San Agustín de Guadalix-Azud del Mesto-Pedrezuela

Ruta realizada el Jueves 16/09/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
39.4 km
612 m
30 Km Distancia Madrid
4h29'
3h14'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Domingo, Félix, Pepe, Rufi

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Empezamos la nueva temporada después del verano. Un día genial para montar, con un cielo de nubes algodonosas y una temperatura perfecta. Momento de reencuentro aunque esta vez sólo hemos sido cuatro los que nos hemos enfrentado a esta ruta. Los días anteriores llovió a mares por lo que era imprescindible buscar una ruta con el menor barro posible. La zona de Guadalix es ideal para estas ocasiones por lo que decidimos hacer este clásico que ya nos sabemos de memoria (bueno, unos más que otros…).

Aparcamos enfrente del tanatorio de San Agustín. Esta vez preferimos sustituir nuestro clásico aparcamiento en el polígono por este lugar lleno de «tranquilidad». Quitando los aspectos luctuosos del sitio, la verdad es que está genial para aparcar, recoger y limpiar las bicicletas.

Quedamos pronto, a las 9, para que Pepe pudiese asistir a sus clases filosóficas de la tarde. Llegamos todos a la hora, celebramos el reencuentro (sin mariconadas ni cosas griegas de esas) y nos pusimos al tajo.

Hay días tontos y este fue uno de ellos. Nada más empezar comprobamos la falta de comunicación que teníamos con nuestros GPS. Nos liamos un poco, sobre todo yo, que me enredé con una zarza y estuve a punto de besar el suelo. Ya tenía mi caricia gatuna nada más empezar la fiesta. Pero finalmente afinamos el tiro, siguiendo la ruta que nos llevaba al polígono, atravesando el rio Guadalix y que nos sacaba del pueblo en dirección al azud.

Esta vez no nos detuvimos para ver el salto del Hervidero. Había prisa, la teníamos muy vista y el ritmo era bastante rápido. Pronto llevamos al azud. Había charcos y algo de barro pero nada grave que perturbara las buenas sensaciones que siempre me ha dado este lugar.

Al fondo, el acueducto del Zegri

El disfrute de este recorrido tiene su precio. Para salir de azud del Mestre hay que superar una buena subidita con un estupendo firme de piedra suelta. Arriba nos espera el pueblo de Pedrezuela que atravesamos en un pis-pas.

En el embalse del Vellón (o de Pedrezuela, como dicen lo del pueblo, que es su pantano, leñe) nos paramos, como siempre, a tomarnos el platanito.

El Watermelon Team, luciendo su nueva equipación banana style.

Después del piscolabis, dejamos atrás Montenebro y cogimos velocidad por las pistas que nos llevaron a atravesar el acueducto del Zegri.

Después de un rato y una pequeña trialera, nos lo volvimos a encontrar de nuevo, esta vez desde abajo.

Desde aquí, poco quedaba ya. Pronto llegamos al Guadalix de nuevo y nos plantamos en los coches con tiempo suficiente para que Pepe pudiese ir a la universidad. Rufi encontró problemas con su pasador de la rueda delantera y decidió ir corriendo al Trek de Alcobendas. Demostrando un elevado nivel tecnológico, allí le dieron la solución definitiva, cargándoselo del todo-todo.

Félix y yo nos fuimos al comer a La Kedada, aparcando en la puerta. Como siempre, no nos decepciono.

Un día estupendo con una ruta agradable y la mejor compañía. Así da gusto volver de vacaciones.

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Cerdedilla a Fuenfría por Puricelli una vez más

Ruta realizada el Lunes 02/08/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
37.8 km
1089 m
46 Km Distancia Madrid
4h34'
3h13'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Domingo, Félix, Pepe, Otros

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Reproductor audio crónica:

El verano nos vuelve perezosos hasta para buscar nuevas rutas. Claro, que tampoco es fácil estar dispuestos a arrostrar el duro sol del verano, como vimos en la última del Escorial. Aunque haya sombra, los momentos en que te enfrentas al sol te crujen. Y no está fácil encontrar rutas por bosques, no. Así que una vez más recurrimos a la archiconocida rutita por la carretera de la República. Pera esta vez no es como otras. Ha sido algo entrañable. como de andar por casa, por el barrio. Pepe ha invitado a dos amigos de su infancia. Uno, Tomás, nos ha acompañado en el recorrido, muy en forma y amenizando la subida con sus aventuras médicas y de todo tipo . El otro, José el Camborio, en la comida nos dio un master de mecánica del automóvil, saliéndole la pasión por los coches antiguos (bueno, de nuestra infancia y adolescencia) por todos los poros de su piel. Así que nuestro Pepe estaba hoy nostálgico, predispuesto a contarnos historias y aventuras de su época de chico de barrio. Y es que Pepe tuvo unos comienzos comparables en ciertos aspecto al Bola, ahí donde le vemos, tan británico él (salvando las distancias, que no ganó una moto de agua, pero hacía sus cositas con las motos; jajaja, me va a matar…). Y por todo esto esta salida ha sido especial.

Bueno, pues ésta vez di a la primera con el sitio de aparcamiento. Puntualmente salimos de la plaza de toros los 4 y atravesamos Cercedilla para tomar el camino Puricelli, que toma su nombre de la empresa que inició las obras de una carretera que habría de unir Madrid con Segovia a través del valle de la Fuenfría. Empezaron en la Segunda República pero se pararon en el 36 por motivos obvios y franquistas. Como lo cogimos por la estación, pues nos chupamos la conocida subida con escalones, con gran alegría y regocijo por nuestra parte.

Entre piedras, raíces pasamos en dirección al hospital. Después atravesamos las Dehesas, dejando detrás a nuestro amigo Cirilo y a nuestra izquierda la fuente de la Teja, empezamos la subida por la carretera de la República. Félix y yo charlando de nuestras cosas, íbamos subiendo mientras veíamos alejarse a Pepe y Tomás, que iban a un ritmo que no se correspondía a sus edades.

Como no íbamos en plan olímpico, nos detuvimos en el mirador del Poeta o de Vicente Aleixandre (depende de a quien preguntes), para tomarnos el platanito y charlar un poco sobre hemorroides, fistulas, que estábamos en un plan muy serie House, y porque son temas que no se abordan con frecuencia y tan poético lugar daba pie a ello.

