Villarcayo-Cascada de la Mea-Puentedey

Ruta realizada el Lunes 24/05/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
35.4 km
322 m
281 Km Distancia Madrid
6h35'
3h12'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Juanlu, Pepe

Mas detalle ruta

Temperatura media: 13.6
Descarga ruta: 2021-05-24-Villarcayo-Cascada-de-la-Mea-Puentedey.gpx
Reproductor audio crónica:

Ésta es la primera crónica de nuestra escapada a las Merindades. Cómo siempre, salimos con puntualidad germánica y nos encontramos a mitad de camino para desayunar. Estamos de maniobras no de viaje turístico, leches. Esta expedición va «full equipped«, con navegante y diseñador de tracks, asesor cultural, relaciones publicas, analista de restauración, gadget assistant,… Vamos, que no ha faltado detalle. Por tener, nuestro grupito de ciclismo incluso tiene hasta fenómenos paranormales. Ya es bien conocido el síndrome Rufi (un caso de gafe gastrónómico) y había firmes sospechas de la existencia de la maldición Surroca (confirmada en este viaje, como se puede apreciar en la tercera crónica del mismo). Pero ahora ha aparecido la SRR (Sunday Revenge Reaction) y hay sospechas de la existencia del Efecto Cola de Montalvo y del Juanlu’s Watermelon Gravitational Attractor. Pero basta ya de temas científicos y vamos a empezar con la ruta.

Llegamos 2 minutos antes de lo previsto a Cigüenza y ocupamos la plaza. Nos quedamos gratamente sorprendidos ante la calidad del alojamiento y la amabilidad de la gente de lo llevaba, con Ana Mari a la cabeza. Nada que ver con mi familia de Burgos capital, doy fe. Nos cambiamos y salimos echando leches para enfrentarnos a nuestra primera ruta en las Merindades, acompañados por una fina lluvia que nos obligó a ponernos los chubasqueros.

La ruta original transcurría por una carretera supuestamente poco transitada. Pronto comprobamos que no era así y, además, la lluvia no facilitaba las cosas. Por suerte Pepe había buscado y encontrado una alternativa que transitaba por un bosque paralelo a la carretera y que conectaba con una vía verde.

Fue todo un acierto porque el camino era precioso, transcurriendo por un bosque de ribera que nos acompañó hasta que alcanzamos la vía verde.

Al cabo de unos kilómetros desembocamos en la Vía Verde Santander Mediterráneo, un proyecto todavía en ejecución como pudimos ver, que va a permitir unir en bicicleta prácticamente el centro de Burgos (desde Quintanilla de Vivar) con Santelices en la Merindad de Valdeporres. Cuando finalice, serán más de 100 km de vía exclusiva para ciclistas y peatones atravesando el Valle del Río Ubierna, La Bureba, Poza de la Sal, Oña, el Desfiladero de la Horadada, Trespaderne, Nofuentes, Medina de Pomar, Villarcayo, Puentedey, el río Nela, las espectaculares merindades de Sotoscueva y Valdeporres.

Al pasar por la estación de Escaño, abandonamos la vía verde en una suave ascensión entre cultivos en dirección a Nela. Por suerte, dejó definitivamente de llover, aunque se mantuvo la amenaza hasta mediodía.

En el horizonte se adivinaba la zona hacia la que nos dirigíamos. Los pueblos estaban muy cuidados, manteniendo el aspecto rural que han perdido tantos lugares de nuestra geografía.

Una zona de pendientes pronunciadas nos sacó de nuestro circulo de confort pero fue una falsa alarma. Pronto volvimos a nuestra ruta facilona, ya enfilando el siguiente pueblo, Sobrepeña.

Y de aquí, en menos de lo que tardo en contarlo, saltamos a Quintanilla Valdebodres, donde visitamos el Pozo del Infierno, un manantial con más de 100 metros de profundidad.

Y un poquito más abajo, se encuentra un antiguo molino harinero que aprovechaba su agua.

Cerca de la salida de este bonito pueblo se encuentra la Cascada de Mea, con un precioso cuestón entre quejigos y encinas, que hicimos en parte montado pero que pronto se impuso a nuestras aptitudes y actitudes. Sacamos el dron e hicimos un poco el payaso, como es característico de nuestra idiosincrasia.

**** ATENCIÓN no existe el video DJI_1055.MP4 en el álbum de Google de la crónica

Puentedey estaba a tiro de piedra, así que llegamos enseguida. Un pueblo impresionantes. El río Nela ha excavado a lo largo de millones de años un fantástico arco natural a través de la roca. Lo que el río hizo para continuar su camino hacia el Ebro, las gentes del lugar lo aprovecharon para quedarse allí. De paso, los Brizuela se construyeron una torre-palacio y la Iglesia, que no iba a ser menos, San Pelayo, románica a tope.

**** ATENCIÓN no existe el video DJI_1082.MP4 en el álbum de Google de la crónica

Aprovechando que el tiempo aguantaba, comimos en la terraza de uno de los 2 restaurantes que había en el pueblo. Fue un simple plato combinado pero nos supo a gloria. Después de esto, exploramos la parte baja del pueblo, dirigiéndonos hacia el rio Nela.

**** ATENCIÓN no existe el video DJI_1093.MP4 en el álbum de Google de la crónica

Con el buche lleno decidimos tomar el camino fácil, es decir, la vía verde que habíamos tomado al principio de la ruta. En esta parte no estaba acabada del todo y en algunos lugares nos comimos un ratito de balastro.

En Brizuela nos salimos de la vía a la altura de su estación para echar un vistazo al pueblo y a su iglesia dedicada a San Cristóbal.

Ya nos quedaba poco para llegar a nuestro hotel, pero por el camino pensamos que, dado que no era muy tarde y teníamos luz, quizás no sería mala idea ver Villarcayo en bici. Pues dicho y hecho, seguimos por la vía hasta el susodicho pueblo, que resultó ser una castaña pilonga, por lo que hicimos muy bien. Lo que más nos gustó fue una locomotora abandonada en un parque, una Mikado 141, un maquinón ingles de los 50. Con eso está todo dicho…

Y con esto acabamos nuestra primera ruta por las Merindades. Nos esperaba una habitación de lujo y una cena que no se la saltaba un galgo. De hecho, algunos pedimos alubias rojas de primero… Una ruta y un día estupendos, pero no serían los únicos, no.

