Las Rozas de Puerto Real-Casillas-La Atalaya

Ruta realizada el Martes 12/11/2024

Dificultad Física
Dificultad Técnica
42.4 km
1302 m
68 Km Distancia Madrid
3h45'
2h57'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, con dos obstáculos, sin limitaciones de temperatura, 20 metros no ciclable, zona de fotografía interesante

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix

Mas detalle ruta

Temperatura media: 12.4
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Reproductor audio crónica:

Nuestro segundo día de escapada otoñal amaneció bastante fresco. Fuimos a desayunar al bar donde el día anterior Alfredo les había dejado un «regalito«, dejando inutilizado completamente el servicio durante horas y cambiando el color del alicatado. Sin embargo, el camarero no pareció reconocerlo cuando Alfredo pidió una pareja de porras que no se las saltaba un gitano, su oscuro objeto del deseo desde el día anterior, cuando las vio de refilón durante su roca-visita. Félix y yo nos conformamos con unas simples y aburridas tostadas con tomate para afrontar la ruta.

Visto el tráfico que soporta la M-501, decidimos que lo mejor era ahorrarnos los 6 kms. que nos separaban del origen de la ruta, yendo a las Rozas de Puerto Real en coche, y aparcando al lado de un restaurante, el Casa Antonio, donde comeríamos más tarde.

Bastante forrados porque el día así lo pedía, empezamos a bajar la colina donde se encuentra el pueblo, bordeando un bonito castañar, que nos llevó a la M-501, que atravesamos cada uno a su manera y cómo buenamente pudo, que para eso somos tres mentes pensantes, cada una de su padre y su madre.

Por fin nos decidimos a seguir el track y tomamos la comarcal M-549 en dirección a Casillas, todo para arriba. En esta zona, lo de ir por pistas está complicado. Todo está absolutamente vallado y, lo más normal es que te metas por una pista que te lleve a una puerta con candado.

Pronto llegamos a Casillas y la atravesamos empleando el modo e-MTB (podemita power, dado su color moradito en nuestro selector de potencia) porque los cuestones son de infarto. No en vano estábamos en el barrio de La Cuesta. A la salida nos encontramos en el bosque gente con barredores de hojas, empeñados en no perder una sola castaña.

Y seguimos subiendo entre fincas valladas. Mientras daba pedales, me acordaba del chiste de Perich, «Cuando un bosque se quema, algo suyo se quema… señor Conde». Esta parte del recorrido nos sonaba de un track que hicimos hace cerca de un año, tomando el castañar desde el Tiemblo.

En una zona que se llama La Cruz del Tornero, el Castañar del Tiemblo nos dio la bienvenida con un cuestón de narices, dando paso a un precioso recorrido por pistas tapizadas de hojas, porque a estas alturas de noviembre, los castaños ya se han olvidado de ellas.

El nuevo dron-mini de Alfredo nos estuvo acompañando, mientras subíamos a la zona del refugio Majalavilla, como un fiel escudero.

En el refugio nos encontramos con unos caminantes, que imprudentemente preguntaron a Félix. Durante un rato, nuestro amigo les estuvo amenizando la velada, con una infinidad de datos, hechos y sucedidos, mientras nosotros nos dábamos una vuelta, Alfredo sacaba el dron, yo empezaba a escribir esta crónica…

Por supuesto, visitamos al Abuelo, nuestro castaño favorito con sus 500 añitos encima, rodeado de sus hijos, nietos, biznietos, etc. Allí nos comimos nuestro habitual plátanos mientras nos rodeaban catervas de jubilados y se acercaba una horda de niños, posiblemente caníbales. Ante semejantes peligros, retomamos la ruta.

Nuestro próximo objetivo era La Atalaya. Salimos por el lado noreste del castañar, en dirección a una zona conocida como el Portacho de los Ballesteros, vaya usted a saber por qué. Empezamos a dejar las pistas para meternos en un cortafuegos, en dirección a Los Riscos de la Urbana. Allí sacamos el dron de nuevo, para disfrutar de sus espectaculares vistas.

La bajada desde este lugar es de aúpa. Teníamos la opción más directa, por una especie de sendero/trialera/despeñadero/barranco, lleno de piedra suelta, o bien, una pista culebreante rodeada de un precioso bosque. Alfredo miró el sendero con deseo, pero la prudencia y nuestra radical y absoluta negativa le hicieron continuar por la pista, como personas sensatas, producto de una educación nacional-católica, y sobre todo, temerosas de darse una buena hostia.

Así llegamos a la urbanización La Atalaya, que atravesamos velozmente para meternos durante casi un kilómetro por la M-403, desembocando en una zona de explotación agropecuaria y dehesas.

Ya quedaba poco para llegar a nuestro destino. La pista se transformó en una zona llena de vegetación y charcos, rápida y divertida. Nos extrañaba no habernos embarrado ni haber tenido que empujar la bici campo a través, cuando el track nos sacó de la pista y nos metió en una zona de zarzales, con obstáculos y desniveles variados, donde no funcionaba el modo walk, por supuesto. Deslomados, conseguimos finalmente salir de esta zona, que se llama con razón, los Cantos de la Horca. Saliendo de esta trampa, una urbanización aledaña a las Rozas, Navapark, nos recibe con sus calles abiertas. Ya se huele el final.