En el mirador de la Reina hicimos alguna foto, como es obligatorio, enfilando ya el puerto de la Fuenfría. Seguiamos de charleta.

Félix luciendo un conjunto que va a romper este otoño con el embalse de Navalmedio al fondo

Allí optamos por ir hacia el Marichiva, pero sólo hasta que empezara la bajada (no hay que exagerar). Se habló de dar la vuelta a la Camorca, pero se hizo con poca convicción. Había pocas ganas de enfrentarse a la cuesta de subida de la Fuente de la Reina y eso se notaba.

Poco antes de darnos la vuelta, nos encontramos con nuestro futuro inmediato, es decir, un grupo de jubilatas la mar de animados que se estaban dando un buen rulo por aquellos lares, saltándose todas las normas, como corresponde a su edad.

Escandalizados nos tenía Tomás con su culotte modelo Village People…

Ya se acercaba la hora de comer (o así nos pareció a nosotros). Había que bajar así que nos abrigamos como yayos previsores que eramos (bueno, yo me puse una camiseta de Pepe, que es que no aprendo…).

¡Puff, date prisa en sacar la foto, que se arranca!

La vuelta no tiene nada digno de contar. Llegamos en un pis-pas a Cercedilla y, como viene siendo habitual, nos fuimos de cabeza al restaurante Maya, donde habíamos quedado con el otro amigo de Pepe, José el Camborio.

La comida fue muy agradable. Me divertí mucho con las anécdotas del pasado remoto de Pepe y sus amigos y además, aprendí un montón de mecánica y restauración de coches, que a mi estas cosas siempre me han tirado.

Espero que Tomás se anime a volver a dar una vuelta con nosotros. Y José, ya sabes, todas nuestras rutas acaban en un restaurante, así que a ver si nos vemos de nuevo.

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Canencia – Espartal – Los Cortados

Ruta realizada el Jueves 22/07/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
25.2 km
766 m
51 Km Distancia Madrid
4h10'
2h44'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Domingo, Félix, Pepe, Gustavo

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Se preveía un día de mucho calor así que había que buscar algo fresco. Pero no íbamos a dejar de montar por esa tontada y Pepe propuso esta ruta que, por la altura y por transcurrir en gran parte por bosque, cumplía las condiciones. Como últimamente me pasa en todas las salidas, me lie con el aparcamiento y dejé el coche a 200 m. de mis compañeros. Pero a la hora prevista estábamos todos en Canencia listos para empezar.

Hacía mucho tiempo que no veíamos a Gustavo, así que empezamos a cotorrear mientras subíamos. Hablando de lo divino y lo humano, llegamos al Cerro del Cuchillo y lo sobrepasamos, sin darnos cuenta de que nos habíamos salido del track. Fue de esa manera tan tonta como nos comimos la subida por el cortafuegos a la Genciana. Bueno, o eso al menos es la versión oficial, porque 4 tíos con el track y que nadie se diese cuenta… Yo la verdad es que lo vi, pero pensé que habíamos tomado uno de esos cambios de recorrido a los que es tan aficionado Pepe.

Como no hay mal que por bien no venga, así nos encontramos con otro grupo de jubilatas que eran conocidos de Gustavo, los «Mountain Bike Club de Campo» (www.mtbclubdecampo.com). Tienen publicadas muchas rutas y parecen que son un montón, con un amplio rango de edades (incluso superiores a las nuestras, aunque con e-bike…). Este retraso nos sirvió todavía más de excusa para seguir la ruta sin acercarnos ni tan siquiera un poco a la Perdiguera.

Sin ningún tipo de remordimiento empezamos a girar, en dirección a la Peña Mingomolinera. Ahí empezaron los líos. Al poco tuve una de mis chupadas de cadena (a falta de otras…) que nos costó un buen rato resolver. Poco después, Pepe sufrió una caída al quedársele la rueda delantera bloqueada. Por suerte fue sólo el susto y alguna magulladura (y lo de siempre, el pundonor y esas cosas).

Descenso con OVNI detrás

Ya parecía que nos habíamos normalizado cuando el track nos indicó que había que cruzar una valla. Gustavo y Félix, rápidos y prestos, pasaron al otro lado, colándose por un agujero, cuando detrás de nosotros apareció el todoterreno de los forestales. Félix cruzo rápidamente de nuevo pero Gustavo se adentró entre las retamas. El forestal se fue acercando hacia donde estábamos mientras, con gran sangre fría, disimulábamos, unos silbando el Puente sobre el rio Kwai y otros La gran escapada (que ni en eso nos podemos poner de acuerdo…). Ya nos veíamos con una bonita papeleta en la boca, cuando el buen hombre paso a nuestro lado saludando y siguió hacia una vaguada donde detuvo el coche y salió en dirección a un cortado. Estuvimos allí un rato sin saber que hacer y con Gustavo escondido. Finalmente, pasamos al lado del coche, mientras Gustavo salía disparado en descubierta. Un kilometro más tarde nos juntamos de nuevo, cerca del collado del Espartal. Definitivamente lo de las prohibiciones en Guadarrama es un quebradero de cabeza. Nunca acabamos de tener claro de que lado de la ley estamos.

Después del platanito y de disfrutar de las vistas del valle del Lozoya con el embalse de Pinilla, seguimos hasta una zona muy agradable de robles (La Molinera y Los Caños). Una vez atravesadas, el calor empezó a arreciar y, para nuestra desgracia, aparecieron los temidos y largos cuestones, del 10-12% en esta caso, según el GPS de Gustavo. Así, sudorosos y acalorados, llegamos a la pista que lleva a Cabeza de la Braña, con el parking ya muy cerca.

Cuando llegué, metí la cabeza en la pila de la fuente al lado de la que había aparcado. Hay placeres que pocas veces puedes ver cumplidos. Este fue uno. Recogimos y nos fuimos a comer a Soto, como siempre a La Perola.

Un día genial y una ruta interesante, que debe ser espectacular en primavera y otoño. Aunque, como siempre, lo más importante, la compañía.

