Carabaña – Mondéjar

Ruta realizada el Sábado 20/02/2021

Dificultad Física
Dificultad Técnica
47.3 km
285 m
44 Km Distancia Madrid
4h59'
3h27'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Pepe, Otros

Mas detalle ruta

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Reproductor audio crónica:

By José María Castellón

Son las 9:00. Tal como acordamos el día anterior, Pepe, Enrique y José María (este modesto cronista) nos encontramos en un parking muy apropiado en el pueblo de Carabaña. Nos preparamos rápidamente, incluyendo la tecnología que algunos necesitamos para orientarnos, seguir la ruta y, sobre todo, inmortalizar digitalmente nuestros esfuerzos; otros, como Pepe, se orientan en base a vivencias históricas y otros, como Enrique, a golpe de intuición. A las 9:20 los tres estamos pedaleando en busca de la ruta, algo alejada del parking, para lo que tenemos que recorrer algún kilómetro por la carretera que divide el pueblo y atravesar un puente de piedra sobre el río Tajuña. A continuación seguimos un carril bici (autopista para ciclistas, diría yo), con el río Tajuña a nuestra izquierda, así como la carretera que une Carabaña con Orusco.

La orografía es de una pendiente muy suave, manteniendo una velocidad media cercana a los 20 km/h. Paisaje ondulado, con matorrales y encinas. Al cabo de algunos kilómetros, ya a la altura de Orusco, empezamos a tener algunas dificultades menores que nos recuerdan a la borrasca Filomena, con árboles caídos que obligan a dar algún rodeo. Nada que nos impida continuar fácilmente nuestra marcha por el sendero hacia el pueblo de Ambite, que queda al otro lado del río y de la carretera.

En una breve parada nos fijamos en el Palacio de Ambite colgado en una ladera un poco más allá del pueblo del mismo nombre, cuya milenaria y gigantesca encina tiene una romántica leyenda sobre una bella princesa cautiva cuyas lágrimas, en espera del caballero que amaba, hicieron germinar una bellota que se convirtió en la gran encina. La princesa esperaba a su amado al lado de la encina y si comía una bellota dulce significaba que aquél volvería. Pepe nos cuenta que ha quedado la costumbre de que los novios acudan al lugar antes de casarse a comer una bellota; si es amarga el matrimonio tendrá un futuro difícil, pero Pepe nos aclara en ese momento pre-nupcial ninguna pareja encuentra amarga la fruta. ¡Cosas del amor!. Pepe es un archivo de base orgánica, con nada que envidiar a los basados en silicio, que mantiene multitud de datos sobre lugares, eventos y anécdotas que amenizan cualquier ruta.

A partir de ese momento la pendiente va aumentando, no demasiado, las encinas y matorrales  empiezan a invadir el camino y, sobre todo, empiezan a abundar las piedras de roca caliza en la senda, dificultando el rodaje de las bicis (a uno más que a otros). La ruta es cada vez más estrecha, con un lecho de piedras de todas las formas posibles que dificultan el equilibrio. En algún momento, incluso los más avezados ciclistas tienen que poner pie a tierra para superar algún obstáculo o dificultad. Llega el momento en el que este cronista ya no puede volver a mantener el equilibrio, salvo en algunos tramos cortos. Sin embargo, los aguerridos Pepe y Enrique continúan pedaleando bravamente sobre sus monturas en el tercer piñón. Ya en ese momento José María, pie en tierra, anda dificultosamente con sus calas sobre las piedras del camino. Esa zona se nos hace interminable, sobre todo al cronista, aunque probablemente no fueron más de 3 kilómetros. Pese a la dificultad de este tramo y para compensar, al tomar altura se aprecia mejor el paisaje sobre la vega. En un punto de espera Enrique le explica a José María que es una cuestión de pericia y arrojo, pero éste reflexiona que, tal vez, va un poco corto de ambos atributos.