Cómo el cambio del tiempo era más que evidente y la previsión no era nada, nada halagüeña, indicando la necesidad de utilizar neopreno al día siguiente, decidimos volver a casa esa misma tarde. Limpiamos las bicis, para desesperación de Alfredo, y las metimos en el coche. Félix, desde el día anterior, tenía en mente probar los boletus, así que negoció con el dueño del restaurante un menú especial, basado en este apreciado hongo de primero y rabo de toro de segundo. La cosa no debió quedar muy clara (bueno, para el dueño si…) porque nos metieron doblado el susodicho rabo, acompañado por una pobre ración de boletus, penosamente cocinados. Félix se puso en modo «altamente enfádica&gruñón» y el dueño nos devolvió 20 € en el primer intercambio de opiniones, lo que evidencia sin duda lo poco tranquila que tenía su conciencia.

En cualquier caso, esto no empañó ni un día esplendido ni una estupenda ruta. La pena es que tuviésemos que irnos un día antes por la dichosa DANA, sin poder realizar la tercera ruta de esta escapada. Pero también es una buena excusa para volver otro otoño a esta preciosa zona.

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Buitrago-Lozoya-Garganta, adentrándonos en el otoño

Ruta realizada el Jueves 31/10/2024

Dificultad Física
Dificultad Técnica
48.1 km
793 m
65 Km Distancia Madrid
4h06'
3h25'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, no adecuado para temperaturas altas, con algunas fincas privadas, zona de fotografía interesante

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix

Mas detalle ruta

Temperatura media: 15.9
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Reproductor audio crónica:

Por fin me estreno esta nueva temporada. Tenía ganas de disfrutar de los colores del otoño pero la pertinaz lluvia estuvo amenazando nuestra salida toda la semana. Pero finalmente el jueves nos dio un respiro en nuestra comunidad y pudimos salir.

El día amaneció espléndido en Madrid aunque se iba enturbiando según me acercaba a Buitrago, hasta el punto que decidí llevar el chubasquero en la mochila.

Como es habitual, a la hora prevista estábamos todos allí como si fuésemos un comando iniciando una acción en Jarkov (con dron y todo…). Llevaba mucho tiempo sin ver a mis compis así que fue un grato momento de encuentro. A las nueve en punto iniciamos la ruta de la que no me acordaba en absoluto, a pesar de haberla realizado en junio del 2020.

Había escogido esta ruta por no parecerme especialmente complicada, ideal para empezar la nueva temporada. Pero enfilando Villavieja del Lozoya, en la zona llamada el Chorrillo, pensé que me había equivocado. Una zona de senderos llenos de piedras, con repechos continuos, me hizo confirmar que estaba muy torpe. Menos mal que duró poco y enfilamos pistas mucho más adecuadas para mis mermadas capacidades.

El campo estaba precioso, con los colores propios del otoño. A pesar de lo que había llovido, no estaba especialmente embarrado, así que rápidamente llegamos hasta Villavieja, que atravesamos sin enterarnos ni del nombre. Continuamos por un sendero rodeado de fincas, donde Alfredo sacó su nuevo minidron que yo no conocía. Una chulada por lo pequeño y cómodo que es su manejo. Seguro que dejamos boquiabiertas a un grupo de jubiladas con quienes nos cruzamos.

Doblamos hacia el suroeste, empezando el principal ascenso del track. Después del mismo, ya era todo bajar hacia Lozoya. Íbamos muy bien de tiempo, pero cualquiera decía algo de tomar una cañita…

El embalse de la Pinilla estaba lleno, como era de esperar. Como siempre, nos recibió con unas imágenes espectaculares.

En el puente del Congosto nos encontramos con otro nutrido grupo de excursionistas, que elucubramos que eran jubilados divorciados y que imposibilitaron una foto como dios manda de nuestro puente favorito.

Después de atravesar Garganta de los Montes nos enfilamos hacia el Cuadrón, por el que no pasamos. Ya pensaba yo que nos habíamos librado de las experiencias náuticas con las que nos enfrentamos habitualmente desde que tenemos las ebikes, cuando hete aquí que nos la encontramos de morros poco antes de llegar.

Ya quedaba poco para llegar. Unos subidas y algún repecho nos separaban de Buitrago. Cuando llegamos al pueblo, decidimos hacer un tour turístico que acabamos en el restaurante Andarrio, que era donde habíamos aparcados. Limpiamos las bicis antes de meterlas en el coche, para desesperación de Alfredo, al que se le hicieron eternos los cuidados que tuvimos con nuestras monturas. Comimos razonablemente bien, viendo pasar bandejas de setas de un lado para otro. Félix no lo pudo evitar y entró en una conversación micológica con un señor de la zona.

Un día estupendo disfrutando del paisaje y de los amigos. Mi primer día de esta nueva temporada.

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Los Tojos vuelta circular Saja Besaya

Ruta realizada el Martes 28/05/2024

Dificultad Física
Dificultad Técnica
57.3 km
1379 m
307 Km Distancia Madrid
3h52'
2h52'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura, zona de fotografía interesante

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix

Mas detalle ruta

Temperatura media: 20.5
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Reproductor audio crónica:

La llegada a Los Tojos tarde anterior, con niebla y humedad por todos lados, no tenía que ver nada con la mañana con que nos sorprendió el martes. Un sol radiante nos recibía para el rutón que nos esperaba.

Después del desayuno potente con que nos cebó la dueña de La Posada de la Colodra, salimos con puntualidad prusiana, como es habitual. La posadera, al ver a Alfredo ya armado con la GoPro, no pudo por menos de hacer el comentario de que parecía un Teletubby. Por supuesto el resto de los expedicionarios lo recogimos y, a partir de ese momento, Alfredo fue el quinto Teletubby, el blanco.

Cómo Los Tojos está en alto, empezamos bajando el tremendo cuestón de 270 m. de desnivel en 2,5 kms que nos separa de la carretera S-203 y que lleva a Bárcena Mayor. Por suerte, con la eléctricas, la vuelta en estas circunstancias no es un motivo de preocupación.