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La Cabrera – El Atazar fácil

Ruta realizada el Martes 18/05/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
29.6 km
355 m
52 Km Distancia Madrid
3h38'
2h45'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Domingo, Félix, Juanlu, Pepe, Paco Díaz

Mas detalle ruta

Descarga ruta: 2021-05-18-La-Cabrera-Atazar.gpx
Reproductor audio crónica:

Seguimos aprovechando esta espléndida primavera, así que de nuevo quedamos para hacer una nueva «yayo-ruta» por la zona de La Cabrera, algo no demasiado exigente y que destaque por su entorno.

Quedamos a las 10:30 en el restaurante «El Cancho del Águila«, donde comimos más tarde, un lugar pegadito a la A-1 donde se aparca bien, lleno de camiones de todo los lugares.

Empezamos sin mayor problema a la hora prevista por un camino harto conocido que discurre paralelo a la carretera de Burgos. Pronto atravesamos la autopista, dejando Mazacorta a la derecha. Por esa zona empezamos con los primeros pedregales que nos llevaron de narices a una finca con ganado, donde demostramos nuestro valor y arrojo, tardando un decidir que hacer. Finalmente Pepe, demostrando su origen ibérico, se echó pa’lante espantando a tan peligrosos animales y dejando libre paso al resto de la expedición, que hasta ese momento se mantenía refugiada tras la valla.

Y luego vino el barro porque encontramos agua para aburrir pero gracias a eso estaba el campo como un jardín. Así que ha ensuciarse…

Pero la cosa no llegó a complicarse mucho, no. Ya estaban los barrizales de capa caída y tampoco aquello fue una yincana.

Atravesamos Navas de Buitrago, paramos un momento en su iglesia y nos despedimos del pueblo, que no daba más de sí.

En estas salidas relajadas, quizás por no ir tan pendientes, siempre nos suele ocurrir algo. Esta vez le tocó a Paco, que se despistó un momento y acabó con sus huesos en el suelo al salirse de la pista. Por suerte no pasó nada importante y Paco aprovechó para ver una jara de cerca, de muy cerca.

Cómo quién no quiere la cosa, llegamos a las estribaciones del Atazar y allí aprovechamos las vista para atacar al platanito de rigor.

La vuelta al pantano siempre es un placer. Estas sendas son viejas conocidas y siempre que podemos, nos adentramos por las pequeñas veredas que hay paralelas a la pista.

Subimos la cuesta de rigor hasta el Berrueco, en que no entramos, y pasamos a enfilar una pista que nos devolvió, en continuo pero suave ascenso, hacia La Cabrera. En esta zona, las vistas del Pico de la Miel eran impresionantes.

Rodeando la Dehesa Boyal (una de las 5000 que hay con ese nombre) bordeamos Pradera del Amor, una pequeña concentración de casas, con un nombre que hace sospechar de su origen hippy y sesentero.

Y cómo quién no quiere la cosa, llegamos de nuevo al restaurante donde habíamos dejado los coches, finalizando así este precioso día de dar pedales.

Para comer, nos plantamos en la terraza, por supuesto. La comida fue aceptable, acompañada eso si por un continuo ruido de camiones para arriba y para abajo, a ver quien aparcaba el trailer más largo. Pero pronto dejamos de escucharlo porque se levantó un viento de mil demonios. Casi se nos lleva las tazas de café.

Como siempre, lo mejor del día fue la compañía y el buen humor.

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Lagunas del parque regional del sureste

Ruta realizada el Jueves 06/05/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
73.7 km
210 m
7 Km Distancia Madrid
9h20'
5h11'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Juanlu, Pepe, Mario

Mas detalle ruta

Descarga ruta: Puentes-y-Lagunas-del-parque-regional-del-sureste-2021-05-06-r.gpx
Reproductor audio crónica:

Últimamente no estamos muy finos con la convocatorias y ésta no fue una excepción: «que si nos vamos a Aranjuez, que lo que mola es Buitrago, que no, que mejor de compras que no tengo fondo de armario….«. Finalmente la sensatez se impuso y se hizo la ruta que yo propuse, saliendo de mi casa, jejeje. Y no es morro, es que no tenía coche y, lo más importante, no nos podíamos ir lejos para que pudiese venir Pepe, que nos tenía pendientes y expectantes con su vacunación en el espectacular Zendal, azote del Covid y refugio de la libertad.

Viendo el desnivel de la ruta me voy a ganar a pulso el sobrenombre de «Yayoflojo» pero es que tenía especial interés en conocer esta zona, tan cercana e ignota, como las Fuentes del Nilo mismamente. Tengo que decir que me sorprendió gratamente, haciendo hincapie en que hay que realizarla en estas fechas, o incluso, unas semanas antes. Bajo ningún concepto hay que intentarlo cuando haya la más mínima sospecha de encontrarnos con barro, porque puede ser un infierno (quizás exagere pero hay que meter dramatismo).

Salimos del Valdebernardo después de agruparnos, puntualmente como siempre, desde los 4 puntos cardinales de Madrid. Alfredo se vino desde la plaza de Roma por la via verde de O’Donnell, Juanlu (el héroe de la jornada) atravesó la city a pelo desde su nido en Moncloa, Pepe vino en coche directo desde su Zendal experience y yo desde mi portal a 100 m.

La salida fue plácida, atravesando el parque de Valdebernardo, donde cayeron las primeras fotos, con los patitos del estanque.

Ya les avisé que no todo iba a ser así y pronto nos adentramos en el polígono de Vicálvaro, rodando a toda leche por la desagradable carretera de Coslada que rodea la explanada donde Renfe prepara los convoyes de mercancías. Fue la parte Mad Max del recorrido. No hay forma de evitarlo debido a que todo son fincas y empresas que crean una especie de muralla infranqueable. Pero pronto, torcimos hacia el sureste con la intención de circunvalar Coslada por los parques que la rodean.

En lontananza se podían apreciar el bosque de grúas que pronostica en lo que se va a convertir esta zona con el paso del tiempo, pero bueno, de momento se puede ir por los lugares que muestran las fotos. Esto acaba en una zona de chalets, aledaña a lo más granado de Coslada y que tiene un cierto parecido a San Blas. Rápidamente salimos de Coslada para dirigirnos hacia San Fernando de Henares, rodenado su hospital universitario y adentrándonos en un bulevar que nos vuelve a sacar del pueblo. Pepe propuso ir a visitar un castillo del siglo XIII pero resultó estar a TPC. Conviene recordar, para otra ocasión, que por esta misma ruta se puede ir al castillo de Aldovea en Torrejón. De hecho, nos adentramos unos kilómetros en su dirección para ver un poco las lagunas del Henares (tramo de ida y vuelta en el desvió del Soto de la Quica). Como el track era corto…

Aquí la marinería se me empezó a revolucionar. Pedían campo, verde, trialeras (Alfredo, claro) y no hacíamos más que atravesar calles (¡vaya rollo!, ¿queda mucho?, ¡vaya mariconada!,…). Pero mi paciencia y mis dotes de político son infinitas, así que les camelé con múltiples razones para que continuaran, e incluso les prometí libertad y cerveza, que no falla. Y así es como salimos de S.F. de Henares.

