El Tomillar-Malagón-Robledondo. La ruta del «tarao»

Ruta realizada el Jueves 02/01/2020

Dificultad Física
Dificultad Técnica
31.9 km
920 m
41 Km Distancia Madrid
4h22'
2h38'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Domingo, Félix, Juan, Juanlu, Pepe, Rufi

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Hay una ruta en Cantabria o, para ser más correcto, una prueba de ciclismo de montaña, que se llama «El Soplao». Pues la ruta con la que hemos inaugurado el 2020 la vamos a denominar la ruta del «tarao». Ahora veréis por qué.

Hemos empezado en el merendero del Tomillar a las 10:00 de la mañana. Hemos sido todos puntuales. Bueno, por hacer justicia al dicho popular de que siempre llega tarde el que vive más cerca, hoy el que ha llegado el último Domingo, que venía el tío como un campeón, sin mochila y oliendo todavía a café recién hecho y tostadas con mantequilla y mermelada.

Empezamos la subida al Malagón por la carretera que pasa por el Arboreto Luis Ceballos. Vamos bien hasta llegar a la bifurcación en la que, según el track original, deberíamos haber tomado el camino de la izquierda para ir hacia las zetas. Ya ahí se empezó a vislumbrar que el que había subido el track original tenía pocas luces o se quería marcar un «Alfredo» (dícese de aquel que pretende subir y ganar altura innecesariamente solo por el hecho de ganarla, cuando sabes que la vas a perder de inmediato, para volver a la misma altitud, aproximadamente, que al inicio de la ruta). Como en el grupo hoy todos éramos personas cuerdas y con más de 50 años, decidimos hacer la primera «infracción» al Track y seguir subiendo al Malagón por la carretera (cada vez más deteriorada y con menos asfalto).

En la subida al puerto, Félix y Juan demuestran su tremendo estado de forma, subiendo como si no hubieran pasado por el trance de las Navidades, las cenas en familia ni las comidas pantagruélicas. Cuando les oyes comentar «sus pesos ideales» se te caen los mismísimos a plomo. Yo no he pesado tan poco ni recién nacido.

Una vez reagrupados en el Alto del Malagón proseguimos la ruta por la senda de tierra que nos llevará hasta Robledondo. Tiene una ligera subida y, posteriormente, una bajada donde hay que andarse con ojo para no pasarse de frenada, como le ha ocurrido a nuestro querido Juan, más conocido por «derrape man» y no por las zurraspas que se tira. Bueno, no solo por eso, sino también por el uso que hace de los frenos.

Tramo de bajada hasta Robledondo con la que había que tener tiento y maña

Hasta aquí, la ruta había ido por los derroteros normales, pero pronto empezaría lo bueno. Bajamos mitad por la carretera, mitad por camino, hasta el puerto de la Cruz Verde y, desde ahí, enfilamos por la carretera que lleva a Zarzalejos. Yo recordaba que, hace tiempo, hicimos Félix, Alfredo y yo una ruta que, al poco de empezar esta carretera, tomaba un camino a la izquierda e iba por media ladera hasta salir, casi, a la carretera de la Silla de Felipe II. Pues, en este caso no ha sido así. Hemos bajado el puerto durante bastante tiempo hasta que, casi llegando a Zarzalejos, hemos cogido un camino a la izquierda. Para empezar a hablar, nos hemos comido un «cuestaco» de esos que te hacen preguntarte quién te mandó meterte a ti en el tema de la bici. Era ya el segundo síntoma de la demencia del que ha colgado la ruta en la web.

Concluida la subida enfilamos un sendero que coincide con el que, en su día, hicimos con Félix y Alfredo. Es un camino complicado porque la vegetación y las jaras invaden el trazado y hay veces que las propias ramas tiran del freno y están a punto de tirarte. Y aquí es donde viene el tercer ataque de locura del «tarao». Casi llegando al teórico final del sendero, le da al tío por iniciar una triscada campo través y en subida, como si con ello fuera a alcanzar la salvación eterna. Nadie entendía dónde nos llevaba ese camino, y teníamos nuestras buenas razones, porque dicha escalada no llevaba a ningún lado. Terminaba donde también acababa el sendero que hicimos el día de la ruta mencionada con Alfredo y Félix pero, eso sí, muchos metros más arriba, triscando y después de haber desbrozado media ladera de la montaña.

Pero, como ya he dicho, lo mejor es que ese camino NO LLEVABA A NINGÚN LADO. Después de saltar la valla de piedra y alambre de espinos, a nuestro famoso «tarao» le debió dar el ataque final y se puso, como un poseso, a meterse en medio de todas las zarzas, jaras y ramajes que hay en la sierra de Guadarrama para tratar de llegar vete tú a saber dónde.

Una vez que ya fuimos plenamente conscientes de que el tarao era un cretino que, como mínimo, tenía que haber advertido en la ruta que se había perdido como en la guerra, pasamos de él, deshicimos parte del camino triscado y bajamos la ladera, montados en las bicicletas, hasta llegar a una verja que daba acceso a la finca donde nos encontrábamos.

Prueba objetiva del espesor de las jaras y de las zarzas. «Pabernos matao»

Ahí demostramos cada uno nuestras cualidades. Juan y yo, como buenos Atléticos, dejamos clara nuestra habilidad de salta tapias y atraca-huertos. Félix y, sobre todo Juanlu, demostraron una evidente torpeza, muy propia de los «madrilistas malos vecinos» y, finalmente, el cabrón de Pepe arrancó una de los listones de la puerta y pasaron al otro lado sin jugarse la pellica.

Después de todos los avatares y teniendo en cuenta que ya eran las 14:00 horas, decidimos tirar «by the street of the middle» y volver a los coches por el camino más corto, que es la carretera de San Lorenzo a Avila.

La moraleja de la ruta está clara: Me cago en el cretino que subió la ruta sin aclarar que era un demente o un tarao. Podría haber sido mucho mejor de lo que fue pero, de todos modos, primera del año con un grupo de amigos entrañables. Y, además, qué coño, Aquí hay que venir llorao

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4 comentarios en “El Tomillar-Malagón-Robledondo. La ruta del «tarao»”

  1. Magnifico relato.
    Hemos rematado con comida en el merendero al sol, los cinco primeros minutos…. Juego era para ponerse los guantes. De vuelta a casa, reconozco que he puesto el culo en el sillón y no estoy dando nada de guerra. Quietecito y dolorido como un perro apaleado, pero contento. Un día genial.

    1. Gracias Pepe. Pongo “alma” en la redacción de la crónica. Yo también me lo he pasado estupendamente. Debo confesar que también estoy helado. Las bicis no nos las han robado pero nos va a costar una pulmonía

  2. Hemos empezado el año con una triscada de época. 20 años dando pedales por la sierra y todavía nos columpiamos de vez en cuando.

  3. Cierto todo lo que decís, amigos, pero lo peor de todo es que ¡ NO ESCARMENTAMOS!
    En fin que, de estas anécdotas, lo bueno es que después nos reímos toda la vida.

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