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Cercedilla-Collado Mediano versión corta

Ruta realizada el Martes 06/07/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
33.5 km
519 m
46 Km Distancia Madrid
4h06'
3h16'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Domingo, Félix, Pepe

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Bueno, no siempre salen bien las cosas… Después de una semana asfixiante, por fin anunciaban una bajada de temperaturas, y claro, decidimos aprovechar la oportunidad para realizar una de nuestras «clásicas» por la zona de Valsaín. Después de muchos dimes y diretes y con una importante participación de elementos del grupo que no iban a venir pero que no perdían oportunidad de dar la brasa (efecto Surroca + Atleti Forever), conseguimos consensuar una rutita partiendo de la Granja. Y allí estábamos, a las 9:30 con nuestra clásica puntualidad prusiana, agasajados por un caluroso recibimiento por parte de una copiosa e inesperada lluvia (aparte de los 10 graditos celsius). Nos metimos en el coche de Félix a deliberar y a hacer macramé, mientras los cristales se empañaban (para escándalo de paseantes y vecinos), trayéndome el vaho recuerdos de otras situaciones, otros momentos…

Después de media hora, en la que la lluvia arreció, decidimos que una retirada a tiempo era un triunfo y nos dirigimos a Cercedilla a propuesta de Pepe. Mientras volvíamos a retomar las revueltas en dirección a Navacerrada, iba lanzando maldiciones por nuestra imprevisión, desahogándo mi rabia en las curvas, tirando de freno de mano para derrapar con mi Xcenic Two Classic Edition.

Gracias a nuestra conducción deportiva, llegamos prontamente a la plaza de toros de Cercedilla, donde descargamos nuestras máquinas, dispuestos a pasárnoslo bien a pesar de la adversa climatología. Y seguía lloviendo, pero como si nada.

Esta ruta es una vieja conocida, reflejada en nuestra ruta-teca en varias versiones. Empieza con una agradable cuesta que nos lleva a seguir, más o menos en paralelo, al GR-10 a través de un bosquecillo, pasando por las estribaciones de Navacerrada. Aquí perdimos a Pepe durante unos minutos pero no pasó como otras veces, y nos encontramos gracias a los dioses.

Dejamos el pueblo, saliendo de su zona urbanizada, rodeándolo en dirección al embalse de Navacerrada. Ya nos habíamos calentado un poco y apenas llovía. Hasta nos permitimos el lujo de comernos el platanito.

De vez en cuando nos encontrábamos con algunos despistados que tampoco habían visto el pronostico, calados y ateridos. ¡Incluso nos pasaron dos ciclistas en MTB del sexo femenino! Pepe inmediatamente entró en un duro duelo en su afán por dejar el pabellón bien alto, pero nosotros nos pusimos a hacer fotografías en plan nenazas y malogramos este digno intento.

Poco después del salir de la zona del embalse, pasando cerca de Reajo del Roble, la bicicleta de Félix empezó a chirriar cómo sólo lo sabe hacer ella, quejándose por no encontrarse en su hábitat natural, Mi Bicio, el taller del amigo Jose, nuestro mecánico de cabecera (especialista en Trek viejas).

A la salida de la vuelta al pantano, nos esperaba la temible «Chocho verja», ya comentada en otras crónicas y terror de viajeros y expedicionarios.

Con este telón de fondo, nos dirigimos resueltamente cuesta abajo hacia Collado Mediano pero antes, al lado de la urbanización de Los Pajares, nos encontramos con un centro de interpretación (yacimiento de Miaccum) en el lugar donde se situaba una antigua posada romana pegada a una calzada y cerca de un acueducto.

Atravesamos Collado Mediano sin ningún recato y pasamos entre las urbanizaciones de La Serranilla y El Peñon, con unos agradables repechos. Bordeando Los Molinos y siempre con una suave subida entramos en la etapa «¿Queda mucho?».

Y así llegamos a Cercedilla, con gran regocijo de la bici de Félix que nos alegro con un allegro ma non troppo a cargo de su bloque de amortiguación trasera.

Buscamos descanso en la terracita del restaurante La Maya donde comimos razonablemente bien.

Al final arreglamos el día. Somos gente con recursos, además de muy majos y simpáticos. Como siempre, un día divertido, compartiendo naturaleza y amistad.

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Villarcayo-Cascada de la Mea-Puentedey

Ruta realizada el Lunes 24/05/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
35.4 km
322 m
281 Km Distancia Madrid
6h35'
3h12'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Juanlu, Pepe

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Temperatura media: 13.6
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Ésta es la primera crónica de nuestra escapada a las Merindades. Cómo siempre, salimos con puntualidad germánica y nos encontramos a mitad de camino para desayunar. Estamos de maniobras no de viaje turístico, leches. Esta expedición va «full equipped«, con navegante y diseñador de tracks, asesor cultural, relaciones publicas, analista de restauración, gadget assistant,… Vamos, que no ha faltado detalle. Por tener, nuestro grupito de ciclismo incluso tiene hasta fenómenos paranormales. Ya es bien conocido el síndrome Rufi (un caso de gafe gastrónómico) y había firmes sospechas de la existencia de la maldición Surroca (confirmada en este viaje, como se puede apreciar en la tercera crónica del mismo). Pero ahora ha aparecido la SRR (Sunday Revenge Reaction) y hay sospechas de la existencia del Efecto Cola de Montalvo y del Juanlu’s Watermelon Gravitational Attractor. Pero basta ya de temas científicos y vamos a empezar con la ruta.

Llegamos 2 minutos antes de lo previsto a Cigüenza y ocupamos la plaza. Nos quedamos gratamente sorprendidos ante la calidad del alojamiento y la amabilidad de la gente de lo llevaba, con Ana Mari a la cabeza. Nada que ver con mi familia de Burgos capital, doy fe. Nos cambiamos y salimos echando leches para enfrentarnos a nuestra primera ruta en las Merindades, acompañados por una fina lluvia que nos obligó a ponernos los chubasqueros.

La ruta original transcurría por una carretera supuestamente poco transitada. Pronto comprobamos que no era así y, además, la lluvia no facilitaba las cosas. Por suerte Pepe había buscado y encontrado una alternativa que transitaba por un bosque paralelo a la carretera y que conectaba con una vía verde.