La entrada al parque regional de sureste tiene un cierto aire a Aranjuez. Esto serenó el espíritu de los expedicionarios, quizás demasiado, porque íbamos a un ritmo lamentable, no sé muy bien porque, como si estuviésemos en Benidorm.

Al acabar este magnifico paseo se encuentra la bifurcación que he comentado con anterioridad y que te lleva directamente a Torrejón de Ardoz, siempre a la vera del Henares.

Entrada al Soto de la Quica. Nadie entendía porqué íbamos por allí, fuera de track. Fue un capricho mío, lo reconozco pero me confirmó que a esta gente se la lía fácilmente. Nadie se había mirado la ruta, ¡ay señor!

¡Leches! ¿Y esto? ¿De dónde habrá salido?

Después de disfrutar de este bosque de ribera y de la amabilidad de un calvo que nos grito por no llevar mascarilla, volvimos al track de nuevo.

¿El personal no quería verde? ¡Pues toma verde! Nos adentramos en un sendero de 2 palmos que estaba tomado por las plantas. Quedaba lo justito para pasar. El problema era que, a veces, las plantas que lo bordeaban eran cardos «king size«. Me recordaba alguna escena de Objetivo Birmania, cuando Errol Flynn le soltaba las granadas a los limones, escondido entre la maleza. Jungla total.

Salimos del bosque y dejamos un oleoducto a un lado y continuamos haciéndonos nuestra buena panzada de kilómetros, eso si, más bien llanitos como se puede apreciar.

Todo iba bien, hasta que en un minúsculo repecho (de los 5 que había en el recorrido), al cambiar, tengo una impresionante chupada de cadena (con perdón) y me quedé clavado. Me temo que realicé el cambio inadecuadamente y eso provocó el incidente. Se había empotrado entre el plato pequeño y el mediano y no había manera de sacarla de tan inoportuna posición. Por suerte estaban allí Mario y Pepe. El primero intento desmontar testicularmente los platos pero no había forma con las herramientas a nuestra disposición. Finalmente, con maña y paciencia, entre los 3 conseguimos liberar la cadena sin daños, pero habíamos perdido media hora al menos. Esta claro que estas yayo-excursiones son de alto riesgo. Y no será el último incidente…

Siempre cerca del Jarama, llegamos finalmente a las Lagunas del Raso. Y allí, nos perdemos un poco, nos ponemos a juguetear con unos pequeños toboganes…

Ermita del Cristo de Rivas

Empalmamos con la Laguna de Rivas, atravesando zonas llenas de flores de todos los colores que despiertan en nosotros el poeta que llevamos dentro. Alfredo ya empieza a tener hambre.

La La Land

Pepe empieza a tener los primeros síntomas de la vacuna: ve elefantes de colores

Y finalmente llegamos a la laguna del Campillo a la que decidimos dar la vuelta, debido principalmente al interés mostrado por Alfredo en verla en profundidad (eran las 13:58 …). Y aquí tuvimos el segundo incidente de la jornada cuando Mario decidió romper una rama con la cabeza. Pudo la rama y se rompió el casco. Por suerte, Mario no se hizo nada importante aunque salió dolorido del encuentro.

Y ya, con los objetivos cumplidos, nos dirigimos hacia el restaurante (El Fogón de Filo), donde nos plantamos y comimos estupendamente. Ante la escasez de codillos, Alfredo tuvo que acosar a la camarera, exigiéndole su firme compromiso de que, al menos, un codillo sería para él exclusivamente. Por lo demás, la comida transcurrió muy agradablemente, aunque había una vocecilla interior que te decía que había que volver.

Uno de los pocos momentos de silencio.

Después de un café y un chupito, a la 5 pasadas decidimos levantarnos. Fue duro, pero cuando eres un ciclista legendario que decides afrontar este tipo de retos exigentes debes asumir estos sacrificios. En vez de ir a lo fácil, fuimos a lo bonito, así que nos dirigimos a la ruta que va paralela al Manzanares, hacía la Caja Mágica.

Cortados y Pico de Coberteras. Debajo, el camino hacia San Martín de la Vega
Nidos de cigüeñas cerca de la Cañada Real
Pedazo peregrino, transido de devoción

Por el Parque del Manzanares, cerca ya del punto donde nos separamos.

Bueno, y esto ya se acaba. En el Parque del Manzanares no dividimos. Alfredo se fue hacia Legazpi para cruzar el Retiro y Juanlu, hacia el Madrid Rio. Los demás, tuvimos que subir, rodeando el parque forestal de Entrevías, continuar por el parque de Palomeras, atravesar el puente sobre la carretera de Valencia, para llegar a Valdebernardo de nuevo. Allí Félix y Mario siguieron por el carril bici, y Pepe y yo nos adentramos en el barrio.

Un día completito, espléndido y divertido. Una ruta bonita y divertida, donde el único sufrimiento es el tiempo que permaneces sobre el sillín y que acabas con el síndrome del mandril. Y como siempre, un gustazo poderlo compartir con los amigos.

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Titulcia secreta: yesos, romanos y dacias

Ruta realizada el Jueves 18/03/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
38 km
659 m
33 Km Distancia Madrid
4h39'
3h00'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Juanlu, Pepe, Rufi

Mas detalle ruta

Temperatura media: 15.6
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Reproductor audio crónica:

Esta rutita fue propuesta por nuestro amigo Gustavo. La verdad es que no frecuentamos mucho esta zona, así que nos llamó siguiendo las recomendaciones, decidimos realizarla. Titulcia suena a romano y algunos restos quedan pero poca cosa. Se trata más de un reclamo turístico que otra cosa.

La convocatoria fue un tanto caótica. La ruta era larga y era previsible que tuviésemos que cortarla si no queríamos madrugar mucho, que no era el caso. Se propusieron varias rutas y, al final, se montó un carajal de opciones. Tampoco estuvimos muy finos al concretar la hora de llegada lo que provocó un abanico de momentos de llegadas. El colofón lo puso Félix, cuyo navegador decidió mostrarse creativo, enviándolo a Torrejón de Velasco. Después de un intento de linchamiento por parte de algunos elementos del grupo, pudimos partir a una hora razonable, 45 minutos después del horario previsto.

