El Vellon-La Cabrera

Ruta realizada el Jueves 01/10/2020

Dificultad Física
Dificultad Técnica
40.9 km
633 m
40 Km Distancia Madrid
3h46'
3h14'
Características Terreno No hay información sobre el terreno

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Pepe, Santiago

Mas detalle ruta

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Reproductor audio crónica:

Empezamos esta ruta entre los rumores de confinamiento y el lamentable espectáculo ofrecido por nuestros ilustres políticos. Mal entorno, sin duda. Menos mal que somos animados y pasamos de estas historias que si no… Lo bueno del día es que Alfredo volvía de las colonias y el sobrino de Pepe nos regaló con su presencia. Una estrella este Santi, que hizo su llegada triunfal con su 2 CV y vestido elegantemente para la ocasión, con su malla y calcetines conjuntados, dandonos en los morros con su gravel.

El día se mostraba espectacular, el último del veranillo de San Miguel. Un poco de fresco al principio que fue remitiendo a lo largo del día. La ruta propuesta por Pepe está formada tramos que ya hemos hecho repartidos en varias rutas, pero nunca juntos. Después de recorrerla está claro que no es la indicada para momentos lluviosos porque en muchos tramos se pueden formar unos barrizales que, sin duda, darán al traste con la excursión. Pepe le vendió la moto a Alfredo de que se trataba de track repleto de trialeras y senderos rápidos, con lo que éste estaba más contento que unos castañuelas.

Aunque la ruta original sale de Pedrezuela, Pepe, con buen criterio, pensó que no aportaba nada, y nos convocó en el Vellón, pasándonos el punto de encuentro en coordenadas en formato decimal (como en las pelis americanas de guerra), lo que creo confusión entre algunos.

Nada más salir del pueblo enfilamos un sendero en dirección a Cotos de Monterrey. Senderos y bajadas rápidas por un paisaje de monte bajo. Codornices para parar un tren en un terreno de monte bajo, con cultivos preparados para recibir el invierno.

Somos unos culturetas, no lo podemos evitar. Es ver una iglesia y ya nos estamos haciendo fotos con ella.
Santi luciendo un conjunto a juego en lycra italiana gravel style presentado en Milano hace pocas semanas. Siempre marcando estilo y tendencia.

Continuamos nuestra ruta por una zona bastante rápida, con algún repecho, hasta llegar a la N230. Ahí la cosa cambió, para empezar a encadenar subida tras subida. A ver, no todo va a ser …

Dos generaciones

Entramos en Redueña, donde habíamos estado no hacía mucho, y seguimos subiendo por carretera hasta una zona llamada el Portachuelo donde entramos de nuevo en pista, camino de la Cabrera. En la cercanía de los Riscales, otra batería de rapas y rampones. Ya lo avisaba el nombre.

En la Rabusera, una zona de explotación, las cosas vuelven a su cauce. Zona llanita llena de ganado bravo. Ahí nos tomamos el platanito y seguimos, ya la cosa mucho más plana. Alfredo reclama sus trialeras y Pepe se aleja silbando.

Yo pensaba que estos tractores con pinchos solo existían en las películas de miedo.
Pepe no se lo esperaba… Muerte natural, decían. No sé yo.

Como siempre, cuando uno enfila el final de etapa, le empiezan a sobrar kilómetros y cuestas. Pensabamos que ya todo iba a ser llano hasta el Vellón, pero no, claro.

En el pueblo buscamos un local ajustado a nuestro nivel. Fue arduo elegir entre la amplia oferta que presentaba el Vellón. Pepe, exasperado, hasta rompió un cenicero. Después de controlarle para que la cosa no fuese a más(quería que comiésemos en una panadería…) nos decidimos por uno en la plaza del pueblo. Un acierto, con una camarera de la costa oeste de Ecuador de lo más simpática, que encajaba los vaciles de Pepe con alegría.

Allí planificamos nuestra salida a Despeñaperros para el viernes. Las noticias del confinamiento aconsejaban escapar lo antes posible de Madrid, adelantando la salida. Pepe realizó una brillante negociación con el alojamiento y comimos tranquilamente, con todo ya arreglado.

Después de la comida, los jubilatas recibimos una master class de mecánica impartida por Santi, que ajustó sucesivamente los radios de Alfredo, mi suspensión trasera y diagnosticó también la de Félix. Y la tarde, ya en Madrid, la dedicó a la Merida de su tío. La leche este Santi. Un MAQUINA con mayúsculas.

Como siempre, un día genial, sobre todo por el contraste con todo lo que nos rodeaba.

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