Ruta realizada el Jueves 05/01/2023
Participantes: Pepe, Rufi
Reproductor audio crónica:
Esta mañana amenazaba frío, así que me he abrigado. De camino a Talamanca, por la carretera de Algete, Cobeña y Fuente el Saz el termómetro marcaba 2,5 grados bajo cero. Por suerte, llegando al anodino pueblo donde hemos quedado ya marcaban dos grados positivos. Sin embargo había un viento que hacía que la famosa sensación térmica fuera más baja. Todo un espejismo porque, al poco de empezar a dar pedales la temperatura corporal se ha regulado.
Dice el refrán que «si quieres saber quién es Pedrillo, dale un carguillo». Yo suscribo ese refrán y, aunque no rime, diría que, si quieres saber quién es Pedrillo, dale una parcela para que se construya una casa. En algunos pueblos de nuestra geografía hay algunas casas que, solo viéndolas son mejores que el test de rorschach para hacerte una idea de la psicología de los dueños. Talamanca de Jarama es un perfecto exponente de ello. Le preguntaba yo a Pepe qué harían a diario las gentes de ese pueblo y de algunos similares. Es verdad que la cercanía a Madrid permitirá que algunos habitantes trabajen o vengan frecuentemente a la capital pero ¿cuál es la vida en esos pueblos castellanos, manchegos, etc donde parece que la vida no pasa, sino que se escapa?.
En fin, este es el preámbulo de una ruta donde hemos dado pedales, bastantes, pero, además, hemos hablado y «filosofado» mucho. Pepe con más criterio, capacidad y formación y yo con el desparpajo que da la ignorancia. Hemos hablado de padres, de hijos y de hijos de puta. De lo divino y lo humano y de cómo deberíamos afrontar la vida, de un modo «más oriental» (Pepe dixit) y que, sin embargo, la edad nos lleva por otros derroteros más peleones, beligerantes e inútiles.
Ah, coño, la crónica de la ruta!!!. , pero si ya os la sabéis. Esta la hemos hecho pocas veces, pero, entre unas y otras, recuerdo anécdotas con casi todos los miembros del grupo, incluso con los que llevamos meses sin verlos. Esta vez no hemos visitado el puente romano (o románico) y hemos iniciado directamente la ruta, cruzando el menos atractivo pero más oscilante puente metálico que cruza el río.
Las pistas hasta el pueblo de El Espartal son anchas y cómodas. Aunque ha llovido, el suelo estaba duro por el frío y se rodaba bien y a buena velocidad.
La despedida de El Espartal ha coincidido con la bienvenida de la primera subida trialera. Un sendero estrecho que hoy estaban limpiando y desbrozando los forestales. Aunque nos han dicho que las chuletas las tendrían sobre las once de la mañana, no hemos podido esperarnos más tiempo. No sé cómo habrán resuelto el problema de la hidratación, porque habíamos quedado en que el vino y la cerveza los poníamos nosotros.
En la ruta de hoy hemos evitado, además de la visita al puente de Talamanca, algunos de los errores que cometimos en las otras ocasiones que hicimos este mismo camino. Así, por ejemplo, no nos hemos metido por la subida imposible que marca el track y que, en su día, intentamos, comprobando que era imposible subirlo montado en la bici, además de absurdo, porque el punto final era el mismo al que se llega por la pista, inclinada, eso sí, pero practicable. Sin embargo, hemos dejado de hacer algunas bajadas que sí probamos en su día. Los motivos han sido diversos: la mayor edad y, por tanto, mayor cordura, las roderas que habían hecho las motos, dificultando, todavía más, las trazadas, las vayas metálicas que habían colocado al final de alguna de estas bajadas y que auguraban un final poco feliz…..
En un momento de la ruta hemos llegado a un punto en el que, en su momento, vimos que el afanado dueño de la finca no solo había puesto unas ramas para disuadir a los ciclistas de pasar por allí, sino que había ocultado alambres de espino entre las ramas para hacer la cosa «más divertida». Tras un breve debate sobre si atravesábamos la finca o dábamos un rodeo, finalmente hemos optado por violar los avisos del propietario e ir por el camino mas corto. Hemos podido apreciar que no habíamos sido los únicos. El sendero estaba surcado por roderas de motos que incrementaban esa sensación que, al menos yo tengo, de que la técnica en la bici de montaña se pierde con mucha facilidad y, en cuanto te descuidas, el manillar cobra vida propia y le da por ir por donde quiere.
La ruta pasa cerca de El Molar, y la cuesta que empieza en el paso, que hemos cruzado mil veces, te recuerda que has bajado muchos metros para volver a recuperar la misma altura. Así, sin comerlo ni beberlo, al final te cascas más de 700 metros de desnivel y, como dice Pepe, no en una dosis de puerto continuo, sino en «pequeñas diócesis» de rampa, rampita y rampón. A mí, las ultimas se me han atragantado un tantito, que dicen los mejicanos.
Cuando hemos llegado al pueblo la temperatura era mucho más agradable. Pepe ya se había despojado, hace rato, de su esquijama y yo de la camiseta interior. Hasta tal punto estaba buena la mañana que hemos cerrado la jornada con una cervecita en la terraza del Mesón Talamanca, donde Pepe ha liado al hijo de la dueña con la expresión de «renunciar» o no a los torreznos.
Magnífica forma de empezar el año. Excelente compañía, buena conversación (a veces hasta subiendo) y temperatura poco apropiada para estas épocas del año (así no esquío yo este año en condiciones ni de coña) pero agradable para rematar la jornada.
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3 comentarios en “Talamanca de Jarama-Espartal-El Molar. Para empezar bien el año”
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Oye, pues bien. Gran paliza para no hacer esperar mucho rato, pero trazado de los que molan. Aunque está puesta como «fácil», yo diría que al menos es «media», con la dosis justa de trialeras para no hacerme blasfemar. Gracias Fer, nosotros ya hemos estrenado el año.
Esperar poco o nada. Sí, tienes razón, media es una calificación más apropiada para esta ruta. Tiene sus trialeras
Me he perdido la primera ruta del año por motivos familiares y dolor de garganta, pero espero estar listo para la próxima y disfrutar de esos campos de dios (sí, con minúsculas). Buena crónica Rufi. Le he añadido la música de Rossini del aria de Fígaro por el gran Pavarotti, que todo el mundo conoce. ¡Vaya dos gordos y glotones ilustres! Bon vivants donde los haya, eran dos zampabollos de categoría. Rossini además cogió una gonorrea con 37 años, lo que precipitó su jubilación cuando ya había escrito nada menos que 39 óperas. Son famosas sus comilonas que en muchas ocasiones preparaba él mismo. Ambos murieron de cáncer. De páncreas con 71 años el tenor, y de colon el compositor con 76. Esta gente no debería morir.