El comienzo transcurre por un secarral en subida con un refrescante viento de cara que anima notablemente el cotarro. Una vez finalizado el cuestón, vienen unos senderos de bajada que dividen el grupo, like it’s usual. Por un lado, las nenazas que cogen la alternativa pistera, y por otro, los legionarios que afrontan las bajadas sin miedo. Nos reunimos todos en la Laguna de San Juan, donde Juanlu nos explica la vida y costumbre de la aguililla pescadora (???).

Aquí empezamos un ir y venir por pistas destinada a la explotación agrícola, llenas de encanto aliñado por un potente viento de cara. Lo que tendríamos que haber atravesado a toda leche se hace pesado. Finalmente llegamos a la bifurcación que nos llevaría al castillo de Casasola y al barranco del Valmuerto. Dada el retraso que acumulamos y el viento que nos despeina, decidimos dejar este ramal para otra ocasión, continuando alegremente la travesía del páramo salpicado por algunas explotaciones agropecuarias.

El terreno está salpicado de pequeñas lagunas y es llano como la palma de la mano.

Empieza a cundir el desanimo entre nuestras filas, cuando, inesperadamente, comienza una subida para animar el asunto y que no hace más que meternos en un secarral. Apenas hay algunos olivares y vides retorcidas como si no estuviesen a gusto en semejante vergel. Menos mal que Félix, con ese capacidad de naturalista que le viene del nombre, ve una perdiz intentando refugiarse sin conseguirlo.

Unos pensamos en adoptarla y otros en comérsela. Ante la disyuntiva, decidimos que lo mejor es soltarla.

Aprovechamos la parada para el reavituallamiento y así poder observar el paisaje, o lo que sea, con detenimiento. La cosa es que éste, a partir de aquí, va progresivamente cambiando, llenándose de cultivos que nos dan un respiro con su verdor. Mirando el mapa, veo que esta zona se denomina la Vega. Normal. Incluso, alguno me recuerda un salvapantallas de Windows…

Nos vamos acercando a nuestro principal objetivo, la mina del Consuelo. Así entramos en el parque Regional del Sureste, dirigiéndonos de cabeza al barranco de la Purga (el nombre, de salida, da mala espina). Debo decir, que de primeras no me gustó nada el firme de piedra suelta, así que los nenazas dejamos a la élite ir los primeros. Luego, se fue suavizando y resultó ser de los más disfrutón, además de encontrarnos con un paisaje muy original lleno de formaciones yesíferas.

El barranco acaba abruptamente frente al Jarama.

Al final del mismo llegamos a una llanura dejando a la derecha una pared donde se encuentra alguna cueva con yacimientos arqueológicos y paleontológicos. En esa misma pared es donde se encuentra la mina.

La mina se encuentra en el término de Chinchón y es de sulfato sódico (un desecante de p… m…., que también se usa en la fabricación de vidrio) y actualmente es propiedad de una compañía francesa (no iba a ser española), aunque la mina no es operativa desde 1919. Se supone que para entrar hay que solicitar un permiso pero…

La subida, resbaladiza y con bastante pendiente, tuvo su historia porque, claro, nos empeñamos en subir las bicis: semos ansí. Pero valió mucho la pena, la verdad.

Después del relax, tuvimos que retomar el camino que dejamos cunado bajamos el barranco de la Purga, lo que implicaba un cuestón mas que considerable que solo subieron sin poner pie Alfredo y Rufi. Al final del mismo ya estaba casi finalizado.

Después de otra cuesta (como no), en mitad de la cual hay un recordatorio de la batalla del Jarama, llegamos a un mirador en la confluencia del Jarama con el Tajuña, desde que se puede observar toda la comarca.

Llegamos a comer a una hora razonable. La oferta culinaria no era muy amplia y nos dirigimos a donde nos aconsejaron, a la plaza del pueblo. Allí, dejamos nuestros jumentos y nos relajamos con la consabida cerveza.

Allí nos atendió una camarera profesional, de la Dacia para más señas, que supo cubrir con su servicio y atenciones la deficiencias de la comida. Es la primera vez que veo a Alfredo dudar. No voy a entrar en detalles de lo que ocurrió allí porque lo que sucede en Titulcia no sale de Titulcia (quod non accidit in Titulcia venire de Titulcia). A no ser que el comisario Villarejo quiera, claro. Lo dejo ahí.

Fue una jornada muy divertida, llenas de risas y bromas, con el tema del bicho rondando, como siempre. La ruta es normalita pero tiene sus joyas que hacen que merezca la pena.

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Canencia-Pinilla del Valle, la primavera invernal

Ruta realizada el Jueves 25/02/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
36.6 km
484 m
54 Km Distancia Madrid
4h00'
2h55'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Juanlu, Rufi

Mas detalle ruta

Temperatura media: 8.9
Descarga ruta: Canencia-Pinilla-del-Valle-2021-02-25.gpx
Reproductor audio crónica:

No había muchas ganas de grandes gestas ni cuestones de impresión, porque de todos es sabido que la «juventud» es especialmente sensible a la astenia primaveral. Así que escogimos esta ruta tranquila y bonita que tantas veces hemos realizado.

Quedamos inusualmente pronto, a las nueve, para que Fernando pudiera asistir por la tarde a 4 horas de ópera ininterrumpidas, una nibelungada de Wagner que a cualquier otro provocaría unas ansias irrefrenables de invadir Polonia, pero que Rufi seguro que digiere como si tal cosa.

Como hay ganas de primavera y en Madrid hacía una temperatura estupenda pensé en ponerme el modelito de pantalón corto pero mi ancestral prudencia lo evitó, plantándome mi malla larga ligera y los botones de rigor, aunque tenía la secreta esperanza de encontrarme el campo bucólico y sin charcos.

Pues no señor, en Canencia hacia una estupendos 4 graditos. Habíamos escogido este lugar sobre todo para dar gusto a Alfredo que tenía localizado un restaurante donde comer cabrito, un sueño recurrente de nuestro webmaster. Pues tampoco era el día porque el susodicho restaurante estaba cerrado. Ni empezamos a las 9 porque tuvimos que poner a punto el Cencerro Digital (new release v3) a Juanlu que, extrañamente, tenía problemas de índole técnica. También se olvidó las botas, pero esa es otra historia.