Después de unos kilómetros por esta carretera sin que pasara ningún coche, llegamos a Bárcena Mayor, un pueblo turístico de libro.

Entramos en pista, y empezamos a subir paralelos al cauce de rio Argoza. La pista se fue adentrando en un hayedo salpicado por robles y por algún acebo. Estábamos pletóricos.

Al ir adquiriendo altura, el bosque dio lugar a prados (los «praos» como dicen por allí) llenos de vacas, terneros, caballos y potros, todos destinados a ser servidos en la mesa.

Poco después llegamos al Alto de la Cruz de Fuentes, con su encrucijada de caminos. Allí nos detuvimos para tomarnos el platanito y sacar el dron.

Después de monear un rato, bajamos hacia un valle realmente impresionante, con los pueblos de Soto y Ormas al fondo.

Poco después el camino nos llevó hasta la carretera C-625, que es por la llegamos el día anterior, entre nieblas y vacas, pero que hoy nos recibía de nuevo con sus mejores galas.

Cruzamos el puerto de Palombera para detenernos a zascandilear en el Balcón de La Cardosa.

A partir de esta mirador, se volvía a entrar en un bosque precioso. Daba pena bajar embalado e íbamos frenando para admirar la frondosidad que nos envolvía por todas partes. Por suerte, por la carretera apenas había trafico, unas cuantas motos y 2 Lamborghinis de unos soplagaitas.

Bajando, bajando entramos en Saja, pasamos por el desvío del El Tojo, volvimos a coger la S-203 y atravesamos Correpoco, sin hacer caso a su nombre. En La Pombieja estaba nuestro desvío a Los Tojos y empezamos a subir con decisión (y una asistencia de P.M., que si no…), llegando a la posada sin problemas y a tiempo de ducharnos.

Habíamos quedado para comer con Mario, que venía desde Santander. Había ganas de abrazarlo y así lo hicimos. Comimos en La Montañesa, tomando luego un café en Barcena, sin parar de rajar, como mandan los cánones.

**** ATENCIÓN no existe el video VID_20240528_145541.mp4 en el álbum de Google de la crónica

Después de despedir a Mario y su mujer, volvimos a Los Tojos a descansar. La cena fue suave, de nuevo en La Montañesa, que ya le habíamos cogido cariño. Luego, a descansar, que la siguiente ruta no iba a ser tan «comprensiva» como ésta. Al cerrar los ojos, volvía todo el verde que habíamos estado viendo durante el día. Lo que no recuerdo es si tuve sueños verdes…

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Sierra de Francia desde Sequeros: San Miguel de Robledo – Garcibuey -Miranda del Castañar

Ruta realizada el Jueves 18/04/2024

Dificultad Física
Dificultad Técnica
38.2 km
1128 m
195 Km Distancia Madrid
4h07'
3h03'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura, zona de fotografía interesante

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Juanlu

Mas detalle ruta

Temperatura media: 19.6
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Reproductor audio crónica:

Hoy es el último día y se me ha hecho corto el viaje, pensaba en la duermevela. Se acerca la hora de levantarse pero me resisto. La leve luz que entra por las ranuras de la persiana me invita a levantarme pero las sábanas me retienen. Quizás el canto del gallo o el sonido de los pájaros me saquen de este estado pero no, es el berrido de Juanlu, cantando a voz en grito «Cómo no te voy a querer«, lo que me hace dar un bote en el cama y lanzar un exabrupto que no voy a reproducir. Es una vuelta a la realidad que me hace recordar que ayer se celebró el Real Madrid-Manchester y, cómo me fui en el descanso (descastado que es uno…), no sabía nada del resultado. Hasta ese momento.

La euforia indefinida invadía a nuestro equipo ciclista. La hazaña del R. Madrid era épica (¿?), aunque la parte que vi me pareció una castaña. Pero yo no entiendo de futbol, así que no me hagáis caso. Todo el desayuno giró en torno a este evento mientras dábamos buena cuenta del jamón que compramos el día anterior en La Alberca. Las láminas eran tan finas que demostraban bien a las claras el nivel tecnológico que han desarrollado en estos pueblos. Me rio yo de los 7 nm de los chips de Intel.

Cargamos las bicis, proceso en el que consumimos aproximadamente un 25% de nuestra energía, y nos dirigimos hacía el punto de salida, cerca de Miranda del Castañar, en el restaurante El Molino, una cucada de sitio que nos seleccionó Alfredo para celebrar el fin de nuestro viaje.

Descargar las bicicletas consume otro 25% de nuestras reservas. En esta situación iniciamos la ruta para descansar un poco, con la esperanza de no comernos un pedregal como viene siendo habitual.

La primera parte transcurre por una senda estrecha y rodeada de vegetación de lo más pintona. Al cabo de un rato se abre en una pista que va subiendo de manera sostenida y nos lleva hasta Villanueva del Conde. Lo atravesamos limpiamente y saltamos al siguiente pueblo, Sequeros, donde tonteamos un poco en el mirador de la Cabezuela, en su plaza de toros y en su laberinto de callejuelas.

La Ermita del Humilladero nos confirma que vamos por el camino correcto, zambulléndonos de cabeza en un pequeño hayedo que se ve continuado por un robledal.

En poco tiempo llegamos a un nuevo pueblo, San Miguel del Robledo, que nos sorprende con un mural precioso.

Desde San Miguel comienza la ascensión al Codorro que, poco a poco, va cogiendo pendiente. Finalmente llegamos a este pico, defendido por un nutrido grupo de antenas. Desde aquí las vistas son kilométricas: la Sierra de Tamames, las Sierras de Béjar y Candelario, Sierra de Francia y Parque Nacional de las Batuecas, todo a nuestro alcance.