Fue todo un acierto porque el camino era precioso, transcurriendo por un bosque de ribera que nos acompañó hasta que alcanzamos la vía verde.

Al cabo de unos kilómetros desembocamos en la Vía Verde Santander Mediterráneo, un proyecto todavía en ejecución como pudimos ver, que va a permitir unir en bicicleta prácticamente el centro de Burgos (desde Quintanilla de Vivar) con Santelices en la Merindad de Valdeporres. Cuando finalice, serán más de 100 km de vía exclusiva para ciclistas y peatones atravesando el Valle del Río Ubierna, La Bureba, Poza de la Sal, Oña, el Desfiladero de la Horadada, Trespaderne, Nofuentes, Medina de Pomar, Villarcayo, Puentedey, el río Nela, las espectaculares merindades de Sotoscueva y Valdeporres.

Al pasar por la estación de Escaño, abandonamos la vía verde en una suave ascensión entre cultivos en dirección a Nela. Por suerte, dejó definitivamente de llover, aunque se mantuvo la amenaza hasta mediodía.

En el horizonte se adivinaba la zona hacia la que nos dirigíamos. Los pueblos estaban muy cuidados, manteniendo el aspecto rural que han perdido tantos lugares de nuestra geografía.

Una zona de pendientes pronunciadas nos sacó de nuestro circulo de confort pero fue una falsa alarma. Pronto volvimos a nuestra ruta facilona, ya enfilando el siguiente pueblo, Sobrepeña.

Y de aquí, en menos de lo que tardo en contarlo, saltamos a Quintanilla Valdebodres, donde visitamos el Pozo del Infierno, un manantial con más de 100 metros de profundidad.

Y un poquito más abajo, se encuentra un antiguo molino harinero que aprovechaba su agua.

Cerca de la salida de este bonito pueblo se encuentra la Cascada de Mea, con un precioso cuestón entre quejigos y encinas, que hicimos en parte montado pero que pronto se impuso a nuestras aptitudes y actitudes. Sacamos el dron e hicimos un poco el payaso, como es característico de nuestra idiosincrasia.

**** ATENCIÓN no existe el video DJI_1055.MP4 en el álbum de Google de la crónica

Puentedey estaba a tiro de piedra, así que llegamos enseguida. Un pueblo impresionantes. El río Nela ha excavado a lo largo de millones de años un fantástico arco natural a través de la roca. Lo que el río hizo para continuar su camino hacia el Ebro, las gentes del lugar lo aprovecharon para quedarse allí. De paso, los Brizuela se construyeron una torre-palacio y la Iglesia, que no iba a ser menos, San Pelayo, románica a tope.

**** ATENCIÓN no existe el video DJI_1082.MP4 en el álbum de Google de la crónica

Aprovechando que el tiempo aguantaba, comimos en la terraza de uno de los 2 restaurantes que había en el pueblo. Fue un simple plato combinado pero nos supo a gloria. Después de esto, exploramos la parte baja del pueblo, dirigiéndonos hacia el rio Nela.

**** ATENCIÓN no existe el video DJI_1093.MP4 en el álbum de Google de la crónica

Con el buche lleno decidimos tomar el camino fácil, es decir, la vía verde que habíamos tomado al principio de la ruta. En esta parte no estaba acabada del todo y en algunos lugares nos comimos un ratito de balastro.

En Brizuela nos salimos de la vía a la altura de su estación para echar un vistazo al pueblo y a su iglesia dedicada a San Cristóbal.

Ya nos quedaba poco para llegar a nuestro hotel, pero por el camino pensamos que, dado que no era muy tarde y teníamos luz, quizás no sería mala idea ver Villarcayo en bici. Pues dicho y hecho, seguimos por la vía hasta el susodicho pueblo, que resultó ser una castaña pilonga, por lo que hicimos muy bien. Lo que más nos gustó fue una locomotora abandonada en un parque, una Mikado 141, un maquinón ingles de los 50. Con eso está todo dicho…

Y con esto acabamos nuestra primera ruta por las Merindades. Nos esperaba una habitación de lujo y una cena que no se la saltaba un galgo. De hecho, algunos pedimos alubias rojas de primero… Una ruta y un día estupendos, pero no serían los únicos, no.

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La Cabrera – El Atazar fácil

Ruta realizada el Martes 18/05/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
29.6 km
355 m
52 Km Distancia Madrid
3h38'
2h45'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Domingo, Félix, Juanlu, Pepe, Paco Díaz

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Seguimos aprovechando esta espléndida primavera, así que de nuevo quedamos para hacer una nueva «yayo-ruta» por la zona de La Cabrera, algo no demasiado exigente y que destaque por su entorno.

Quedamos a las 10:30 en el restaurante «El Cancho del Águila«, donde comimos más tarde, un lugar pegadito a la A-1 donde se aparca bien, lleno de camiones de todo los lugares.

Empezamos sin mayor problema a la hora prevista por un camino harto conocido que discurre paralelo a la carretera de Burgos. Pronto atravesamos la autopista, dejando Mazacorta a la derecha. Por esa zona empezamos con los primeros pedregales que nos llevaron de narices a una finca con ganado, donde demostramos nuestro valor y arrojo, tardando un decidir que hacer. Finalmente Pepe, demostrando su origen ibérico, se echó pa’lante espantando a tan peligrosos animales y dejando libre paso al resto de la expedición, que hasta ese momento se mantenía refugiada tras la valla.

Y luego vino el barro porque encontramos agua para aburrir pero gracias a eso estaba el campo como un jardín. Así que ha ensuciarse…

Pero la cosa no llegó a complicarse mucho, no. Ya estaban los barrizales de capa caída y tampoco aquello fue una yincana.

Atravesamos Navas de Buitrago, paramos un momento en su iglesia y nos despedimos del pueblo, que no daba más de sí.

En estas salidas relajadas, quizás por no ir tan pendientes, siempre nos suele ocurrir algo. Esta vez le tocó a Paco, que se despistó un momento y acabó con sus huesos en el suelo al salirse de la pista. Por suerte no pasó nada importante y Paco aprovechó para ver una jara de cerca, de muy cerca.