Por fin acaban las piedras, aunque seguimos subiendo sin grandes esfuerzos hacia el pueblo de Mondéjar, punto más lejano de nuestra ruta. Paramos unos minutos en las ruinas del Convento de San Antonio, de finales del S. XV, donde nos hacemos algunas fotos para glosar la jornada. Pepe le pregunta a José María qué le parece, pero a éste le da pena el estado de ruina del convento, del que sobrevive una bonita portada. Continuamos hacia el centro del pueblo, atravesando unas preciosas calles empedradas, y llegando finalmente a la Plaza Mayor donde está la Iglesia de Santa María Magdalena, del S. XVI, ya de estilo renacentista, pero con un aire gótico.

Aprovechamos para sentarnos en una terraza a tomar un café y comentar la ruta. Allí nos encontramos a otros esforzados ciclistas, estos bien dotados de unas cabalgaduras eléctricas que, sin duda, les permiten recorridos que nos están vedados a los demás. Tal vez por ello se estaban “apretando” sendos bocadillos de jamón y lomo con pimientos junto con una jarra de cerveza. Nos cuentan las bondades de la bici eléctrica. Aprovechamos para hablar entre nosotros de la idoneidad de la bici eléctrica en determinados parajes protegidos y de las ventajas de esta tecnología, aunque ninguno de nosotros queda convencido. Por cierto, yo no sabía que las bicis eléctricas no superan por ley los 25 km/h con apoyo de la batería.

A continuación la vuelta, mayoritariamente en descenso. Enrique se adelanta con ímpetu y tiene que corregir cuesta arriba un par de veces, pero no importa porque él no diferencia entre cuesta arriba y cuesta abajo. La primera parte de la vuelta es por el lado contrario de la carretera, ya sin el incómodo tramo de piedras infinitas, pasando previamente por el Lavadero del Pilar, donde antaño se lavaba la ropa sin la comodidad del centrifugado. La bajada es sencilla, aunque de vez en cuando tenemos que llevar la bici en volandas como resultado de Filomena. También hay alguna zona invadida por encinas y matorrales que ni tan siquiera permiten el paso de Pepe sin poner pie a tierra. Pasado el grueso de la bajada nos incorporamos a la carretera, siempre incómoda para el ciclista, durante un kilómetro. En breve llegamos a Ambite y retomamos el fácil camino de ida en su primer tramo. Ahora se nota que, animados por el buen día y ya pasada la hora del Ángelus,  hay bastantes paseantes, algunos de edad avanzada, y otros ciclistas pese a que se ha levantado un viento molesto.

Enrique, incombustible como siempre, tiene otra actividad deportiva a primera hora de la tarde y se despide de nosotros, adelantando camino y tiempo pedalada a pedalada y perdiéndose rápidamente en el horizonte con su energía sin límite. Pepe y yo, ya en camino prácticamente plano, continuamos a menor ritmo hablando de tiempos pasados. Estos últimos kilómetros se hacen algo pesados. El viento, siempre en contra (¿cuándo no lo está?), ralentiza la marcha. Me atreví a aventurar que el viento equivalía a 2º o 3º de gradiente. Tal vez me quedé corto porque la pedalada se hacía dificultosa y lo que era plano cada vez parecía más cuesta arriba. Metro a metro Pepe va adelantándose hasta que Carabaña empieza a pasar a nuestra derecha, al otro lado del río.

Poco a poco llegamos al final del recorrido. De nuevo el puente sobre el río Tajuña, la carretera que atraviesa el pueblo y, por fin, el parking. El coche de Enrique ya no está, dejando la incógnita de cuánto tiempo nos sacó finalmente. Recogida, desmantelamiento de la tecnología, bicis desmontadas dentro de ambos coches y abrazo final, siempre virtual.

Pepe Montalvo

Pepe Montalvo

Listo, guapo, deportista y, sobre todo, humilde.