Dejando atrás el Codorro, empezamos un descenso largo con algo de terreno suelto. Esta zona del track nos sorprende por sus espectaculares panorámicas durante la bajada.

Acabando el descenso en Garcibuey, pasamos por el estanque donde se encuentra el famoso mural del Tritón Miguelón, pero el estado del agua impedía disfrutarlo, así que tuvimos que confórmanos en verlo en la red.

Y ya estábamos muy cerca del fin del recorrido. En lontananza, Miranda del Castañar, un pueblo con bastante encanto, la verdad. Ya a la entrada del pueblo anuncian que es uno de los más bellos de España, uno de los 6000, claro. En su muralla, Alfredo nos dio una nueva master-class sobre el arte de subir escaleras con bici, que una vez más nos puso en nuestro lugar (gobleros forever).

La llegada al lugar donde estaban los coches fue coser y cantar, excepto por una caída tonta que tuvo Juanlu a 200 m. del restaurante y que, por suerte, no tuvo mayores consecuencias que un aterrizaje en ortigas (buenísimas para la piel) y unos rayoncillos en su Moustache y en su honra.

El restaurante El Molino fue un auténtico acierto por parte de Alfredo, unos de esos sitios a recomendar a tus amigos y a ocultar a tus enemigos. Pedimos todos carne (Félix evitó esta vez los boquerones), en especial Alfredo que se debió meter un kilo entre pecho y espalda. Un magnifico colofón para este viaje que nos ha mostrado una zona realmente preciosa, sobre todo si le quitaran tanto pedrolo suelto.

Subir las bicicletas al coche acabó con nuestras reservas, pero en la casa nos esperaba una reconfortante ducha que nos hizo más agradable el viaje de vuelta. De estas salidas hay que hacer más, leñe.

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Colmenar Viejo – Puente de la Marmota – Tributo a Rufi

Ruta realizada el Jueves 11/04/2024

Dificultad Física
Dificultad Técnica
45.9 km
895 m
29 Km Distancia Madrid
4h53'
3h18'
Características Terreno Suelo duro (pueden ser de roca o pedregoso), 30% de trialeras, sin obstáculos, no adecuado para temperaturas altas, 100 metros no ciclable, zona de fotografía interesante

Participantes: Domingo, Félix

Mas detalle ruta

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Reproductor audio crónica:

Buscando rutas para aprovechar el espectacular jueves que se nos ponía por delante, me encontré con esta realizada en octubre de 2019 y a la que no puede ir. Se trataba de visitar el emblemático puente de la Marmota, uno de los fetiches de nuestro amigo Rufi. Así que decidimos repetir este track, aunque variando el punto de salida. Elegimos Colmenar Viejo porque en el lugar del aparcamiento se encontraba el restaurante La cabaña de Vetton. Primera en la frente, porque está cerrado de forma permanente. La segunda en los morros nos vino del exquisito tráfico de Madrid. Yo encontré la del pulpo en la M40 y Félix en la M30, que en temas de repartir atascos nuestra ciudad es ecuánime y magnánima.

Con algo de retraso empezamos a dar pedales, tomando la transitada vía ciclista cercana en dirección a Tres Cantos. Pronto llegamos a tan paradisiaco entorno para girar por la conocida pista que va paralela al monte del Pardo.

Algunos paseantes, pocos ciclistas. El campo para nosotros. La nieve al fondo, fundiéndose sin prisa pero sin pausa. Buenas sensaciones, hasta que llegó el pedregal que nos anunciaba que el puente, nuestro puente, estaba ya cerca. Ni que decir tiene que me bajé alguna vez pero como no estaba Alfredo, no hay constancia.

En el puente disfrutamos del paisaje, del Manzanares y nos avituallamos. Recordaba la siguiente parte dura y, efectivamente, lo era. Con la eléctrica hay que mantener un ritmo de pedaleo continuo para que el empuje sea consistente. Con el cambio no había dudas: piñón grande o uno o dos por debajo, como mucho, Y así un buen un rato, hasta alcanzar una pista que te lo pone mucho más fácil.

El resto del camino era ya sencillo, había pasado lo peor. O eso pensábamos, porque empezamos a avanzar por una zona anegada. Y como no, nos pusimos de barro hasta las muelas, convirtiendo nuestras ebikes, una vez más, en vehículos anfibios.

Y así, de camuflaje, llegamos de nuevo a Colmenar viejo, donde empezamos a dar vueltas, hasta que encontramos un sitio donde comer. No estuvo mal aunque ni nos acordamos de apuntar su nombre. De vuelta, la siempre apasionante tarea de limpiar las bicicletas. Aprovechamos para comprobar si entraban las 2 bicis en el Scenic (The Silver Egg) para nuestro próximo viaje a las Batuecas, y para nuestra sorpresa, los 2 tarugos cabían en sus entrañas. Ya iremos contando de como nos ha ido por la zona. Hasta pronto.

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Navalafuente -Miraflores -Bustarviejo -Valdemanco -La Cabrera. Por todos los pedruscos.

Ruta realizada el Jueves 14/03/2024

Dificultad Física
Dificultad Técnica
48.9 km
985 m
43 Km Distancia Madrid
4h50'
3h00'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, sin obstáculos, no adecuado para temperaturas altas, con algunas fincas privadas

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix

Mas detalle ruta

Temperatura media: 18.5
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Reproductor audio crónica:

Una vez más en este húmedo invierno, en nuestro continuo intento por evitar los barrizales, nos pusimos a buscar rutas por zonas con buen drenaje. Alfredo propuso esta zona y me puse a buscar algo más concreto, encontrando este track realizado por nuestros colegas los Biciglotones.