Así que salimos tarde y helados en dirección a nuestro primer objetivo, el embalse de la Pinilla, recorriendo lugares sobradamente conocidos pero que siempre te sorprenden agradablemente. Incluso una vaca avileña cuerniafilada que no se quitaba del camino nos hizo gracia.

Pero, últimamente, siempre tenemos que tener algún problema técnico y esta vez el agraciado fue un servidor, que rompió la cadena. Tardamos más en desenredar la cadena del plato que en arreglarla pero pronto seguimos con nuestra ruta.

El recorrido por los alrededores del embalse son tan agradables como siempre aunque con mucho más barro del esperado. Definitivamente he hecho bien trayendo los botones.

Yacimiento del Calvero

Esta vez no nos detuvimos en el yacimiento arqueológico. Ya bastante neandertales somos, hay que reconocerlo, y además, el recibimiento que tuvimos la última vez por parte del vigilante no fue muy agradable.

Definitivamente estamos muy vagos. Con la excusa de que Fernando no se pierda la Wagner Jazz Session, pasamos olímpicamente del ramal que nos llevaría a Alameda del Valle y seguimos bordeando el embalse. A la salida de la Pinilla nos tomamos el platanito, todavía con un poco de frio.

Vamos confiados. La ruta es sencilla y nada parece interponerse entre nosotros y Canencia. Y es que no aprendemos y la ruta, claro, nos pone en nuestro sitio.

De repente el camino se vuelve una secuencia de charcos gigantes, uno tras otro. Hacía poco que alguien había mandado un video de un tío, que en una circunstancia parecida, rodando atravesando arroyos acababa hundiéndose totalmente en una poza, como si de el submarino de El Octubre Rojo se tratase. Según iba por los charcos, no me quitaba esa imagen de la cabeza y tuve que recurrir a pensamientos sexuales para intentar olvidarla y seguir adelante, que si no Alfredo me llamaba nenaza.

Cuando salimos de esta zona, nos perdimos en el único punto donde había un bifurcación a pesar de llevar tracks, navegadores, satélites, aceleradores de hadrones y la madre que nos parió. Tenemos menos orientación que un mejillón.

Cuando nos aclaramos, enfilamos una pista que pensabamos que nos llevaría rápidamente a Canencia. Íbamos charlando tranquilamente, ajenos a lo que nos deparaba el cruel destino, cuando apareció el cuestón. Al principio no parecía que fuese para tanto, pero claro, un cuarto de hora después cambias de opinión. El Colladillo se llama, que digo yo que será irónicamente…

Lo peor es que al llegar arriba uno descubre que ha subido para volver a bajar. Eso me agradó especialmente y bajé maldiciendo por lo bajini. Y así llegamos a Canencia de nuevo. Allí decidimos irnos al Caudrón a comer, después de despedirnos de Fernando haciendo el paso de la oca.

No había cabrito pero se estaba muy bien en la terraza del restaurante. Mientras esperábamos nos entretuvimos viendo como Félix se aplicaba en la limpieza de su bici con su nueva bomba de agua hiperbolic megaflux special . En pocos minutos la lavó, enceró y abrillantó. No sé si en el coche tendría a la vez un rumba, limpiándole el polvo. Después nos metimos entre pecho y espalda una fabes y unas carrilladas (más o menos). El resultado final de la escapada a nivel calórico es claramente positivo, pero bueno, la próxima vez lo arreglaremos. Como siempre, un placer salir y compartir. Hasta la próxima.

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Boalo-Pedriza-Manzanares el Real en la tercera ola

Ruta realizada el Domingo 24/01/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
31.4 km
692 m
38 Km Distancia Madrid
3h19'
2h41'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Pepe, Rufi

Mas detalle ruta

Temperatura media: 9
Descarga ruta: Boalo-Pedriza-20210124.gpx
Reproductor audio crónica:

Este 2021 ha empezado especialmente sembrado. Como eramos pocos, parió la abuela, esta vez en forma de tren de borrascas. Durante un tiempo la borrasca Filomena nos tuvo entretenidos con su nevada. Luego Gaeta nos encogió el alma a base de bajar el termómetro y, finalmente, Hortensia lo hizo con sus lluvias, que luego tampoco han sido para tanto. Así que este era el primer fin de semana que podíamos salir con la bici y la amenaza de los vientos de Ignacio, la tercera ola de la pandemia y los políticos autovacunados no nos iba a detener.

No estaba fácil elegir un sitio para mover las piernas porque tenía que haber poco barro, no estar confinado y con cierta protección contra el viento. Después de muchos dimes y diretes para elegir por donde tirar, nos fuimos al Boalo. Así, de paso, Félix podía comprobar que sus posesiones no habían sido arrolladas por las puñeteras borrascas.

Un día soleado y brillante, con una temperatura ideal, con muchas ganas de verse por primera vez en este 2021. Todavía no habíamos podido tocar el nuevo maquinón de Pepe. Demasiado tiempo sin darle al pedal. Eso quedó patente en cuanto salimos de Boalo, en dirección a la Sierra de los Porrones (falta un audio con Rufi por detrás: «me tocas los c….es»). La primera cuesta se me atragantó como un polvorón. El recorrido era conocido de sobra pero me costó horrores. Iba subiendo, reflexionando sobre lo desagradecido que es este deporte que en cuanto lo dejas unos días, te pasa la factura. Menos mal que la charleta te hace olvidar las pulsaciones y hasta respiras mejor. Incluso parece que han desaparecido los 4 kilos que tienes de más…

El mapa llama a esta cuesta la Pena del Mediodía. Ya te digo yo que sí.
Momento platanito, con un viento del carajo.

En la bajada, normalmente cogemos una trialera preciosa pero con la restricciones que tenemos los ciclistas en Guadarrama y siendo fin de semana preferimos ser precavidos y bajar por pista, aunque casi hay que atar a Alfredo y Rufi.

En Cantocochino otra vez tuvimos que hacer tareas de pastoreo con los elementos del grupo que querían tirar por senderitos. Y así, como quien no quiere la cosa, nos salimos de la Pedriza.

Lo que queda del antiguo castillo de Manzanares el Real

El pantano de Santillana estaba a rebosar, justo al contrario que mis ganas de subir lo que se viene llamando el Cordel de la Fuente de las Liebre, el antiguo camino a Madrid por Tres Cantos, y que yo suelo denominar de forma más breve como «esa puta cuesta«. Encima Ignacio, la última borrasca del jodido tren, nos lanzaba todo el viento de cara. Uno de los mejores momentos fue cuando coronamos esta subida. El otro fue cuando llegamos al Boalo de nuevo y nos tomamos una cerveza, a la que nos invitó el bueno de Félix.

