Ruta realizada el Jueves 15/10/2020
Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Juanlu, Pepe, Mario
Reproductor audio crónica:
Sin madrugar. Vale. Cerca, aquí mismo. Pues eso. Ya nos vemos. Me vine en bici, aparqué aquí mismo. Espera que por ahí viene, Ya casi estamos ¿Qué, nos movemos? Mira, una foto ¿Nos lo llevamos? No sé, tú veras. Damos un rulo por aquí. Bueno, total. Si eso nos alcanza. Pero mira, ya que estamos ¿salimos por ahí? O más adelante. ¡Hala! ¡En marcha!
Ahora sí, la ruta.
Los parques son esos espacios de vegetación ordenada que nos ayudan a soportar la ciudad. Un área de transición que deja en nuestra retina un poso antiguo de nuestro origen, un toque amable que son hace pensar que no todo está perdido, que aun somos compatibles con la naturaleza que nos precedió.
No, no es así. Parece que el cabezón de la estatua nos lo dice desde su plaza. Que el intento de naturalización de los desnaturalizados se echa a perder con esa mirada sardónica del fulano que, en bronce, nos mira como mandándonos a tomar por el culo, como riéndose de que el intento de pulmón verde que señala nuestro punto de partida esté dedicado a su hijo, ya anciano, que esparciendo su manto de vergüenzas sobre los que compartimos un origen común, se ríe con una carcajada que no es más que la continuación de la de su padre y su abuelo.
Rodamos, recorremos el asfalto y las aceras que nos indica puntualmente nuestro track. Un camino que nos lleva pronto hasta otro hito, la zona de entrenamiento del equipo de fútbol. Seguimos con los símbolos, con el manejo de multitudes, con las religiones, se las rece, se las cante o lo que cojones sea. Otro motivo para disipar y entretener conciencias. Igual da que sea con fondo espiritual que deportivo-folclórico. Pero vale, por aquí también pasamos con la humildad de nuestras rodadas.
Este es un barrio curioso, Valdebebas, recién hecho, con los jardines sembrados y los pisos a medio construir. Un sitio anodino y despersonalizado. Un hogar que acoge con la deshumanizada consecuencia de los que respetaron a los del parque y aplaudieron a los de estadio. Digamos que los “artificiales”, los que aún no tienen historia, ni raíces, ni conciencia; los que solo tienen la credibilidad y el dinero para firmar la hipoteca eterna que les da acceso a un hogar de foto, diferenciado, lejano, de una elegancia artificial y nueva.
Otro poquito de campo, ya desaparecido y sombra de lo que fue, el espacio justo para separar lo recién hecho con lo que ya se consumió. Seguimos ruta a la sombra de La Moraleja y El Encinar de los Reyes. Aquí se juntaron en los setenta las viviendas de los ricos nuevos (los antiguos estaban en La Florida y Puerta Hierro) con los oficiales americanos de la Base, la de Torrejón, of course.
Era por aquí donde me colé de chaval a robar una coca-cola que sabía a menta del supermercado americano. Y también donde me vine de acampada con el cole, al lado de una cueva por al que discurría un arroyo subterráneo.
Seguimos, rodamos, camino sencillo que en otoño queda soso, pero puede tener su puntito en primavera. Nos acercamos, por fin, al Jarama. Eso ya es otra cosa. Otra historia. Desde luego historia es lo que aporta este río, que agua poca. Poca y sucia, a pesar de los aderezos que intentan sanearle y embellecerle. Puede que sea algo común a todos los ríos españoles: mucha más historia que agua.
En este es obligado tirar de memoria y recordar la novela del mismo título, la que también describe la sociedad de los últimos cincuenta, la que te cuenta la historia del “cocherito leré”, de los personajes anónimos que se encuentran un domingo de verano entre campo y ciudad, un reflejo como ninguno de la sociedad a la que nos debemos los que hoy damos pedales juntos. La historia de la juventud de nuestros padres.
Pues eso, pista suave y sencilla, con la sensación de que es siempre cuesta-abajo. Con un otoño sin acabar de cuajar y un verano que ya se fue.
No fue solo el Ferlosio el que se apoyó en este cauce para tejer su historia, también me viene a la cabeza la referencia al Jarama de Umbral, en Las señoritas de Aviñón, cuando cuenta que el cuadro homónimo de Picasso no son otras sino sus tías, bañándose en el Jarama. Una historia curiosa de un río pre-franquista, una lectura divertida que también cuenta la sociedad de una época algo anterior.