Cómo quién no quiere la cosa, llegamos a las estribaciones del Atazar y allí aprovechamos las vista para atacar al platanito de rigor.

La vuelta al pantano siempre es un placer. Estas sendas son viejas conocidas y siempre que podemos, nos adentramos por las pequeñas veredas que hay paralelas a la pista.

Subimos la cuesta de rigor hasta el Berrueco, en que no entramos, y pasamos a enfilar una pista que nos devolvió, en continuo pero suave ascenso, hacia La Cabrera. En esta zona, las vistas del Pico de la Miel eran impresionantes.

Rodeando la Dehesa Boyal (una de las 5000 que hay con ese nombre) bordeamos Pradera del Amor, una pequeña concentración de casas, con un nombre que hace sospechar de su origen hippy y sesentero.

Y cómo quién no quiere la cosa, llegamos de nuevo al restaurante donde habíamos dejado los coches, finalizando así este precioso día de dar pedales.

Para comer, nos plantamos en la terraza, por supuesto. La comida fue aceptable, acompañada eso si por un continuo ruido de camiones para arriba y para abajo, a ver quien aparcaba el trailer más largo. Pero pronto dejamos de escucharlo porque se levantó un viento de mil demonios. Casi se nos lleva las tazas de café.

Como siempre, lo mejor del día fue la compañía y el buen humor.

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Lagunas del parque regional del sureste

Ruta realizada el Jueves 06/05/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
73.7 km
210 m
7 Km Distancia Madrid
9h20'
5h11'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Juanlu, Pepe, Mario

Mas detalle ruta

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Últimamente no estamos muy finos con la convocatorias y ésta no fue una excepción: «que si nos vamos a Aranjuez, que lo que mola es Buitrago, que no, que mejor de compras que no tengo fondo de armario….«. Finalmente la sensatez se impuso y se hizo la ruta que yo propuse, saliendo de mi casa, jejeje. Y no es morro, es que no tenía coche y, lo más importante, no nos podíamos ir lejos para que pudiese venir Pepe, que nos tenía pendientes y expectantes con su vacunación en el espectacular Zendal, azote del Covid y refugio de la libertad.

Viendo el desnivel de la ruta me voy a ganar a pulso el sobrenombre de «Yayoflojo» pero es que tenía especial interés en conocer esta zona, tan cercana e ignota, como las Fuentes del Nilo mismamente. Tengo que decir que me sorprendió gratamente, haciendo hincapie en que hay que realizarla en estas fechas, o incluso, unas semanas antes. Bajo ningún concepto hay que intentarlo cuando haya la más mínima sospecha de encontrarnos con barro, porque puede ser un infierno (quizás exagere pero hay que meter dramatismo).

Salimos del Valdebernardo después de agruparnos, puntualmente como siempre, desde los 4 puntos cardinales de Madrid. Alfredo se vino desde la plaza de Roma por la via verde de O’Donnell, Juanlu (el héroe de la jornada) atravesó la city a pelo desde su nido en Moncloa, Pepe vino en coche directo desde su Zendal experience y yo desde mi portal a 100 m.

La salida fue plácida, atravesando el parque de Valdebernardo, donde cayeron las primeras fotos, con los patitos del estanque.

Ya les avisé que no todo iba a ser así y pronto nos adentramos en el polígono de Vicálvaro, rodando a toda leche por la desagradable carretera de Coslada que rodea la explanada donde Renfe prepara los convoyes de mercancías. Fue la parte Mad Max del recorrido. No hay forma de evitarlo debido a que todo son fincas y empresas que crean una especie de muralla infranqueable. Pero pronto, torcimos hacia el sureste con la intención de circunvalar Coslada por los parques que la rodean.

En lontananza se podían apreciar el bosque de grúas que pronostica en lo que se va a convertir esta zona con el paso del tiempo, pero bueno, de momento se puede ir por los lugares que muestran las fotos. Esto acaba en una zona de chalets, aledaña a lo más granado de Coslada y que tiene un cierto parecido a San Blas. Rápidamente salimos de Coslada para dirigirnos hacia San Fernando de Henares, rodenado su hospital universitario y adentrándonos en un bulevar que nos vuelve a sacar del pueblo. Pepe propuso ir a visitar un castillo del siglo XIII pero resultó estar a TPC. Conviene recordar, para otra ocasión, que por esta misma ruta se puede ir al castillo de Aldovea en Torrejón. De hecho, nos adentramos unos kilómetros en su dirección para ver un poco las lagunas del Henares (tramo de ida y vuelta en el desvió del Soto de la Quica). Como el track era corto…

Aquí la marinería se me empezó a revolucionar. Pedían campo, verde, trialeras (Alfredo, claro) y no hacíamos más que atravesar calles (¡vaya rollo!, ¿queda mucho?, ¡vaya mariconada!,…). Pero mi paciencia y mis dotes de político son infinitas, así que les camelé con múltiples razones para que continuaran, e incluso les prometí libertad y cerveza, que no falla. Y así es como salimos de S.F. de Henares.

La entrada al parque regional de sureste tiene un cierto aire a Aranjuez. Esto serenó el espíritu de los expedicionarios, quizás demasiado, porque íbamos a un ritmo lamentable, no sé muy bien porque, como si estuviésemos en Benidorm.

Al acabar este magnifico paseo se encuentra la bifurcación que he comentado con anterioridad y que te lleva directamente a Torrejón de Ardoz, siempre a la vera del Henares.

Entrada al Soto de la Quica. Nadie entendía porqué íbamos por allí, fuera de track. Fue un capricho mío, lo reconozco pero me confirmó que a esta gente se la lía fácilmente. Nadie se había mirado la ruta, ¡ay señor!

¡Leches! ¿Y esto? ¿De dónde habrá salido?

Después de disfrutar de este bosque de ribera y de la amabilidad de un calvo que nos grito por no llevar mascarilla, volvimos al track de nuevo.