Me alegré mucho de haber ido. Un día espectacular, en el que me reí mucho y me di cuenta de cuanto lo echaba de menos. Una gozada, a pesar de que acabé más cansado de lo que me hubiese gustado. En fin, espero que esto no se complique y lo podamos repetir de nuevo muy pronto.

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Venturada-Cabanillas-Cabrera-Redueña

Ruta realizada el Jueves 03/12/2020

Dificultad Física
Dificultad Técnica
33.5 km
568 m
43 Km Distancia Madrid
3h31'
2h43'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Pepe, Mario

Mas detalle ruta

Temperatura media: 8.9
Descarga ruta: Venturada-Cabanillas-Cabrera-Reduena-20201203.gpx
Reproductor audio crónica:

Como el fin de semana anterior nos habíamos metido una ruta de trialeritas fina-fina, este jueves pensamos en hacer una cosa más tranquilita y disfrutona. Y buscando me encontré por esta ruta diseñada por Nano Flojo (que siempre garantiza calidad independientemente de lo cañera que sea). Agradable, divertida, con un bonito paisaje, y no es muy técnica, aunque tiene sus trialeras y sus escalones para no defraudar a los más «echaos pa’lante«.

Aparcamos en Venturada, muy cerca del helipuerto, en la calle de las Viñas, donde hay mucho sitio (y mucho perro de esos que te ladran al oído, la madre que lo parió…). La ruta empieza ahí mismo y salimos en dirección a Cabanillas en un suave ascenso que hicimos rajando, como es habitual y propio de nuestra naturaleza.

A pesar del frio que hacía Pepe iba calentito. Fue ahí cuando nos contó sus cuitas con los hombres de negro de Orbea en relación a su cuadro averiado. Estaba cabreado y decepcionado a partes iguales por el comportamiento cicatero y rastrero que estos señores estaban demostrando. Estuvimos viendo entre todos las diferentes posibilidades para conseguir envainársela a estos individuos. A ver si de este día surge una solución y vemos a Pepe pronto con su bici nueva y flamante. En cualquier caso, creo que le sirvió para desahogarse y sentirse mejor.

Estarán en peligro de extinción pero yo veo de estos por todos lados…

Pronto llegamos a Cabanillas por un camino que hemos hecho multitud de veces, pero dejamos el pueblo, sin meternos, en dirección norte.

Entre dehesas, vistas de la sierra, pastos y pistas se iba pasando la mañana. A pesar de que la primera mitad es subida, era tan tendida y entretenida que ni te enterabas.

En la zona de la Cabrera nos encontramos algunos alguna trialera, con sus canchales y todo. Esta ruta tenía de todo, como en botica.

Pepe dándolo todo.
En algunas zonas, había tantas pistas que había que andarse con ojo.

Poniendo a parir la rejas de este chalet-fortaleza. No nos gustó que estuviesen ancladas con tornillos. Estabamos en modo «jubilatas-criticones de obras»…

En la zona del camino de los Valgallegos, por la cresta del monte de Redueña, tuvimos a nuestra disposición un paisaje espectacular, con vistas hacia el Atazar y a los Collados Altos. Este camino te lleva de cabeza al sifón de San Vicente. Y ahí todos tuvimos que bajarnos durante unos 200 m. Si, todos, hasta Alfredo (¡¡¡nenaza!!!).

Con esta bajadita salimos del monte de Redueña por una pista que pasa por el pueblo del mismo nombre.

Ya quedaba poco para llegar, apenas una subida suave y llegamos al helipuerto donde comienza en track.

En el parque que lo rodea, hay una cartel con una propuesta la mar de interesante. Por supuesto, el próximo jueves nos vamos a hacer los 210 km con los 5000 y pico metros de desnivel.

No pudimos comer en Venturada así que nos dirigimos a Cabanillas, al restaurante donde siempre vamos, El Rincón de Cabanillas. Y tuvimos suerte, había sitio por los pelos. Y como siempre, un día estupendo, con frio y sol, amigos y calor. Una jornada para repetir.

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Montejo de la sierra-Hiruela

Ruta realizada el Jueves 12/11/2020

Dificultad Física
Dificultad Técnica
29.6 km
853 m
73 Km Distancia Madrid
4h40'
3h37'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Pepe

Mas detalle ruta

Temperatura media: 14.6
Descarga ruta: Montejo-de-la-sierra-Hiruela-20201112.gpx
Reproductor audio crónica:

Después de la salida del Castañar del Tiemblo íbamos buscando de nuevo encontrarnos cara a cara con el otoño y ya lo creo que lo conseguimos. Teníamos mono de bosque, arroyos, hojas y musgo y lo hemos tenido a raudales. Esta ruta es preciosa y en esta época hasta abruma. Muy recomendable.

El track lo saqué de Wikiloc (https://es.wikiloc.com/rutas-mountain-bike/montejo-de-la-sierra-la-hiruela-senda-del-molino-15548060) después de buscar mucho porque es fácil caer en rutas similares pero con elevada dificultad (cuestones, taludes, barro, cruce de rios,…) y tampoco es cuestión de estar empujando la mitad del tiempo y pasar penalidades.

Aparcamos a las afueras del pueblo, porque Montejo tiene este tema pero que muy complicado. Hay 2 zonas que permiten dejar el coche sin problema.

Empezamos a la hora prevista. Hacía frío y Pepe iba forrado. Pronto se dio cuenta del error. La ruta nos recibía con los brazos abiertos y un repechón 1:1 style, seguido por un bonito paso de barro con heces de vaca que fue una constante de todo el trayecto. Agradezco a nuestras amigas las vacas este bonito detalle que nos dejó las bicis hechas un cromo.

Pronto llegó la primera parada en plan turistón. Había que coger el resuello y quitarse ropa.

Alfredo enternecido por la maternal escena del choto metiéndole a su madre unos viajes en las ubres de no te menes. No interrumpimos el sublime momento y dimos un rodeo, un poco acojonados, todo hay que decirlo.

Seguimos subiendo alegremente por la dehesa Boyal por prados llenos de vacas y de agua. En Prado Sancho doblamos a la derecha para coger un momento la M-139 y llegar al puerto Cardoso, donde nos encontramos una zona de parking con un nutrido grupo de excursionistas que, afortunadamente, se dirigían a otro sitio. Entramos de lleno en una subida contínua a través de un bosque cerrado.