Ya en carretera, recibimos una llamada de Félix, que nos proponía una nueva zona de aparcamiento (en lugar del habitual en Cabanillas). Así fue como acabamos los tres en la entrada Venturada, a unos 2,5 kms de la ruta. Félix decía que estaba todo controlado pero en el aire flotaba la sospecha de que se había equivocado de pueblo.

Con las quejas de Alfredo sobre la idoneidad de la elección del aparcamiento y sus implicaciones a la hora de comer, empezamos a la hora prevista nuestro itinerario.

Rápidamente dejamos atrás Navalafuente y bordeamos Miraflores sin ser conscientes de ello. Íbamos bastante entretenidos hablando del último juguete, la IA de la web. Hasta bastante después no nos planteamos cuando habíamos pasado por estos pueblos.

Dirigiéndonos hacia el norte, en dirección a Bustarviejo, subimos por una zona que ya conocíamos, donde avanzamos por la parte dónde más sendas y trialeras hay en este recorrido. Cómo siempre que pasamos por aquí, Alfredo nos esperaba al fondo de una bajada técnica, grabando como poníamos ignominiosamente pie a tierra. Hay un video-nenazas al respecto, pero quien quiera verlo ya sabe donde está.

Pasado Bustarviejo, dejamos atrás el Mondalindo y llegamos a la parte más alta del recorrido, después de algún cuestón que otro. Con buenas vistas sobre la sierra nevada, dejamos a la derecha, al fondo del valle, el pueblo de Valdemanco.

Con Cancho Gordo a nuestras espaldas, nos adentramos en zona boscosa, con pistas rápidas, rezumando agua por los cuatro costados. Bordeamos el Pico La Miel y delante de nosotros surgió el pueblo de La Cabrera.

Atravesándolo, encontramos un restaurante (Machaco) que tenía muy buen aspecto y, a pesar de que era pronto, decidimos que era momento de avituallarnos, con cervecita y todo.

No nos equivocamos, comimos de primera y Alfredo tuvo la gentileza de invitarnos, dada la cercanía de su cumpleaños. Como siempre, hablamos de la IA, la corrupción en nuestro país, el «problema de los 3 cuerpos» y otras cosas de tíos.

Después de comer, inesperadamente cambió el tiempo, empeorando notablemente. Aunque lo que quedaba era cuesta abajo, tuvimos que acelerar, no fuese que nos lloviese inopinadamente.

La vuelta a nuestro estupendo aparcamiento en «un pueblo fuera de ruta» la hicimos esta vez por carretera desde Cabanillas, con Alfredo rezongando. Otro día espléndido por una ruta divertida y bastante cómoda. A ver si no nos llueve en la próxima…

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Torrelodones-Hoyo Trialeras

Ruta realizada el Jueves 25/01/2024

Dificultad Física
Dificultad Técnica
32.4 km
724 m
25 Km Distancia Madrid
2h56'
2h36'
Características Terreno Suelo duro (pueden ser de roca o pedregoso), 30% de trialeras, sin obstáculos, sin limitaciones de temperatura, zona de fotografía interesante

Participantes: Alfredo, Domingo

Mas detalle ruta

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Reproductor audio crónica:

Esta ruta la realizó el grupo en mayo del 22 y, vista la satisfacción general que había suscitado, pensé en proponerla para este jueves. Tampoco es que fuera muy complicado llegar a un acuerdo ya que en esta cita solo nos postulamos Alfredo y yo. Y ya sabemos que nuestro Alfredo es un entusiasta de Torrelodones y sus trialeras, así que era una propuesta segura.

Nos recibió un día de abril en el mes de enero. Quedamos en el campo de futbol (polideportivo Julián Ariza), donde había muchas plazas libres para aparcar. Nada más bajar del coche, me cambié el culote de invierno por el corto sin dudarlo. El día era totalmente primaveral. Prueba de ello es que Alfredo iba goteando por la nariz debido a su alergia, dejando un rastro húmedo como Alien, el octavo pasajero.

Salimos de Torrelodones rodeando su cementerio y pronto nos metimos en dirección al Prado de la Solana y el Enebral por un vericueto de sendas y trialeras entre jaras y carrascas la mar de divertidas. Nos sorprendieron el barro, los charcos y el agua que nos encontramos y que fue una constante en todo el track. Llevaba bastante tiempo sin llover, pero allí estaba, para fastidiarnos. Así que, como empieza a ser tradición, desde el minuto uno ya estábamos embarrados como unos auténticos cerdos. Por suerte, este barro era del normalito, nada que ver con el que nos encontramos en Colmenar de Oreja, que debía ser para hacer botijos.

Al llegar al Enebral, seguimos paralelos al cauce de un arroyo. Rodeados de chalets, la temperatura bajó repentinamente, de forma extraña, cómo en la habitación de la niña de El Exorcista. Culebrando por estos caminos, Alfredo me contó sus últimos avances en temas de IA, así que es muy probable que veamos pronto una nueva versión de nuestra web con track diseñados por ChatGPT u otra IA. Igual también se lía a escribir las crónicas y monta por nosotros…

Rodeamos durante un buen rato la zona de chalets de los Peñascales, sin meternos nunca en la urbanización, con algún tramo de escalones de madera haciendo la puñeta. Terminamos dejando el sendero de circunvalación, en dirección al norte, directos al Cancho de las Cruces. Otra zona bien servida de arroyos, charcos y barrizales a los que ya están acostumbrados nuestras bicis, cual si de tritones se trataran.