¿El personal no quería verde? ¡Pues toma verde! Nos adentramos en un sendero de 2 palmos que estaba tomado por las plantas. Quedaba lo justito para pasar. El problema era que, a veces, las plantas que lo bordeaban eran cardos «king size«. Me recordaba alguna escena de Objetivo Birmania, cuando Errol Flynn le soltaba las granadas a los limones, escondido entre la maleza. Jungla total.

Salimos del bosque y dejamos un oleoducto a un lado y continuamos haciéndonos nuestra buena panzada de kilómetros, eso si, más bien llanitos como se puede apreciar.

Todo iba bien, hasta que en un minúsculo repecho (de los 5 que había en el recorrido), al cambiar, tengo una impresionante chupada de cadena (con perdón) y me quedé clavado. Me temo que realicé el cambio inadecuadamente y eso provocó el incidente. Se había empotrado entre el plato pequeño y el mediano y no había manera de sacarla de tan inoportuna posición. Por suerte estaban allí Mario y Pepe. El primero intento desmontar testicularmente los platos pero no había forma con las herramientas a nuestra disposición. Finalmente, con maña y paciencia, entre los 3 conseguimos liberar la cadena sin daños, pero habíamos perdido media hora al menos. Esta claro que estas yayo-excursiones son de alto riesgo. Y no será el último incidente…

Siempre cerca del Jarama, llegamos finalmente a las Lagunas del Raso. Y allí, nos perdemos un poco, nos ponemos a juguetear con unos pequeños toboganes…

Ermita del Cristo de Rivas

Empalmamos con la Laguna de Rivas, atravesando zonas llenas de flores de todos los colores que despiertan en nosotros el poeta que llevamos dentro. Alfredo ya empieza a tener hambre.

La La Land

Pepe empieza a tener los primeros síntomas de la vacuna: ve elefantes de colores

Y finalmente llegamos a la laguna del Campillo a la que decidimos dar la vuelta, debido principalmente al interés mostrado por Alfredo en verla en profundidad (eran las 13:58 …). Y aquí tuvimos el segundo incidente de la jornada cuando Mario decidió romper una rama con la cabeza. Pudo la rama y se rompió el casco. Por suerte, Mario no se hizo nada importante aunque salió dolorido del encuentro.

Y ya, con los objetivos cumplidos, nos dirigimos hacia el restaurante (El Fogón de Filo), donde nos plantamos y comimos estupendamente. Ante la escasez de codillos, Alfredo tuvo que acosar a la camarera, exigiéndole su firme compromiso de que, al menos, un codillo sería para él exclusivamente. Por lo demás, la comida transcurrió muy agradablemente, aunque había una vocecilla interior que te decía que había que volver.

Uno de los pocos momentos de silencio.

Después de un café y un chupito, a la 5 pasadas decidimos levantarnos. Fue duro, pero cuando eres un ciclista legendario que decides afrontar este tipo de retos exigentes debes asumir estos sacrificios. En vez de ir a lo fácil, fuimos a lo bonito, así que nos dirigimos a la ruta que va paralela al Manzanares, hacía la Caja Mágica.

Cortados y Pico de Coberteras. Debajo, el camino hacia San Martín de la Vega
Nidos de cigüeñas cerca de la Cañada Real
Pedazo peregrino, transido de devoción

Por el Parque del Manzanares, cerca ya del punto donde nos separamos.

Bueno, y esto ya se acaba. En el Parque del Manzanares no dividimos. Alfredo se fue hacia Legazpi para cruzar el Retiro y Juanlu, hacia el Madrid Rio. Los demás, tuvimos que subir, rodeando el parque forestal de Entrevías, continuar por el parque de Palomeras, atravesar el puente sobre la carretera de Valencia, para llegar a Valdebernardo de nuevo. Allí Félix y Mario siguieron por el carril bici, y Pepe y yo nos adentramos en el barrio.

Un día completito, espléndido y divertido. Una ruta bonita y divertida, donde el único sufrimiento es el tiempo que permaneces sobre el sillín y que acabas con el síndrome del mandril. Y como siempre, un gustazo poderlo compartir con los amigos.

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Titulcia secreta: yesos, romanos y dacias

Ruta realizada el Jueves 18/03/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
38 km
659 m
33 Km Distancia Madrid
4h39'
3h00'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Juanlu, Pepe, Rufi

Mas detalle ruta

Temperatura media: 15.6
Descarga ruta: Titulcia20210318.gpx
Reproductor audio crónica:

Esta rutita fue propuesta por nuestro amigo Gustavo. La verdad es que no frecuentamos mucho esta zona, así que nos llamó siguiendo las recomendaciones, decidimos realizarla. Titulcia suena a romano y algunos restos quedan pero poca cosa. Se trata más de un reclamo turístico que otra cosa.

La convocatoria fue un tanto caótica. La ruta era larga y era previsible que tuviésemos que cortarla si no queríamos madrugar mucho, que no era el caso. Se propusieron varias rutas y, al final, se montó un carajal de opciones. Tampoco estuvimos muy finos al concretar la hora de llegada lo que provocó un abanico de momentos de llegadas. El colofón lo puso Félix, cuyo navegador decidió mostrarse creativo, enviándolo a Torrejón de Velasco. Después de un intento de linchamiento por parte de algunos elementos del grupo, pudimos partir a una hora razonable, 45 minutos después del horario previsto.

El comienzo transcurre por un secarral en subida con un refrescante viento de cara que anima notablemente el cotarro. Una vez finalizado el cuestón, vienen unos senderos de bajada que dividen el grupo, like it’s usual. Por un lado, las nenazas que cogen la alternativa pistera, y por otro, los legionarios que afrontan las bajadas sin miedo. Nos reunimos todos en la Laguna de San Juan, donde Juanlu nos explica la vida y costumbre de la aguililla pescadora (???).

Aquí empezamos un ir y venir por pistas destinada a la explotación agrícola, llenas de encanto aliñado por un potente viento de cara. Lo que tendríamos que haber atravesado a toda leche se hace pesado. Finalmente llegamos a la bifurcación que nos llevaría al castillo de Casasola y al barranco del Valmuerto. Dada el retraso que acumulamos y el viento que nos despeina, decidimos dejar este ramal para otra ocasión, continuando alegremente la travesía del páramo salpicado por algunas explotaciones agropecuarias.

