya de temas científicos y vamos a empezar con la ruta.
Llegamos 2 minutos antes de lo previsto a Cigüenza y ocupamos la plaza. Nos quedamos gratamente sorprendidos ante la calidad del alojamiento y la amabilidad de la gente de lo llevaba, con Ana Mari a la cabeza. Nada que ver con mi familia de Burgos capital, doy fe. Nos cambiamos y salimos echando leches para enfrentarnos a nuestra primera ruta en las Merindades, acompañados por una fina lluvia que nos obligó a ponernos los chubasqueros.
La ruta original transcurría por una carretera supuestamente poco transitada. Pronto comprobamos que no era así y, además, la lluvia no facilitaba las cosas. Por suerte Pepe había buscado y encontrado una alternativa que transitaba por un bosque paralelo a la carretera y que conectaba con una vía verde.
Fue todo un acierto porque el camino era precioso, transcurriendo por un bosque de ribera que nos acompañó hasta que alcanzamos la vía verde.
Al cabo de unos kilómetros desembocamos en la Vía Verde Santander Mediterráneo, un proyecto todavía en ejecución como pudimos ver, que va a permitir unir en bicicleta prácticamente el centro de Burgos (desde Quintanilla de Vivar) con Santelices en la Merindad de Valdeporres. Cuando finalice, serán más de 100 km de vía exclusiva para ciclistas y peatones atravesando el Valle del Río Ubierna, La Bureba, Poza de la Sal, Oña, el Desfiladero de la Horadada, Trespaderne, Nofuentes, Medina de Pomar, Villarcayo, Puentedey, el río Nela, las espectaculares merindades de Sotoscueva y Valdeporres.
Al pasar por la estación de Escaño, abandonamos la vía verde en una suave ascensión entre cultivos en dirección a Nela. Por suerte, dejó definitivamente de llover, aunque se mantuvo la amenaza hasta mediodía.
En el horizonte se adivinaba la zona hacia la que nos dirigíamos. Los pueblos estaban muy cuidados, manteniendo el aspecto rural que han perdido tantos lugares de nuestra geografía.
Una zona de pendientes pronunciadas nos sacó de nuestro circulo de confort pero fue una falsa alarma. Pronto volvimos a nuestra ruta facilona, ya enfilando el siguiente pueblo, Sobrepeña.
Y de aquí, en menos de lo que tardo en contarlo, saltamos a Quintanilla Valdebodres, donde visitamos el Pozo del Infierno, un manantial con más de 100 metros de profundidad.
Y un poquito más abajo, se encuentra un antiguo molino harinero que aprovechaba su agua.
Cerca de la salida de este bonito pueblo se encuentra la Cascada de Mea, con un precioso cuestón entre quejigos y encinas, que hicimos en parte montado pero que pronto se impuso a nuestras aptitudes y actitudes. Sacamos el dron e hicimos un poco el payaso, como es característico de nuestra idiosincrasia.
Puentedey estaba a tiro de piedra, así que llegamos enseguida. Un pueblo impresionantes. El río Nela ha excavado a lo largo de millones de años un fantástico arco natural a través de la roca. Lo que el río hizo para continuar su camino hacia el Ebro, las gentes del lugar lo aprovecharon para quedarse allí. De paso, los Brizuela se construyeron una torre-palacio y la Iglesia, que no iba a ser menos, San Pelayo, románica a tope.
Aprovechando que el tiempo aguantaba, comimos en la terraza de uno de los 2 restaurantes que había en el pueblo. Fue un simple plato combinado pero nos supo a gloria. Después de esto, exploramos la parte baja del pueblo, dirigiéndonos hacia el rio Nela.
Con el buche lleno decidimos tomar el camino fácil, es decir, la vía verde que habíamos tomado al principio de la ruta. En esta parte no estaba acabada del todo y en algunos lugares nos comimos un ratito de balastro.
En Brizuela nos salimos de la vía a la altura de su estación para echar un vistazo al pueblo y a su iglesia dedicada a San Cristóbal.
Ya nos quedaba poco para llegar a nuestro hotel, pero por el camino pensamos que, dado que no era muy tarde y teníamos luz, quizás no sería mala idea ver Villarcayo en bici. Pues dicho y hecho, seguimos por la vía hasta el susodicho pueblo, que resultó ser una castaña pilonga, por lo que hicimos muy bien. Lo que más nos gustó fue una locomotora abandonada en un parque, una Mikado 141, un maquinón ingles de los 50. Con eso está todo dicho…
Y con esto acabamos nuestra primera ruta por las Merindades. Nos esperaba una habitación de lujo y una cena que no se la saltaba un galgo. De hecho, algunos pedimos alubias rojas de primero… Una ruta y un día estupendos, pero no serían los únicos, no.
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