Cada vez nos gustaba más el lugar. Estábamos exultantes (a pesar de la subida, que no cesaba, ¡ay!). Y hasta salió el sol.

En toda esta zona son frecuentes los miradores desde donde se ve el valle que riega el Jarama. Y claro, nosotros nos parábamos a mirar, que para eso están.

Bonito modelo que puerta de acceso que no permite entrar ni a bicicletas ni a gordos. Me gustaría conocer al que la diseñó. Por supuesto, esto no fue freno para nuestro natural ansia descubridora y lo burlamos con grácil donosura. Hasta 5 de estas putas puertas nos encontramos...

Abajo nos esperaba el pueblo de La Hiruela que en su día fue un típico pueblo de la sierra pobre de Madrid.

Hoy es un auténtico centro de turistones y que los fines de semana debe estar bonito, bonito. Un paseo por sus calles nos confirmó que se trataba de un «Pedraza-pueblo» (definición personal con la que me refiero a aquellos pueblos que van de «auténticos» y han sido remodelados por personal especializado de Walt Disney).

Alfredo en misa de 12.

Salimos del pueblo en dirección a una senda que forma parte de un recorrido muy popular de la zona, perfectamente señalizado y mantenido.

La bajada por esta senda está jalonada de escalones de madera que hacen difícil el bajar con la bicicleta. Muy desaconsejable intentarlo, la verdad. Hubo que retener a Alfredo que ya se lo había planteado como un reto. El verdín de Juanlu, las piedras húmedas y sueltas, las raíces y las hojas mojadas, todo ello sazonado con excursionistas/jubilados hacía de que esta gesta fuese extremadamente imprudente. Así que arreamos con nuestras bicis para salir por una de esas puertas que tanto me han gustado.

Al final de la senda hay un rincón idílico a orillas del Jarama donde se encuentra un molino y un montón de jubilados.

Al salir de esta preciosa zona nos enfrentamos de nuevo a una de esas estupendas puertas y a un cuestón que nos lleva directos a la carretera M137 en dirección al puerto de la Hiruela. Hay la opción de ir a orillas del río. Es un camino precioso que transcurre por el bosque pero más adelante, según pude comprobar al mirar fotos de las descripciones de otros aguerridos ciclistas, se convierte en algo parecido a la jungla de Birmania. Así que, prudentemente, empezamos a subir la carretera por una pendiente continua y cansina. El puerto se nos hizo largo y penoso pero finalmente llegamos. Y nos quedaba lo mejor del track.

Empezamos a media ladera pero pronto nos adentramos en una zona boscosa que no hacía más que provocar en nosotros un continuo deseo de decir: ¡Qué bonito! ¡Qué pasada! Parecíamos niñas pijas…

En muchos lugares el sendero se perdía (km 19 de la ruta) y había que estar muy pendientes del track, de que no se te metiera una rama en la transmisión, de los tocones que había por todas partes y de los hoyos ocultos por la vegetación. Se ve que no está muy transitado y las hojas no ayudaban precisamente.

Pepe ya ve el final con cara de satisfacción mientras Alfredo ya huele la comida.
¡A comer! Pepe se viste para la ocasión con su mejor esquijama

Comimos estupendamente en el Mesón el Hayedo. Como se puede apreciar, Alfredo vibraba de satisfacción (por eso sale en la foto desenfocado). Con un café y un chupito acabamos de rematar un estupendo día, disfrutando de lo lindo de una ruta espectacular. Le voy a pedir a Alfredo que meta notificaciones a las rutas para que nos avisen de que hay que hacerlas de nuevo. Ésta, desde luego, debería ser obligatoria todos los Octubres/Noviembres.

PD: A Pepe le hubiera gustado asomarse al Hayedo pero Alfredo tenía prisa y yo tenía que quitar el barro-mierda de la bici antes de volver a Madrid. Para la próxima.

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El Tiemblo – Castañar con despeñadero

Ruta realizada el Jueves 29/10/2020

Dificultad Física
Dificultad Técnica
36.3 km
935 m
67 Km Distancia Madrid
5h20'
3h30'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Pepe

Mas detalle ruta

Temperatura media: 13.5
Descarga ruta: El-Tiemblo-20201029.gpx
Reproductor audio crónica:

Salimos de Madrid con el cielo nublado y una sensación de estar escapando, en plan «la Fuga de Logan». La información confusa del tema de la pandemia no ponía fácil saber si estábamos en una situación legal o éramos de lo peor. Pensabamos que el tráfico no nos lo iba a poner fácil pero resultó más sencillo de lo previsto llegar hasta el hotel Toros de Guisando, donde ya hemos quedado otras veces.

Nada más ver a Pepe le felicitamos efusivamente por su onomástica, tan sólo para descubrir que en nuestra web (a la que seguimos a fuego) estaba la fecha adelantada un día. Poco después llegó Alfredo con cara de haber pasado una mala noche. Problemas de estómago. Se está haciendo mayor. Tenía la esperanza de que ese día disminuyera su fogosidad pero fue en vano…

Esta ruta la he definido como difícil por lo que nos pasó en el km. 28, pero en realidad, la mayoría es por pistas con más o menos inclinación pero asequibles. Que sirva esto para que las futuras generaciones de ciclistas no cometan nuestro error. Con eso doy por buena esta experiencia, globera donde las haya. Y aquí me quedo, no voy a adelantar acontecimientos.

Empezamos rezongones la subida hacia el Castañar (es lo que tiene saber la subida que te espera), abrigados como para ir al frente ruso. En cuanto enfrentamos la primeras cuestas (o sea, enseguida) hubo que aligerarse de ropa. Tampoco llevábamos la rutas muy claras. Yo directamente me equivoqué de track y Félix creía que el que llevaba nos conducía a otro sitio. Pero daba igual. El sitio era precioso.

Durante la primera parte del recorrido vimos a gente recogiendo níscalos, con sus cestas bien llenas. Me pasó por la cabeza un atisbo de remordimiento por dedicarnos a esto de desafiar a la gravedad, en vez de ir recogiendo tranquilamente los frutos del bosque pero ibamos a lo que ibamos, charlando para olvidar la pendiente. Pepe estaba encantado con su nueva adquisición, una Maxxis High Roller y estaba como niño con cubierta nueva. Además le había metido un repaso a la bici que lo situaba cerca del título de «mecánico del año». Debo reconocer que, entre unas cosas y otras, nos plantamos en el Castañar casi sin darme cuenta (bueno, quizás esté exagerando un poco…).