El terreno está salpicado de pequeñas lagunas y es llano como la palma de la mano.

Empieza a cundir el desanimo entre nuestras filas, cuando, inesperadamente, comienza una subida para animar el asunto y que no hace más que meternos en un secarral. Apenas hay algunos olivares y vides retorcidas como si no estuviesen a gusto en semejante vergel. Menos mal que Félix, con ese capacidad de naturalista que le viene del nombre, ve una perdiz intentando refugiarse sin conseguirlo.

Unos pensamos en adoptarla y otros en comérsela. Ante la disyuntiva, decidimos que lo mejor es soltarla.

Aprovechamos la parada para el reavituallamiento y así poder observar el paisaje, o lo que sea, con detenimiento. La cosa es que éste, a partir de aquí, va progresivamente cambiando, llenándose de cultivos que nos dan un respiro con su verdor. Mirando el mapa, veo que esta zona se denomina la Vega. Normal. Incluso, alguno me recuerda un salvapantallas de Windows…

Nos vamos acercando a nuestro principal objetivo, la mina del Consuelo. Así entramos en el parque Regional del Sureste, dirigiéndonos de cabeza al barranco de la Purga (el nombre, de salida, da mala espina). Debo decir, que de primeras no me gustó nada el firme de piedra suelta, así que los nenazas dejamos a la élite ir los primeros. Luego, se fue suavizando y resultó ser de los más disfrutón, además de encontrarnos con un paisaje muy original lleno de formaciones yesíferas.

El barranco acaba abruptamente frente al Jarama.

Al final del mismo llegamos a una llanura dejando a la derecha una pared donde se encuentra alguna cueva con yacimientos arqueológicos y paleontológicos. En esa misma pared es donde se encuentra la mina.

La mina se encuentra en el término de Chinchón y es de sulfato sódico (un desecante de p… m…., que también se usa en la fabricación de vidrio) y actualmente es propiedad de una compañía francesa (no iba a ser española), aunque la mina no es operativa desde 1919. Se supone que para entrar hay que solicitar un permiso pero…

La subida, resbaladiza y con bastante pendiente, tuvo su historia porque, claro, nos empeñamos en subir las bicis: semos ansí. Pero valió mucho la pena, la verdad.

Después del relax, tuvimos que retomar el camino que dejamos cunado bajamos el barranco de la Purga, lo que implicaba un cuestón mas que considerable que solo subieron sin poner pie Alfredo y Rufi. Al final del mismo ya estaba casi finalizado.

Después de otra cuesta (como no), en mitad de la cual hay un recordatorio de la batalla del Jarama, llegamos a un mirador en la confluencia del Jarama con el Tajuña, desde que se puede observar toda la comarca.

Llegamos a comer a una hora razonable. La oferta culinaria no era muy amplia y nos dirigimos a donde nos aconsejaron, a la plaza del pueblo. Allí, dejamos nuestros jumentos y nos relajamos con la consabida cerveza.

Allí nos atendió una camarera profesional, de la Dacia para más señas, que supo cubrir con su servicio y atenciones la deficiencias de la comida. Es la primera vez que veo a Alfredo dudar. No voy a entrar en detalles de lo que ocurrió allí porque lo que sucede en Titulcia no sale de Titulcia (quod non accidit in Titulcia venire de Titulcia). A no ser que el comisario Villarejo quiera, claro. Lo dejo ahí.

Fue una jornada muy divertida, llenas de risas y bromas, con el tema del bicho rondando, como siempre. La ruta es normalita pero tiene sus joyas que hacen que merezca la pena.

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Canencia-Pinilla del Valle, la primavera invernal

Ruta realizada el Jueves 25/02/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
36.6 km
484 m
54 Km Distancia Madrid
4h00'
2h55'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Juanlu, Rufi

Mas detalle ruta

Temperatura media: 8.9
Descarga ruta: Canencia-Pinilla-del-Valle-2021-02-25.gpx
Reproductor audio crónica:

No había muchas ganas de grandes gestas ni cuestones de impresión, porque de todos es sabido que la «juventud» es especialmente sensible a la astenia primaveral. Así que escogimos esta ruta tranquila y bonita que tantas veces hemos realizado.

Quedamos inusualmente pronto, a las nueve, para que Fernando pudiera asistir por la tarde a 4 horas de ópera ininterrumpidas, una nibelungada de Wagner que a cualquier otro provocaría unas ansias irrefrenables de invadir Polonia, pero que Rufi seguro que digiere como si tal cosa.

Como hay ganas de primavera y en Madrid hacía una temperatura estupenda pensé en ponerme el modelito de pantalón corto pero mi ancestral prudencia lo evitó, plantándome mi malla larga ligera y los botones de rigor, aunque tenía la secreta esperanza de encontrarme el campo bucólico y sin charcos.

Pues no señor, en Canencia hacia una estupendos 4 graditos. Habíamos escogido este lugar sobre todo para dar gusto a Alfredo que tenía localizado un restaurante donde comer cabrito, un sueño recurrente de nuestro webmaster. Pues tampoco era el día porque el susodicho restaurante estaba cerrado. Ni empezamos a las 9 porque tuvimos que poner a punto el Cencerro Digital (new release v3) a Juanlu que, extrañamente, tenía problemas de índole técnica. También se olvidó las botas, pero esa es otra historia.

Así que salimos tarde y helados en dirección a nuestro primer objetivo, el embalse de la Pinilla, recorriendo lugares sobradamente conocidos pero que siempre te sorprenden agradablemente. Incluso una vaca avileña cuerniafilada que no se quitaba del camino nos hizo gracia.

Pero, últimamente, siempre tenemos que tener algún problema técnico y esta vez el agraciado fue un servidor, que rompió la cadena. Tardamos más en desenredar la cadena del plato que en arreglarla pero pronto seguimos con nuestra ruta.

El recorrido por los alrededores del embalse son tan agradables como siempre aunque con mucho más barro del esperado. Definitivamente he hecho bien trayendo los botones.

Yacimiento del Calvero

Esta vez no nos detuvimos en el yacimiento arqueológico. Ya bastante neandertales somos, hay que reconocerlo, y además, el recibimiento que tuvimos la última vez por parte del vigilante no fue muy agradable.