Llegamos a los Altos de la Solana, donde decidimos tomarnos el platanito, igual que hizo la primera expedición. Allí estábamos tan tranquilos, disfrutando de la vista, cuando apareció de repente un abuelete que se había venido andando desde Hoyo. El buen hombre nos demostró su conocimiento de la zona, enumerando y describiendo todos los accidentes que se abarcaban con la vista. Ya estábamos dando picotazos, a punto de perder la conciencia mientras nos preguntábamos que habíamos hecho para merecer aquello, cuando el hombre se despidió de nosotros, que ya se le hacía tarde para el vermut.

Repuestos del encuentro, continuamos con la ruta, en dirección a los Canchos, cuyo nombre no presagiaba nada bueno, como efectivamente así ocurrió. Esta zona estaba llena de rampones que, con una bici convencional, te haría preguntarte que demonios haces allí. Posiblemente sea la más complicada del recorrido, pero no es excesivamente larga.

Bordeamos la academia de Ingenieros de Hoyo de Manzanares (Ohio, para los que tuvimos que perder el tiempo allí, «sirviendo a la patria») y, adentrándonos por pistas de sobra conocidas, enseguida llegamos al pueblo de Hoyo, atravesándole velozmente, que no era cuestión de tontear por zonas urbanas.

Ya se olía el fin del recorrido y aceleramos esta parte que transcurre bastante cerca de la carretera. Lo único destacable es una antigua cantera abandonada y llena de agua, cómo es frecuente en esta zona. Las más famosas son las de Moralzarzal y Villalba.

Incluso, ya casi llegando nos encontramos agua para aburrir. La entrada en Torrelodones la realizamos por la carretera M-618, pasando de un lado a otro, siempre buscando un triste sendero por el que evitar el asfalto.

Así acabamos esta preciosa ruta, divertida y sorprendente, porque no te imaginas tanta naturaleza en una zona tan urbanizada. El día fue un lujo y nos lo pasamos como enanos zigzagueando por estos senderos. En esta ocasión no nos quedamos a comer, que Alfredo está limitando su contacto social en prevención de su viaje al Kilimanjaro.

Y así se acaba este relato, a la espera de qué el próximo jueves, este extraño invierno nos permita salir de nuevo.

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Soto del Real-Morcuera-Canencia-Bustarviejo

Ruta realizada el Jueves 14/12/2023

Dificultad Física
Dificultad Técnica
48.2 km
1120 m
38 Km Distancia Madrid
4h09'
3h21'
Características Terreno Suelo arcilloso (problemático con lluvia), 15% de trialeras, sin obstáculos, no adecuado para temperaturas bajas, 200 metros no ciclable, con algunas fincas privadas, zona de fotografía interesante

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix

Mas detalle ruta

Temperatura media: 8.6
Descarga ruta: Soto-del-Real-Morcuera-Canencia-Bustarviejo-20231214.gpx
Reproductor audio crónica:

Amanece un día soleado. Pero en cuanto abro la ventana para ventilar me doy cuenta lo cuan engañoso es este sol venido a menos. Así que salgo de casa con 3 capas, preparado para un día «refrescante».

Después del atasco de rigor de nuestro querido Madrid, llego a Soto a la hora a la que habíamos quedado enfrente del restaurante La Perola, un viejo conocido de nuestro grupo.

Alfredo, en un intento por inflar su rueda delantera, consiguió el objetivo contrario. Y no había manera de hinchar la dichosa rueda, hasta que Félix se dio cuenta de que la rosca de la válvula estaba floja. Apretarla y solucionarse el problema fue todo uno.

Empezamos el recorrido, cuando me doy cuenta de que mi freno delantero no funciona. Pruebo a frenar varias veces, pensando que en el circuito había burbujas de aire. Hasta a veces me daba la sensación de que frenaba pero era totalmente ilusorio, porque cuando me detuve a observar si había algún problema, comprobé que efectivamente lo había, ya que el disco no estaba en la pinza. ¿Pero cómo es posible, quién me lo ha quitado?, pensé alarmado. Cómo no estaba totalmente empanado, pronto me di cuenta de la explicación: había montado la rueda al revés.

Solucionado el segundo problema, y ligeramente colorado por este error globero, retomamos el camino, adentrándonos en zonas pantanosas. Y no es una figura literaria ya que nos embarramos totalmente, como viene siendo habitual en las últimas salidas, ésas en las que «nunca» vamos a mojar el motor…

Así, perlados de barro, con un camuflaje comparable a los ucranianos de Zelensky, seguimos en dirección hacia La Morcuera, en una subida continua, salpicada de vez en cuando por alguna cuesta con pendiente respetable que nos quitó el frio del comienzo.

Pronto llegamos a la pista que hemos cogido tantas veces, y que nos lleva a través de un precioso bosque hasta la carretera M-611.

Antes de afrontar la carretera decidimos tomarnos el platanito. Hicimos bien, porque poco después aparecieron, subiendo a toda velocidad, un Ferrari y un Lamborghini, rompiendo con su ruido la paz del bosque.

Subimos la carretera hasta el puerto ligeritos, para evitar encuentros con algún otro descerebrado sobremotorizado. Arriba el aire cortaba y bajamos un poco la velocidad para no criogenizarnos, dejando atrás el refugio y desviándonos en el Raso de los Toros, cómo siempre.

Nos adentramos en los Altos de la Morcuera, con charcos de hielo y barro solidificado, rodeando posteriormente el Cerro del Cuchillo. Pronto entramos en el bosque de nuevo, con sus arroyos helados y su penumbra de lo más refrescante. No nos encontramos con nadie hasta prácticamente llegar a Canencia, a pesar de la estupenda temperatura que hacía.

