Ruta realizada el Miércoles 01/02/2023
Participantes: Domingo, Félix, Juanlu, Pepe, Mario
Reproductor audio crónica:
Salimos de los Negrales, concretamente del restaurante Reina Victoria ¡ahí es na! No han dado las 10h y ya estamos todos, pero eso no quita que hubiera tiempo para un café con JuanLu mientras los demás se acicalan.
En casa tuve que rascar hielo del coche con una temperatura de -3ºC. Aquí en el aparcamiento no es que haga calor, pero está mucho más llevadero, no hay viento y el sol ayuda mucho.
Otras veces hemos salido de aquí cerca, un poco más abajo. También un poco más arriba, desde el parque ese que hay en Villalba y donde una vez un camarero nos pronosticó el confinamiento que se nos venía encima. Así, sin darse importancia, nos dijo “estamos jodidos, porque mi jefe ha tenido una reunión en el ayuntamiento y nos ha dicho que no compremos para la cocina, que no nos va a hacer falta” ¡qué cabrón! Me joden los profetas. A partir de ese día nos pasamos unos mesecitos en casa, viendo escapar la primavera desde la ventana.
Espera, que me voy… Pues eso, que hoy salimos de un sitio nuevo, que cruzamos el pueblo enterito y nos hacemos una ruta de las clásicas, amenas y llevaderas. Algo más compleja en algunos tramos, pero en general sencilla.
Con un rodar facilón nos plantamos en la ermita del Cerrillo (no conocía yo ese San Cerrillo) y poco después en la aldea esa de los hippies, o traperos, o borrachos, o perroflautas, o drogatas, o …. Bueno, se entiende. A mi no me parecían mas que un poco alternativos, pero a mi amigo… ya le conocéis. Resulta que la iglesia que había la ha vallado el ayuntamiento, porque hubo derrumbes y no quieren responsabilidades. La casa redonda la han derruido y lo único que queda para entretener a los muchachos es un camión ruinoso, de esos con pinta de vivienda circense antigua, en el que creo debía pernoctar todavía alguien y que hizo las delicias de mis amiguetes: que si mira el asiento, que qué viejo, que qué tiña tiene, que esto ya no anda. Venga, vamos a andar nosotros, que a los de dentro no les debe hacer mucha gracia que despreciemos su hogar.
Luego el sendero del arroyo Ladrón, Con su embalse al final. Ahí otra paradita larga para jugar a tirar piedras al estanque helado. Unas rompen el hielo, otras no, se forman burbujas que corren bajo la capa helada siguiendo un mismo patrón. Suficiente para acrecentar nuestro espíritu investigador y científico: hay que tirar más piedras y sacar conclusiones. No hubo tales, o al menos no unánimes, pero cada vez hay que ir más lejos a buscar las piedras, así que seguimos ruta.
Los senderitos de Valmayor y un pequeño rodeo porque no podemos pasar por el puente peatonal, ese que cerraron hace años para un pequeño arreglo. Luego el cruce por la carretera, por fuera del asfalto, en un trazado estrecho que el manillar casi roza con el pretil. Estresante, sin más.
Cuesta por la cañada real, cruce de Galapagar y visita al Canto del Peso, pero ya no paramos, que llevamos una mañanita zángana de cojones.
Damos vuelta a La Navata, vemos el puente de siempre, empujamos la bici cuesta arriba, como siempre, y nos dirigimos a por el último tramo de la ruta, junto al embalse de las Nieves.
Ahí hacemos la de siempre, dudamos y pasamos la barrera que no es, volvemos atrás, saltamos la valla y cruzamos la finca privada sendereando un buen rato, luego hay que arrastrar el culo por debajo de la alambrada para seguir próximos al cauce. Creedme, no merece la pena, lo hacemos siempre, nos equivocamos siempre y, como siempre, acabamos por un sendero de andar donde te hinchas a tirar de la bici. Hace un buen rato que la mitad del grupo esquivó la peripecia, largándose derechitos por la carretera. Pues ni lo uno, ni lo otro, hay que buscar una alternativa que nos evite el compromiso de saltarnos la valla y las penalidades de empujar la bici.
Salimos al casco urbano y callejeamos de vuelta hasta el restaurante.
Mario invita a cerveza, porque una vez fue su cumple y, lo importante, porque su riñón sigue bien. La comida estuvo correcta, un camarero amable, un menú aceptable y con las bicis ya cargadas en el coche.
Nos lo contamos todo, pero entendemos solo la mitad, porque tenemos detrás un grupo de loros paletos, pintadas a brochazos cual ave del paraíso, que son capaces de enmudecer todo un mercado de abastos con sus gritos. He llegado a casa un poco afónico, en serio, y no se lo achaco todo al catarro que traje.
Con el segundo café nos dan las cinco sentados en la mesa. La señora del bar empieza a barrenos los pies y Domingo nos dice que va pegado para la clase de fotografía. Se nos va el santo (San Cerrillo, claro) al cielo. Y es que estas salidas de viejos con actitud de críos es lo mejor de toda la semana.
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3 comentarios en “Villalba – Galapagar – La Navata”
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Muy buena crónica Pepe, a la espera de fotos (que quizás no sean necesarias del todo). Un día espléndido a pesar del lorerio. A por más.
Gracias Pepe. Lo que había en el restaurante detrás mío era una mezcla de loros con cotorras y unido a papagayos obreros con voces de tribuna de campo de fútbol que nos jodieron los tímpanos y de paso la garganta para poder hacernos oír entre nosotros. Cultura popular.
La ruta estuvo divertida y entretenida. Buena crónica.
Pues si, coñazo de cotorras, coñazo de obreros al calor de lo barato, lo normal que trabajar es de…… Y por no dejarte solo, me la chupe bien, con tu entusiasmo tirando de mi, que si no no hubiera podido. Buen dia para practicar el ciclismo, fresqui al principio y calorcito al final, estuvo bien.