Aquí más vale una imagen que mil palabras. Llegamos en el momento justo. El bosque estaba en su punto.

Y el platanito que no falte. Estrenando el nuevo gadget de Félix, su palo/trípode, con Pepe mostrando su nueva estética «La chaqueta metálica».
Eran momentos deliciosos, antes de cagarla…
Félix ajeno a lo que se nos venía encima.
Directo al desastre
Justo antes de la «iluminación de Pepe»

La foto superior la tomó Félix en el km. 28 de la ruta, kilómetro fatídico. Si estuviese escribiendo la Ilíada, pondría que un dios cabroncete decidió en ese mismo momento alumbrar la mente de Pepe con una «brillante» idea para complicar la vida a los mortales. Pero esto no es la Ilíada. De repente Pepe, mirando el Orux de su móvil, propone tirar por un camino fuera de track, que sin duda, nos llevaría muchísimo más rectos a la carretera del Tiemblo. Nos extrañó mucho esta propuesta por la hostilidad manifiesta de Pepe a trialeras y caminos de mal asiento. Hubo tímidas propuestas de mirar desniveles, curvas, barrancos y demás mariconadas. Y nos hubiese bastado cargar el mapa on-line en el mismo Orux, pero decidimos arrostrar riesgos y asumir nuestro destino como en «Elegidos para la gloria» y los cuatro nos lanzamos hacia lo desconocido.

La cosa empezó bien pero, poco a poco, las jaras se iban cerrando más y más. Por otra parte la inclinación iba en aumento y cuando llevábamos más de un kilómetro la cosa ya no tenía vuelta a atrás (y con muchas dudas hacia delante…).

Alfredo empieza a no ver la cosa clara. Ya no le está gustando…
Definitivamente Alfredo ha dejado de disfrutar.

Cuando ya no hacíamos más que tragarnos jaras, la pendiente aumentó y el camino se convirtió en una zanja. Jurando en arameo, a pie y con la bici en vilo, bajamos por esa especie de torrentera a dura penas.

Perfil de la «tontaa gorda» en violeta. Disfrutando de 200 m. de desnivel. La flecha roja indica por donde estaba la salvación.

Pepe, en un momento dado, enganchó en alguna rama la sujección de su rueda trasera que se soltó. Al intentar controlar la bici, tocó el freno que, por supuesto, se pinzó. En mitad del barranco tuvo que arreglar el desaguisado. Pero no todo iban a ser desgracias. La suerte le recompensó con unos bonitos cuernos.

El cuerno de Pepe con el que podrá realizar un montón de manualidades y pretecnología.

Pero todo tiene su fin y conseguimos llegar sanos y salvos a orillas del embalse del Burguillo, aunque hechos unos zorros, rozados por las jaras y llenos de barro.

Pepe decidió ir por carretera al Tiemblo después de que Félix se diera cuenta que se iba a clavar el cuerno en la nuca, triste fin para nuestro querido amigo. Nosotros tres tiramos por una trialera rápida y muy divertida que nos llevó en un tris tras al pueblo.

Llegando por fin, en la presa del embalse del Charco del Cura

Cuando llegamos al Tiemblo, Pepe nos estaba esperando en casa Mariano. No llegamos para el menú (lo cierran a las tres; no llegamos por 5 minutos). Comimos razonablemente bien. No conseguí tentar a Alfredo con los postres, lo que demuestra que autocontrol considerable. Dos cafetitos y un licor dieron por finalizado un día espléndido, en un paraje espectacular y con la mejor compañía del mundo.

¡¡¡Y muchas felicidades para Pepe en el trigésimo día de octavo mes de la pandemia!!!

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Despeñaperros: Cascada de la Cimbarra

Ruta realizada el Lunes 05/10/2020

Dificultad Física
Dificultad Técnica
7.1 km
41 m
225 Km Distancia Madrid
2h23'
1h41'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Pepe

Mas detalle ruta

Temperatura media: 28.2
Descarga ruta: Senderismo-Aldeaquemada-Cascada-la-Cimbarra-.gpx
Reproductor audio crónica:

Nada más salir del Mirador del Jardín de Despeñaperros (Castañar de Valdeazores), nos detuvimos en el mirador de Despeñaperros, donde tuvimos otra sesión de fotos, con buitres incorporados.

La carretera a Aldeaquemada es de las de antes, estrechita, curva va curva viene. Vamos, que nos tiramos un rato ascendiendo a un pinar inabarcable, para luego bajarlo. En mitad de curveteo, nos encontramos un ciervo que se quedó mirándonos, extrañado de ver a alguien por allí.

**** ATENCIÓN no existe el video VID_20201005_133513.mp4 en el álbum de Google de la crónica

En Aldeaquemada entramos a saco, ya con ganas de comer. Metimos el coche en la plaza, solo para comprobar que no tenía salida. Al dar marcha atrás, el hondita se dio un golpe en los bajos con un escalón. Todos los del pueblo miraban y en un momento nos hicimos famosos. Salimos de la puñetera plaza, aparcamos y volvimos, dispuestos a comer, en línea y en cámara lenta, como en «Elegidos para la gloria».

Putos escalones…


Al dueño de «La Cruz» le jorobamos el lunes. Pensaba que no iba a tener clientes y le llegan 4 gansos de Madrid de repente. De primero unas alubias y los segundos diversos y más flojitos, en especial los boquerones a la andaluza de Félix, que parecían de otra comunidad. Después de unos cafés emprendimos rumbo al nuestro último objetivo.
Por si quieres culturizarte
Para todavía más detalle y dártelas de geólogo.

El camino muy normalito. En 45 minutos llegas a la cascada. Todo muy bien señalizado. El paisaje cambia radicalmente y, desde luego, no te esperas que haya ese cortado.

A la vuelta no vimos ni ciervos, ni jabalíes ni a nadie. Llegamos a Santa Elena y Alfredo nos dejó porque prefería jugar al golf y a las obras.

Pensamos en irnos a la Carolina pero finalmente nos quedamos en el pueblo, dando un paseito por su casco antiguo con monumentos (tiene sus cositas muy realzadas) iluminados por luces de colores, al más puro estilo «local de carretera». Además esto permitió a Pepe meterse entre pecho y espalda un purito, que ya tenía ganas.

Decidimos cenar algo ligero en el otro sitio que había en el pueblo, aparte del hotel. Por supuesto, no lo conseguimos y nos pusimos ciegos. Después de un licor, nos retiramos a nuestras habitaciones de alto standing dispuestos a pedalear nuestro último día en Despeñaperros.

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