Claro que, nada que ver con la cruda realidad, con el cementerio de Belvis de Jarama, el de los fusilamientos de Paracuellos, el de la cruz en la ladera de de la montaña, que hoy nos ocultan unos árboles generosos de follaje –gracias-, que prefiero recordar otros pasajes y anécdotas más que esos cuentos de viejos. Anécdotas como la noche de verano de los ochenta, viendo cantar a un travesti en el merendero “El rey de oros”. O las pellas con el Ninfa, el Chino y el Gordo en los alrededores del centro de formación profesional, donde trataban de sacar algún partido de este último.
Venga, seguimos. Seguimos y paramos, seguimos y volvemos a parar; que son los aviones los que nos entretienen. Van acercándose ordenadamente y dejándose caer de panza sobre nuestras cabezas. Domingo nos los explica, nosotros escuchamos, ellos aterrizan.
Ya vamos cerrando el círculo, ya se va haciendo la hora, ya reitera Alfredo las demandas de su estómago. Completamos hacia el antiguo pueblo de Barajas, visitamos brevemente la plaza y nos aposentamos en el Campanilla. Una comida que no sé si hoy nos hemos ganado, pero no por eso vamos a disfrutarla menos.
Queda rodar un poquito hasta el punto de inicio, o no tan poco, que en distancia no es nada, pero echamos otro ratito jugando a desarmar la bici de JuanLu. Mario dirige la operación de rescate con maestría, pero son las seis cabezas con sus respectivos cascos las que se amontonan alrededor del pedalier con holgura. Resuelto, apañado, enjaezado, lo que quieras. Lo suficiente para seguir y completar un día largo, suave, raro, nostálgico, entretenido. Cojonudo en definitiva.
Ah! Es mi aniversario de boda. Son 32 sorprendentes años que la rubia ha tenido bien concederme, a pesar de todo. Muchos besos desde aquí, más de los que sé darte.
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9 comentarios en “Vuelta a Barajas”
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Pero que nostálgico te has levantado hoy
Magnífico editorial. Me has recordado a los de Pedro J. en El Mundo.
Con tanta reflexión también la podías haber llamado, 6 horas y media con Mario, en recuerdo del gran Delibes que hoy es aniversario de su nacimiento o muerte, no recuerdo.
Entrañable por el contenido, por las imágenes que transmite, por la música que me traslada a aquella época. El mejor Pepe de los Pepes posibles, si señor.
jubilatas, por estas rutas deberían quitaros puntos en el ranking. 35 de IPB por 330 mts de desnivel? Pero qué pasa? estaba el IPB de oferta el otro día o qué? El Juan Carlos I, Valdebobos, seguro que pillasteis el carril bici ¿no?
A ver si el domingo os ponéis las pilas un poco y os dejáis de moñigueo
El IBP vino en el tramo de bici de 6 km después de comer con el buche lleno y enfriados. Por lo menos fueron 30 IBPs al cambio.
Uf que denso colega… ni Alex Ubago y Beret juntos…
Venga papi, aligera, la próxima vez al menos un poco de reggaetón de fondo, que esta canción en el móvil no me saltaba pero maaaadre miiiiiaaaaaa
La foto de Alfredo masticando lo arregla
Pepe, me he leído la crónica con detenimiento. La ruta es para no narrarla pero, tal y como lo has hecho tú, la has hecho buena. Enhorabuena maestro, vaya pluma.
Ahora, sigo diciendo que os tocó el día de oferta de los puntos IBP
Yo voy a ser algo critico, querido Pepe. Me ha costado seguirte a ratos, con esa prosa deslumbrante, para luego volver a reconocer a ese Pepe externo,asequible,cercano. A pesar de todo agradecido y no me olvido de que la cronica me tocaba hacerla a mi, lo que da idea de tu generosidad o de que querias hacerla porque te recordaba ciertas cosas de tu juventud,en cualquier caso me da igual gracias.
Una cuñita: Nunca fui defensor de los reyes,pero peores son los que engañan al pueblo con trucos y mentiras,prometiendo lo que saben que nunca les daran.Pais este,que destrona reyes y corona piratas,pensando que el oro del rey sera repartido entre el pueblo,sin saber que los piratas solo reparten entre piratas. Es de D. Miguel de Cervantes.