Bajando por la M-629 pero pronto nos desviamos en dirección a Bustarviejo. Félix ya me había avisado de la calidad del firme de esta parte del recorrido. Efectivamente, pronto comprobé que esa parte del track excedía ampliamente mis capacidades MTB, así que tuve que echar pie a tierra en múltiples ocasiones. Alfredo tuvo que hacer aquí un ejercicio de paciencia, pero es el precio de ir con «paquetes».

La zona complicada tiene una longitud de unos 3 kms, pero no toda ella es infame. Hay también zonas insufribles, temerarias y hasta ciclables.

Antes de llegar a Bustarviejo, el track baja en dirección a Miraflores, entrando en la zona que habitualmente tomamos, una pista muy divertida que se va cerrando en dirección al arroyo del Verdino, que iba hasta arriba de agua.

La vuelta a Soto la hicimos por un camino nuevo que no conocíamos. Transcurre al sur de Miraflores por un trazado muy agradable. En él, nos acabamos de perlar de barro, por si quedaba alguna zona limpia en nuestra bici y ropas.

A la llegada a Soto nos encontramos con la agradable sorpresa de qué Juanlu había venido a comer con nosotros. Así que, en comandita, estuvimos los cuatro en La Perola, que la verdad es que nunca defrauda. Así acabó este día estupendo, cogiendo energías para sobrellevar la Navidad y disfrutando de esta preciosa ruta en una zona que nunca defrauda.

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Montejo de la Sierra – La Hiruela. El camino de las hojas

Ruta realizada el Martes 21/11/2023

Dificultad Física
Dificultad Técnica
29.6 km
853 m
73 Km Distancia Madrid
4h40'
3h37'
Características Terreno Suelo arcilloso (problemático con lluvia), 15% de trialeras, con tres o mas obstáculos, no adecuado para temperaturas bajas, 700 metros no ciclable, con algunas fincas privadas, zona de fotografía interesante, muchas puertas

Participantes: Domingo, Félix, Juanlu

Mas detalle ruta

Temperatura media: 14.6
Descarga ruta: Montejo-de-la-sierra-Hiruela-20201112.gpx
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Hacía tiempo que queríamos adentrarnos de nuevo en la Sierra del Rincón después del buen sabor de boca que nos dejó la salida que realizamos en noviembre del 2020. La verdad es que da pereza llegar hasta este lugar tan apartado pero, una vez aquí, te das cuenta que merece mucho la pena.

Se acercaba un frente frío y estaba claro que iba a ser nuestra última oportunidad este año para ver la alfombra de hojas que cubre por estas fechas esta zona de la sierra.

Por suerte, Montejo de la Sierra tiene una zona de aparcamiento una vez pasado el pueblo, porque es de esos pueblos con calles cerradas que te lo pone muy, pero que muy difícil. Llegué tarde, después de un atasco monumental, a pesar del madrugón que me había metido, de un humor de mil demonios.

Pero en cuanto salimos por la carretera y empezamos ruta se me pasó. Tomamos un camino protegido por una puerta cuyo cierre hubiese hecho las delicias de cualquier mago. Después de desentrañar sus misterios, conseguimos pasar, subiendo por un camino inexistente a través de la hierba mojada. Las rodadas desaparecían poco después de nuestro paso, dejando el camino virgen de nuevo.

Antes de empezar a subir, nos encontramos con la agradable sorpresa de una balsa de agua embarrada que nos cerraba el paso. Las fincas colindantes, con sus correspondientes vallas de alambre (como si aquello fuese Gaza), hicieron fracasar la búsqueda de opciones menos húmedas, así que nuestras e-bikes se tuvieron que convertir en navios por un breve pero intenso instante. Por momentos veía que mi montura se quedaba atascada en el barro del fondo pero, finalmente, todos pudimos atravesarla sin incidentes, aunque eso si, mojándonos de lo lindo y perlándonos de barro.

Convenientemente camuflados por el cieno, acabamos de subir la ladera que el mapa denomina La Molilla. Aquí, ya nos encontramos con la primera alfombra de hojas, aunque un viento frío del norte estaba emperrado en levantarla.

Al llegar a la carretera que sube al puerto del Cardoso se suponía que teníamos que pasar por el camping La Dehesilla pero la cancela con candado indicaba lo contrario y tuvimos que dar un rodeo hasta encontrar una forma de adentrarnos por el bosque que nos marcaba el track. Esta zona fue complicada. No se veía camino alguno debido a las hojas. Por otra parte, el número de árboles caídos hacía que tuviésemos que cambiar continuamente de dirección. El ingente número de palos y zarzas que nos encontrábamos tampoco lo ponía muy fácil. Finalmente, este agotador tramo dio paso a unas praderas abiertas. Ahí giramos 180 grados, ascendiendo en dirección al puerto de La Hiruela.

Este tramo es uno de los más agradecidos de la ruta. Transcurre por un bosque de robles y pinos, con zonas abiertas que te permiten disfrutar de un espectacular paisaje.

Después de coronar el puerto de La Hiruela, seguimos por una pista en bajada que nos va acercando al bonito y turístico pueblo de La Hiruela. Otra zona de vistas impresionantes, donde nos paramos a hacer la foto de rigor, esta vez acompañada por un arcoíris.

Una bajada potente pasa rozando un helipuerto. Ya estamos justo encima de La Hiruela pero la senda esta cortada por uno de esos pasos que no lo ponen fácil a los ciclistas. No había manera de soslayar la dichosa puerta, ni siquiera aunque hubieses llevado un patinete. Así que tuvimos que pasar nuestras pesadas bicis por encima del dichoso obstáculo. Sería la primera vez de la 6 ó 7 que tuvimos que hacerlo ese día, porque da la impresión de que , en esa zona, a los ciclistas no se nos ve con buenos ojos. Costó pero al final lo conseguimos hacer volar a nuestras bicis con bastante soltura. Cómo casi en todo, es cuestión de experiencia y maña.