Definitivamente estamos muy vagos. Con la excusa de que Fernando no se pierda la Wagner Jazz Session, pasamos olímpicamente del ramal que nos llevaría a Alameda del Valle y seguimos bordeando el embalse. A la salida de la Pinilla nos tomamos el platanito, todavía con un poco de frio.

Vamos confiados. La ruta es sencilla y nada parece interponerse entre nosotros y Canencia. Y es que no aprendemos y la ruta, claro, nos pone en nuestro sitio.

De repente el camino se vuelve una secuencia de charcos gigantes, uno tras otro. Hacía poco que alguien había mandado un video de un tío, que en una circunstancia parecida, rodando atravesando arroyos acababa hundiéndose totalmente en una poza, como si de el submarino de El Octubre Rojo se tratase. Según iba por los charcos, no me quitaba esa imagen de la cabeza y tuve que recurrir a pensamientos sexuales para intentar olvidarla y seguir adelante, que si no Alfredo me llamaba nenaza.

Cuando salimos de esta zona, nos perdimos en el único punto donde había un bifurcación a pesar de llevar tracks, navegadores, satélites, aceleradores de hadrones y la madre que nos parió. Tenemos menos orientación que un mejillón.

Cuando nos aclaramos, enfilamos una pista que pensabamos que nos llevaría rápidamente a Canencia. Íbamos charlando tranquilamente, ajenos a lo que nos deparaba el cruel destino, cuando apareció el cuestón. Al principio no parecía que fuese para tanto, pero claro, un cuarto de hora después cambias de opinión. El Colladillo se llama, que digo yo que será irónicamente…

Lo peor es que al llegar arriba uno descubre que ha subido para volver a bajar. Eso me agradó especialmente y bajé maldiciendo por lo bajini. Y así llegamos a Canencia de nuevo. Allí decidimos irnos al Caudrón a comer, después de despedirnos de Fernando haciendo el paso de la oca.

No había cabrito pero se estaba muy bien en la terraza del restaurante. Mientras esperábamos nos entretuvimos viendo como Félix se aplicaba en la limpieza de su bici con su nueva bomba de agua hiperbolic megaflux special . En pocos minutos la lavó, enceró y abrillantó. No sé si en el coche tendría a la vez un rumba, limpiándole el polvo. Después nos metimos entre pecho y espalda una fabes y unas carrilladas (más o menos). El resultado final de la escapada a nivel calórico es claramente positivo, pero bueno, la próxima vez lo arreglaremos. Como siempre, un placer salir y compartir. Hasta la próxima.

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Boalo-Pedriza-Manzanares el Real en la tercera ola

Ruta realizada el Domingo 24/01/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
31.4 km
692 m
38 Km Distancia Madrid
3h19'
2h41'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Pepe, Rufi

Mas detalle ruta

Temperatura media: 9
Descarga ruta: Boalo-Pedriza-20210124.gpx
Reproductor audio crónica:

Este 2021 ha empezado especialmente sembrado. Como eramos pocos, parió la abuela, esta vez en forma de tren de borrascas. Durante un tiempo la borrasca Filomena nos tuvo entretenidos con su nevada. Luego Gaeta nos encogió el alma a base de bajar el termómetro y, finalmente, Hortensia lo hizo con sus lluvias, que luego tampoco han sido para tanto. Así que este era el primer fin de semana que podíamos salir con la bici y la amenaza de los vientos de Ignacio, la tercera ola de la pandemia y los políticos autovacunados no nos iba a detener.

No estaba fácil elegir un sitio para mover las piernas porque tenía que haber poco barro, no estar confinado y con cierta protección contra el viento. Después de muchos dimes y diretes para elegir por donde tirar, nos fuimos al Boalo. Así, de paso, Félix podía comprobar que sus posesiones no habían sido arrolladas por las puñeteras borrascas.

Un día soleado y brillante, con una temperatura ideal, con muchas ganas de verse por primera vez en este 2021. Todavía no habíamos podido tocar el nuevo maquinón de Pepe. Demasiado tiempo sin darle al pedal. Eso quedó patente en cuanto salimos de Boalo, en dirección a la Sierra de los Porrones (falta un audio con Rufi por detrás: «me tocas los c….es»). La primera cuesta se me atragantó como un polvorón. El recorrido era conocido de sobra pero me costó horrores. Iba subiendo, reflexionando sobre lo desagradecido que es este deporte que en cuanto lo dejas unos días, te pasa la factura. Menos mal que la charleta te hace olvidar las pulsaciones y hasta respiras mejor. Incluso parece que han desaparecido los 4 kilos que tienes de más…

El mapa llama a esta cuesta la Pena del Mediodía. Ya te digo yo que sí.
Momento platanito, con un viento del carajo.

En la bajada, normalmente cogemos una trialera preciosa pero con la restricciones que tenemos los ciclistas en Guadarrama y siendo fin de semana preferimos ser precavidos y bajar por pista, aunque casi hay que atar a Alfredo y Rufi.

En Cantocochino otra vez tuvimos que hacer tareas de pastoreo con los elementos del grupo que querían tirar por senderitos. Y así, como quien no quiere la cosa, nos salimos de la Pedriza.

Lo que queda del antiguo castillo de Manzanares el Real

El pantano de Santillana estaba a rebosar, justo al contrario que mis ganas de subir lo que se viene llamando el Cordel de la Fuente de las Liebre, el antiguo camino a Madrid por Tres Cantos, y que yo suelo denominar de forma más breve como «esa puta cuesta«. Encima Ignacio, la última borrasca del jodido tren, nos lanzaba todo el viento de cara. Uno de los mejores momentos fue cuando coronamos esta subida. El otro fue cuando llegamos al Boalo de nuevo y nos tomamos una cerveza, a la que nos invitó el bueno de Félix.

Me alegré mucho de haber ido. Un día espectacular, en el que me reí mucho y me di cuenta de cuanto lo echaba de menos. Una gozada, a pesar de que acabé más cansado de lo que me hubiese gustado. En fin, espero que esto no se complique y lo podamos repetir de nuevo muy pronto.

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