Callejeamos entre las preciosas casas de La Hiruela y nos dirigimos hacia la senda de la Fuente Lugar, cruzándonos en su recorrido con el lavadero. Una zona preciosa llena de verdín, como nos recordó Juanlu.

Después de empujar un buen rato, llegados a una carretera, donde decidimos que íbamos a abreviar el recorrido. Dada la hora, evitamos una zona de trialeras en subida y posterior bajada, dirigiéndonos directamente hacia el Molino de La Hiruela, donde disfrutamos de nuevo de las puertas antibicicletas. En la salida nos encontramos con un equipo de Telemadrid a los que recibí con un gruñido cuando me acercaron el micro, por lo que optaron por entrevistar a Juanlu y a Félix, más sensibles al medio informativo y sus necesidades de carnaza. Atravesamos de nuevo el pueblo y subimos por la carretera M-137 (apenas con tráfico) para coger una pista a la altura del helipuerto en dirección al puerto del Cardoso.

La vuelta transcurrió por pistas muy agradables con bonitas vistas a Pradena y Montejo, amenizada por zonas de pinares cerrados.

Ya nos veíamos en Montejo, pero para evitar otra vez la experiencia acuática con el Arroyo del Valle, decidimos explorar nuevas vías de escape para ir por la carretera. Manías nuestras, que no nos gustan los barrizales. Así fue como nos dimos de bruces con una granja que tuvimos que rodear campo a través, entre zarzas, vacas, puertas, vallas, etc. Hoy era el día de ir por mitad del campo, haciendo camino al andar.

Por fin conseguimos llegar al mesón El Hayedo «on time«. Dejamos las bicis en un almacén a pesar de los morros del hijo del dueño. Comimos estupendamente, como ya pudimos comprobar la primera vez que fuimos por allí. Dejo aquí un botón (bueno, dos) de muestra.

Un día muy agradable a pesar del frio que fue entrando a lo largo del día, con una ruta espectacular. Muy recomendable, especialmente en otoño. Quizás le habría quitado alguna puerta, alguna triscada campo a través y algún empuje de bicicleta entre piedras llenas de verdín, pero el entorno hace que todo eso se olvide pronto. Ahora quedaba la vuelta a Madrid, pero esa es ya otra historia.

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Desde Calles por Loringuillas subiendo hasta las Marianetas; despidiendo Chulilla 2023

Ruta realizada el Miércoles 01/11/2023

Dificultad Física
Dificultad Técnica
36.9 km
574 m
245 Km Distancia Madrid
5h29'
3h52'
Características Terreno Suelo duro (pueden ser de roca o pedregoso), sin trialeras, sin obstáculos, no adecuado para temperaturas altas, zona de fotografía interesante

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix

Mas detalle ruta

Temperatura media: 18.5
Descarga ruta: Calles-Marianetas20231101.gpx
Reproductor audio crónica:

Pues esta era la última ruta que íbamos a realizar por la zona y la seleccionamos para disfrutar, sin muchas dificultades técnicas, intentando que sus paisajes se nos quedaran grabados como buen recuerdo de esta comarca.

Dejamos todo recogido para abandonar la casa en cuanto volviésemos y partimos con la «fregoneta» hacia el pueblo de Calles, cerca de Chelva.

Llaneando agradablemente por una carretera abandonada entre naranjales y huertos, llegamos a la cola del embalse de Loriguilla.

Dejamos en lo alto las ruinas del castillo de Domeño, lleno de andamios, que trabajo tiene para dar y tomar, y nos adentramos en una hoz, dibujada por el rio Turia. Su entrada parece que está vigilada por la cascada de Domeño, que se originan en las Balsas de Cargas del canal que hay en la parte superior de las colinas que rodean la hoz. Por supuesto, ahí sacamos el dron.

Pasada una central hidroeléctrica, doblamos a la izquierda para tomar una pista con una subida de las dan disgusto cuando vas con una bici muscular (es de las que empiezan con pista de hormigón, ahí lo dejo). Después de una subida de unos 5 kms. con una fuerte pendiente, llegamos al Alto de Marianeta (otros lo llaman de Roche, por lo que veo en los mapas). Desde aquí las vistas son realmente espectaculares.

En esta zona empezó a soplar un viento bastante fuerte que pronosticaba un cambio en el tiempo. Nos acompañó el resto del recorrido. Atravesamos un páramo, antes de empezar a bajar de nuevo, entre sabinares y barrancos, cruzando de nuevo el Canal Principal del Turia.

La vuelta la realizamos por un bosque precioso, con el ruido del poderoso viento moviendo los árboles y haciéndonos acelerar el ritmo, temiendo un tormentón inesperado.

Abajo nos esperaba el Turia de nuevo y su cauce nos llevó de nuevo a Loriguilla. En Calles cargamos las bicicletas para volver a Madrid, a ritmo prusiano nos duchamos en Losa y decidimos emprender el camino de vuelta a Madrid, comiendo por el camino, en una gasolinera de Requena seleccionada por Alfredo, y que nos sorprendió por su calidad.

La llegada a Madrid la hicimos entre viento y lluvia, pero entramos sin problemas. Al día siguiente entregamos nuestra fregoneta melonera, y así, sin percances de ningún tipo, acabó nuestro viaje de otoño. Cómo siempre, genial por la actividad, la compañía y los paisajes. Deseando volver otra vez a las andadas, se despide su seguro servidor hasta la próxima crónica.

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